Mi vecina, la piscina y yo
Nunca bajaba nadie a la piscina, así que un día decidí disfrutar de un buen baño desnudo. La mala suerte hizo que tras jugar con mi polla bajo el agua, recibiese una visita con un final ardiente inesperado.
Agosto siempre ha sido un rollo. La ciudad se vacía. Todos se van de vacaciones y no hay nada interesante que hacer aquí. Este año me tocó quedarme en la ciudad. Papá tenía mucho trabajo y mi madre no quería viajar sola conmigo y mis hermanos. Estupendo, aquí estaba yo, en el verano de mi 18º cumpleaños solo en la ciudad, sin nada que hacer.
Me pasaba los días en la piscina de la comunidad, en la que casi nunca había nadie. Me bañaba, tomaba el sol, me volvía a bañar y así en bucle. Que yo hubiese visto, sólo otra persona más bajaba a usar la piscina: Raquel, posiblemente la vecina más atractiva.
Raquel tendría unos 30 o 31 años. Era una preciosa morena, no muy alta, pero con un cuerpo muy bien formado. Sus curvas me volvían loco desde que descubrí la sexualidad hace unos años. Aquellos escotes me habían hecho imaginare escenas de lo más calientes. Porque si Raquel tenía algo espectacular, eran sus tetas. No tendría menos de una 105, y eso que no le sobraba ni un solo kilo. Era preciosa, tenía un par de tetazas y unas curvas de vértigo, ¿Como no iba a ser culpable de algunas de mis mejores pajas?
Sin embargo, mi vecina me veía como un hermanito pequeño. Me tenía mucho cariño, pues había jugado conmigo, y su hermano pequeño era de mi misma edad. Pablo, que así se llama, tuvo que aguantarme muchas veces charlas en las que ponía a su hermana a la altura de mito sexual. Cosa que odiaba mi amigo.
Raquel había bajado dos o tres veces. Bajaba con un bikini negro, con el que lucía una delantera que me ponía enfermo. Era verla así y notar como mi paquete reaccionaba. Apenas podía compartir dos o tres palabras con ella, puesto que a los pocos minutos sufría una erección de caballo. Normalmente iba a bañarme y aprovechaba para relajarme hasta que se iba ella.
Mi vecina llevaba ya una semana sin dar señales de vida. Me encontraba aburrido como siempre tumbado en una tumbona. Hacía un calor horrible, pues eran las cuatro de la tarde y el sol apretaba de lo lindo. Me levanté y me metí en la piscina de un salto. El agua me ayudó a refrescarme frente al calor.
Me acordé de Raquel. Me la imaginaba con su bikini negro bien prieto, haciendo de sus dos tetas un objeto de deseo para cualquier adolescente salido como yo. ME la imaginé haciendo topless. Buf, eso hizo que mi polla se despertara. Empecé a imaginarme una escena en la que Raquel acababa siendo mi juguete sexual y claro, mis manos no pudieron frenarse. Mi mano derecha acabo metiendose bajo el bañador y jugaba con mi polla. Al rato, el bañador era una molestia. Decidí quitarmelo y dejarlo en el borde de la piscina. Al fin y al cabo, llevaba casi un mes bajando a diario y quitando a mi vecina, no había nadie que usase el recinto.
Ahora mi mano trabajaba cómodamente mi polla, que sin ser excesivamente larga, si que era gruesa. Las chicas que la habían visto me avisaron que no era normal el grosor que gastaba. Parece que era bueno, pues a todas les gustaba que fuese así. En fin, seguía con el juego. Mi paja continuaba mientras me imaginaba el mejor polvo de mi vida junto a Raquel. Estaba con los ojos cerrados, bombeando mi polla tan rapido como podía bajo el agua, que suponía un reto mayor para una paja. Suspiraba y no me cortaba nada. Me imaginaba a ella sobre mí, a cuatro patas, haciendome una buena mamada y hasta metiendo mi polla entre sus tetas. Dios, era un sueño maravilloso. Tras varios minutos, suspiré con fuerza y mi cuerpo no aguantó más. Sufrí un orgasmo que me dejó seco por dentro. Tragué aire varias veces más antes de abrir los ojos y volver a la realidad. Me di la vuelta con el objetivo de coger el bañador para ponermelo y salirme de allí cuando me encontré con una sorpresa: No estaba solo.
Frente a mí, a unos 4 metros estaba Raquel. ¡Dios! ¿Me habrá pillado? ¿Qué hago? Me quedé inmovilizado, no sabía qué decir o qué hacer. Mientras, Raquel tenía una mirada y sonrisa pícara.
-¿Qué haces?-dijo-.
-¿Yo? ¡Nada! estoy aquí… bañanadome sin más. ¿Qué haces tú?
Ella se acercó al borde y cogió el bañador. Después me miró y lo volvió a dejar en su sitio. De un saltó se metió en la piscina. Nadó unos segundos bajo el agua antes de sacar la cabeza fuera. Se acercó a apenas un metro de distancia mío y me dijo “¿Acaso ahora se puede practicar ahora el nudismo aquí?”. No supe que decir. Ese silencio tan cortante le pareció gracioso a Raquel, que lanzó una pequeña risotada. Se volvió a zambullir bajo el agua. La situación hizo que no me tapase. Raquel pudo ver bajo el agua como mi polla, pese a haberse corrido apenas un par de minutos antes, seguía dura como el granito.
Raquel, con una mirada aun pícara sólo sonrió y dijo “wow…”. Yo seguía inmovil. Ella se acercó y se puso a unos centímetros de mí, cara a cara. Mientras me miraba, su mano empezó a palpar mi erección. Jugó con mi polla, acariciandola y bombeandola mientras no hacía nada más que mirarme. Paró para levarse las manos atrás, a su espalda. Instantes después se deshizó de la parte superior del bikini negro, ese bikini que tantas veces había soñado que se lo quitaba. Frente a mí estaban ese par de espectaculares pechos. Ella agarró mis manos y las colocó sobre sus tetas. Por puro reflejo, empecé a acariciarlas y a palparlas. Eran enormes, preciosas, con unos pezones que lucían firmes.
Raquel buscó mi boca y la encontró. Nos besamos mientras nuestras manos descubrían nuestros cuerpos. Apretaba sus nalgas, que eran duras, mientras ella mordía mis labios. De pronto, sin previo aviso, ella se salió de la piscina y se puso frente a mí. Mierda, no podía dejarme ahora, no podía irse. Y no se fue. Raquel se deshizo de la braguita del bikini, dejando un cuerpo desnudo precioso frente a mí. Se sentó en el borde de la piscina y suavemente abrió sus piernas. Frente a mí se encontraba su mayor tesoro, depilado salvo por un pequeño mechón. Sus labios vaginales, delicados, pequeños y con cierto aire virginal pedian a gritos guerra. Ella, con un dedo, hizo gesto para que me acercase, y así lo hice.
Sin pensarmelo, me lancé al ataque. Mi lengua empezó a lamerle de arriba a abajo. Mis manos me ayudaban a que ella disfrutase más. Mi boca devoraba su coño cuando mis dedos no estaban cumpliendo con su trabajo. Raquel me agarraba de la cabeza, empujandome a su vagina. A veces me agarraba del pelo, en señal de querer más caña. Ella suspiraba y daba ligeros gemidos con la mirada perdida. No me lo podía creer, me iba a follar a mi vecina allí en medio. Apenas dos minutos después, noté como sus piernas me encerraban y sentí como un orgasmo recorría su cuerpo desde los pies hasta la cabeza.
Raquel se volvió a meter en el agua y se lanzó a mi boca para demostrarme que había cumplido con el trabajo. Sus piernas me atraparon y sentí como ella buscaba mi polla, que estaba necesitada de acción. Sus brazos se entrelazaron en mi nuca mientras yo colocaba mi glande en la entrada de su coño. Sentí como mi polla se deslizaba poco a poco dentro de ella. Empezamos el movimiento de forma suave. Ella suspiraba con cada embestida. “Cabrón, que polla más gorda tienes”. Esas palabras no les olvidaré nunca. Raquel me las susurró al oido.
Empecé a ser yo mismo, volví a la tierra y empecé a darlo todo. Nuestro polvo empezó a coger fuerza. Mientras yo agarraba a Raquel de sus culo y ella seguía amarrada a mí, sentía como sus gemidos iban siendo más poderosos. Mi boca buscaba sus tetas, y las encontraba. El ritmo, pese a ser debajo del agua, era frenético. Sudabamos a mares y nuestros cuerpos sufrían bajo el agua.
Decidí apartarme de ella y me senté en el bordillo. Mi mano empezó a bombear fuertemente mi polla. Le estaba diciendo a mi amante que era hora de que hiciese su trabajo. Con mirada lasciva hacia mi polla, se lanzó a hacer su trabajo. Sus muñecas no daban a basto mientras su boca succionaba una y otra vez. Su lengua jugaba con mi glande mientars sus manos masajeaban mis dos amigas inferiores. No se cómo, pero descubrió que estaba a punto de venirme. En ese momento puso su boca frente a mi polla y empezó a darle caña con sus manos. Apenas medio minuto después, un buen chorro de leche iba a parar parte a su boca y parte a su cara. No paró hasta dejarme bien seco. Cuando vió que mi polla no daba más, decidió que no estaba bien dejarme allí con ese juguete con restos de semen. Lamió cada milimetro de mi polla.
Se salió de la piscina y me agarró de la mano. Raquel me llevó a una tumbona y me echó en ella. Se puso sobre mí y los dos desnudos pasamos un buen rato besandonos y palpando nuestro cuerpo. Lo hicimos otra vez allí mismo, y un vecino casi nos pilla cuando al atardecer seguiamos jugando con nuestros cuerpos. A partir de se momento, Raquel ha sido mi perdición. Como si de una maestra se tratase, esa preciosa me ha ofrecido grandes experiencias y momentos sexuales. Pero eso ya son otras historias…