Mi vecinita

Mi vecinita era preciosa... pero tenía algo mas que me hizo disfrutar como nunca: su novio

Mi vecinita

Por fin había decidido salirme de casa de mis padres, tenía un trabajo modesto y estudiaba por las noches, por lo que busqué un departamento cerca de la escuela y afortunadamente encontré uno acorde a mis posibilidades, tal vez no era el mejor barrio ni la mejor colonia, pero tenia lo que necesitaba, así que no dudé en rentarlo e iniciar una nueva etapa de mi vida.

Pasaron los primeros días sin ninguna novedad y poco a poco fui conociendo a los demás inquilinos del edificio, la mayoría vivían solos, excepto una pareja que vivía en la planta baja. Mi departamento era uno de los dos que estaban en el último piso y no fue sino hasta la segunda semana que conocí a mi vecina, una mujer morena de unos 30 años con un cuerpo realmente hermoso, cintura estrecha y unas nalguitas impresionantes, aunque sin duda alguna sus labios eran lo más atractivo. En esa ocasión me sonrió cuando coincidimos en los lavaderos de la azotea y no pude evitar un gesto de admiración al verla vistiendo un shortcito y una camiseta sumamente ajustada y bajo la cual estaba seguro no usaba nada más.

  • Hola… buenos días… ¿eres el nuevo, verdad? - me saludó dándose cuenta de la impresión que me había causado.

  • Hola… buenos días… sí, soy el que acaba de ocupar el departamento 11… me llamo Samuel – le respondí extendiendo la mano para saludarla.

  • Pues mucho gusto, yo soy tu vecina de junto, la del 12 y me llamo Mónica – respondió ella mientras acomodaba la ropa en el lavadero de junto para estrechar mi mano.

Yo ya casi había terminado de lavar mi ropa, sólo me faltaba tenderla.

  • Oye, que bonitos calzones – me dijo ella mientras veía mi ropa interior colgando.

  • ¿Cómo?... ah… sí, gracias – le dije sintiendo como se me subía la sangre al rostro por la pena.

  • ¿Quieres que te ayude a tender tu ropa? – le pregunté tratando recuperar la compostura.

  • Sí, claro… comienza con esta – me dijo pasándome la que ya había lavado y entre la que se encontraban sus calzoncitos.

Yo comencé a tender primero todo lo demás, tratando de hacer tiempo para no sacar sus calzoncitos pero fue inevitable cuando ella me dijo:

  • Cuelga primero los calzones, esos se secan más rápido

  • Claro… - le respondí titubeando y sacando una de las diminutas prendas.

No podía evitar mirarla de reojo mientras ella seguía lavando. Imaginaba la manera en que se vería con cada uno de sus calzoncitos ajustados a su cuerpo y en consecuencia comencé a tener una erección.

Seguimos platicando un rato mientras terminaba de lavar.

  • Listo, acabé… ¿ya desayunaste? – me preguntó y moví la cabeza en sentido afirmativo – vamos, te invito a tomar un café en mi depa.

Bajamos y ya en su depa la plática se hizo entretenida y se tornó un poco más personal.

  • ¿Tienes novia? – me interrogó.

  • No, por el momento no… ¿y Tú?

  • Pues novia no, pero tengo novio… jajaja – respondió y ambos soltamos la carcajada.

  • Que afortunado al tener una novia tan linda – le dije.

  • Pues la verdad sí… jijiji – rió y añadió – lo malo es que viaja mucho y nos vemos poco.

  • ¿Cómo? ¿A poco te deja solita mucho tiempo? – le pregunté buscando más información.

  • A veces, pero cuando nos vemos, vaya que recuperamos el tiempo perdido… Tú sabes – y me guiñó el ojo de manera pícara, pero yo me hice el ingenuo.

  • ¿A qué te refieres?

  • Tú sabes… sexo – me respondió con una sonrisa de oreja a oreja.

  • Ah ya entiendo… debe ser muy bueno en la cama – le dije y de manera inconsciente la comencé imaginar en plena acción.

  • Uyyyy buenísimo… además de que… - interrumpió la frase de golpe.

  • ¿Además de que?

  • Pues digamos que él no podría usar unos calzoncitos tan pequeños como los tuyos jajaja – y rió nuevamente con picardía.

  • Ah… ya entiendo… está muy gordo – respondí sabiendo de antemano que no se refería a eso.

  • No… no es eso… cómo crees… me refiero a… - guardó silencio y respirando profundo añadió – pues a que está muy bien dotado.

  • ¿Muy bien dotado? – repetí en tono de duda pero con gran curiosidad y ella sólo sonrió.

  • Sí, pero mejor cambiemos el tema porque ya me está dando "calor" – sugirió ella y así lo hicimos.

Hablamos de muchas cosas irrelevantes pero fue tan agradable que nos cayó la tarde y como ya estaba algo nublado subimos por la ropa, primero bajamos la de ella y después me ayudó a bajar la mía, y cuando extendió uno de mis bikinis volvió a decir – no, si mi novio se pone algo así, lo revienta.

  • Ya, no exageres… - le dije sintiéndome un poco mal por la comparación.

  • Disculpa el comentario, lo que pasa es que en lo personal me gustan los hombres que usan calzoncitos como estos, creo que lucen muy sexys, pero en verdad, mi novio la tiene enorme y su vergota simplemente no cabría aqui – me explicó sonrojándose de inmediato y se despidió.

Pasaron varios días antes de que volviera a ver a mi vecinita y casualmente fue un día que llegué tarde de la escuela. El único departamento con luz encendida era el de ella. Estaba a punto de tocar a su puerta cuando escuché la voz de un hombre en el interior, era evidente que estaba con alguien así que me metí a mi departamento. Estaba cansado, así que casi de inmediato me fui a la cama, pero antes de conciliar el sueño escuché algunos ruidos que provenían del otro lado de la pared, puse atención y pegando la oreja a la pared pude distinguir la voz de mi vecinita, pero mas que palabras, lo que se escuchaban eran gemidos y los rechinidos de la cama. Era evidente que estaba cogiendo y que lo estaba gozando. Preferí taparme la cabeza con la almohada para dejar de oir aquello y me quedé dormido. Claro que no pude evitar tener sueños eróticos en los que mi vecina era la protagonista e imaginaba diferentes personalidades de su novio, pero siempre era un hombre con un pene enorme.

Por la mañana me desperté temprano para lavar mi ropa y ella subió cuando ya la estaba tendiendo. Pero no subió sola, la acompañaba un hombre moreno, como de 35 años, totalmente rapado, de complexión atlética, con algunos tatuajes y mucho mas alto que Yo.

  • Hola Samuel… ¿cómo estás? – me saludó ella y me presentó a su novio – mira él es Domingo, mi novio, del que ya te había platicado.

  • Hola… mucho gusto – le extendí la mano y sentí un fuerte apretón.

  • Hola, mucho gusto… así que Tú eres el vecino de los calzones chiquitos – me dijo sonriendo y buscando en el tendedero esas prendas.

  • Pues sí, creo que sí – le respondí sintiendo su mirada penetrante.

  • Olvidé el jabón, regreso en un momento – dijo ella y por unos momentos nos quedamos solos.

  • ¿Eres gay? – me preguntó mientras se aproximaba a mi, poniéndome nervioso.

  • Eh… este… ¿Por qué lo dices? – respondí tratando de evitar responder, pues en mi interior sabía que no sólo me gustaban las mujeres, sino que también sentía una debilidad por los hombres varoniles.

  • Yo soy bisexual y me he cogido a varios chavitos como Tú – me dijo mientras su mano izquierda acariciaba mi trasero y añadió – chavitos con nalguitas ricas, que usan ese tipo de calzones y que les encanta la verga.

  • Yo… también soy bi… - le respondí mientras sentía cómo repegaba su paquete contra mis nalguitas y me besaba el cuello.

  • Creo que nos vamos a llevar muy bien – me susurró al oído mientras se separaba de mi al escuchar que su novia subía las escaleras.

  • Oye Samy, te quiero pedir un favor – me dijo ella.

  • Claro, dime de que se trata y si puedo lo haré con gusto – le respondí viendo como su novio la abrazaba por atrás como lo había hecho conmigo minutos antes.

  • Es que Domingo se tiene que ir al rato y quisiéramos aprovechar… ya sabes… pero tengo que lavar mi ropa y… - la interrumpió su novio.

  • Lo que queremos es ver si puedes lavarnos la ropa… claro que te pagaría – dijo él – y lo mío sería sólo este short, la playera y los calzones.

Lo dudé por unos instantes pero acepté. Sólo bajé con él para que me diera su ropa mientras ella iba remojando la otra. En cuanto entramos al depa, él se quitó toda la ropa mostrándose completamente desnudo ante mi.

  • ¿Te gusta lo que ves? – me dijo mientras se aproximaba a mi y añadió – si quieres dale una mamadita rápida.

Realmente me había impresionado. Así que no me lo tuvo que decir dos veces, me arrodillé y me apoderé de aquel descomunal miembro. Era verdad lo que decía mi vecinita, esa polla no cabría en mis calzoncitos. Le dí unas chupadas y me salí con su ropa.

Me puse a lavar sin dejar de pensar en esa pareja. Ambos eran muy cachondos y sumamente atractivos. El sólo imaginar lo que estarían haciendo me excitaba. Así que en cuanto terminé de lavar me fui a mi cuarto para ver si podía escuchar algo. Pero era imposible, prácticamente sólo se oía el rechinido de la cama. Toda la mañana se la pasaron cogiendo y yo me la pasé masturbándome hasta que al medio día tocó a mi puerta mi vecinita.

  • Oye, crees que ya esté seca la ropa de Domingo… porque ya se tiene que ir – me preguntó ella.

  • Yo creo que si… Déjame voy a ver y ahorita les llevo la ropa – y subí por la ropa, la cual afortunadamente ya estaba seca.

  • Aquí ya está toda – le dije en la puerta a Mónica.

  • A ver, dile que pase – gritó desde adentro Domingo.

  • Ya lo oiste… sólo disculpa que ande encuerado – me dijo ella un poco apenada.

  • Pásame los calzones para no andar de exhibicionista – dijo él mostrando con orgullo su descomunal pene mientras le daba sus bóxers para que se los pusiera – listo, asi ya no se les antoja… jejeje

  • Bueno, ya me voy – les dije pero él me detuvo.

  • No, espérate, aquí está lo que te debemos por la lavada – me dijo mientras me daba un sobre con dinero.

  • No, cómo creen… si fue un favor – le dije pero él insistió.

  • Anda, acéptalo… me dijo Moni que trabajas y estudias la prepa, así que seguro no te hará mal – me dijo mientras lo metía en la bolsita trasera de mi short y aprovechaba para acariciarme ligeramente.

  • Bueno, la pizza ya debe estar por llegar, así que quédate a comer con nosotros – me invitó Mónica y casi en ese instante llegó el de repartidor.

Me quedé a comer y en cuanto terminamos, él se despidió y se marchó.

  • ¿Cómo viste a mi novio? – me interrogó ella.

  • Pues se ve que es buena onda – le dije evitando entrar en mayor detalle.

  • ¿Y ahora ya me crees lo que te dije sobre que está muy bien dotado?

  • Sí, me di cuenta… pero creo que es un poco exhibicionista.

  • Pues sí, pero a poco no lo harías si tuvieras "algo" así – me dijo sonriendo – además de que lo sabe usar muy bien

Me despedí de mi vecinita y subí por mi ropa. En mi cabeza sólo estaba la imagen de ese enorme pene y la idea de que me hicieran gozar con él. Pero no había quedado en nada con Domingo y pensé que seguramente lo que me había dicho y lo que habíamos hecho se debía a un momento de calentura, así que me preparé para acostarme. Fue justo cuando me quité el short que se cayó el sobre que me había dado, lo abrí y saqué el dinero pero entre los billetes había una tarjeta de presentación y atrás unas palabras que decían: "Quiero romperte el culito. Llámame el lunes a las 12."

La tarde del domingo y la mañana del lunes se me hicieron eternas. Por mi mente cruzaban todo tipo de ideas, algunas incluso muy contradictorias. Pensaba en Mónica y sentía que la estaba traicionando, aunque claro, tenía poco de conocerla, pero además ella también me gustaba. Por otro lado estaba mi gusto por los hombres, conocía el placer que me podían dar, pero había decidido alejarme de ellos y ahora se presentaba de nuevo un hombre que me excitaba al grado de desearlo dentro de mi. Pero al final venía a mi mente ese hermoso pene que poseía Domingo, lo había palpado, lo imaginaba en plena erección y todas las dudas desaparecían.

  • Hola… ¿Domingo?... Soy Samuel, el vecino de… - lo saludé por el auricular.

  • Hola Samuel, que bueno que me llamaste… ¿Qué opinas de mi propuesta? – me interrumpió e interrogó sin mayor preámbulo.

  • Este… pues… sí, me interesa mucho… pero Mónica – le respondí dubitativo.

  • Por ella no te preocupes… no tiene por que enterarse… y a ti sólo te quiero para coger ¿entiendes? – me explicó.

  • ¿Cómo? – respondí sorprendido por esa explicación.

  • Sí, mira te lo digo directo para que no te vayas a hacer ilusiones… ¿Cómo ves? – me preguntó haciéndome dudar. No es que yo quisiera una relación con ese hombre, pero lo había dicho tan directo que me había asustado un poco - ¿entonces que dices? ¿sigues ahí? ¿me vas a dejar que te rompa el culo, nene?

  • Sí – le respondí sin pensar.

  • Así me gusta, verás que lo vamos a pasar bien rico ¿a qué hora te caigo en el depa? – me preguntó haciéndome dudar nuevamente, ¿acaso lo íbamos a hacer a unos metros de su novia?, eso era peligroso, pero él pareció leerme el pensamiento y añadió – no te preocupes por Mónica, le toca el turno de la noche en el hospital y sale hasta mañana en la noche.

  • Ah… yo llego como a las 10… - le respondí ya menos confundido.

  • Bueno, pues ahí te caigo, nene... – me dijo y nos despedimos.

La última clase se me hizo eterna, no me podía ni concentrar pensando en Domingo. Salí corriendo de la escuela para estar listo cuando llegara Domingo, pero él ya estaba frente a la puerta de mi depa cuando llegué.

  • Hola nene, vamos a entrar – me dijo mientras me abrazaba por la espalda.

  • Shht… silencio… Ya estamos adentro, ponte cómodo ¿quieres una cerveza? – le dije.

  • Claro nene… mira, te traje esto y me gustaría que te lo pusieras para mi – me dijo dándome una bolsa.

  • ¡¡¡Qué padre!!! – exclamé sin poder evitarlo al descubrir en la bolsa unos shorts muy sexys, unos que había visto en un aparador y me habían fascinado – Gracias, pero como supiste que me

  • No digas nada… ese es mi secreto… anda póntelos y modélalos para mi – me dijo palmeándome las nalgas.

Me metí a la recámara y de inmediato me desvestí para ponerme ese shortcito que tanto me había gustado. Me quedaba justo a la medida, marcaba mis nalguitas a la perfección y también mi paquete. Me miré al espejo y me sentí muy sexy. Me dispuse a salir y al abrir la puerta de la recámara me quedé sin aliento. Ahí estaba él, completamente desnudo, sonriendo y mostrando orgulloso su enorme miembro.

  • Pero que bien te quedó… te ves riquísimo, nene…creo que lo vamos a pasar muy bien – me dijo él aproximándose a mi y ahí se terminaron las palabras.

Me tomó entre sus brazos y sus labios se unieron a los míos. Era un hombre experto y ese beso me prendió aún más. Sus manos me sujetaron firmemente por las nalgas y me levantó para llevarme cargando a la cama. Sus labios y sus manos recorrían todo mi cuerpo. Con gran habilidad me colocó boca abajo y me cubrió con su cuerpo, sentí la presión de su pene contra mis nalguitas y de no traer puesto el shortcito creo que me lo hubiera clavado sin piedad. Me encantaba sentir como restregaba su verga contra mis nalgas mientras me besaba el cuello.

  • Quiero que me la mames – me susurró al oido y se giró para quedar boca arriba.

Me arrodillé a su lado y miré extasiado aquel vigoroso pene. Lucía impresionante y mucho más grande que la primera vez que lo había visto. Estaba nervioso y no podía evitar que se notara, por lo que él me animó con una sonrisa y blandiendo su verga. Me recliné y le planté un beso en la cabezota, de inmediato respingó y comencé a lamerla desde la cabeza hasta la base. Con cierta dificultad conseguí meter la mitad en mi boca y él gimió animándome a seguir. Jamás había mamado una verga de esas dimensiones y me encantaba. Pronto una de sus manos comenzó a acariciar mis nalguitas por encima del shortcito así que hice el intento por quitarme esa prenda pero él me lo impidió con una dura palmada en mi trasero.

  • Me encantan tus nalguitas… espero que no seas virgen – me dijo.

  • No, para nada – le respondí mientras me desprendía de su delicioso miembro.

  • ¿Tienes crema o crees aguantarla sólo con salivita? – me dijo sonriendo.

  • Creo que mejor con cremita… voy por ella – le dije y fui por el tarro de crema al baño.

En cuanto regresé, él se puso de pie junto a la cama y extendió la mano para que le diera el tarro.

  • Arrodíllate aquí en la orilla de la cama, apoya tu cabeza contra esta almohada y déjame el resto a mi – me ordenó y lo obedecí un poco dubitativo.

Sentí sus manos en mis nalgas y su verga contra mi shortcito. Me palmeó varias veces haciéndome gemir un poco. Entonces me bajó el shortcito hasta la mitad de los muslos y me separó las nalguitas. Sentí que había llegado el momento, pero no fue así, lo que sentí fue su aliento y, a continuación, su lengua. Suspiré como pocas veces, esa lengua me taladró el culito una y otra vez.

  • Ya papi… ¡cógeme! – le supliqué.

En respuesta sentí unas buenas palmaditas en las nalgas y a continuación sus dedos comenzaron a untarme la crema. De manera repentina me clavó un dedo y volví a gemir, después un segundo dedo se incrustó y me dijo – lo tienes bien apretadito.

  • Ya, no me hagas sufrir y rómpeme el culo – le volví a suplicar.

  • Bueno, muerde la almohada porque te va a doler y no queremos que los vecinos se enteren ¿o si? – me dijo mientras colocaba la cabezota de su verga contra mi culito, así que mordí la almohada.

Un agudo dolor me hizo dudar y me quise zafar, pero él me afianzó bien por la cintura y volvió a intentarlo. En esta ocasión lo consiguió, fue doloroso pero consiguió meterme la cabezota.

  • Mejor ahí le paramos… ayyyy – le dije pero su respuesta fue otro empujón.

  • Ya nene, ya te comiste la mitad… - me dijo y me dio otro empujón que me hizo morder la almohada – ah por fin, ya está toda adentro nene.

Metí mi mano entre las piernas para confirmarlo, era cierto, sólo los cojones estaban fuera. Era una sensación deliciosa, podía sentir como palpitaba ese pene en mi interior y él aprovechó para iniciar el mete y saca. El dolor pasó a segundo término, mi culito estaba ardiendo ante las embestidas de aquel formidable pene.

  • Ay papi… que rico… - le decía gimiendo.

  • Uy nene, me encanta tu culito, está bien apretadito – me decía mientras continuaba el bombeo y aprovechaba para nalguearme sabroso.

Entonces aceleró el ritmo de sus embestidas, era evidente que el desenlace estaba próximo. Nuestros gemidos y el sonido que producían nuestros cuerpos al chocar era lo único que se escuchaba en la habitación. Hacía tiempo que no me cogían así. Y entonces ocurrió, sentí como respingaba su vergota en mis entrañas, bañando mi culito con su leche tibia. Se dejó caer sobre mi, dejando su enorme falo en mi culito.

  • Ay papito, que verguiza me diste – le dije dándole un apretoncito a su pene con mi culito – me encanta tenerte dentro de mi.

  • Sí, estuvo riquísima pero me tengo que ir, mi esposa me espera – me dijo mientras me sacaba la verga y me subía el shortcito.

  • ¿Esposa? – le pregunté de inmediato.

  • Sí nene, la dueña de esta vergota que te acabas de comer… - sonrió mientras se metía al baño para limpiarse el pene.

  • ¿Y Mónica? ¿no es tu novia? – insistí.

  • Pues sí, pero sólo de vez en cuando… así como lo vas a ser Tú… espero que no le vayas a decir nada a Mónica – me dijo ya vestido y sonriendo.

  • Bueno, espero que me cojas más seguido que a Mónica – le dije parándome frente a él pero de espaldas.

  • Claro nene, estas nalguitas me encantaron… espero que entiendas que sólo nos podemos echar "un palo", porque tengo que llegar a cumplirle a mi mujer – me dijo mientras trataba de apartar mis nalguitas de su paquete.

  • ¿Y cuándo me toca de nuevo? – le pregunté acariciándole el paquete.

No me respondió con palabras, me hizo apoyar contra la mesa, se bajó los pantalones, los calzones y me bajó el shortcito. No hubo cachondeo, sólo una vigorosa embestida que me hizo gemir.

  • ¡Ahhhh!

  • Es lo que querías ¿o no, nene? – me decía mientras me cogía de manera salvaje.

  • Ah… sí papi… dámela toda – le dije y así consumamos una deliciosa cogida que me dejó con el culito escurriendo de leche.

Le limpié la verga con la boca y dejé que se marchara. Ese hombre era un macho bien macho. Ahora entendía por que veía tan poco a mi vecina estando tan buena, seguramente lo de los viajes era mentira. Sentía que debía decirle a Mónica, pero cómo decirle sin estar involucrado, porque en mis planes no estaba alejarme de ese semental quien además era detallista y conocía mis gustos ¿Cómo supo que me habían gustado esos shortcitos? En fin, ya era tarde para pensar en todo ello y me habían dejado bien cogido y agotado, así que me fui a descansar.

Llegó el fin de semana y como ya se había hecho costumbre me encontré a Mónica mientras lavaba mi ropa.

  • Hola… uy pero que sexy – me saludó mirándome de arriba abajo – ese shortcito no te lo había visto es el que me dijiste que habías visto en donde compras tus calzoncitos.

  • Hola… gracias… pues sí es ese… – le dije tomando conciencia hasta ese momento que me había puesto el shortcito que me había regalado Domingo y en ese momento comprendí cómo se había enterado.

  • La verdad es que si no tuviera novio ya me hubiera lanzado contigo… – me dijo mientras comenzaba a lavar.

  • ¿Y hoy no vino tu novio? – le pregunté mirándola de arriba abajo pero deteniéndome un poco más en su redondo y firme par de nalguitas.

  • No, ya sabes… anda de viaje… pero me dijo que si llegaba temprano pasaba a… ya sabes.

Terminamos de lavar y bajamos a su departamento para tomar unas cervezas y charlar un rato. Era una conversación muy trivial pero poco a poco se fue encaminando hacia su novio. Tal vez el alcohol me hizo hacer preguntas mas atrevidas y a ella responderlas haciendo que la conversación se tornara sumamente íntima, pero cuando le pregunté que si le gustaba que su novio se la metiera por detrás ella se quedó callada por unos instantes y soltó la carcajada.

  • Claro que no… jamás dejaría que me cogiera por el culo… ¿te imaginas esa vergota entrando por ahí?... ¡Noooooo! – exclamó.

  • ¿A poco no te gusta el sexo anal? – la interrogué.

  • Pues un poco… pero una verga de ese calibre no está hecha para un culito como el mío… me destrozaría… a ver ¿Tú sí la aguantarías? – me respondió.

  • Eehhh… ¿Cómo? ¿A qué te refieres? – le respondí confundido.

  • Pues a eso… a que si a ti te gustaría que te metieran una vergota así por el culito – me insistió.

  • Pero Yo soy hombre – le respondí de inmediato.

  • Y eso qué tiene ¿a poco vas a negar que te gustan los hombres? – me dijo esbozando una sonrisa y pasando su mano por mi pierna.

  • ¿Cómo lo sabes? – le pregunté preocupado.

  • No lo sabía… pero ahora lo sé… jajaja – se rió y añadió – no te preocupes, no me importa, ni lo voy a andar contando… pero la verdad es que ya lo sospechaba.

  • ¿Cómo que ya lo sospechabas? – insistí mas tranquilo.

  • Pues varias cosas… eres lindo y no tienes novia, los calzoncitos que usas, esos shortcitos que traes puestos, tu insistencia en preguntar por mi novio, pero sobretodo por la manera en que fijaste tu mirada en su vergota cuando nos llevaste su ropa… casi pensé que te ibas a lanzar sobre él – me explicó.

  • ¿Se notó tanto? – le dije bastante sorprendido.

  • Pues creo que mi novio con gusto te habría dado entrada si no hubiera estado Yo ahí – me dijo haciendo que tragara saliva.

  • ¿Y eso por qué lo dices? – pregunté nuevamente.

  • Porque sé de las debilidades de mi novio por los chicos como Tú, alguna vez me la quiso meter por el culo pero no se la aguanté y me confesó que los chicos sí se la aguantaban… y ese día me comentó que se te veían unas nalguitas muy ricas – me respondió haciéndome sudar y añadió – pero no te preocupes, la verdad es que preferiría que te rompiera el culo a ti y no a mi… jajaja.

Reí con ella por unos instantes sin saber que decir. Y entonces se lo confesé.

  • Pues ya me lo rompió… jajaja – reí pero ella se calló.

  • ¿Lo hizo? – me preguntó sorprendida pero con un tono de molestia notorio.

  • Este… pues sí… pero… bueno… - en ese momento pensé que vendría el escándalo.

  • ¿O sea que mi novio te metió su enorme vergota y se la aguantaste toda? – preguntó.

  • Perdóname… Yo no quería… pero es que la tiene tan gorda… tan… - no sabía que decir.

  • Creo que ya va a llover, mejor vamos por la ropa… - me dijo en tono cortante.

Salimos en silencio para recoger la ropa. No dijimos una sola palabra. Me sentí sumamente avergonzado. Bajamos y cada quien se metió a su departamento sin despedirse. Pensé que nunca me volvería a hablar y entonces ocurrió. Llamaron a la puerta y era ella.

  • ¿Puedo pasar? – preguntó aún seria.

  • Claro, adelante

  • Sabes… lo he estado pensando y creo que no es tu culpa – me dijo – creo que Yo soy la culpable.

  • ¿Cómo?

  • Sí, la verdad es que Yo le platiqué de ti, le comenté mis sospechas sobre ti sabiendo sus gustos, los presenté y hasta dejé que exhibiera frente a ti su delicioso miembro.

  • Pero aún así no debí haber cedido tan fácilmente – respondí.

  • Mira, estoy aquí para hacer un trato… - me dijo con una sonrisa maliciosa.

  • ¿Un trato? – pregunté confundido.

  • Sí, a mi me conviene que él tenga con quien disfrutar del sexo anal porque así no me insistirá más en que sea mi culito quien le aguante semejante vergota… y Tú me caes muy bien... Me caes tan bien que así como él me puso el cuerno contigo, Yo se lo pondré también contigo.

  • ¿Cómo? – respondí aún confundido.

Me quedé sorprendido. Estaba atrapado y me agradaba. Ella estaba parada frente a mi a tan sólo unos centímetros. Podía percibir el calor de su cuerpo y no me iba a negar. Así que posé mis manos en su cintura y busqué sus labios. Así la fui llevando hasta la cama y en el camino la fui despojando de su ropa mientras ella se encargaba de la mía. Al llegar a la cama sólo le quedaba puesto un minúsculo calzoncito blanco. Se sentó en la orilla y separó sus piernas. Era una pose sumamente erótica y por unos momentos sólo recorrí su cuerpo con la mirada. No me tuvo que decir nada, yo simplemente me arrodillé entre sus piernas e hice a un lado el húmedo calzoncito para descubrir su coñito. No me pude contener y comencé a mamarle el coñito. Era delicioso y ella lo disfrutaba plenamente, los gemidos de ella comenzaron a llenar la habitación hasta que me ordenó: - ¡¡¡Cógeme!!!.

No lo tuvo que repetir, me acomodé entre sus piernas y pasé un par de veces la cabezota de mi pene por su rajita húmeda y con un vigoroso empujón se la dejé ir hasta el fondo. Ella gimió y yo le saqué la verga sólo para volver a empujarla hasta el fondo. Comencé a cogérmela con verdadera lujuria. Esa mujer me fascinaba, meneaba la cadera de manera impresionante y pronto me hizo venir.

  • Ahhh… fue delicioso – le dije mientras me recostaba a su lado.

  • ¿Fue? No, nene, apenas es el principio – me respondió mientras se apoderaba de mi verga para iniciar una mamada deliciosa.

Esa caricia volvió a poner en completa erección mi verga en unos cuantos minutos. La acomodé empinadita en la cama y me arrodillé detrás de ella. Era un espectáculo maravilloso ver esas nalguitas redonditas ligeramente separadas, dejando a la vista su coñito y unos centímetros más arriba su culito.

  • Anda nene… mi coñito está ansioso… ahhhh – gimió al sentir como la ensartaba por su rajita.

Comencé a bombearla y no pude evitar palmearle las nalguitas varias veces sin que ella protestara. Entonces se me ocurrió avanzar otro poco, pues mientras me la cogía le metí ambos pulgares en al culo. Sólo hubo una ligera protesta pero era evidente que le agradaba, así que comencé a bombear más rápido y a dedear su culito a mayor profundidad. Y cuando más excitados estábamos aproveché para sacar mi verga de su coñito y clavársela en el culo.

  • Ayyyyyyyyyy… no, por ahí no… - protestó al sentir como mi verga se abría paso en su estrecho agujerito.

  • Tranquila… ya entró toda – le respondí y era cierto, ese culito había recibido toda mi verga sin mayor problema.

Lo que siguió fue una de las cogidas más ricas que he podido disfrutar. Cogerse un culito tan rico como el de mi vecinita era lo más delicioso, lo apretadito que estaba y las deliciosas nalguitas lo hacían único. Me la cogí a un ritmo semilento haciendo que su culito sintiera cada centímetro de mi verga hasta que no pude evitar venirme en su estrecho agujerito.

  • ¡Qué cabroncito resultaste! – me dijo mientras descansábamos abrazados en la cama.

  • Perdóname pero es que tienes unas nalguitas preciosas… - le respondí acariciando sus nalguitas y dándole un beso en los labios.

Así comencé una nueva etapa que duró varios meses en los que disfruté de las nalguitas de mi vecinita y, por supuesto, de la enorme vergota de su novio.