Mi vecina... ¿prostituta de lujo?

Mi vecino me encomendó una extraña misión: Descubrir si su mujer se prostituía. Y prostituta no se, pero puta lo era y bastante...

15 de septiembre de 2008

Estaba deseando llegar a casa y tumbarme en el sofá después de estar todo el día cargando cajas en el almacén cuando el ascensor se bloqueó y me quedé encerrado en él. Juntó a mi subía una mujer a la cual le calculé unos seis o siete años más que yo, y yo tenía treinta en aquel momento. No la conocía aun pues acababa de mudarme con mi pareja y únicamente llevábamos diez días viviendo en aquel piso pero cuando vi que botón pulsó al subir al ascensor la identifiqué inequívocamente con mi vecina de enfrente. Una mujer atractiva y femenina, pero no tenía ni punto de comparación con mi novia.

Atrapados, tocamos a la alarma que telefónicamente nos conectó con una muchacha la cual nos informó que pasaba el aviso a los técnicos y que vendrían en cuanto podrían. Teniendo en cuenta que eran las ocho de la tarde eso podía suponer que íbamos a estar allí encerrados dos o tres horas más.

Comenzamos a hablar y efectivamente era mi vecina de enfrente. Susana se llamaba. Nos contamos nuestras vidas un poco por encima. Ella estaba casada y tenía una hija, yo tenía planes de boda con mi pareja… Supongo que lo típico en una situación así hasta que el calor y el agobio van haciendo mella en ti y comienzas a sudar. Yo ahuecaba mi camiseta y trataba de abanicarme con ella pero Susana optó por desabrocharse un botón de su camisa por arriba y otro por abajo y abanicarse con la mano.

Por si fuera poco el escote que me enseñaba con el botón suelto, Susana llevaba tal sudada que casi veía sus pezones a través de la camisa. Trataba de pensar en mi pareja esperándome en casa pero cada cierto rato mis ojos se desviaban a sus pechos y cada vez que los veía más grandes me parecían y más empitonados veía sus pezones. Esto se empezaba a parecer demasiado al argumento de cualquier relato erótico de internet y sin yo quererlo algo comenzaba a levantarse bajo mi pantalón.

Metí las manos en los bolsillos y me giré para disimuladamente colocarme el paquete de manera que no se notara tanto cuando el ascensor vibró y pegó un bote. Caí de lado contra la pared y Susana cayó también. Dio otro bote y caí con la espalda contra una de las esquinas del ascensor. La suerte quiso que Susana cayera contra mí. Instintivamente la rodeé con los brazos para sujetarla y sentí como aplastaba sus tetas con mis manos y mis brazos. Su culo aplastó mi paquete que automáticamente respondió y acabó por ponerse duro como el acero.

El ascensor dio un nuevo bote, esta vez más largo, lo que provocó que mi abultado paquete se frotara intensamente contra la fina falda que tapaba su culo. Notaba mi polla tiesa comprimida entre sus dos nalgas por lo que supuse que ella notó como mi cipote se frotaba por todo su culo hasta acabar encajado en él.

De repente la puerta del ascensor de abrió y ante nosotros aparecieron dos técnicos con el logotipo de la empresa del ascensor… y medio vecindario.

1 de septiembre de 2014

Rápidamente se extendió por el edificio el rumor de que el chico nuevo y Susana habían sido pillados follando en el ascensor, incluso la gente afirmaba habernos visto salir desnudos de él. Aquel incidente me costó dos meses sin que mi pareja me hablara. Finalmente y tras mucho jurarle que no había pasado nada, me perdonó. Dentro de aquel perdón tuve que prometerla que jamás dirigiría una palabra con la familia de enfrente, algo no muy difícil pues ellos tampoco me la dirigían a mí.

Por eso me sorprendió cuando Jose, el marido de Susana, me abordó en el portal pidiéndome mi ayuda.

—¿Podemos hablar un momento a solas? Tengo que pedirte una cosa… un poco especial— Me paró Jose apareciendo de la nada en el portal.

—Shh… Si, supongo que sí. Dime ¿Qué necesitas?— Contesté dudando.

—Bueno, como supongo que sabrás, Susana y yo nos divorciamos hace casi un año…

—Lo siento, no sabía que…— Le interrumpí. En realidad sí que lo sabía, fueron la comidilla del vecindario durante varios meses.

—Pues ahora ya lo sabes. El caso es que mira, recurro a ti porque creo que solo tú me puedes ayudar. Aunque me joda reconocerlo, en su día tuviste algo con mi muj…

—¡Que no! ¡Que nunca tuve nada con tu mujer!

Jose me echó una mirada de arriba abajo y con cara de no creerme una mierda, siguió hablando.

—Tuviste algo con mi mujer y espero que la hicieras gozar y todavía tengáis una… —Hizo una pausa— confianza especial… para que me puedas dar lo que yo quiero.

Resoplé.

—¿Y qué es lo que quieres?

Jose echó un vistazo a su alrededor comprobando que no había nadie. Aun así, bajo su tono de voz.

—Te lo cuento. Mi mujer se quedó con la custodia de las niñas, el piso y la paso una pensión de 750 euros mensuales. Esa pensión es su único ingreso fijo y sin embargo… La he estado siguiendo un tiempo y se ha sacado el carné de conducir y se ha comprado un coche, se pasa el día de tiendas comprando modelitos nuevos, joyitas… Digamos que con lo que yo la doy no debería vivir tan bien. Ni si quiera cuando estábamos casados nos podíamos permitir esos lujos… ¿Me sigues por dónde voy?

—Supongo que tu mujer tiene una nueva pareja y quieres que averigüe quien…

—No exactamente. Tengo la sospecha de que mi mujer… Como decirlo… Ha decidido meterse a… scort. Ya sabes… Prostituta de lujo. Y necesito que me ayudes a confirmar mi sospecha.

Me quedé totalmente a cuadros.

—¿Se te ha ido la cabeza? Mira, yo jamás he tenido nada con tu mujer, me he casado hace menos de un año y estoy esperando un hijo, ni de coña me voy a meter en líos extraños de…

—Dame una prueba de que mi sospecha es cierta. Recuperaré la custodia de mis hijas y dejaré de pagarla la pensión. Te la pagaré a ti durante un año. 9.000 euros. Para tu futuro hijo. Todos ganamos, piénsalo.

Y con una palmadita en el hombro, Jose se dio la vuelta y salió del portal.

Pasé la noche en vela reflexionando los pros y los contras de la propuesta de Jose. Susana era, objetivamente, una mujer apetecible pero no me la imaginaba como una prostituta de lujo, a priori no parecía una mujer de las que salen en los anuncios de los periódicos con una 130 de pecho y 22 años, con lo cual pensaba si trataba de pillarla ejerciendo, seguramente iba a estar perdiendo el tiempo. Además si mi mujer se enteraba se pondría echa un obelisco y una vez me perdonó, pero dos no lo haría.

Por otra parte, nueve mil euros, son nueve mil euros. Por hacer nada. Y en estos tiempos de crisis galopante, solo con mi sueldo y sin saber hasta cuando… esos nueve mil euros eran muy golosos.

De cualquier manera, no tenía manera de acercarme a Susana. No podía tocarla el timbre y decirla “Perdona, ¿Me dejas un poco de sal? Por cierto ¿Eres puta?”. Simplemente, lo dejé pasar.

Estuve cerca de dos semanas sin realizar ningún movimiento al respecto hasta que cierto día volviendo a casa de trabajar y al pasar con el coche por mi calle buscando un sitio para aparcar, la vi. Había salido del portal y caminaba calle adelante. No sé qué cable se me cruzó en la mente en ese momento que decidí seguirla. Los mil semáforos en rojo que me encontré me ayudaron a no adelantarla durante las 3 calles por las que pude seguirla hasta que se metió en una tienda de chinos. He de reconocer que me sentí un poco desilusionado. Casi esperaba encontrarla con un cliente en plena calle en lugar de encontrarla haciendo sus tareas diarias.

No sé porque, desde aquel día empecé a obsesionarme con pillarla con las manos en la masa. Cuando estaba en casa y oía abrirse o cerrarse su puerta de casa, corría sin que mi mujer se diera cuenta a mirar por la mirilla esperando verla acompañada. Obviamente eso nunca pasada. O iba sola o con alguna de sus hijas.

Cuando venía de trabajar, daba siempre un par de vueltas más por mi calle por si la veía y podía seguirla. La vi un par de veces pero siempre iba o venia de comprar algo. Repetí esa rutina durante más de un mes, hasta que, cuando ya casi había perdido todas mis esperanzas, un viernes cuando volvía a casa la vi caminar por la calle demasiado arreglada, lo cual llamó mi poderosamente atención.

Iba maquillada y recién peinada, con un abrigo de visón negro por debajo de las rodillas y unos tacones negros de varios centímetros. Paré el coche en doble fila y la observé andar hasta llegar a su coche. Se quitó el abrigo para entrar al coche dejando ver lo que llevaba debajo. Una minifalda negra tremendamente corta y apretada, y una blusa blanca con una chaqueta negra por encima.

Esta es la mía ” pensé.

La dejé salir y tras dejarla una distancia prudencial, metí la primera y salí tras ella. La seguí tratando de dejar siempre dos o tres coches entre nosotros y tras recorrernos la ciudad de punta a punta, vi como pegaba un acelerón y se metía en el parking subterráneo de uno de los más lujosos hoteles de la ciudad. Uno de esos de los que sabes que jamás pisaras por dentro porque una noche te llevaría medio sueldo del mes.

Me felicite a mí mismo por mis “increíbles” dotes de detective y llamé a mi mujer para informarla de que teníamos que hacer inventario en el almacén y que debía estar listo para el lunes por lo que no sabría a qué hora llegaría.

Aparqué enfrente del hotel y me dedique a esperar su salida. Igual Susana se tiraba toda la noche allí pero por si acaso pensaba esperar allí un par de horas. Con el teléfono sin batería y sin nada que hacer, fruto del aburrimiento mi mente comenzó a lanzar preguntas al aire.

¿Qué estaría haciendo Susana en ese momento? ¿Quizás se la estaría comiendo en ese momento a algún alto cargo del gobierno? ¿O tal vez cabalgaba a algún directivo de alguna banca? ¡O podía estar haciendo un trio con dos famosos futbolistas! ¿Sería buena en ello?

Me olvidé por completo de mi esposa, solo era capaz de imaginar a Susana respondiendo a todas esas preguntas y como no podía ser de otra manera tuve una erección de caballo. Me la acomodé bajo el pantalón y me entraron unas ganas terribles de hacerme una paja. Desgraciadamente y a pesar de que ya era bastante tarde, era una calle bastante transitada lo cual me retraía bastante a la hora de sacármela y machacármela.

Cuatro horas después, a falta de cinco minutos para la medianoche, vi salir su coche del parking. Me pareció ver que salía como había venido, sola. ¿A que va una mujer sola a un hotel durante cuatro horas? Blanco y en botella, leche.

Volví a casa eufórico. La tenía. La había pillado. No tenía de momento ninguna prueba para Jose, pero solo el hecho de haberla descubierto me suponía una especie de victoria personal después de un mes tras ella.

Salí del ascensor y una figura oscura se puso frente a mí arrinconándome contra la pared.

—¿Me estabas siguiendo?

Mierda, ¿Cómo se había dado cuenta? Noté sus pechos clavarse contra mí y una pierna que se situaba entre las mías apretando mi paquete con el muslo.

—No…Yo no… Vengo del almacén de hacer inventario…

Su pierna comenzó a moverse suavemente en forma de círculos reavivando el calentón que traía. Rápidamente mi polla volvió a crecer en grosor y longitud mientras se endurecía. Sus manos jugueteaban a la altura de mi estómago.

—Te he visto seguirme hasta el hotel y te he visto en la puerta cuando he salido…

—Que yo no era— Dije estúpidamente.

—Tranquilo vecino, se lo que buscas. Yo también tengo ganas de acabar lo que dejamos a medias aquel día.

Se apartó su pierna y bajo su mano. Agarró mi paquete y apretó con todas sus fuerzas.

—Pronto— Me dijo al oído antes de desaparecer en la oscuridad.

Entré a casa con un calentón de narices. Mi mujer estaba en la habitación, tumbada en la cama de costado viendo la tele. En medio segundo me tumbé a su lado, la abracé desde atrás, la besé en la nuca y puse abultado paquetón apretando su culo.

—Ahora no, ¿No estás cansado? Yo estoy cansadísima, mira qué horas son…

Con el calentón que llevaba yo…

—Joder cariño… A ver si pares ya que desde el embarazo en esta casa se folla menos que en un convento— A dormir, no me quedaba otra.

Decidí reforzar mi vigilancia. Cuanto antes tendría alguna prueba, antes acabaría todo, antes me olvidaría de Susana y seguiría mi vida sin líos.

Durante el fin de semana no tuve ni rastro de ella. El lunes, a primera hora, cuando montaba en el ascensor para irme a trabajar unas manos pararon las puertas cuando ya estaban casi cerradas. Susana entró en el ascensor con una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Te acuerdas?— Preguntó— Yo sí. Tu polla dura como una piedra clavada entre mis nalgas… Estuve semanas masturbándome con ese momento, que pena que justo nos abrieran la puerta ¿no?

Susana puse ambas manos en mis mejillas, acerco su cara a la mía y me dio un beso que me dejo petrificado. Su lengua acarició la mía y se separó de mí mordiéndome el labio inferior.

—Estoy deseando que me folles— Y con otro nuevo apretón como el de la noche anterior en mi paquete se despidió de mí al abrirse las puertas del ascensor.

Esa zorra me estaba poniendo caliente como el puto infierno que sumado a la estrechez de mi mujer en los últimos meses hacían que mis huevos me empezaran a doler si no los descargaba rápido. La cosa se me estaba empezando a escapar de las manos y tenía que ponerle remedio de ipsofacto, dejarle las cosas claras a Susana y tirarme como fuera a mi mujer.

Cuando volvía a casa a la hora de comer ya temía que en cualquier momento me iba a aparecer Susana por el portal para volver a meterme mano y ponerme caliente de nuevo, pero mi sorpresa fue mayúscula. El que me abordó esta vez fue Jose cuando iba a entrar al portal.

—Oye… ¿Alguna novedad?

—No— Dije sin pensar con el piloto automático de respuestas absurdas encendido.

—Joder tío ¿Y a qué esperas?

—¿Pero qué quieres que haga? No puedo…

—Fóllatela. Como si te la follas todos los días pero dame algo ya. Estamos perdiendo dinero, tu y yo, los dos. Date vida.

Y sin decir nada más se marchó. Por lo visto esa familia se había empeñado en que me follaría a Susana.

Cargué la batería del teléfono a tope y por si acaso cogí un par de cámaras de fotos y me volví al trabajo. A la salida hice mi patrulleo diario con el coche en busca de Susana. Vi luz en su ventana y localicé su coche aparcado por el barrio así que me tocaba vigilancia a través de la mirilla.

Subí a casa y para mi sorpresa mi mujer no estaba. Me extraño ya que siempre me esperaba en casa. Me estaba descalzando cuando tocaron al timbre. Absorto en los pensamientos sobre donde estaría mi mujer, abrí la puerta pensando que sería ella sin caer en la cuenta de que ella obviamente tenía llaves y no necesitaba llamar.

Susana entró en mi casa como un rayo. Descalza y tapada con un albornoz azul oscuro. Ya la tenía preparada, a ver como escapaba de esta ahora.

—¿Se puede saber qué coño tramáis los dos?— Me preguntó con voz fría y cortante para mi asombro.

—¿Cómo?

—¿Qué qué coño tienes que hablar tú con el cerdo de mi exmarido? Os he visto este mediodía desde la ventana hablando, si no os habéis hablado en la puta vida.

—Nada, nos hemos saludado y ya está, nada más…

—Vamos a ser honestos. Creo que sabes mi pequeño secreto y por eso me sigues. Y te pongo. Mucho— Acarició mi polla por encima del pantalón— Tanto que ahora mismo se te está poniendo dura. Y tú a mí también me pones. Solo de tenerte tan cerca me mojo… Pero necesito que seas honestó conmigo. ¿De qué hablabas con mi marido?

A medida que iba hablando Susana se iba acercando a mí haciéndome recular hasta que me tuvo casi sentado encima del tocador de la entrada.

—Veras— Dije con voz temblorosa— Tu exmarido piensa que eres… señorita de compañía… y quiere que yo te espíe para confirmarlo…

—Y tú le haces caso…

—Yo… a ver…

—Escúchame. No soy “señorita de compañía”. Soy una prostituta de lujo con todas las letras. Y soy la mejor en lo mío— Me apretó el paquete que estaba casi reventando mi slip al tiempo que se lanzaba a besarme.

Esquivé el beso como pude.

—Te juro que no le contaré nada, pero esto no es necesario…

Y llevo un dedo a la boca y me hizo callar.

—No te equivoques, no estoy comprando tu silencio— Me agarró una mano y la condujo debajo de su albornoz hasta hacerme palpar su entrepierna. Comprobé de primera mano, nunca mejor dicho, la calentura que tenía allí abajo— No lo necesito. El juez que me dio la custodia y la pensión es uno de mis mejores clientes. Mi ex no podrá hacer nada contra mí— Sacó mi mano de allí abajo y se la llevó a la boca. Chupo sugerentemente mis dedos uno a uno— Estoy aquí porque me gustas y quiero sentirte en mi.

—Para… Para… Que va a aparecer mi mujer en cualquier momento…

—Tu mujer ha recibido una… jeje… extraña llamada diciéndole que te has mareado en el trabajo y te han llevado al hospital. Creo que tardara en venir.

Me relajo saber que tardaría en venir. La amaba y la amo, pero casi deseaba que no vendría. En ese momento solo podía pensar con mi polla.

—Me recuerdas tanto a mi cuando estaba casada… Malfollada una vez al mes e invisible el resto de días. Ahora los hombres me desean y me pagan por follarles. Y ahora me follo a quien me dé la gana sin importar nada… Y Dios… Estoy tan caliente ahora…

—Me voy a… meter en un problema…— Dije suspirando.

Susana agarró el cinturón de su albornoz, tiró de él y lo dejó caer al suelo. Se quedó totalmente desnuda ante mí. Todo su cuerpo tenía un moreno uniforme fruto de rayos uva. Sus pechos eran preciosos, grandes y redondos, ligeramente caídos fruto de la edad pero aun así bien puestos, con unos pezones marrones enormes. Una ligera tripita igualmente sexy con anchas caderas que la hacían un tremendo culazo y unas piernas esbeltas y bonitas. En el centró un fenomenal chochito rosado rasurado excepto por dos líneas de pelo que formaban una V apuntando hacia su clítoris.

—No voy a irme de tu casa hasta no haber tenido tres orgasmos como mínimo y haber exprimido toda tu leche. El único problema que vas a tener es como sigas ahí parado sin hacer nada dándole tiempo a tu mujer para que vuelva y me encuentre desnuda en tu casa. A ver como se lo explicas…

Tenía toda la puta razón. Agarré un pecho con cada mano y me lancé a comer uno de ellos. Su izquierdo. Chupé primero y luego mordí su pecho. Eran unos pechos suaves al tacto y tiernos al morder. Cambié de pecho y probé el otro. Volví de nuevo al izquierdo.

—Eso es, cómetelas todas. Enteritas para ti.

Me agarró la camiseta por debajo para sacármela por la cabeza y cuando la hubo tirado al suelo y yo había vuelto a mi tarea de devorar sus tetas, puso sus manos sobre mi cabeza y comenzó a hacer una leve fuerza que me empujaba hacia abajo. Yo me deje bajar y con una teta en cada mano, fui descendiendo por su tripa besándola y lamiéndola.

Finalmente me arrodillé y mis manos descendieron por los laterales hasta agarrar su culo. Por fin lo tenía en mis manos. Lo apreté, masajeé y separé sus nalgas mientras posaba mi frente en su vientre y olía su sexo. Justo en el momento en el que iba a sacar la lengua, Susana con una agilidad increíble levantó su pierna izquierda hasta apoyar su pie sobre el tocador haciendo que sus piernas formaran un ángulo perfecto de noventa grados. En esa posición su coño quedo totalmente abierto para mí. Recorrí sus muslos tensos con las manos, levanté el cuello y me lancé a comerle el coño que prácticamente le goteaba.

—¡Ah! —Gritó la primera vez que sintió mi lengua en ella— Mira que mojada me tienes ¡Devórame!

Abrí la boca todo lo que pude para poder abarcar todo su coño y mientras lo chupaba, poder lamer con mi lengua todos sus rincones. Tiré de uno de sus labios y luego del otro, luego los separé con mis dedos para poder hurgar con mi lengua en su interior, algo que ella agradecía con más y más gemidos.

Quizás es que hacía muchos años que no me comía un coño diferente al de mi mujer, pero estaba delicioso. Sus fluidos eran un manjar para mi boca.

—Cabronazo, que bien manejas la lengua, sigue…

Envalentonado por sus palabras, me separé durante un segundo de su coño para contestarla.

—¿Tres orgasmos decías? Cinco te voy a dar…

Y volví a su coño. Mi lengua se dirigió a su clítoris con el que empezó a pelear mientras dos dedos míos la follaban lo más rápido que podían.

—Pues no pares que me viene el primero… no pares… vaya lengua…

Intensifiqué el movimiento de mi lengua hasta que noté como su respiración se agitaba. Intenté meter otro dedo. Vi como ella se pellizcaba los pezones a sí misma y de pronto note como sus muslos comenzaban a temblar­. El tembleque se extendió por todas las piernas y como un manantial empezó a chorrear sobre mi boca. Se corrió sobre mi agarrándose al mueble para no caerse.

Cuando recuperó la respiración, bajó la pierna y se arrodilló enfrente mío. Sujetó mi cabeza y me beso recogiendo con su lengua todos los restos de su corrida que yo tenía por la cara.

—Levántate— Me ordeno.

Obedecí obviamente.

—Vamos a ver que tienes para mí— Me dijo con una sonrisa picarona al tiempo que acariciaba mi paquete que llevaba duro desde hacía un buen rato.

Desabrochó mi cinturón y desató los botones de mi pantalón dejándolo caer al suelo. Se acercó a mi slip y olió mi polla soltando un gemido de gusto. Metió la mano dentro de mi slip y por fin me sacó la polla de él.

—Ostias… Ya me dolía de tenerla apretada.

—¿Por eso tienes las venas tan hinchadas y la tienes tan gorda? Mmmmm…

Acarició de arriba a abajo mi polla con las yemas de los dedos. Estiró una mano hacia su albornoz y sacó de uno de los bolsillos un pintalabios. Preparó los labios y se los pintó de un color rosa intenso.

A continuación apuntó mi polla hacia su boca. Clavo sus ojos en los míos y abrió la boca introduciéndose mi falo en ella sin tocarla con los labios. Se la metió hasta que la punta de mi capullo acabo chocando contra el fondo de su garganta. En ese momento cerró la boca apretando mi polla con sus labios y la sacó succionando dejando un rastro de pintalabios rosa por todo el tronco de mi miembro. Me devolvió una sonrisa y se volvió a tragar mi polla terminando de embadurnármela con su pintalabios. Esta vez cuando se la sacó de la boca dejo caer un hilo de saliva sobre sus pechos antes de volvérsela a comer.

La sacó de nuevo y esta vez puso los labios como si iría a lanzarme un beso. Apoyó mi capullo sobre sus labios y se restregó mi miembro por sus labios haciendo que el pintalabios se corriera por toda su cara. Su propia saliva también embadurnaba su cara dándola una imagen espectacular.

—¿Te gusta cómo te la como cabrón?

—Me encanta…

—Apuesto a que la otra noche te follaste a tu mujer pensando en mí…

—Lo intenté… pero no quiso…

—¿Te masturbaste?— En ese momento me pajeaba mientras sacaba la lengua dando lametones al tallo de mi polla.

—No…

—¿Y esta mañana?

—Tampoco… no he tenido ni tiempo…

—O sea que tienes los huevos llenos de leche…

Abrió la boca y se los metió enteros. Los succionó y relamió con su lengua mientras mi polla descansaba apoyada a un lado de su nariz y con el capullo en su frente.

—Pero no por mucho tiempo…—Balbuceé.

Volvió a sujetar mi polla y se pegó ella misma varios golpes en la boca y en la cara antes de ponerse a chuparla como una loca. Yo solo pude colocar una mano sobre su cabeza y disfrutar de la mejor mamada de mi vida. Cada euro que se ganaba haciendo eso estaba justificado, ¡Qué mujer!

Con la excitación que tenía encima no pude aguantar mucho y tras un par de minutos avisé de mi inminente corrida.

—Me corro Susana, me corro…

La sacó de la boca para pajearme y recibir mis chorretones de leche en la cara. El primero, el más abundante, salió disparado a su pelo y a su frente. El segundo fue a pegarla directamente sobre un ojo y parte de su mejilla. Los siguientes fueron esparcidos por toda su cara y los últimos directamente a su lengua. Seis o siete chorretones que la dejaron la cara blanca completamente. Sumado al pintalabios que aun tenia esparcido por ella la daban una imagen de una autentica puta. Lo que era.

—Vaya corridón te has echado— Dijo quitándose con el dedo el semen de su parpado y llevándoselo a la boca— Sí que estabas lleno… Espero que todavía tengas un poco más para echármelo dentro.

—Tengo… tengo…

Volvió a azotarse la cara con mi polla y se la llevó a la boca para limpiar las últimas gotas de leche que me caían.

Aun de rodillas, apoyó las manos en el suelo, se dio la vuelta y comenzó a gatear en dirección a mi habitación.

—Vamos, ahora me tienes que follar como a una autentica perra— Dijo alejándose ofreciéndome la vista de su culo gateando a cuatro patas. Era imposible perder una erección con esa hembra, por muy vacíos que tuvieras los huevos en ese momento.

Llegué a la habitación casi tambaleándome por la mamada que acababa de recibir y me encontré a Susana tumbada en el borde de la cama, boca arriba y con las piernas abiertas, masturbándose. Me acerqué a ella con la polla aun tiesa y cuando estuve lo suficientemente cerca, Susana levantó sus piernas colocando sus pies sobre mis hombros.

—Si ahora mismo te dejas caer sobre mí, me clavas tu polla entera hasta el fondo.

Se puede decir que me lo estaba pidiendo así que me deje caer enterrándola mi puñal de carne hasta notar como mis huevos chocaban contra la parte baja de su vagina. Su cuerpo se dobló hasta casi tocarse la cara con las rodillas.

—¡JODER! Toda de un golpe bestia…—chilló— Ahora fóllame.

Apreté sus tetas y comencé a menear mis caderas penetrándola una y otra vez. Levantándome y dejando caer todo el peso de mi cuerpo sobre ella arrancándola gritos de placer.

—Que zorrita eres Susana…— Me atreví a decir no sé cómo.

—¿Te gusta que tu vecina sea puta eh? ¿Te gusta follarte a tu vecina la puta a que si? Fóllame duro joder…

—Dios…Si… Estaba deseando pillar una putita como tu…

—Hoy vas a saber lo que es una mujer y no la zorra de tu mujer… Y el próximo día te follare en el ascensor…

Liberé una mano de su teta para azotarla en un muslo.

—Pégame más fuerte— Me retó.

La seguí azotando las piernas y el culo mientras la penetraba con todas mis fuerzas. La pellizqué y retorcí sus pezones haciéndola gemir más todavía.

—Tu sí que eres una mujer joder…— Dije. Sonrió de oreja a oreja.

Todavía conservaba en su cara los restos secos de mi corrida anterior y seguir follándola con esa imagen me ponía a mil.

—Date la vuelta, ponte a cuatro patas joder, que así es como me follo a las putas de verdad…

Susana complaciente obedeció y se dio la vuelta. Puso su culo en pompa y cerró las piernas.

—Soy toda tuya, ya me tienes como una perra, ahora clav…—Y agarrando su cintura la volví a penetrar de un solo golpe como si tratara de estar el menor tiempo posible fuera de aquella jugosa vagina.

Empecé un metesaca lo más rápido que pude. Su culo rojito de mis manos me animaba a azotarla más. A cada metida notaba como Susana me apretaba la polla con sus paredes vaginales y pensaba que mi cipote me iba a estallar en mil pedazos.

—Que buena estas, que gustazo follarte— Repetía yo continuamente a lo que Susana respondía pidiéndome que la follara sin parar y que se lo haría duro y duro.

De pronto oí sonar mi teléfono móvil. Me quedé paralizado con la polla dentro de Susana a lo que ella respondió apretando sus músculos vaginales y meneándose de adelante hacia atrás siendo ella la que ejercía el movimiento de penetración.

—Creo que es tu mujer…—Me dijo girando el cuello con una sonrisa malévola.

Cerré los ojos, respiré profundo, me agarré a las nalgas de Susana y hable.

—Tendrá que esperar, ahora me estoy follando a una puta.

Y volví con mi taladreo. Era como estar en el paraíso. Llevaba tiempo sin echar un polvo tan bestia y tan intenso. Con decir que me acababa de correr y ya estaba a punto de correrme otra vez estaba todo dicho.

—Susana… Susana… Voy a correrme otra vez…

—Yo también como sigas follándome así, no pares…

Estaba sudando como un cerdo y a punto de caerme pero hice un esfuerzo por seguir follándome a mi nueva diosa. Quería darle otro orgasmo antes de correrme yo. Estiré un brazo para agarrarme a una de sus tetas que bailaban al son de mis embestidas y la apreté tratando de aguantar mis ganas de correrme. Mi otra mano seguía agarrando una de sus preciosas nalgas.

La follé hasta que Susana elevó el tono de sus gemidos anunciando su corrida.

—¡Siii! ¡Siii! ¡Me corro cabrón! ¡Córrete conmigo! Échamelo todo dentro…

Ya tenía vía libre para regarla con mi leche. Iba a correrme en su interior. Relajé los músculos dejando de contenerme. Susana temblaba entera.

—Los dos a la vez cariño, dame tu leche, lléname, a la vez…

—To… Toma leche…

Sentí como me corría en su interior con su vagina abrazando mi polla tiesa. Sentí como mi leche se mezclaba con sus fluidos. Susana agotada cayó sobre la cama saliendo mi polla de ella. Me dejé caer encima metiendo las manos por debajo de su cuerpo para agarrar sus tetas.

—Vaya polvazo ¿eh?— Le dije al oído.

—Jeje…Creo que debería irme antes de que venga tu mujer.

Recobré el sentido y la imagen de mi mujer paso ante mis ojos. Me levanté para dejarla salir. Susana caminó por el pasillo en busca de su albornoz y yo la seguí.

—La espera ha merecido la pena— Me dijo mientras se lo ponía— Pero tranquilo, no voy a esperar otros seis años para echar otro polvo contigo.

—Ehhhh…Susana, que sepas que no le voy a decir nada a tu marido de lo tuyo— Dije cambiando de tema.

—Ya sé que no vas a decir nada. La gente con la que me rodeo te partiría las piernas si se te ocurre hacer algo y quieres demasiado a tu mujer como para darle ese disgusto.

—Ya…— Respondí con cierta angustia.

—Jaja, es broma, relájate. No harás nada porque te vas a llevar mejor conmigo que con el idiota de mi ex— Me fijé que su rostro todavía llevaba restos de mi semen— Lo de hoy solo ha sido un calentamiento— dijo mirándome a los ojos y agarrando mi flácida polla.

—Oye, yo… Mi mujer…

—No sabes cómo me pone esa imagen de chico bueno y esposo fiel e ideal. Nos vemos por el edificio vecino.

Y se marchó con su albornoz, su melena despeinada y mi leche goteando de su entrepierna.

Diez minutos después apareció mi mujer, nerviosa y alterada, en casa. Por suerte me había dado tiempo a limpiarme el pintalabios de Susana de mi polla, pero aún seguía en bolas. Creo que no sospechó nada. Creo.

Han pasado dos semanas y sigo amando con locura a mi mujer, pero los labios de Susana, sus pechos, sus largas piernas, su esponjoso culo, su ardiente coño... No puedo dejar de follármela cada vez que ella me lo reclama o cada vez que el azar nos cruza en el portal. Es una diosa.