Mi Vecina de Arriba (Segunda Parte)

Recomiendo leer la primera parte para conocer toda la historia

Tras el primer encuentro con mi vecina se abrió un mundo maravilloso de morbo y sexo para ambos.

Todo el hambre atrasada de macho que tenía Ana se convirtió en una fuente de intenso e inmenso placer para mí. Para satisfacerla la exponía a todo y ella consentía y lo disfrutaba.

Se acostumbró a tragarse mi leche y a que la follara de mil formas y maneras distintas.

Sobre su culo, llegamos a un pacto. Si su marido quería sexo ella debería ser complaciente pero actuar de forma desganada y, sobre todo, desde aquel momento su culo era sólo mío. Solo yo tenía el derecho a follarse aquel manjar de dioses.

Lo más fantástico de todo es poder compartir el morbo y la ansiedad de sexo con aquella morenaza de ojos claros.

Muchas mañanas, al sentir que él salía a trabajar, yo directamente subía a tomar lo que era mío, su mujer. Aquella mujer que me follaba en cada rincón de su casa, que me la chupaba con hambre, que gritaba cada vez que hacía que se corriera, aquella mujer a la que le perforaba el culo en la misma cama, aún caliente, que él había abandonado.

Como digo, una mujer sin desperdicio. Una hembra que me seguía el juego en todo y que, cada vez, arriesgábamos más.

Nuestras conversaciones por WhatsApp cada vez más intensas y sirviendo para mantener el fuego entre ambos.

Recuerdo una vez que lo tuvimos coordinado para que, cuando ella salía de casa con su marido a realizar algunas compras, yo entraba tropezándomelos en el portal de casa. Los típicos saludos y miradas ardientes.

Recuerdo que entrando en casa le envié un “quiero romperte el culo” por el móvil. No habían pasado cuatro minutos ella aporreaba mi puerta, al abrirla entro comiéndome la boca mientras se bajaba el pantalón. Cerró la puerta y dándome la espalda y apoyándose en ella me dijo “rómpemelo rápido, está en el coche y le dije que se me quedó la cartera en casa”

Dicho esto aparté su tanga para clavársela hasta el fondo. Nuestros cuerpos agitándose en un acompasado y desesperado polvo hasta que me corrí en sus intestinos, ella rápidamente se recompuso, volvió a comerme la boca y saliendo me dijo mientras bajaba las escaleras “ahora si podré sentarme cómodamente en el coche”.

Dos noches después de eso, era tarde y estaba en casa viendo una película en la televisión cuando me llamó la atención un escándalo. Bajé el volumen para escuchar y oí la monumental bronca que mi vecino tenía con su mujer (mi hembra)

Durante un largo rato la acusó de todo, la llamó de las formas más vejatorias que pudo, los gritos se sucedían de ambas partes y escuché golpes. ¿La estaría pegando?

Tras más de 20 minutos de esa pelea en continuo, escuché los gritos de ella y sus llantos, ahora si estuve seguro que le pegó. Algo hirvió en mi interior saliendo de casa y subiendo hacia la de ellos para aporrear en la puerta.

Tras un rato dando golpes en la misma él abrió la puerta lentamente y con cara de enfado. Mi mano viajó rápidamente hasta estrellarse en su cara, retrocedió y entré cerrando la puerta para volver a golpearle en la cara y después en el estómago. Esto hizo que se doblara cayendo al suelo donde le di un puntapié nuevamente en el estómago.

Ella miraba atónita y sin decir nada.

Lo arrastré hasta el comedor mientras le dije a ella “tráeme algo para sujetarlo” y rápidamente apareció con dos cinturones de los albornoces.

Lo senté en una silla atándole las manos a la espalda con un cinturón, con el otro até su toras a la silla inmovilizándolo completamente.

Al terminar yo respiraba pesada y ahogadamente, reflexioné y me di cuenta de lo que hice, del alcance de esto y me giré a mirarla a ella.

En su cara las lágrimas se habían secado y sus ojos lanzaban fuego y deseo en la mirada. Su cuerpo cubierto sólo con una camiseta y unas tangas negras, descalzas y despeinadas. Sus pezones duros y marcados en la camiseta, qué belleza. La atraje hacia mí y empezamos a comernos la boca con salvajismo y deseo.

Él respiraba fuertemente atado en la silla de donde intentaba soltarse, lloraba y escupía la sangre que de su boca colgaba.

La tomé a ella de los cabellos situándola delante de él y le dije... “eres un mierda de tío. Le pegas porque no has sabido tener de ella todo lo que ella puede dar. Tú eres el que ha fallado”

Volví a besarla pasionalmente mientras mis manos dibujaban todo su cuerpo. Volví a dirigirme a é “has tenido una hembra fantástica y no has sabido tratarla. Ahora tu mujer pasa a ser mi hembra, la mujer que me follo, la he convertido en mi puta y he conseguido de ella lo que tú no supiste”

Dicho esto volvimos a besarnos y lamernos la cara. Delante de él, le arranqué la camiseta para chuparle los pezones duros y a punto de explotar. Ella no se retraía a la hora de gemir o gritar de placer. La obligue a arrodillarse y ella inmediatamente me despojó de toda ropa para tragarse mi poya hasta el fondo. Mientras yo la follaba la boca manteniéndola sujeta del pelo, ella tragaba ruidosamente y con una mano masajeaba mis cojones y con la otra acariciaba mis nalgas. Todo esto a la vista de él que solo resoplaba y sollozaba débilmente.

En ese momento me corrí abundantemente en su cara, quería que él lo viera. Tras mi corrida ella sabía cómo chupármela para ponerme nuevamente en forma.

Con una erección mayor que la primera, tomé una silla que situé delante de él para sentarme. Ana colocó sus piernas a ambos lados de la silla y, mirándome a mí y de espaldas a él, se dejó caer clavándosela hasta el fondo de aquel aterciopelado coño.

Nos besábamos y lamiamos la cara, chupaba sus pezones, mis manos agarraban y sobaban sus nalgas mientras ella agitaba sus caderas buscando un nuevo orgasmo.

Él contemplándolo todo.

Así me la follé hasta el tercer orgasmo de ella. En ese momento la saqué y la coloqué a ella en cuatro apoyada en la silla. Quería romperle el culo delante de él, en sus narices. Y lo hice clavándosela hasta el fondo de un solo golpe. Ella como posesa gritaba y gemía mientras yo la follaba el culo. Tuvo dos orgasmos más de esta manera.

Su segundo orgasmo anal coincidió con el mío vaciándome en sus entrañas.

Tras este asalto nos paramos a descansar un poco y medité sobre la situación mirándolo.

“Mira Ana, al final parece que el mierda de tu marido funciona…pero lo que le gusta es otra cosa” dije mientras le mostraba a ella, con un gesto, la erección que él tenía en sus pantalones.

“Vaya, parece que definitivamente le pone ver cómo se follan a su mujer… ¿o será que saberte mi puta le gusta más?” dije en tono de burla.

“esto tenía que haberlo sabido para aprovecharlo” volví a sentenciar quedándome pensativo.

Ana, como adivinando mis pensamientos, se incorporó y fue hasta una estantería para traer y darme su móvil. Lo había grabado todo.

Resulta que ella, cuando empezó la pelea, puso su móvil en modo grabación de video para aportar pruebas ante la policía.

Ahora haríamos otro uso de esta grabación

“Mira mariconcillo, están grabados tus cuernos y, lo que es peor, cómo te pone sentirte y ver cómo te los ponen. Esto lo podemos publicar en internet o hacerlo llegar a tus compañeros, que vean cómo te pone verte y sentirte cornudo.”

Dije haciendo una pausa después para sentenciar

“Desde ahora tú eres el cornudo de esta casa y tu mujer será mi mujer, mi amante, mi puta y mi esclava. Tienes prohibido tocarla, sólo la toco yo. Tienes prohibida toda relación con ella pero, desde ahora, la vas a cuidar para mí. La complacerás en todo lo que te pida y la tendrás siempre dispuesta para que yo me la folle ¿Entendido?” grité en forma amenazante.

“¿Entendido?” volvía gritar valorando la situación.

Él sólo asintió suavemente con la cabeza.

Besé a Ana, tomé el móvil y a ella de la cintura llevándomela hacia la habitación mientras le decía…

“Voy a follármela como dios manda. Esta noche me quedo aquí para darle caña” sentencié mientras nos perdíamos en la habitación de matrimonio.

Todo esto dio pie a los cuatro meses más intensos y espectaculares de mi vida sexual. Tenía una puta particular y personal.

Durante esos cuatro meses follamos en su casa, en la mía, en las escaleras, me la llevé a pub de intercambios para que otros la desearan sin tenerla.

Con él tenía un trato especial, le llamaba pare decirle “prepárame a tu mujer que voy a follármela” o le llamaba para que la vistiera como yo quería y me la bajara a casa, o al bar dónde yo estaba o la llevara al restaurante donde yo comía con clientes y me la entregara.

Cuatro meses fantásticos que terminaron con su traslado al sur del país, su separación y la vuelta de ella al norte, a casa de sus padres.