Mi vecina tampoco puede dormir
Si no puedes dormir te puedes tomar un poco de leche caliente.
Mi vecina tampoco puede dormir
Después del desayuno con Silvia no he podido quitármela de la cabeza. Ya ha pasado todo el día y estoy deseando que llegue el lunes para que Marcelo se vaya a trabajar y yo pueda buscar una ocasión para visitarla. Ardo en deseos de devolverle mínimamente el cariño que me ha dado esta mañana en el desayuno.
Arrastro la tumbona a una esquina del jardín que está en la semioscuridad para evitar que los mosquitos vengan a mí. Levanto el respaldo, coloco bien el cojín y me recuesto en ella dispuesto a disfrutar de la otra pasión de mi vida: la lectura.
Abro el libro electrónico, se enciende y justo aparece la página donde deje la lectura. Enseguida me sumerjo en la trama de libro y por fin me libro de la idea obsesiva que me ha perseguido durante todo el día, la mamada que me ha hecho Silvia se tiene que repetir.
La noche se presenta tranquila y fresca, lo que es de mucho agradecer después del día soleado que hemos tenido. Por un instante levanto la mirada del libro y veo la silueta de Silvia cruzas por delante del balcón de su habitación.
La cortina semi transparente solo me deja adivinar su cuerpo. A los pocos segundos vuelve a pasar en dirección contraria y a continuación la luz se apaga. Mañana será otro día, descansa querida, quizás sueñes conmigo y lo que estas deseando que te haga.
Vuelvo a la lectura y ahora sí que me centro en el libro devorando las páginas una tras otra, hasta que un escalofrío me recorre la espalda al sentir que algún bicho corre por mi muslo y penetra por la pernera del pantalón en busca de mi pene.
Asustado doy un respingo y me pongo en actitud de defensa. Inmediatamente lo que veo es el rostro de Silvia que me sonríe y con el dedo delante de los labios me indica que permanezca en silencio. Me había quedado dormido y lo que realmente he sentido es la caricia de Silvia sobre mi pierna.
Está echada de medio lado sobre la hierba junto a la tumbona en el lado que queda oculta a las posibles miradas.
- “¡Qué bien se está aquí! me susurra con clara intención de mantener una conversación a escondidas y quien sabe que cosas más.
- “Esto es una locura… nos pueden pillar y sería muy embarazoso para todos”, le advierto.
Con sigilo pero sin la más mínima prudencia, busca en mi entrepierna, encuentra la cremallera, la baja y mete la mano.
- “No te preocupes, Camilo duerme con antifaz y tapones para los oídos. Se toma una pastilla y duerme como un niño. Dice que lo hace porque ronco y no le dejo dormir”, me cuenta para tranquilizarme.
Mi esposa debido a su enfermedad también se medica y duerme muy profundamente hasta el día siguiente que se despierta como una rosa allá sobre las 10.
Tras las explicaciones me siento más relajado, me quito el cinturón y deshago el botón para dejarle libre acceso a mi entrepierna. Inclino un poco la cadera hacia el costado que está ella y le dejo via libre para que la saque y me haga lo más desee.
Mantengo la posición simulando que sigo con la lectura, pero lo que hago es dar cobertura para que pueda chupármela a su antojo.
- “me gusta tanto y… he pasado tantas ganas que no podía esperar a mañana”, me dice entre chupada y chupada. “Uhmmm que rica la tienes. Me encanta sentir como va engordando dentro de mi boca, y ese juguito que desprende… uhmmm me vuelves loca” dice de forma entrecortada.
-
La dejo que siga y me la dejo chupar. La observo y me parece ver un tierno becerrito chupeteando y succionado la teta de su mama. La misma cara de satisfacción tiene Silvia mientras me lame la punta.
Asi estamos un buen rato hasta que mi huevos empiezan a ponerse duros y quieren liberar la presión con otra gran corrida.
Pero esta vez no va a ser tan fácil para Silvia. Alargo la mano y se la pongo dentro del camisón hasta cogerle el pecho desnudo. Tiene el pezón erizado y se lo aprieto suavemente entre los dedos, para robarle un gemido.
Echo la colchoneta de la tumbona al suelo, sobre la hierba y coloco a Silvia sobre ella boca arriba. Enloquecido por el morbo, me echo encima sin con los pantalones todavía en los tobillos pero con un empalme de caballo.
Es todo tan precipitado que parecemos dos adolescentes sin control.
Silvia, me besa, me abraza fuerte y me atrae poniendo sus manos sobre mi culo y tirando fuerte hacia ella.
Presa de la precipitación, se echa la braga a un lado y me susurra al oído:
- “Métemela… métemela toda, lo estaba necesitando y no puedo esperar más”.
- “claro que si… lo estoy deseando… te voy a llenar tu conejito hambriento con mucha carne y mucha leche”, le digo en un alarde poético propio de la improvisación y de la urgencia.
Empiezo a bombear fuerte y cada vez con más ritmo. Silvia se abre de piernas completamente y termina por ponerlas enroscadas a las mías para mantenerme lo más sujeto posible. Yo no me quiero ir, solo tengo ganas de follarla con intensidad y de forma apasionada.
Silvia gime de forma descontrolada y cada vez más fuerte. Se tiene que morder un dedo para tratar de contener su reacción ante el orgasmo que se avecina. Me clava las uñas en las nalgas, gime se retuerce y disfruta de su clímax dejando que sus jugos mojen toda su entrepierna y las bragas.
Me da señales para que la “deje respirar” unos instantes, paro de bombear y la dejo disfrutar del momento. Lentamente la saco, me pongo de rodillas frente a ella y me la meno con fuerza y determinación. Hacía años que no me hacia una paja con tantas ganas.
Pronto viene mi eyaculación que reparte leche por sus piernas, sobre la braguita y sobre el vientre.
¡Vaya corrida! Hacía años que no era tan explosiva y abundante, si no contamos la de esta mañana durante el desayuno.
Deverano.