Mi vecina Francesa 3
Solange me lleva a la casa de sus tíos, donde conozco a su primita Guisella, una nena hermosa hija de su tío francés y su tía brasileña...
Efectivamente, su madre estaba preciosa, lástima que por esos días saliera de vacaciones con su padre a Francia, dejando a Solange en casa de sus tíos.
Para mi por una parte fue una lástima, porque por un momento me entraron las ganas de cogerme a su madre, ya que se le veía exuberante, sin embargo, fue excelente que dejen sola a Solange, ya que, aún estando en casa de sus tíos, podía escaparse de vez en cuando para tener un sin fin de sesiones amatorias y desenfrenadas conmigo, llegando inclusive a pasar algunas noches en su propia casa, conmigo abrazados hasta el día siguiente.
Sucede que unos de esos días, Solange me invitó a pasar un día de sol en la casa de sus tíos, una mansión preciosa con piscina y demás comodidades que me dejaron absorto. Me presentó a sus familiares como un profesor del colegio quien a su vez era su tutor, lo que me pareció creativo, dado que logré ser acogido en dicho día de una manera muy familiar.
Me presentó a su primita, de su misma edad, llamada Guisilla, una preciosa nena, hija de un francés con una brasileña, lo que denotaba una mezcla muy excitante. Ojos celestes igual que Solange, pero una piel tostada con unas curvas de infarto.
Aquel día, ambas jugaban en la piscina, junto con su hermanita pequeña Pilar, supuestamente jugaban a atacarse entre sí bajo el agua. Yo las miraba desde la orilla de la piscina, junto con el padre de Guisella, que me hablaba de mil y una cosas que ni le entendía.
Luego su padre se iría a descansar, producto de las cervezas consumidas, dejándome solo en la orilla de la piscina, contemplando a las nenas mientras jugaban.
- Por favor cuídalas, de verdad, estoy muy cansado. Me dijo y se retiró
Pasados unos minutos, decidí ingresar a la piscina, nadando poco a poco y flotando lejos del lugar donde se encontraban las nenas. Sin embargo, cuando menos acordé, mientras flotaba, sentí que me tiraban agua en cantidad; eran las niñas que se habían acercado a molestar mi descanso.
Ante ello, reaccioné y empecé a jugar con ellas, persiguiéndolas y atacándolas tal y como las había visto jugar anteriormente. Ellas también me atacaban, especialmente su hermanita Pilar, que le ponía mayor énfasis en el juego.
Entre fricción y fricción, mis manos, so pretexto de evitar los ataques de Pilar, frotaban raudamente las tetas de Guisella, las cuales tenían la forma de dos manzanitas redondas y contorneadas.
Así pasamos pues jugando durante casi veinte minutos, hasta que Pilar empezó a bostezar, mostrando por fin signos de cansancio.
Bueno, nos vemos en la tarde, voy a dormir, me dijo Pilar retirándose de la piscina.
Yo te acompaño, dijo Solange y se retiraron de la piscina, quedándonos solos Guisella y yo.
Bueno y ahora que hacemos?, me dijo Guisella, con una carita de inocente que hacía que circulen en mi cabeza las miles de posiciones que podía adoptar al follármela.
¿Sabes nadar bien?, le pregunté, diciendo lo primero que se me venía a la mente.
No, solamente chapotear, por eso estoy en esta piscina de niños.
Pero si deseas te puedo enseñar, si gustas vamos a la piscina de atrás que es más profunda. Como les señalé, su acaudalado padre contaba con una cuasi mansión la cual por su dimensión, había sido acondicionada para el disfrute de grandes y chicos, por lo que había una piscina tras unos arbustos, alejada de la vista de cualquier intruso.
Que bueno, gracias, eres un amor, me dijo estampándome un beso en la mejilla. No se equivocaba Solange cuando me dijo que eras muy "amable", me dijo haciéndome presumir que ambas charlaban quizás de nuestros encuentros sexuales.
Nos alejamos pues a la piscina de mayores, ingresando poco a poco en ella; Guisella iba sosteniendo mi brazo por temor a hundirse, mientras yo firme ingresaba a la gran piscina.
- Bueno, lo primero que hay que hacer, es que intentes agilizar tus brazos y piernas, yo te sostengo de abajo y tú, horizontalmente, intentas nadar, no te va a pasar nada ya que yo tendré mis manos en tu vientre, le dije ya planificando la estrategia a seguir.
Guisella obedeció y poco a poco fue dejándose llevar, primero puse mis manos en su vientre, para que ella le dé agilidad a sus piernas y brazos. Pero poco a poco, fui deslizando mis dedos ingenuamente por su tanguita, aprovechando para palpar su conchita que estaba por debajo de aquella diminuta telita. Así, mi mano ya no estaba en su vientre, sino a la altura de su conchita, simulando sostenerla para que aprenda a nadar. Mis dedos parecían tener vida propia, dado que se movían sigilosamente por su entrepierna. Guisella, para mi sorpresa y agrado, no oponía resistencia, aparentemente concentrada en las clases de natación.
Ante ello, aproveché para que mi mano que se encontraba aún en el vientre, suba hasta sus tetas, las cuales se apreciaban duritas por debajo de su sostenedor. Guisella, seguía sin decir palabra alguna. Mis manos y mis dedos seguían haciendo de las suyas por debajo del agua, los dedos de mi mano que estaba por la parte inferior, ya se habían metido sigilosamente entre su tanguita, rozando por primera vez su depiladita chuchita. Guisella, a esas alturas, si bien es cierto no pronunciaba palabra alguna, ya no mostraba mucha concentración, dado que sus ojos estaban cerrados y su respiración se iba haciendo cada vez más y más agitada.
Te gustan las clases, Guisellita, le dije ya animado ante los gemidos que escapaban de la nena a pesar de que ella trataba de contenerlos para que no me dé cuenta.
Ahhhhhh, exclamó, mmmmmmm, solamente decía. Aquello, en el lenguaje sexual, me supongo significaba "sigue no más y cállate". Así que ni corto ni perezoso, moví mis dedos para ir jalando su tanguita hacia abajo, dejándome a la vista su precioso culito, ya sin tanga alguna, rosadito, redondito y apetecible.
Coloqué rápidamente mi mano en su vientre y con la otra jalé del tirante su sostenedor, el cual quedó flotando en la piscina por lo diminuto y frágil que era.
Froté suavemente cada punto de su cuerpo, desde sus contorneadas y carnosas piernas, hasta su culito respingón, pasando por su espaldita que ante mi roce se erizaba todita. Ya para esto, Guisella solamente se mordía un dedo de su mano derecha, como intentando reprimir sus gemidos para evitar gritar y ser descubierta por alguien.
Así es como la deslicé al borde de la piscina, apoyándola aún dentro de ella, poniéndola frente a mí, estampándole un tremendo beso, el cual respondió primero suavemente, hasta que por la excitación nuestras lenguas empezaron a entrelazarse en una batalla campal, como queriendo dominar una a la otra.
Yo raudo me deshice de mi short, dejando a la vista por el agua cristalina, mi erecto pene.
Creo que es hora de recibir mis honorarios por las clases, ¿no crees?, le dije señalándole descaradamente mi pene que aún estaba dentro del agua.
¿Qué debo hacer?, me preguntó con cara de inocencia.
CONTINUARA .