Mi vecina puta II: Ahora me follo a su madre
Me tiro a su madre, que también es prostituta.
El otro día, estando en el trabajo me suena el móvil. Lo miro y se trata de un número desconocido. Lo cojo, pensando que sería algún comercial queriendo venderme algo, sin embargo responde una sensual voz femenina.
-Me ha dicho mi hija que te gustaría follar conmigo.
Al momento me di cuenta que era Ángela, la madre de Sheila, mi vecina prostituta.
-Así es-. Respondo. –Me encantaría, si estás disponible. -Siempre me has gustado. En el instituto estaba totalmente loco por ti, y ahora sigues poniéndome cachondo-.
Ángela se echó a reír y me dijo que ese mismo día, a las ocho estaba libre y que las condiciones serían las mismas que con Sheila, 150€ una hora.
Yo acepté y le propuse invitarla a cenar en mi casa antes de entrar en faena. Ella aceptó y dijo que estaría allí a las ocho en punto.
A las 8 en punto llamó a la puerta. Tras los besos de bienvenida de rigor nos pusimos a cenar, poniéndonos al día, puesto que aunque éramos vecinos y nos conocíamos desde el colegio, no habíamos tenido mucho trato.
Ángela me contó que tras quedar embarazada había tenido que dejar el colegio y tras dar a luz había tenido que ponerse a trabajar, puesto que el padre no había querido saber nada ni de ella, ni de la niña. Desde entonces había tenido trabajos esporádicos y cuando estaba en paro se veía obligada a ejercer la prostitución.
Seguimos charlando un rato, cuando de pronto noto que el pie de Ángela empieza a frotarse contra mi polla debajo de la mesa. Intento seguir la conversación, notando como cada vez se me pone más dura, hasta que llegó un momento en el que ya sólo pude lanzar gemidos de placer, mientras ella aumentaba el ritmo cada vez fuerte. Poco después me corrí lanzando chorros de semen en mis pantalones que ella llegó a notar puesto que tenía los pies descalzos.
-¿Qué te ha parecido?- Preguntó con una sonrisa en los labios.
Por toda respuesta metí mi pie también descalzo por debajo de su falda. Descubrí entonces que no llevaba bragas, y empecé frotar mi pie contra su coño, que no tardó en ponerse húmedo. Ángela no intentó disimular y no tardó en ponerse a gemir de placer mientras cada vez aumentaba el ritmo de mis caricias. Al final se acabó corriendo provocando unos fuertes espasmos y mojando mi pie con sus abundantes fluidos vaginales.
Pasamos del postre y procedimos a desnudarnos mutuamente con una ansiedad propia de unos amantes juveniles.
Acabamos en la cama, morreándonos con pasión, metiéndonos la lengua mutuamente. Empecé a comer sus tetas de gran tamaño, mordiendo sus grandes pitones, mientras ella gemía de placer. Seguí bajando, hasta que llegué a su coño, totalmente húmedo y comencé a comérselo hasta que noté el brutal orgasmo que le había provocado entre enormes gritos de placer.
Entonces ella se giró y se metió mi polla dentro de su boca y comenzó a hacerme una mamada espectacular, de experta. En ese momento fue a mí a quien le tocó gemir como un poseso mientras sentía unas brutales olas de placer. Intenté aguantar todo lo que pude, hasta que inunde su boca con un enorme chorro de semen.
-Ha sido brutal-. Comenté.
-Tú tampoco has estado nada mal-. Dijo con una pícara sonrisa.
Entonces le comenté que cuando estábamos en el instituto, estaba pillada por ella, y que cuando iba follar con su novio detrás de bosque del instituto, mis amigos y yo íbamos detrás y nos poníamos a espiar como follaban.
-Sobre todo me encantaban tus tetas. Eran lo más bonito que había visto nunca. Además follabas con una pasión que me ponía burro y me hacía una paja pensando que yo era el afortunado-. Comenté.
Ella sonrió y dijo. -He aprendido algunos trucos desde entonces-.
-Ya lo he notado-. Dije entre risas. -Venga enséñame alguno de esos trucos-.
Por toda respuesta Ángela cogió mi polla y se la metió entre sus enormes tetas mientras me la chupaba con su dulce boca.
El placer fue indescriptible y cuando estaba a punto de correrme, hice que se girara y la puse a cuatro patas. Agarré sus tetas y empecé a penetrarla por detrás. Primero suavemente y después con fuerza haciéndola gemir de placer.
De repente para mí sorpresa me pidió que se la metiera por el culo. Empecé a metérsela y descubrí que entraba perfectamente. Se la metí toda y entonces sus gemidos se hicieron brutales. Alentado por sus alaridos de placer aumenté la fuerza y el ritmo de mis embestidas hasta que los dos nos corrimos en un orgasmo mutuo como nunca había experimentado.
Quedamos los dos exhaustos en la cama, sin decir nada durante un rato, disfrutando del momento. Ángela se giró y me besó con absoluta pasión. Después me preguntó.
-¿Era así cómo lo habías soñado?-
-No-. Respondí. -Es mucho mejor-.
Ella sonrió y se levantó y me preguntó.
-¿Vienes conmigo a la ducha?-
Me levanté raudo y nos metimos en la ducha, donde, entre morreo y morreo, nos enjabonamos mutuamente.
Después de vestirse, tomamos unos gin-tonics y seguimos charlando un rato hasta que se despidió con un beso largo y húmedo.
Sin duda repetiré.