Mi vecina Pat (II)

Recomiendo leer la primera parte de esta relación de infidelidad entre vecinos.

Tras aquel primer encuentro robado, mi obsesión por Pat crecía día a día.

Los encuentros con mi pareja eran tórridos y casi salvajes ya que, en mi interior, era Pat la que yacía conmigo.

Los encuentros casuales en la calle, en la urbanización, en las tiendas del pueblo, eran cada vez más prolongados y siempre nos daba para charlar un poco y hacernos comentarios. Coincidíamos tirando la bolsa de basura cada tarde y nos quedábamos a charlar un rato en la acera.

“Sigo deseándote Pat, necesito volver a tenerte”

“Y yo ser tuya, dártelo todo y que me hagas sentir de nuevo”

Eran algunos de nuestros pequeños mensajes. Poco a poco descubrí que Paco, su marido, pasaba una mala racha. Sin trabajo y con las deudas agobiándolos, sus manifestaciones de cariño y sexo hacia Pat eran cada vez menores y Pat, aquel portentoso cuerpo de mujer, no había dejado de ser eso, una mujer con las necesidades no cubiertas.

Las relaciones vecinales se fueron incrementando y más con la llegada del buen tiempo. Un Domingo decidimos comer en el jardín, hacer una barbacoa a la que invitamos a Pat y Paco que se presentaron con una sonrisa en los labios y puntuales ante mi desesperación. Pat estaba radiante y deseable.

Vestía cómodamente y de forma muy deportiva. Nuevamente una de aquellas mallas deportivas que tanto marcaban sus muslos, que casi se convertían en segunda piel en sus nalgas y que acariciaban deliciosamente su sexo. Zapatillas deportivas y una camiseta. Inmediatamente rememoré aquel encuentro en la cocina de su casa y deseé poseerla allí mismo.

Inmediatamente Pat y yo nos hicimos cómplices en las labores del fogón, dejando a mi pareja y a Paco las labores de logística y limpieza. Risas y charla amigable entre los cuatro, música sonando, un día perfecto lleno de luz y una hembra deliciosa a mi lado.

Roces de cuerpos, miradas insinuantes y deseo salvaje en el aire. Todo olía a sexo entre nosotros.

En un momento determinado nos dimos cuenta de que teníamos poco carbón y Pat se ofreció en ir al pueblo a comprarlo. Yo comenté que también escaseaban las reservas de bebidas y, sin quererlo ni organizarlo, ya estábamos los dos montados en el coche de Pat camino del pueblo. Rápidamente pasamos por la estación de servicio donde compramos todo lo necesario para meternos de nuevo al coche camino de casa.

Nada más entrar y Pat arrancar, posé mi mano en su muslo. Ella me miró y nuestras bocas se unieron en un beso salvaje y húmedo, con todo el deseo contenido. Tras un rato así ella dijo “mejor nos vamos” y puso camino a casa. Yo, que no había retirado mi mano de su muslo, ascendí por el mismo camino de su entrepierna para notar, cuando mis dedos empezaron a acariciarle el sexo por encima de las mallas, el calor y la humedad que de allí manaba. Bajo la velocidad dejándose hacer y antes de entrar en la urbanización se detuvo a un lado de la carretera, puso el punto muerto y sin detener el motor, tomó mi mano para apretarla más contra su entrepierna. Yo ya no me cohibía y aparté la mano para llevarla a la cinturilla de las mallas y meterla dentro, sintiendo el calor de su piel, explorando hasta llegar de nuevo a su sexo. Enseguida aparté la tela de la tanga y mis dedos tomaron posesión de su coño.

Pat tenía los ojos cerrados, las piernas abiertas y la boca con los labios separados mientras jadeaba. Su respiración acelerada hacía más visible sus erectos pezones en la camiseta.

Mis dedos ya separaban sus labios empapados y empezaban a fritar su clítoris mientras yo la miraba. Me gustaba esta sensación. Pat, mi vecina, este extraordinario cuerpo de mujer, en mis manos, vencida a el placer que yo le proporcionaba, totalmente entregada y a punto de correrse con las manipulaciones de mis dedos.

Me encantó ver cómo, de repente, se arqueó apretando con fuerza mi mano contra su sexo y de su boca escapó un grito en el momento de correrse dejándome sentir en mis dedos un chorro de flujo muestra de su placer. Aparté mi mano mientras aún respiraba con mucha fuerza y le dije “arranca que nos están esperando”

El resto de la tarde fue genial, mucha charla y un ambiente agradable que yo encendía cada vez que, disimuladamente cruzaba la mirada con Pat y me llevaba mis dedos a mis labios para lamerlos o simplemente los acercaba a mi nariz para olfatearlos. Este juego la mantenía tensa y ansiosa.

Desde aquel momento nuestros juegos ocultos fueron cada vez más intensos. Nuestros intercambios de mensajes por whatsap nos mantenía ansiosos y calientes a la vez que animaba nuestra pasión.

Mi mente no paraba de repetir la imagen de Pat el domingo, en mis manos, su orgasmo, su cuerpo, de releer nuestros mensajes y decidí dar un paso más.

El jueves y por whatsap, nuestro silencioso aliado, le día la di la dirección de mi oficina y le dije que buscara la forma de venir por la tarde. Me comentó lo difícil que le sería y le dije que viniera como visita comercial (no sé si he comentado que ella es gestora de seguros).

Aquella tarde la esperaba ansioso. Eran las 17h y, como víspera de festivo, adelanté el trabajo y conseguí que los compañeros se marcharan rápido para evitar atascos de tráfico. Sólo quedábamos el jefe de almacén y yo.

Precisamente él fue el que me avisó de su llegada “Aquí hay una comercial que me dice que ha quedado contigo” me dijo por el teléfono interno. “Sí, ya no me acordaba, por favor, tráela a mi oficina” le dije intentando disimular lo ansioso que estaba.

Pat estaba espléndida. Vestía como una ejecutiva con un traje de falda y chaqueta entallado y muy juvenil. Falda a medio muslo y camisa abotonada por delante con botines de medio tacón. Mirada profesional y una cartera con su pc portátil.

La recibí ceremoniosamente delante del jefe de almacén pidiéndole que se retirara, que ya me hacía cargo yo de todo mientras la conducía a mi despacho.

Nada más sentir que quedábamos solos y aún de pie en mi despacho, la miré a los ojos, tomé su cartera para depositarla sobre una silla, tomé su cara en mis manos y la besé con furia. Mi lengua enseguida se introdujo en su boca y ella la aceptó chupándola, mordiéndome los labios. Mis manos bajaban ya por su cuerpo para detenerse en sus nalgas y apretarla contra mí.

Sin dejar de besarnos la despojé de su chaquetilla y empecé a desabrochar los botones de su blusa hasta quitársela, sus pechos a mi alcance pues no llevaba sujetador. Lamía y mordía sus pezones mientras ella no paraba de jadear y gemir. Mis manos maniobraron para quitarle la falda que cayó al suelo mientras la arrastraba hasta la mesa.

Sonó el teléfono interno, era el jefe de almacén que se marchaba

“Tranquilo, ya me encargo del cerrar todo en cuanto termine esta reunión. Que tengas un buen fin de semana” le dije para colgar el teléfono y volver a dedicarme a Pat, al cuerpo de Pat

Ella me miro pícaramente y empezó a desabrochar mi corbata y mi camisa, una vez liberado de estas prendas se lanzó a chuparme y lamerme el pecho y los pezones mientras mis manos seguían acariciando su anatomía.

La recosté sobre la mesa situándome entre sus piernas mientras la miraba, femenina, deseable, con los pezones duros como piedras, en la mesa de mi despacho y con sólo sus botines y el tanga como prendas.

Mientras nos mirábamos, besé sus muslos, los lamí y lentamente me fui aproximando a su sexo para olerlo por encima de la tela del tanga y después, apartando la tela con mis dedos, pasar a saborear sus labios mayores, los menores y su clítoris.

Estuve lamiéndolo, saboreándolo, comiéndome su sexo de forma pasional hasta que ella, con un grito roto de placer, se corrió en mi boca, con mi lengua en su clítoris. Me incorporé para besarla, que sintiera su propio sabor, sus jugos, su placer.

Miraba como aún se convulsionaba en la mesa tras el orgasmo cuando sonó su teléfono móvil, esto la puso muy nerviosa y se incorporó para buscarlo en su bolso.

“Si mamá, me retrasaré un poco porque surgió un cliente de última hora”…”si, tranquila. Vete bañando a la niña que yo llegaré a tiempo para cenar con Paco”

Mientras seguía hablando, de espaldas a mí, me despojé del pantalón y del bóxer aproximándome a ella, pegando mi cuerpo al suyo, tomando sus pechos en mis manos, mordiendo su cuello..

“Sí mamá, tranquila…un beso” dijo y colgó inclinando su cabeza hacia atrás mientras le seguía mordiendo el cuello..

“No me dejes marcas, por favor…no sabría cómo explicarlo”..

“¿Un cliente de última hora? ¿Eso soy?” le dije mientras mi mano regresaba a jugar en su coño

Ella me respondió con su silencio. Yo sabía lo complicado de la situación para ambos, pero este juego era demasiado adictivo para ambos.

La giré para mirarle a los ojos “y lo de marcarte…...ya lo estás. Te he marcado y eres mía, lo sabes y lo deseas tanto como yo” y dicho esto nos besamos.

Me separé del beso para comprobar cómo estaban sus pezones y enseñarle la poderosa erección que ella me provocaba. Pat, sin decir palabra, se arrodilló a mis pies separando ligeramente las rodillas y me miró a los ojos. Sin dejar de hacerlo tomó mi pene y empezó a pasarlo por su cara, por sus mejillas, por sus labios, lamía mi glande, la extensión de mi pene, mis testículos, mientras mantenía su mirada en mis ojos. Abrió la boca y empezó a tragar.

Sus manos en mis nalgas, sus ojos clavados en los míos, mientras miraba como mi pene entraba y salía de su boca, ensalivado y brillante. Las babas caían por su barbilla mojando su pecho cuando, tomándola con mis manos por la cabeza, empecé a follarle la boca con desesperación.

Mi corrida la tomó de sorpresa y pudo tragar el primer y segundo chorro, el tercero y cuarto ya se estampó en su barbilla y cuello pues había abierto la boca y sacado mi pene para tomar aire.

Tras esto, volvió a metérsela para seguir chupando y mirándome. Verla así, a mis pies, entregada, con mi poya en su boca, con mí corrida en la mitad de su cara y pecho y con su marido esperándola, me excitó aún más.

Como no había perdido mi erección tiré de ella para incorporarla y colocarla sobre la mesa, sus duros pezones aplastados contra ella mientras quedaba expuesto a mi placer su precioso culo, sus nalgas. La tomé de las caderas y penetré su sexo de un solo golpe, estaba lubricadísimo. Empecé a follarla sin piedad, duramente mientras ella daba puñetazos en la mesa y jadeaba.

Volvió a sonar su móvil. Seguí follándola. Siguió sonando insistentemente, lo tomé de su bolso y se lo acerqué deteniendo mi follada pero sin sacársela.

“Puede ser algo de tu niña” le dije mientras le entregaba el móvil. Ella algo tensa respondió “¿Si?”

“Tranquilo, he tenido un cliente de última hora, pero no llegaré muy tarde. Ya hablé con mamá y ella se hace cargo de la niña”

Decía mientras yo, al darme cuenta de que hablaba con Paco, empecé a moverme lentamente, bombeándola, metiendo y sacando mi pene por entero de su coño

Ella impaciente movía rítmicamente las caderas a la vez que intentaba responderle sin que se notara nada…

“Sí, tranquilo, nos vemos ahora” dijo a modo de respuesta cuando la vía que soltaba el teléfono para, dando un puñetazo en la mesa, incrementar el ritmo de sus caderas buscando más intensidad en mi follada.

Su orgasmo llegó rápido, en cuanto mi mano bajo a su clítoris y comencé a frotarlo.

Todavía con las convulsiones de su orgasmo, saqué mi pene de su sexo y comencé a pasarlo, con calma, por la entrada de su ano, humedeciéndolo para, apoyando mi glande en su esfínter, empezar a empujar.

Poco a poco se fue dilatando, abriéndose para mí. La visión de mi poya entrando en su deseado culo, en su ano, era la mayor y mejor de las viagras y, sujetándola fuertemente, empecé a romperle el culo a mi vecina.

“Este culo es mío, será follado por mi cuando me apetezca” decía mientras ella sólo jadeaba y repetía monosilábicamente.. “si…si…si”

“Vas a ser mía cuándo y cómo yo quiera Pat, me perteneces y te follaré hasta la saciedad”

Seguía diciendo mientras la seguía enculando

“Te daré todo el placer que no has tenido hasta ahora”

“Si…sii…si…siiiiiii….” No paraba de repetir ella

Notó mi orgasmo en sus entrañas, me corrí desesperadamente en su ano y, al sentirlo, ella soltó un grito acompañando su orgasmo.

Tras un rato sobre su espalda mientras mi pene seguía contrayéndose en su ano, nos fuimos relajando. Nuestras respiraciones de acompasaron.

Rápidamente pasamos a vestirnos y acomodar nuestras ropas.

Cuando estábamos listos para salir, le di otro vistazo, la atraje hacia mí y la besé profundamente mientras le decía…

“Eres espectacular, una delicia de mujer…y te voy a disfrutar, los dos lo vamos a disfrutar”

“es muy arriesgado” dijo ella

“¿No quieres?” solté yo, “Si así lo prefieres, lo dejamos ya y no ha pasado nada..” dije lentamente esperando su reacción..

“No, por favor, quiero seguir sintiendo esto, quiero que me sigas haciendo tuya, soy tuya…úsame cuando y cuanto quieras.” Fueron sus palabras. Palabras que no me tomaron de sorpresa pues, en el fondo, los dos sabíamos que era el inicio de una peligrosa relación.