Mi vecina fernanda me enseño a comer el coño
Comer el coño a una mujer es lo que siempre me ha puesto más, ésta es la pequeña historia en donde les cuento como aprendí a disfrutar de un sabroso coño ademas de hacer disfrutar como se merece toda mujer.
La calle en donde vivimos durante años a las afueras de la ciudad era una calle tranquila con mucha amistad entre casi todos los vecinos. Se respiraba un cálido ambiente de vecindad. Los padres eran casi todos amigos entre sí, hacían recados juntos e iban a tomar al bar del barrio alguna cerveza, a veces solos, otras acompañados de sus mujeres. Ellas casi siempre trabajando en casa y por la tarde se juntaban a coser y a hablar de los unos y los otros, especialmente de un matrimonio que vivía unas puertas más debajo de la nuestra, Fernanda y Pascual. Nosotros los niños siempre jugando en la calle especialmente en vacaciones.
Fernanda y Pascual no tenían hijos y quizás por eso eran un poco raros. Aquel verano en que yo tenía 13 años Pascual tuvo un accidente al cruzar la vía del tren y aunque aparentemente no parecía demasiado grave finalmente murió por una complicación quirúrgica. Todos los vecinos fueron a darle el pésame a la viuda. Yo acompañe a mis padres al ser el mayor de la casa, mis hermanos se quedaron a cargo de mi tía abuela Rafaela de la que ya les hablé.
La viuda Fernanda era muy alta y desde aquel día me tomó mucho cariño. Seria por su soledad al quedarse viuda o por cualquier otra razón que desconocía en ese momento, empezó a tratar a mi madre mucho más y le pidío que me mandase de vez en cuando a ayudarle a hacer cosas en su casa. Siempre he tenido mucha mano en arreglos y trabajos manuales de todo tipo.
Casi todas las tardes después de comer empecé a ir a casa de la vecina Fernanda la “viuda” como todos la llamaban desde que Pascual había muerto. Me trataba muy bien, me daba unas monedas y me hacía unas meriendas estupendas a cambio de mis pequeñas ayudas.
Era el mes de Agosto, ya habían pasado casi dos meses de la muerte de su marido, cuando una tarde calurosa empezó a ducharse en el patio interior de la casa y viendo que la miraba me invito a ducharme junto a ella de la manera más natural para aplacar el intenso calor. Aunque no habíamos hablado de nada picante, ni habíamos hecho nada de nada, su naturalidad me hizo aventurarme en un nuevo episodio sexual que sería el inicio de mi dilatada experiencia oral en el futuro.
Me encanta comer el coño a una mujer.
Quizás al tratarla de una manera tan cordial, creo que me cogió un cariño muy especial, ella pensó que podría iniciarme en el sexo. Lo uno traería a lo otro.
Me deje hacer sin problemas, yo ya tenía bastante experiencia con mi tía abuela Rafaela, ella me cogía todas las noches la polla y se la metía en el coño en esa posición que hoy llamamos la cucharita, luego empezaba a moverse hasta que me hacía correr. A veces incluso no llegaba a ponerse blanda y seguía en su coño hasta correrme por segunda vez. Su coño era cálido y confortable. Al final se ponía la toallita para que empapase y así no dejábamos rastro en la cama.
Mi vecina Fernanda se sorprendió al verme una polla tan grande para mi edad y me lo dijo. Al preguntarme si ya me la había meneado alguna vez, le dije que sí. No le conté nada más, ya que mi tía abuela Rafaela me había alertado de que no dijese nada de nada para evitar problemas. He sido siempre muy discreto y eso me ha ayudado con muchas de mis amantes.
Mientras nos duchábamos empezó a acariciarme la polla muy suavemente, llevó mis manos a sus tetas para que se las acariciase y se las besase. Me subió la cara y me beso muy despacito la boca. Nos acariciábamos durante minutos maravillosos. Después de ducharnos un buen rato, me secó, nos pusimos las chanclas, me cogió de la polla y me llevo a su dormitorio. Mi enorme polla dura marcaba la dirección.
Me hizo tenderme boca arriba en la cama y se agachó sobre mí con delicadeza, después de recogerse el pelo con una goma. Me empezó a comer la polla muy despacio, de vez en cuando me miraba la cara a ver que decía. Yo no decía nada, unas veces tenía los ojos cerrados para disfrutar más y otras los abría para ver su boca grande y preciosa, ver como atrapaba y succionaba mi polla con sus enormes labios era una imagen que jamás olvidare. Sus labios gruesos y húmedos bajaban y subían. Una delicia de imagen como les digo, que aún conservo en mi memoria fotográfica.
Paró de repente y me preguntó, si iba a correrme muy pronto. Le dije que la noche anterior me había hecho tres pajas y que aguantaría un poco más. (Era parcialmente mentira, pero me había corrido verdaderamente tres veces en el coño de mi tía abuela) Sonrió. ¿Quieres chuparme tú? Me pregunto. Asistí con la cabeza. Cambiamos de postura. Apartó su enorme mata de pelo negro en su coño con las manos y llevo mi cabeza a su sexo, un sexo sonrosado y brillante. Solo me dijo, chupa despacito Pepito.
Le gustaba mucho, pero no debía de hacerlo muy bien, pues empezó a darme algunas clases básicas, piensa Pepito que mi coño es un reloj y canta las horas con la lengua. La una, las dos, las tres, ves parando Pepito en cada hora y meneando la lengua señalando las manecillas. Al principio me parecía todo muy extraño, pero muy pronto cogí el ritmo. Ahora fóllame con la lengua dentro del coño. Saca la lengua y ponla dura, y asi ella me follaba la lengua meneando sus caderas. Estaba muy excitado. Estaba aprendiendo muchas cosas. Me enseño la postura del sesenta y nueve por primera vez. Eso sí que fue todo un descubrimiento. Me encanta desde entonces esa sublime postura. Me enseñó a cogerle su botoncito como decía ella con mis labios y apretarlo con ellos. Darle repasos horizontales rápidos con la lengua. Meterle los dedos al mismo tiempo. Me enseño casi todos los trucos que conozco, o casi todos.
No gritaba ni jadeaba, era muy tímida, se parecía mucho a mi tía abuela Rafaela, luego me confesó que se había corrido muchas veces, que era muy sensible, incluso que también se corría metiéndole la lengua en el culo. Eso al principio me pareció asqueroso, aunque a lo largo de las siguientes semanas además de pensar todo lo contrario, me enseñaría decenas de cosas más. Muchas guarrerias enloquecedoras. Ya os las iré contando.
Aquella tarde fue inolvidable pues fue la primera vez que me corrí haciendo un sesenta y nueve. Sentir como te corres en la boca de alguien con los labios apretando tu polla y como la saliva y el semen se entremezclan con tu polla que empieza empieza a ablandarse y sigues goteando algo semen sintiendo como pequeños microorgasmos es una gozada. Sentir como los labios hacen escurrir todo el jugo de la polla al irla soltando poco a poco. Deseaba volver a hacerlo miles de veces y ya estaba deseando hacerlo con mi tía abuela Rafaela. Aunque eso sería otra historia sin final feliz.
Al despedirme la viuda, me pregunto si me había gustado, le dije que sí, que mucho. Era de muy pocas palabras. Solo me pidió que no contase nada de nada y menos a mi madre y qué, como recompensa todas las tardes jugaríamos si me parecía bien a muchos juegos nuevos. Ya les contaré como intuí que la viuda sabia mucho de sexo.
Le dije que sí. Mis ojos estaban radiantes. Me dio un beso con lengua, un beso jugoso y dulce que me volvio a remover la polla. Al llegar a casa tuve que hacerme dos pajas, pues no podia esperar a la noche con mi tía abuela.
El verano se ponía estupendo. Un par de pajas al despertarme, pues siempre me levantaba cachondo y con esta polla enorme dura como las piedras, luego la siesta con la viuda y para rematar follarme todas las noches a mi tía abuela, aunque no todo saldría bien siempre, pues también tuve mis días malos, especialmente cuando mi abuelo se percató de algunas de mis hazañas. Ya lo contaré. Por cierto tuve que sacar el pollón de él, la primera vez que le vi la polla me quedé estupefacto. Pura genética. Gracias abuelo.
Queridos amables lectores, especialmente lectoras, si os gustan mis relatos, no dejéis de decírmelo a través de mi correo electrónico, en donde me gustaría también compartir fantasías con todos vosotros, lectoras y lectoras sin ningún tipo de tabúes. También con lectores que les guste el sabor de la leche. Yo me aficionaría muy pronto al sabor del semen mezclado con fluidos vaginales.
Hasta el próximo relato.