Mi vecinita 12
Rafa nos explica lo que hizo mientras Coral grababa su actuación...
Capítulo 12
- Me has dejado embarazada… Cabrón… cabronazo, hijo de puta…
Como os pedéis imaginar aquella frase me sentó como un tiro. No supe ni qué contestar. De hecho mis primeros balbuceos no sólo fueron infantiles sino también idiotas. Aquellas fatídicas palabras me habían dejado helado, estupefacto. ¿Cómo podía ser si se había tomado la maldita pastilla? No podía estar embarazada. Era imposible. Pero por otra parte… Coral debía de saberlo mejor que yo. Claro que podría equivocarse. ¡En menudo lío me había metido yo solito por ser un cabrón! Me estaba bien empleado por gilipollas.
Coral estaba llorando como una magdalena y yo no sabía qué hacer. Finalmente decidí llevarla a la salita, para que se sentara y tranquilizara. Lo cierto es que la cosa pintaba mal, muy mal. Lo mirara desde donde lo mirara, le había destrozado la vida a Coral. No creo que a sus padres les hiciera ninguna gracia que su primogénita les hubiera convertido en abuelos antes de tiempo.
No sabía muy bien qué decir. Quizás se tratase de una falsa alarma. Pero Coral parecía muy segura y estaba convencida de su embarazo. No tenía razones para dudar de su criterio, pero estaba convencido de la fiabilidad de la pastilla que le dí para evitar el embarazo. Claro que no sería la primera vez que falla un método anticonceptivo. Jamás pensé que me pudiera ver en esta tesitura. Finalmente me decidí por responsabilizarme de mis actos. Si algo me había inculcado mi padre desde que era niño, era que uno tenía que apechugar con las consecuencias de sus acciones. “A lo hecho, pecho”; solía decir. Y yo no podía ser menos.
- Entonces, no piensas abortar…
- ¡Ya te he dicho que no! ¡No pienso matar a mi hijo! ¡No vas a…
- Cálmate un poco quieres… Si, te he preguntado, es porque decidas lo que decidas, yo estaré para lo que me necesites. Si quieres tener al niño, muy bien. Mejor, yo… yo seré su padre.
- ¡Cómo que serás… eres su padre!
- Eso es lo que quería decir… que no me dejas terminar. Si… si… si tu padre quiere que te cases… yo estaría dispuesto a hacerlo. Reconocería… mi responsabilidad delante de él. Y si no quieres casarte conmigo, en cualquier caso haré cualquier cosa que tú me pidas.
- ¿Te… te casarías conmigo? ¿Por qué?
- ¿Por qué? Porque es mi responsabilidad. Yo sólo quería echarte un polvo, no joderte la vida.
- Pues me la has jodido a base de bien. Menos mal que no querías hacerlo, que si no…
Nos echamos a reír por la ocurrencia. Cierto que la cosa no tenía la más mínima gracia; pero a veces, en situaciones tensas y desesperadas, es la única salida que nos impide desquiciarnos y volvernos locos. Fue una risa breve y amarga pero al menos me permitió disfrutar de la linda sonrisa de mi vecinita. Cielos, era preciosa. Tenía que hacerle entender que lo que acababa de decirle no eran meras palabras que se las lleva el viento. Tenía que saber que iba en serio. No estaba dispuesto a abandonarla a su suerte. De modo que la miré fijamente a lo ojos y volví a repetir mi compromiso con ella.
- En serio, Coral, no quiero hacerte daño. Eres una chica muy guapa e inteligente. Y… y no te deseo ningún mal. Si te he dejado embarazada, haré todo lo que pueda por reparar mi falta. Hablaré con tus padres si quieres, se lo contaré todo. No pienso dejarte en la estacada. ¿Comprendes? Por otra parte… creo que deberíamos ir a un médico… (Quise interrumpirle pero no me dejó.) que confirmara tus sospechas y nos asesorara. Quizás sea un pequeño retraso, dos días no son muchos. No sé de estas cosas tanto como tú, quizás sea un pequeño susto.
- Susto sí pero no pequeño… Y no creo que me equivoque, nunca se me ha retrasado la regla. Siempre he sido muy regular…
- Y lo del médico para asesorarnos…
- No pienso abortar…
- Ni yo pienso pedírtelo. Aceptaré tu decisión sea la que sea. Y te apoyaré en todo. Me tienes para lo que me necesites.
- Gracias…
No terminó la frase, una vez más su rostro se vio empañado por las lágrimas. Estaba realmente asustada y abrumada ante las negras perspectivas. Yo por mi parte, también hacía mis cuentas. La casa era lo suficientemente grande para albergar a nuestra hipotética familia, mi sueldo también nos podría mantener a los dos, sin muchos caprichos pero bastante holgadamente. Lo que no tenía tan claro es que Coral pudiera realizar sus estudios. Eso es lo que de verdad me daba rabia. Sería una verdadera lástima que Coral no pudiera estudiar la carrera que quería. Pensé que quizás sería bueno desviar un poco el tema de conversación para ayudarla a tranquilizarse. Las decisiones que tendríamos que tomar, requerían de nosotros una claridad de ideas que en esos momentos no teníamos.
- Oye. ¿Qué sabes de las notas?
- ¿Qué? Qué notas…
- Cuáles van a ser las de la selectividad…
- Ah… Salen mañana…
- ¿Qué tal se te dieron los exámenes? ¿Qué piensas estudiar?
Aquel cambio de tema la pilló de sorpresa y no supo cómo reaccionar. Pero al cabo de un tiempo comenzamos a hablar del instituto, de las notas, de los estudios, de las enormes posibilidades que tenía… Sin embargo al poco volvieron a salir sus padres a relucir. Al parecer, aunque Coral deseaba estudiar informática, su padre deseaba que estudiase derecho. Por lo que me contó Coral, su padre le había planificado su vida hasta más o menos los noventa años. Sabía que sus padres estaban chapados a la antigua pero jamás me imaginé que tanto. No me lo dijo, pero o mucho me equivocaba o la habían prometido ya a algún hijo de algún socio de negocios. Traté de hacerle ver que ya era hora de que fuera tomando sus propias decisiones. Si no espabilaba pronto, cuando quisiera hacerlo, sería muy tarde. Y era una verdadera lástima, por lo poco que conocía a Coral, había descubierto en ella a una bella persona.
Al hablar otra vez de sus padres, volvimos una vez más al problema que nos traía de cabeza. Intenté animarla, después de todo, por muy estrictos que fuesen sus padres, y por muy mal que les sentara, ella era su hija. La deberían querer después de todo. Tarde o temprano, asumirían la realidad y la acogerían de vuelta a ella y a su nieto. Y si mientras tanto sus padres se lo pensaban, Coral necesitaba la ayuda de alguien, podría contar conmigo. De ningún modo estaba dispuesto a abandonarla, ni a ella ni a mi futuro hijo. Aquellas palabras parecían tranquilizarla así que se las volví a repetir. Desde luego, tendríamos que ver a un ginecólogo que nos asesorara sobre el tema y desde luego nos confirmara el estado de buena esperanza… Buena esperanza, en otras circunstancias sí lo hubiese sido. Ahora en cambio… ¡pero seré estúpido!
- ¡Pero seré tonto! ¿Qué hora es?
- ¿Cómo? Las 12 menos cinco… Cielos, las 12 menos cinco. Mis padres llegarán dentro de 20 minutos.
- No nos da tiempo. Qué tonto he sido. Estamos aquí moneando, cuando podíamos habernos asegurado de tu estado bajando a la farmacia.
- ¿cómo?
- Podíamos haber ido… bueno, podría haber ido a la farmacia y conseguir un test de embarazo para asegurarnos de si de verdad estás embarazada.
- Un chico pidiendo un test de embarazo… serías la comidilla de todo el barrio.
- ¿Y qué? No me importa. Lo que me importa ahora eres tú, so boba… Aunque baje ahora, no podría llegar antes que tus padres. El problema es hacerte llegar el test sin que nos descubran. ¿No podrías escaparte como ahora? Por cierto, ¿qué les has dicho para que te dejen venir?
- No les he dicho nada. Mi madre al verme tan nerviosa me ha dicho que me quedara en casa para descansar y que se me pasara el sofoco. En cuanto lleguen mis padres no podré salir de casa.
- Entonces mañana lunes… después de ver las notas puedes encontrar un hueco. Podrías decir que te has ido con algunos compañeros para celebrarlo.
- Sí tal vez… te enviaría un mensaje si puedo reunirme contigo… Me… me tengo que ir. Puede que mis padres adelanten su regreso.
- Está bien, iré a comprar el test a la farmacia de guardia. Espero tu mensaje. Y sobre todo, recuerda que no pienso dejarte en la estacada. Apoyaré cualquier decisión que tomes. ¿De acuerdo? Anímate… saldremos de esta.
Coral se marchó rápidamente. Parecía algo más tranquila que cuando llegó aunque seguía siendo un auténtico manojo de nervios. Yo me fui directo a la farmacia para conseguir un test de embarazo, quizás nos sacara de dudas y Coral no estaba encinta. Al final no hizo falta el dichoso test de embarazo, afortunadamente al día siguiente lunes, a eso de media mañana recibí un mensaje de mi vecinita confirmándome que no le había venido la regla. Quizás fue esa la única noticia buena que tuve en todo el día.
Pasé una tarde de domingo que ni os cuento. Como es lógico, mi mente estaba en Coral y en su embarazo. No podía dejar de pensar en ello. Apenas si dormí por la noche y cuando llegué al trabajo no podía concentrarme en lo que hacía. Por si fuera poco, la relación con nuestras compañeras del departamento de al lado se habían enfriado considerablemente. No presté mucha atención a aquello la verdad, pero por lo visto uno de mis compañeros se había peleado con una de ellas. Y como suele pasar en estos casos, ellas habían hecho piña y se habían dedicado a explicar su versión por todas partes. Paco el pobre apenas si quería hablar del asunto. De modo que la única versión de los hechos era la de ellas. De cualquier modo, en estos casos, los hombres casi siempre tenemos las de perder; pero si ni siquiera te defiendes… estás ya perdido del todo. En cualquier caso, el ambiente se había enrarecido tanto que ninguno teníamos ganas de decir nada.
Como os digo, las buenas notas de Coral y sobre todo su no embarazo fueron lo único bueno que tuvo aquel lunes. Y ahora que lo pienso, lo único positivo que tuvo aquella maldita semana. Volví a cruzarme con Ángela, que parecía bastante complacida con mi actuación del viernes noche; pero casi siempre acabábamos hablando de Paco y de lo mal que se había portado con Luisa, la otra compañera de Ángela. De modo que al final acabamos distanciándonos y para el miércoles apenas si nos dirigíamos la palabra. Como os digo, aquella semana lo único bueno fueron los mensajes que de vez en cuando recibía de mi vecinita en los momentos más inesperados.
Lo cierto es que por lo que me comentaba, no encontraba el modo de poder reunirse conmigo y cumplir su parte del contrato. De modo que tuve que ser yo el que buscara y encontrara una solución. Me costó bastante; pero al fin conseguí hallar una, que al menos, me podría satisfacer en parte. Aunque no se lo dije a ella, la solución consistiría en que mientras yo formalizaba la matrícula de Coral en la universidad ella en casa me grabaría una pequeña “perfomance”. Para hacerla un poco más picante se me ocurrió comprarle un consolador de buen tamaño. Fui a un sex-shop y asesorado por el dependiente compré uno que según me dijo me vendría de perlas. Sería emocionante ver cómo se desenvolvía con aquel juguetito delante de las cámaras. Una vez planificada la sesión de mi esclava, tuve que pensar en cómo cumpliría con mi parte. Tendría que pedir la mañana del lunes libre. Afortunadamente no me supuso ningún problema ya que el trabajo iba bien y me debían bastantes horas extras.
Sin embargo, aquella horrible aún no había llegado a su fin. El viernes vino lo peor. A media mañana, el jefe nos reunió a unos cuantos en su despacho. En concreto a todos los que le habíamos llevado un proyecto para el contrato con la nueva empresa. Al parecer, según él, los mejores proyectos los habían presentado las chicas del departamento de ventas. Que habían entregado unos trabajos sorprendentemente detallados en todos los aspectos. En comparación con los nuestros que tenían alguna que otra pequeña falla sin importancia dado que eran los primeros bocetos. Así pues, dada la elevada calidad de los trabajos entregados por nuestras compañeras Ángela y Luisa, ellas serían las que desarrollarían el proyecto asesoradas por nosotros, los del departamento técnico. Ni que decir tiene que salimos más cabreados que un chino. Aquello nos sonaba a chamusquina. Había algo raro aunque no sabíamos muy bien qué era. Menos mal que era viernes y nos pudimos desahogar un poco en nuestro garito habitual.
El sábado y el domingo los pasé en mi casa dándole vueltas a todo. No podía dejar de pensar en mi jefe y en lo extraño de su decisión. Había cosas que no encajaban, como tampoco acababa de cuadrarme la historia de Luisa y el mutismo de Paco. Lo único que lograba apartarme de este comecocos era la próxima visita de mi vecinita. Cada vez que pensaba en ella, todo lo demás desaparecía. Así que más de una vez me sentí tentado de repasar el abundante material gráfico que de ella disponía. Menos mal que logré contenerme la mayoría de las veces; si no lo hubiera hecho así, no habría llegado vivo al lunes, me habría matado a pajas.
Cuando el lunes por la mañana se presentó mi vecinita yo llevaba esperándola un par de horas. No es que ella se retrasase, es que yo estaba demasiado impaciente por verla. Sobre todo por verla desnuda. Así se lo hice saber en cuanto traspasó el umbral de la puerta. Obediente se dispuso a cumplir la orden al tiempo que se ruborizaba intensamente. ¡Qué diferente se me mostraba ahora a como lo había hecho la semana pasada! Se la veía alegre, feliz, contenta. Hasta se podría decir que estaba encantada de servirme como esclava. La visión de sus tiernos pechitos me calentó, pero cuando se dio la vuelta y se bajó las braguitas… me puse como un burro. Si no me lancé sobre ella en aquel instante fue porque sabía que tendría mucho que hacer aquella mañana.
La conduje hasta la salita y le enseñé lo que allí tenía dispuesto para ella. En medio de la salita había colocado una silla de cocina y frente a ella y a su alrededor había dispuesto las distintas cámaras de video y de fotos que irían grabándola. También le enseñé el nuevo juguetito que había comprado para que ella se divirtiera. Al principio pareció reacia a usarlo y trató de convencerme de que no lo usara con la mirada. Sin embargo, no me lo pidió; y se limitó a mirarlo con horror mientras yo se lo enseñaba y se lo paseaba por todo el cuerpo. Finalmente le desvelé el propósito de todos aquellos cuidadosos preparativos.
- Bueno, ya sabes lo que tienes que hacer. Puedes empezar.
- ¿Qué? ¿Cómo? No lo entiendo… señor.
- Está bien claro. Quiero que me hagas una buena demostración delante de las cámaras de cómo se masturba y se corre una auténtica zorra. Mientras yo iré a la facultad a formalizar tu matrícula.
- Pero…
- No tenemos tiempo para divertirnos juntos y hacer la matrícula. Así que se me ha ocurrido esta solución. Tú actúas para mí delante de las cámaras y yo te hago la tarea. Así ambos obtenemos lo que queremos al menos en parte. Supongo que te parecerá bien…
- ¡Eh!... Ah sí… sí… me parece bien… señor. No me esperaba algo así…
- ¿Tienes los impresos y los datos personales y bancarios para formalizar la matrícula?
- Sí… Sí los tengo… mi amo… Esto…
- ¿Dónde tienes los datos?
- Están apuntados en mi bolso, enseguida se los traigo.
- Bien. Ingeniería informática, ¿técnica o superior?
- Esto… no, señor. Facultad de derecho.
- ¿Pero no querías estudiar informática?
- Sí, pero mi padre quiere que estudie derecho, que me haga abogada, que me irá mejor dice…
- Eres tonta. Tienes que estudiar lo que te gusta, estudiar algo a la fuerza porque le guste a tu padre es tirar el dinero.
- Sí… sí… pero no conoces a mi padre. Él quiere que estudie derecho y… eso es lo que tengo que estudiar.
- ¿Pero es que tu padre no tiene en cuenta tus gustos personales?
- Él me dice lo que es para mi bien… Por favor, no sigas. Haz la matrícula en la facultad de derecho.
¡Aquella chica era tonta! ¡Cómo podía a acceder a estudiar una carrera que no le gustaba lo más mínimo simplemente por complacer a su padre! ¿Es que no era capaz de hablar y razonar con él? ¿No se daba cuenta de que se trataba de su futuro y no del futuro de sus padres? Traté de hacerle ver todas estas cosas pero ella no quiso. Viendo que lo único que conseguiría si insistía en ello sería que ella se enfadase, la dejé por imposible. Además, mientras hablábamos, no podía apartar mi vista de sus tetas y me estaba calentando más de la cuenta. Antes de que me fuera imposible contenerme más decidí salir y cumplir con mi parte de lo acordado, maldiciéndome al tiempo que me marchaba. Y es que si hubiese estado allí un minuto más me la hubiera tirado al instante.
Cabreado por no poder jugar con mi vecinita preferida y más caliente que un horno me dirigí al garaje. En el trayecto me crucé con la madre de Coral que como casi siempre se limitó a saludarme con indiferencia. No pude evitar sonreírme por lo irónico de la situación. Tardé un poco en llegar al campus. Mientras conducía recibí una llamada de mi amigo Paco que me cabreó aún más. Al parecer le había echado un vistazo a los diferentes proyectos y había encontrado sorprendentes coincidencias. El de Ángela era extraordinariamente parecido al mío, el de Luisa al suyo y el de la otra vecina de oficina Teresa era bastante similar al de Tomás… Me dijo que fuese a la oficina y que habláramos con el jefe. Yo le contesté que en aquel momento no podría; que se lo comentasen ellos y vieran qué se podría hacer. Como os digo, los mejores días las mejores obras.
Para colmo, la facultad de derecho estaba abarrotada. Las ventanillas para formalizar las matrículas tenían unas colas de escándalo. Y eso acabó de rematarme. No estaba dispuesto a perder horas y horas esperando mi turno mientras me hervía la sangre. Así que me fui a la facultad de ingeniería informática que casualmente tenía menos gente. Acababan de instaurar un nuevo sistema de formalización de matrículas por Internet y eso eliminaba la mayor parte de las aglomeraciones. No me lo pensé dos veces, sabía que aquello le podría traer algún pequeño disgusto a Coral, pero ya iba siendo hora de que empezara a defender sus intereses. Quizás con un poco de suerte su padre cedía... Además siempre podría cambiar la matrícula antes de que comenzara el curso si es que era eso lo que verdaderamente deseaba. De modo que rellené las instancias, pagué las tasas en el banco y formalicé la matrícula de Coral para primero de Ingeniería Superior Informática.
Me miré el reloj, si me daba prisa quizás me encontrara con Coral en casa. Estaba nervioso, impaciente por encontrarme con ella. El trayecto de vuelta a casa se me hizo eterno y angustioso. Me parecía que no iba a llegar nunca, todo eran contratiempos. Que si el semáforo en rojo duraba más de lo acostumbrado, la abuelita cruzando el paso de cebra a paso de tortuga, el camión o el autobús que se pone en tu carril y te hace ir más despacio… Hasta las puertas del garaje me parecieron más estrechas cuando tuve que aparcar. Llegué a casa y corriendo me dirigí a la salita, no había nadie. Eso acabó por sacarme de mis casillas, estaba a punto de estallar. Comencé a buscarla por toda la casa pensando cosas cada vez más descabelladas. Al final oí ruido en el baño y allí que me fui al instante.
La encontré en la ducha, aclarándose de espaldas a mí. Al oírme entrar en el baño se giró hacia mí con una linda sonrisa dibujada en su cara. Sonrisa que se transformó en preocupación en cuanto me vio la cara. Debía de tener una cara de cabreo total imposible de ocultar. Le pedí explicaciones de por qué no estaba en la salita. La respuesta que me dio fue más que satisfactoria. En realidad no tenía ningún motivo por el que desconfiar de ella. Entonces caí en la cuenta de que estaba delante de mí totalmente desnuda. Al hacerlo, mi polla se endureció al instante pidiendo guerra. A mi vecina tampoco le pasó desapercibido esta nueva reacción. Sus ojos no se apartaban de mi paquete, por más que se esforzara por apartar la vista de allí. También se me hizo evidente un cierto tono sonrosado en sus mejillas. Quise recordarle mi condición de amo, aunque por lo visto no me hacía falta.
- ¿Te lo has pasado bien esclava?
- Sí Amo. He disfrutado mucho cumpliendo sus órdenes. Gracias, señor.
- Vaya aprendes rápido putita. Eso me gusta. Pero me parece que no has tenido bastante y quieres más. ¿Quieres probar mi banana?
- Sí mi Amo. Sería todo un honor poder saborearla… Señor.
Aquella chiquilla no dejaba de sorprenderme. Parecía haber aceptado con toda naturalidad su condición de esclava sexual mía. Diría que incluso disfrutaba con ello. Claro que hasta el momento, yo me había asegurado de que en todos nuestros encuentros ella gozase y no poco; pero de todos modos no es fácil asumir la condición de ser poco más que el juguete sexual de otra persona. Para Coral, parecía ser lo más natural del mundo. Con una rapidez y disposición asombrosas, salió de la ducha; se arrodilló delante de mí; liberó mi miembro del encierro de los pantalones; y sin darme tiempo a respirar, se la tragó. Todo ello sin dejar de mirarme y luciendo la mejor de sus sonrisas. Yo simplemente estaba alucinado.
Alucinado y como una moto. Cuando sentí el contacto de sus carnosos labios apretándose contra mi tronco, su cariñosa lengüecita restregándose ágilmente contra mi capullo y su ardiente boquita se cerró aprisionando definitivamente mi verga… Simplemente tuve que follármela. Comencé a follarle la boca con todas mis fuerzas, como si me fuera la vida en ello. Le sujeté bien la cabeza y comencé a bombearla con ganas, a pleno rendimiento. Estaba fuera de mí y aquella boquita me estaba llevando hacia la gloria.
Pero entonces me di cuenta de que algo no iba bien. Coral no paraba de retorcerse y hacer gestos extraños. Sus manos se aferraban a mis piernas y me apretaban desesperadas. La oía hacer ruidos extraños y tenía el rostro completamente congestionado. Era evidente de que la estaba ahogando sin querer. Eso me asustó. Había perdido el control y estaba haciéndole daño, la estaba poniendo en peligro. Eso me recordó el tremendo susto que nos habíamos llevado cuando parecía que estaba embarazada. Tenía que serenarme y tener la cabeza bien fría. Ser el Amo de Coral incluía hacerme responsable por todo lo que hiciéramos. Debía de asegurarme de que a ella no le pasara nada malo. No le había comprado el sistema anticonceptivo que pensaba usar con ella y seguía sin querer usar los condones. Por todo esto, decidí que lo mejor sería que ella llevase el ritmo de la mamada hasta el final y que me correría en su boca por primera vez.
Ella tardó un tiempo en recuperarse, sin embargo a pesar del mal rato que le había hecho pasar no dijo ni comentó nada. En cuanto se sintió lista comenzó de nuevo a lamer y saborear mi piruleta con gusto. Tenía un brillo en los ojos que no daba lugar a dudas, estaba cachonda. Aquella dulce niñita estaba más caliente que los altos hornos. Tenía una cara de inocente viciosa que quitaba el hipo y me puso la polla más dura que una lleve inglesa. ¡Cielos! No me explico cómo no me corrí de gusto con sólo mirarla.
Y aquello era solamente el principio. La muy perra aprendía rápido y bien. Se había aprendido un par de truquitos con la lengua y no paraba de practicarlos conmigo. Cuando no me lamía el miembro de arriba abajo, se dedicaba a la golpetear mi capullo con la puntita de la lengua para después apisonarlo con sus labios y sorber. Más que lengua me parecía tener una serpiente enroscada alrededor del cipote. ¡Cómo apretaba la condenada si su boca parecía un coño!
Y la cosa no se paraba ahí. Cuando se cansó de darme este tratamiento digamos que suave, comenzó a engullirse todo mi falo hasta la campanilla. Un poco más y le atravieso el esófago. Le faltaron dos deditos para metérsela entera. Pero a quién coño le importan dos deditos cuando la tienes metida en una boquita húmeda, caliente y apretadita como aquella. Y si además empiezan movértela como lo hacía esta preciosidad…
Coral seguía subiendo y bajando por mi tronco con un ritmo lento cadencioso y suave. Ritmo que de vez en cuando variaba brevemente para acabar de sacarme de mis casillas. En efecto, subía y bajaba con exasperante parsimonia pero de vez en cuando, de un modo totalmente inesperado me dedicaba dos, tres o cuatro enviones fuertes que me llevaban hacia la gloria. Volví a sujetarle la cabeza, como si tuviera miedo de que me dejara a medias. Sabía que eso no iba a pasar pero necesitaba sentirla entre mis manos. Seguía dejándola hacer, al tiempo que mis manos se perdían en su sedoso cabello.
Poco a poco ella fue aumentando el ritmo de la mamada. Lo mismo que a mí la impulsaba el fuego de la pasión. Y como a mí ese fuego la invitaba buscar el orgasmo lo antes posible. Ya no podíamos contenernos, sólo podíamos dejarnos llevar por nuestros instintos más animales y primitivos. Jadeábamos y respirábamos entrecortadamente. Estábamos a punto de estallar, apenas si lográbamos contenernos. Y era una lástima porque me hubiera gustado disfrutar de aquella mamada durante horas y horas.
La tensión se me acumulaba en la punta del nabo, traté de contenerla pero fue en vano. De repente comencé a expulsar mi simiente con la fuerza de un torrente. Me estaba corriendo como un toro en aquella boquita preciosa. Potentísimos chorros de abundante y espesa leche se estrellaban contra el indefenso y expuesto paladar de mi dulce esclavita quien parecía más preocupada por tragarse mi abundante esperma que por otra cosa. Algo la acuciaba y la impelía a liberarse cuanto antes de aquel estorbo que le impedía expresarse como quería. Cuando consiguió sacarse mi polla de su boca, un tremendo jadeo me dio la respuesta. Se estaba corriendo como una perra en celo. Dos o tres lecherazos más le alcanzaron en la cara pero no me importó, yo estaba en la gloria y ella se había tragado mi simiente como me había propuesto. Y por si fuera poco, ella también había disfrutado con su ración de plátano. ¿Qué más se puede pedir?
Bueno, sí, ahora no hubiera estado mal una buena follada. Pero se hacía tarde y Coral debía regresar a su casa. Tendríamos que dejarlo para otra ocasión. Cuando nos hubimos recuperado de nuestros respectivos orgasmos, nos levantamos. Realmente estaba muy contento y satisfecho con el comportamiento de mi esclava. No dejaba de ser sorprendente que hubiera preferido tragarse mi semen antes que escupirlo. Así se lo dije, pero ella nerviosa se limitó a agradecerme el cumplido. En cuanto se hubo rehecho se fue derecha al lavabo para enjuagarse la boca. Seguramente quería quitarse el sabor de mi leche condensada. Menos mal que le había comprado un par de cosillas para su aseo personal. Así que le pude dar un cepillo de dientes con el que pudo lavarse y sentirse mejor. Además no quería que llegase a casa oliendo a nada raro. Después se vistió deprisa, como si estuviese avergonzada por todo lo que había hecho en mi casa. Aquello no dejaba de perturbarme, pero tampoco podía hacer mucho al respecto. Le dí los papeles de la matrícula y se marchó.
Una cierta desazón se apoderó de mí en cuanto se cerró la puerta. Ahora que Coral se había ido tenía que regresar a la rutina del trabajo. Un trabajo que por lo que me había comentado escuetamente Paco por teléfono, tenía alguna que otra sorpresa desagradable aguardándome en la oficina. No tenía ningunas ganas pero no tenía más remedio que volver. Así que como no tenía más remedio, comencé a prepararme la comida para poder ir a la oficina por la tarde. Después de comer recogería las cámaras, guardaría las grabaciones en el ordenador y me iría al curro. Cuando ya estaba recogiendo los platos, me llegaron por el patio de luces los ruidos de un alboroto. Como buen vecino cotillo me asomé para ver qué sucedía. El padre de Coral gritaba a pleno pulmón como un auténtico energúmeno. Sin duda había visto la matrícula de su hija. Pero lo que de veras me alegró el día fue escuchar la voz de mi esclavita respondiéndole a su padre.