Mi vecina Karen

Sobre como empieza mi relación con mi vecina. (el relato es lento, sólo para lectores pacientes)

La madurez te da ciertas estabilidades económicas y emocionales que te permiten disfrutar diferente de la vida. A mis cuarenta años me sentía bien y no me veía tan mal, no porque me cuidara mucho, sino más bien por las rentas físicas de los años en que practicaba deportes.

Así me pasó a mí con mi vecina Karen, una mujer de 45 años bien puestos, unas piernas firmes y hermosas, pechos generosos, anchas caderas y una cara con esa belleza que adquieren las mujeres maduras.

Eran vecinos desde hacía dos años y, aunque salíamos de vez en cuando juntos y compartíamos alguna que otra comida sin llegar nunca a coquetear abiertamente. Esto debido a que aunque ambos éramos divorciados, yo no tenía hijos y me dedicaba a llevar a la cama a cuanta mujer quisiera estar conmigo, mientras que Karen era más recatada, a veces incluso tímida, y su hija adolescente consumía casi todo su tiempo.

A inicios del año pasado su exesposo obtuvo un trabajo muy bueno cerca de una de las universidades más prestigiosas del país, y aprovechando que era el momento en que la hija de ambos ingresaba a realizar sus estudios superiores se la llevó con él para aprovechar esa feliz coyuntura.

Está de más decir que mi vecina cayó en la tristeza propia de la separación y que no pocas veces compartimos unos tragos en la casa de alguno de los dos mientras ella lloraba por su hija y hacia planes sobre como poder irse a vivir cerca de ella.

Pasado ese mal trago las cosas volvieron a la normalidad aunque nuestra confianza aumentó por la cercanía que se crea entre las personas que comparten penas. Aquí es donde empieza la historia.

Como les dije yo llevaba a la cama a tantas mujeres como podía (tampoco eran una exageración) pero a mí vecina eso no le pasaba desapercibido y me hacía bromas con respecto a mi amplio espectro de gustos pues me vio salir con flacas, gordas, altas, bajas, blancas, negras y variedad de pintas extrañas. Un día mientras compartíamos unos tragos me preguntó sobre cierta amiga (más ocasional que las otras) que era muy joven para mí (25 años) y que llamaba mucho la atención por ser gótica y, obviamente, vestir con ese estilo.

Insistía en que le dijera que podíamos tener en común, pues yo vestía de forma muy casual, sin nada que llamara la atención, y el contraste con mi amiga era evidente. Yo contestaba con una larga y otra corta sobre que en la variedad está el gusto y todas esas tonteras para no tener que confesar que Mónica, mi amiga gótica era una loca en la cama que cumplía con todas mis fantasías y “gustos diferentes” sin ponerle asco a nada (debo aclarar que tampoco eran cosas muy fuertes, pero tampoco del sexo cotidiano promedio).

Unos cuantos tragos después le confesé la verdad, sin entrar en detalle sobre mis gustos sexuales, a pesar de que Karen se mostró muy interesada por saber a qué me refería con “gustos diferentes”.

A los días volví a verme con Mónica en un bar y nos tomamos unas copas antes de irnos para mi casa, cuando subíamos las gradas nos topamos con mi vecina quien nos saludó muy cordialmente, yo no omití la socialmente aceptable presentación y sin más continuamos cada uno a nuestros departamentos.

Confieso que esa noche, mientras estaba con la chica gótica en cuatro sobre mi cama, con sus ojos vendados, un pepino dentro de su vagina y mi pene dentro de su ano, no pude dejar de pensar en mi vecina, tan recatada que probablemente no había probado ninguna de las tres cosas antes descritas.

La siguiente ocasión que me senté con mi vecina a hablar y tomar unos tragos intencionalmente le pregunté su impresión sobre mi amiga ahora que la había de cerca, y me comentó que se veía normal dentro de lo que puede esperarse de una “muchacha con esa pinta” y volvió a insistir sobre las afinidades que podíamos tener.

Ya yo había pensado que decirle esta vez para, sin soltar todo, tantear la tolerancia de mi vecina, así que le respondí que la muchachita esa era capaz de hacer con la boca cosas que pocas mujeres se atrevían a hacer.

La cara de mi vecina me lo dijo todo, se puso roja y se acongojó como una colegiala, lo cual no le impidió, un par de tragos después, qué era lo que hacía la muchacha en cuestión.

Como les digo, ya yo tenía pensado el asunto, así que me levante para traer más hielo y un poco de queso y embutidos, los coloqué sobre la mesita que compartíamos y me acerqué a mi vecina desde atrás y le comencé a hablar al oído:

“… sabes, conocí a esa gótica en una librería, ella buscaba libros sobre los cátaros, y como sé de historia comenzamos a hablar. Sin embargo ella notó que el libro que yo tenía en mi mano era una novela erótica llamada Lady Chatterley, y me preguntó sobre él. Yo ya lo había leído y le conté algunos detalles del mismo y al ver su interés le pregunté si le gustaba el erotismo. Sin contarte toda la charla esa tarde terminamos en un hotel, yo desnudo sentado en una silla de madera mientras Mónica venía gateando hacia mí, con sus medias de red medio descocida y su cara maquillada llena de piercings….” Mi vecina hizo amagos de levantarse pero le puse una mano en un hombro y continué: “… al llegar a mi entrepierna comenzó a pasar su lengua desde mis testículos hasta la punta de mi pene, salivando y mojando todo, mientras con sus ojos excesivamente delineados por el rímel, me miraba con cara de viciosa. Su manera de mamar era fenomenal, y yo creía estar en el cielo, pero faltaba lo mejor. Sabes que hizo la “muchachita esa”, me tomó de la parte trasera de mis rodillas y metió su lengua entre mis nalgas hasta llegar a mi ano, y chupó, y chupó, alternando entre mi pene, mis testículos y mi ano hasta llevarme al orgasmos que le lleno la cara de semen porque se restregaba contra mis genitales como una gatita….”

Al terminar caminé despacio a mi asiento, mi vecina respiraba un poco agitada y tenía sus ojos cerrados. Cuando se levantó de golpe esperé un regaño o un enojo, pero sólo me dijo que la espera un momento que ya regresaba.

Después de unos quince minutos en que me tomé un trago pensando si me había pasado con mi vecina sucedió lo inimaginable.

Karen salió de su cuarto con un liguero blanco, y un juego de ropa interior del mismo tono. Su cara pintada, como una señora con clase, labios rojos, leve delineador, base que hacía juego con su piel, un lindo collar de imitación de perlas. Sus manos traían un hermoso reloj y un pulsera que hacía juego con su collar y sus uñas eran del mismo rojo de sus labios (me imagino que ya estaban pintadas desde antes pero no lo había notado).

Caminó hacia mí pero unos metros antes se agachó hasta ponerse de cuatro patas y se acercó sin dejar de mirarme a los ojos. Al llegar a mi entrepierna comenzó a besar mi miembro sobre el pantalón y sólo se detuvo para decirme: “…vas a ver que ninguna loquita con pinta de personaje de Tim Burton puede competir conmigo…”

No les narró lo que sucedió a continuación, pero puedo afirmar que fue una de las mejores mamadas que me han dado en l vida y que, efectivamente, superó con mucho a la chica gótica.

El único detalle que les daré es cuando mi vecina tomó mis manos mientras tenía su pene en mi boca, la liberó un momento y me pidió que la cojiera duro por la boca, lo que hice al principio un poco comedido, pero al final con todas las ganas del mundo.