Mi vecina Francesa

Un relato publicado por este autor hace cuatro años atrás, corregido y aumentado. Se llamaba solange, una jovencita que me entrega su virginidad disfrutando sin cesar

Se llamaba Solange, tenía unos ojos celestes preciosos, toda una bella jovencita. Yo, su vecino del departamento de al lado.

Sucede pues que, por ese tiempo, yo estaba recién separado de mi esposa, quién después del divorcio salió de la ciudad dejándome en el departamento que adquirimos recién casados, hace ya dos años atrás.

Como siempre, con la rutina laboral, que me impedía tener vida social con mis demás vecinos del edificio, mi vida transcurría monótonamente y sin novedad alguna.

Pero todo cambió cuando al subir por las escaleras un día que llegué temprano a casa, me encontré con tamaña belleza.

Una nena con minifalda jean, en el borde superior de la escalera, bajaba lentamente mientras que yo, al borde inferior, había quedado estupefacto al ver el calzoncito rosado que se apreciaba perfectamente desde abajo. El espectáculo era maravilloso, piernas torneadas y largas, con la firmeza propia de su edad, bajaban lentamente de las escaleras.

  • Buenos días, señor Fernando. Dijo Solange con toda inocencia, ni siquiera dándose cuenta que desde arriba dejaba ver su delicada ropa interior.

  • Buenos días, Solange. Solamente sabía su nombre, dado que nunca me había ocupado por dirigirle la palabra. Supuse que ella igual solo conocía mi nombre por referencias, pero no fue así.

  • ¿Cómo le va en su vida de soltero? refirió la nena impactándome con la pregunta.

Quedé sorprendido, sin saber que decir.

  • No se preocupe, todo se sabe en este edificio, adiós; alcanzó a decir Solange con una sonrisa pícara en sus labios.

Al subir a mi departamento, y en el transcurso de todo el día, no pude dejar de pensar en Solange. Ya no era la nena pequeñita y delgada de hace dos años cuando llegó procedente de Francia con sus padres. Era una jovencita preciosa, y vivía al frente mío sin darme cuenta por mucho tiempo de su cambio radical.

Después de una masturbada magistral pensando en sus delicados calzoncitos alcanzados a ver aquella tarde, me propuse conquistarla.

Tenía que medir sus pasos, su horario, el horario de sus padres, planificar todo.

Inclusive llegue a estructurar todo un plan de ataque, que comprendía pasos específicos cada día, por algunos días.

Sin embargo, ello no fue necesario.

Una noche llegué tarde como siempre de trabajar, y nuevamente encontré a Solange en las escaleras, llevaba ropa de gimnasio, y estaba sentada aparentemente con un dolor en el tobillo.

  • Me duele, Sr. Fernando, no puedo caminar. Señaló con voz de dolor Solange.

Ante ello, la tuve que levantar para poderla subir los tres pisos que faltaban.

  • Ya no puedo caminar más, me dijo a pesar de haber subido solo tres gradas. Me duele demasiado.

No me quedó de otra que cargarla para poder subirla.

Sentir sus preciosas piernas que se contorneaban en la ropa ajustada de gimnasio, sus brazos alrededor mío, su pelo rubio que rozaba mis mejillas, hizo que me empalme de inmediato.

  • Bueno, ya estas arriba, avisaré a tus padres.

  • Nooooooo, ellos viajaron y no vendrán hasta dentro de tres horas, y no sé como curarme sola.

  • Entra a casa, tengo primeros auxilios que te pueden ayudar, exclamé sin la menor mala intención, dado que ello no era parte de mi plan a largo plazo.

Ingresamos a mi departamento, ella se recostó y yo inmediatamente empecé a dar masajes suaves a su tobillo. Se veía preciosa echada en mi mueble, inocente, exuberante.

  • Ya creo que está, le dije.

  • Gracias por todo, adiós Sr. Fernando, me dijo e inmediatamente me dio un beso que cogió parte de labios.

Cerré la puerta confundido, supuse en ese momento haber dejado escapar una oportunidad.

  • Sr. Fernando, Sr. Fernando, por favor olvidé mis llaves. Tendré que esperar hasta que lleguen mis padres, me dijo con carita inocente. Puedo esperar en su salita, no molestaré, se lo prometo.

  • Bueno, No hay problema. Pasa. Puedes quedarte allí, mira televisión, mientras yo tomo un baño. Puedes usar el otro baño si deseas refrescarte, le indiqué.

  • Gracias, es Ud muy amable.

Tomé una ducha refrescante, y al salir del baño, coincidentemente salía ella de su baño correspondiente, con una pequeña toalla que estaba allí solamente como secamanos (se imaginarán lo pequeña de la toalla).

  • Ups, disculpe, mi ropa cayó en el agua y se mojó totalmente, por lo que no me quedó más que quedarme con esta toalla, me dijo con su mirada pícara.

No podía creerlo, la nena que tanto deseaba desde hace pocos días estaba en mi departamento, semi desnuda. Pero que hacer, estaba desubicado, ese no era mi plan y no sabía realmente que paso más dar.

  • Ingresa al cuarto de huéspedes si deseas y sécate, te traeré algo para que puedas ponerte, le dije.

Inmediatamente saqué un polo y una buzola que tenía guardado e impulsivamente ingresé al cuarto de huéspedes. - Huy, disculpa, no fue mi intención, dije al verla totalmente desnuda, secándose lentamente.

Luego de unos segundos en los que nos quedamos contemplándonos, ella rompió, sorprendentemente, el silencio.

  • No se preocupe Sr. Fernando, me dijo acercándose y tirando "sin intención" del nudo de mi toalla. No me había dado cuenta que yo también estaba solamente con una toalla. Riendo me dijo: para estar iguales, dejándome totalmente desnudo.

La cara de la nena era de asombro y picardía, con sus ojos de vez en cuando y cada vez con mayor frecuencia se dirigían a mi empalmada verga, la cual había crecido rápidamente y latía roja ante su mirada.

  • Te gusta - le dije un poco nervioso no sabiendo que decir - si deseas puedes tocarla. Me oía y no podía creer lo que decía, temiendo a la vez que se moleste y se marche.

  • Puedo? dijo mordiéndose el labio inferior.

  • Claro, acércate.

Poco a poco y con cierto temor, la nena rodeó mi pinga con su manita pequeña, para empezar lentamente a menearla, poco a poco, lentamente, con delicadeza. Sus manos finas, pequeñas, se deslizaban sobre mi grueso pene. Yo simplemente me mantenía con los ojos cerrados, disfrutando de las caricias, cuando de repente siento un líquido caliente que se posa en mi glande. Abrí los ojos y miré hacia abajo: la pequeña había empezado a lamer mi glande, no sé en qué momento se agachó y poco a poco iba introduciéndoselo en su pequeña boca.

Que delicia!, magistralmente, succionaba con suavidad, mientras con su mano derecha seguía meneando el tronco y con la izquierda acariciaba mis huevos, excitándome de sobremanera.

  • Voy a correrme, le avisé. Pero la nena no se inmutó y por el contrario, aumentó el ritmo de sus succiones combinándolo con lametones internos, lo que provocó que me corra en su boca. La nena luchaba por no desperdiciar nada, entre mi pensé que esa nena era experimentada, lo que de alguna manera me decepcionó dado que yo pensaba desvirgarla.

Sin decir palabra, la cogí y la deposité en la cama, arrodillándome hasta alcanzar su rosado coñito con escasos pelos, y empecé a darle de lamidas en el clítoris. La nena se contorneaba como poseída, pidiendo más y más, hasta que me agarró de los pelos y dio un grito que creo que se oyó por todo el edificio. Había tenido un orgasmo, luego me enteré que fue su primer orgasmo.

Inmediatamente para evitar que se desanime, me acerqué a ella y le di un beso apasionado, el cual lo respondió metiendo su lengüita en mi boca, encontrándose con mi lengua, entrelazándonos entre sí.

Mi miembro había recuperado su presencia y se veía más firme aún. - Métemela, me suplicó, notándose cierto nerviosismo en su voz.

No podía negarle eso a una jovencita preciosa que me lo suplicaba, no soy tan malo y siempre he consentido a las nenas, así que lentamente fui introduciéndoselo, hasta que vi una mueca de dolor en su carita sonrojada, y un ligero calorcito en su interior… !Era virgen, la pequeña no había sido desvirgada aún! Eso me impulsó a darle otro profundo beso y simultáneamente !zas! adentro.

Ohhhhhh, exclamó ella con una expresión mezcla de dolor y placer. Me paralice para no hacerle daño, dejando que nuestro órganos se acostumbren.

Lentamente, empecé un mete y saca pausado, como si tuvieras todo el tiempo del mundo, hasta que las muecas de dolor se convertían en miradas de placer, acompasadas con sus suaves gemidos.

!Dame más, más! pedía la pequeña, quién estaba siendo desvirgada placenteramente por mi pinga que estaba más endurecida que nunca.

Me dediqué a un ir y venir suave, constante, y la nena se agitaba y gemía sin parar. Hasta que nuevamente me agarró de los cabellos y se retorció de una manera tal que me indicó que llegaba su segundo orgasmo. Pero tanto apretó sus piernas a mis caderas, que me provocó un orgasmo intenso en mí, llenándola totalmente.

Había sido una tarde maravillosa, pero ya habían pasado tres horas. - Mis padres!!!, exclamó, llegaban en dos horas.

Inmediatamente tomó sus prendas, se puso su buzo de gimnasio a medio secar, y con un beso rápido me dijo: Mañana te toca visitarme, y salió raudamente de la habitación meneando sus nalgas que se marcaban en el buzo semi seco.

Me quedé pasmado, las cosas habían salido más rápido de lo que pensé.

Cinco horas después de un acoger dueño desperté, tropezando con su calzoncito rosado, ese que había visto en las escaleras aquél primer día. Mi trofeo, pensé. Pero mañana transitaré por otro canal más estrecho, maquiné...