Mi vecina francesa 5
No pude más, la manoseaba como un poseído, era un polvo rico, más rico diría yo que con Solange, dado que su anillo estaba intacto, cerradito, aprisionaba mi pinga con fuerza.... Relato de como le comí el culo por primera vez a Guiselita
Ven aquí le dije, besándola nuevamente, deslizando mi dedo medio entre sus nalguitas…
Efectivamente, debía ser cuidadoso con esta nenita, minutos antes le había desvirgado el coñito y estaría un tanto adolorida, por lo que si yo era imprudente y apurado, no iba a poder arremeter contra su pequeñito agujero negro.
Con mi dedo aún entre sus nalgas, la empujé lentamente para que vaya saliendo de la piscina, ella delicadamente fue subiendo por las escaleras, hasta cuando piso el último escalón le dije: Para, quédate quieta allí.
Que hermoso espectáculo, unas piernas largas torneadas, un culazo redondito y rosadito, creo que ni ella lo había tocado tantas veces como yo se lo toque ese día. Subí también las escaleras y me quedé en el primero de los escalones, la hice que se recostara sobre la baranda y agachándome empecé a meterle lengua nuevamente en el culito, ella gemía lentamente y se llevaba la manito a la chucha, era obvio que estaba disfrutando y yo no iba a dejarla ir así de excitada.
Empecé lentamente a hacer círculos con mi lengua alrededor de su ano, abriéndole con firmeza ese par de nalguitas que ocultaban lo que dentro de unos minutos dejaría de ser un anito virgen para pasar a ser un culo destrozado.
Cuando la oía excitada, aprovechaba y le hundía un poco el dedo, mordiéndole las nalgas y distrayéndola nuevamente lamiéndole el coñito, yo desde abajo podía dominar toda esa zona inferior de mi nenita de turno.
Así pasaron diez minutos, entre lamidas por aquí, acariciadas por allá, hundidas de dedo por más allá, todo destinado a tratar bien a ese chiquito que pronto sería invadido por mi pinga que hasta ya me dolía de lo dura que se encontraba.
- Ok, pequeñita, sube el último escalón y quédate en la orilla de la piscina, cogiéndote con tus manos las piernas sin doblar las rodillas, le ordené, a lo que ella respondió con total maestría, dejándome el culo en pompa listo para ser destrozado.
Aproveche para darle dos que tres lametazos en ese ano que ahora lucía descubierto, se veía como latía y se contraía, quizás asustado por su pronto destino, quizás excitado esperando a su tieso trozo de carne que lo invadiría. Cuando mis dedos ya ingresaban con alguna facilidad a ese culito respingón, me propuse que era hora de la acción, no quise usar cremas ni aceites para hacer más fácil la entrada, quería un culito cerrado, quería sentir como lo rompía, quería ver su cara de dolor y a la vez de placer, quería hacerla sufrir un poquito para que luego vea la diferencia cuando empiece a sentir placer, en resumidas cuentas, quería que sintiera quien iba a ser el macho que la iba a ser llorar y jadear a la vez a partir de ahora.
Así, apunté mi pinga en su estrecho anillo, por la posición que tenía, su ano estaba totalmente expuesto, por ende no me fue difícil llegar a él, cogí mi pinga con mi mano, le hacía movimientos giratorios con el glande alrededor de la entradita, ella jadeaba, está demás decir que la entrada es la zona que reúne una gran cantidad de nervios que estimulan el placer.
Con la otra mano le estimulaba el clítoris, así pasamos cinco minutos más hasta que le apliqué más fuerza a la frotación de su clítoris, lo que la hacía jadear con fuerza, hecho que aproveché para hundirle el glande en el culo, haciéndola dar un saltito como para zafarse y un gritito de dolor.
- Tranquila mi nena, no haré nada, me quedaré quieto, le dije y empecé a morderle la oreja y acariciar sus caderas, mientras mi glande quedaba atrapado por su anillito, que palpitaba y no hacía más que ponérmelo más duro aún.
Poco a poco y aún con la pinga quieta sin moverse, bajé mis manos para acariciarle las tetitas, hecho que hizo que meta lentamente un centímetro más de pene, ella hizo un gesto de dolor pero no se rindió, allí la tenía, ensartada, de pie, sufriendo, como yo quería. Poco a poco y aún con las manos en sus tetas, la levanté para que su espalda choque con mi pecho, en cada uno de esos movimientos mi pinga daba un paso más.
La llevé lentamente contra la pared, sin sacarle la pinga, era un espectáculo hermoso desde mi ángulo, ella caminando despacio, mi pinga haciendo un puente entre su cuerpo y el mío. Cuando estuvo contra la pared, le empecé a morder el cuello, ella jadeaba nuevamente, aproveche para meterle de golpe unos centímetros más de pinga, ella gritó pero se calló nuevamente cuando retrocedí mi pinga, pero no lo hice por piedad sino para empezar el bombeo contra la pared, cogiendo a Guiselle de las caderas, ella apoyando su carita y manitos a la pared, sin escapatoria, yo bombeando lentamente, poco a poco, sin desesperarme, hasta que sin darnos cuenta, ya se había comido gran parte de mi pinga, ya habían cesado los grititos de dolor y Guiselle nuevamente estaba jadeando, quizás excitada por el bombeo, quizás excitada por mis huevos que chocaban contra su coñito, quizás excitada por la situación de haber sido rota el mismo día por sus dos agujeros, en su propia casa.
No pude más, la manoseaba como un poseído, era un polvo rico, más rico diría yo que con Solange, dado que su anillo estaba intacto, cerradito, aprisionaba mi pinga con fuerza, era una lucha de poderes, Guiselle abrió la boquita y se le puso toda la piel de gallina, se paralizó e hizo el ademán como de querer arañar las paredes, gritó de placer, en ese momento no nos interesaba quién esté en casa, felizmente ya no se veía a nadie por la piscina, le permití el gritito, era su segunda inauguración, era comprensible, su anillo me apretó tanto producto del orgasmo que tuvo, que no pude contenerme más y le reboté todo el recto de mucha leche, la cual no paraba de salir y rellenar el culito de Guiselle, quien ya casi desmayada, lo recibía sin poner resistencia alguna.
Al sacárselo lentamente, la leche fue saliendo poquito a poquito, le recorría por entre las piernas, lentamente, ella lo miraba, sonreía y decía sonriente:
- Se siente calientito mi amor, me has dejado tan abierta que se está saliendo todita tu leche.
Yo no lo podía creer, había sido una de las mejores folladas de mi vida, como para colección, como para plasmarla en una historia y no dejar detalle alguno sin contar, como para contarlo y recordar una vez más como si estuviera viviendo ese día tan memorable en el que desvirgue ambos agujeritos de la preciosa nenita llamada Guiselle.