Mi vecina del segundo (II) - Alicia
Pasaron unos días y me la encontré en el garaje.
A continuación, relataré la segunda parte de mi historia con mi vecina Alicia. Aquí la primera parte https://www.todorelatos.com/relato/168566/
Después de aquella morbosa y tan esperada primera experiencia con Alicia, el mismo día de autos, tras haber tomado mi merecido baño en la piscina, subí a comer, devoré cuanto había en el plato como el animal sexual que esa mañana había demostrado ser y me eché una siesta para descansar. Al despertarme, ya tenía la verga completamente erecta, con ganas de más Alicia.
Alicia, como decía en el anterior relato, es una mujer que se conserva muy bien. Aparenta menos años de los que tiene y levanta miradas allá por donde pasa. Es más, otro vecino y amigo mío de toda la vida, siempre me había reconocido lo mucho que le atraía. Al parecer, era también su musa. Ojalá le pudiera contar cómo follamos aquella mañana. Se moriría de la envidia... o no me creería. Por ampliar en la descripción de ella, se podría decir que es una mujer fatal, en el sentido de que, para los que conocemos su trayectoria, es emocionalmente inestable y diría que hasta peligrosa. Evidentemente, eso añadía un extra de morbo al asunto innegable pues, además de haberle sido infiel a su novio, lo había hecho con alguien que era su vecino y mucho más joven que ella. Recuerdo, que había habido en el pasado una relación tensa con ella por parte de mi familia, algo de lo que yo siempre me mantuve al margen todo lo posible por el evidente conflicto de intereses que mantenía respecto a ella.
Pues bien, el caso es quería volver a repetir andanzas sexuales con ella con la mayor asiduidad posible. No obstante, inexplicablemente no era fácil que coincidiéramos en las zonas comunes. Mi plan era estar atento a cuando bajase a la piscina para, de alguna manera, intentar abordarla y repetir. Que fuera una zona común no es un problema, pues rara vez coincidimos muchos vecinos en la piscina. Como mucho 3 ó 4 personas y nunca más allá de 15 ó 20 minutos.
A pesar de eso, me sentía negado y totalmente frustrado, pues no conseguía adivinar su patrón horario. Así que empecé a darle vueltas al coco para ver como podía propiciar un encuentro con ella. Lo único que sabía, además de su nombre, era la puerta y el piso donde vive. Sin embargo, me parecía muy brusco presentarme en su puerta, ya que alguna mirada indiscreta (que hay unas cuantas) podría descubrirme. Además, ¿cón qué infantil excusa me iba a presentar en su casa? No, totalmente descartado.
También había estado buscándola por redes sociales. Encontré su perfil en varias de ellas, pero me dio la sensación que los tenía abandonado, por lo que era muy posible que intentar contactar con ella por ese cauce podría ser una vía muerta. Y yo lo que necesitaba era inmediatez.
Una noche, cuando me estaba lavando los dientes, caí en la cuenta de lo que podría hacer. Aquí hago una breve digresión para explicar algo sobre ella y sobre mí que no había hecho hasta ahora. Por un lado, desde hacía unos meses, yo había empezado a usar ortodoncia invisible y, de vez en cuando, es necesario limpiar las fundas de plástico. Por otro lado, Alicia trabaja en una clínica dental y, en alguna ocasión me había ofrecido unas pastillas efervescentes que son perfectas para esa misión. Lo recuerdo perfectamente:
- Alicia: "Si alguna vez necesitas (pastillas efervescentes), me pones un whatsapp y en uno o dos días te las traigo". "Qué amable", pensé. En aquél momento no le di importancia a su ofrecimiento, porque nunca imaginé lo que pasaría un tiempo después y porque me apañaba bien limpiando las fundas a mano.
De acuerdo, ya tenía la excusa, pero me seguía pareciendo una temeridad tocar el timbre de su puerta (además, podría abrirme su hijo o incluso el novio) e inútil el contacto vía redes sociales (además de sospechoso). Sería muy fácil escribirle un whatsapp si tuviera su teléfono (en ese momento me arrepentí de no habérselo pedido cuando me hizo el ofrecimiento). Por alguna razón que desconozco, Alicia debió dar por hecho aquél día que yo tenía su teléfono (desconozco si alguien le había dado el mío).
Después de esta breve digresión, vuelvo al asunto principal. Me estaba cepillando los dientes y até cabos. Al finalizar, puse manos a la obra todos los preparativos. Sabía, por fin, como conseguir su teléfono y escribirle ese whatsapp (lo cual era perfecto también para poder mantener una conversación constante y fluida por esa vía a partir de ese momento).
Obviamente, mi madre tenía su teléfono. Así que esa noche, esperé a que se fuera a dormir ya que, habitualmente lo dejaba cargando en el salón toda la noche. Por suerte sabía la forma geométrica que tenía que deslizar para poder desbloquearlo. Me iba el corazón a mil en ese momento. Me metí en el whatsapp de mi madre y busqué Alicia. Allí estaba su contacto. Lo apunté enseguida en mi móvil. Al día siguiente, con toda la calma del mundo, me decidí a enviarle a mi vecina un mensaje:
- Yo: "Hola Alicia, soy ****, te escribo porque el otro día se me acabaron las pastillas efervescentes para la ortodoncia (mentira, limpiaba las fundas a mano) y quería preguntarte si no te importaría traerme algunas cuando puedas. Bueno, ya me dices. Muchas gracias".
Intencionalmente, ni hice mención a nuestro primer encuentro, al menos para no ser tan frio. Que fuese saliendo solo el tema, ese era mi plan.
Al cabo de unas horas recibo su mensaje:
- Alicia: "Hola ****. Sin ningún problema. Ahora estoy de vacaciones con mi hijo fuera de Madrid. Vuelvo pasado mañana, así que ya te daré unas cuantas para que tengas. 😘".
Confirmé mis sospechas de que se había ido de vacaciones y, para mi agradable sorpresa, recibo emoji con besito. ¡¿Qué más se podía pedir?!
Dejé pasar un rato para contestar y le dije:
Yo: "Vale, avísame cuando hayas llegado y me paso a recogerlas".
Alicia: "ok".
Pasaron 4 días hasta que me dijo que ya me podía pasar por su casa a recoger las pastillas efervescentes para las fundas. En ese iter, aproveché para entablar conversación con ella y preguntarle trivialidades sobre sus vacaciones y demás. Todo fenomenal, el plan marchaba a la perfección.
Un jueves por la tarde recibo su mensaje:
- Alicia: "Hola ****. Ya puedes pasarte a por ellas, ven cuando quieras".
En media hora me presenté en su casa. El mensaje era, cuanto menos sugerente, casi una invitación. Sin embargo, al tocar el timbre, me abre la puerta y con cara de pocos amigos (ya digo que es emocionalmente inestable y a veces irascible), me dice"
- Alicia: "Toma, aquí las tienes". Cerrándome de golpe y porrazo la puerta en la cara sin apenas poder decir gracias al menos. Evidentemente, iluso de mí, esperaba mucho más. Quería un segundo asalto con ella, el de la confirmación de que aquello podría ser algo periódico.
Nada más lejos de la realidad. Tuve que volverme a casa con el rabo entre las piernas (nunca mejor dicho). Así que lo primero que hice, antes de cenar, fue masturbarme para aliviar toda la carga que había reservado para ese momento.
Al terminar de cenar, recibo un whatsapp de ella en el que me pregunta:
- Alicia: "Qué pasa machote? Pensabas que hoy también ibas a tener premio? Seguro que te has hecho una buena paja a mi salud"
"¡Qué hija de puta! me ha calado pero bien", pensé. Tenía tal cabreo que preferí no responder en ese momento. Así que me guardé la respuesta para el día siguiente:
Yo: "eh? Siento decepcionarte, pero sí que hubiera agradecido un trato más amable por tu parte ayer. No me dejaste ni darte las gracias". Quería darle una respuesta escueta y a la altura de las circunstancias. Seguro que aquello le debió joder bastante, porque enseguida recibí otro whatsapp:
Alicia: "vaya, pensaba que te había gustado lo de la otra vez en los trasteros".
No contesté a propósito, que se jodiera. Ahora le tocaba a ella pasar el calentón. Pasaron unos días y me la encontré en el garaje. Yo volvía de trabajar y ella de comprar. Había allí otro vecino, con quien mantuvimos una brevísima converación por el estado de algunos desperfectos de la comunidad. Rápidamente nuestro vecino se despidió mientras yo regresaba al coche a coger una mochila y Alicia sacaba las bolsas de la compra y las dejaba en el suelo.
Cuando vi que estábamos solos, volví hacia su coche. La sorprendí por detrás agarrándole los pechos. Del susto se le cayeron las bolsas de nuevo al maletero (menos mal que no se rompió nada). Súbitamente, se volteó y me dio una bofetada. Me recompuse lo más rápido que pude, volví a acercarme a ella para agarrarle ahora por el culo. Cesó su resistencia y nos fundimos en un apasionado beso en el que nuestras lenguas luchaban por hacerse con el control. Prácticamente nos mordíamos.
Comienzo a meter mano a mi vecina por debajo de la falda que llevaba, adivinando ella mis intenciones:
- Alicia: "Aquí no, que nos pueden ver", acertó a decirme entre jadeos.
Pero poco me importó porque yo seguía a lo mío. Dejamos el maletero abierto, con algunas bolsas en el suelo y la llevé hacia el capó, al lado del muro, más protegidos de la posible aparición de un vecino. Le pegué dos sonoros azotes a Alicia en el culo. Pegó un grito ahogado y me miró furiosa y lasciva a la vez:
- Alicia: "¡Me he quemado un poco con el sol en la playa, cabrón!". Ese era el dato que me faltaba para darle aún más.
Empecé a bajarle las bragas como pude, pero se engancharon con algo. Tenía tantas ganas de metérsela que literalmente se las arranqué, quedándome con un trozo de esa fina tela en la mano, lo que hizo que se pusiera más cachonda todavía. La puse mirando al parabrisas, me bajé el calzoncillo lo justo y se la clavé de un golpe hasta el fondo, no pudiendo reprimir ya el gemido:
- Alicia: "Aaaaaaaaaahhh"
Le pegué otro azote más fuerte en el culo:
- Yo: "¡Cállate! ¿No decías que no querías que nos viera nadie?", le dije mientras mordía levemente el lóbulo de su oreja derecha.
Ahí comencé un frenético y violento empuje mientras manoseaba su culo a mi antojo. Su coche se balanceaba arriba y abajo al ritmo que yo imprimía a las embestidas. Ella no sabía como colocarse, ya que había aparcado el coche solo unos minutos antes y el motor irradiaba todavía mucho calor por el capó, por lo que Alicia, entre los embates de mi tranca y el calor del coche, debía estar literalmente quemándose. Así que tenía tantas ganas o más de terminar que yo, giró su cabeza y me dijo:
- Alicia: "¿Te vas a volver a correr dentro, verdad?", acertó a decir asumiendo el destino final del polvo.
Me limité a asentir sin compasión.
- Alicia: "Sí, córrete dentro, me encanta que lo hagas, sí, sigue así por favor...", en una mezcla de jadeos y súplicas.
Apenas dos minutos después acabé dentro de ella, que gozaba al sentir el calor de mi leche inundándola.
Acabó quemada por la violenta sacudida que propinó mi polla a su coño, los azotes en su culo previamente castigado por el sol, su pecho al contacto con el capó del coche y, finalmente, por todos los chorros de semen que le regalé a su estrecha cavidad de pija.
Tan pronto terminé, me limpié la polla en su enorme culo, me subí los calzoncillos, me fui sin despedirme y ella se quedó allí recogiendo las bolsas de la compra.