Mi Vecina de Arriba (primera parte)
Una vecina cañón, un marido que no está a la altura y las circunstancias propicias...
Mi Vecina de arriba. (Primera Parte)
Hola, quién ha seguido alguno de mis relatos (la casera y la fianza) conoce parte de la situación. A los que no comentarles que vivía en un pueblo pequeño en las afueras de la capital de España.
El caserón situado casi en la plaza del pueblo, se encontraba rodeado del ayuntamiento, la Iglesia, las dos oficinas bancarias del pueblo y un comercio regentado por un chino (todo alimentación y pan recién horneado cada día, lugar de resolución de urgencias hasta las 10 de la noche todos los días de la semana).
En el tiempo que estuve en el apartamento, por los tres restantes pasaron varios inquilinos, y a veces situaciones de vacío de ocupación siendo yo el único habitante.
Un día me sorprendió ver entrar gente y enseres, por fin no estaría solo aquí ¿cómo serían mis vecinos?
Tras varias semanas descubro que mis vecinos son una pareja muy joven, él con pinta de engreído y porte muy chulo, hasta en el hablar (más tarde descubrí su pertenencia a uno de los cuerpos de seguridad del estado).
Ella de estatura media, morena de piel y de pelo negro muy rizado que le caía hasta los hombros. ¿Sus ojos? Verdes, dios ¡¡ una morena de ojos claros, mi perdición.
Lo decepcionante era que no podía adivinar cómo estaba. Siempre vestía muy “hippy”, faldones hasta el suelo, blusas muy anchas, definitivamente esa ropa moderna que rompe toda estética femenina.
Una cosa que me llamó la atención (pasados unos días y siendo nosotros los únicos inquilinos) fueron sus peleas y broncas. Los gritos se escuchaban desde mi vivienda y, sin yo quererlo, en un par de días supe (por sus voces) la situación. Él parecía y padecía de enfermizos ataques de celo. Al parecer creía que a ella todos la miraban y deseaban y que ella consentía y animaba estas situaciones. Ella, parecía ya cansada de todo esto y aseguraba que él no tenía razón.
Un día la veo salir de casa y.. ¡Sorpresa! Unos pantalones vaqueros ajustadísimos que me hipnotizaron al delatarme uno de los mejores culos que he visto, duro y bien puesto. Confieso que esa imagen me obligó a buscar un desahogo manual antes de salir de casa.
A mi regreso volví a escuchar los gritos y golpes, la broca monumental que él te estaba echándole. Nuevamente sus celos en primer plano y en este caso, la ropa, el increíble tejano que yo aún recordaba, fue el detonante.
Silencio, pasos por la escalera y portazo de salida del citado elemento.
Tras esto me quedé pensando y a la espera dentro de mi apartamento. Al rato me pareció sentir algo en las escaleras y haciéndome el despistado, abrí la puerta como quién va a salir. Allí estaba ella, preciosa y más con aquel tejano. Tuve que hacer esfuerzos para que mi vista no cayera en los labios de su coño marcados por la tela del pantalón.
“Hola, por fin tengo vecinos…me presento, soy Carlos”
“Encantada, me llamo Ana”
“Disculpa pero me ha sorprendido, paso tanto tiempo fuera de casa, aquí los fines de semana y me encierro tanto en mi espacio que pensé era el único habitante casi del pueblo”
Vi que se dibujó una sonrisa en su rostro, primer round a mi favor
“A estas horas sabes dónde podré comprar tabaco?” me dijo.
“Claro, si me permites te acompaño, el chino del pueblo es el conseguidor de todo y es lo único abierto a estas horas. Precisamente voy en busca de refrescos”
Así salimos los dos caminando hacia el chino. Hable con ella relajadamente, con calma y sin esforzarme en ser simpático, su tranquilidad y sus risas me indicaron que hacía tiempo nadie la trataba así.
Ya de regreso la invité a tomar un refresco en casa, una cerveza o lo que le apeteciera, así podría ver mi piso y compararlo con el suyo. Sorprendentemente aceptó a la primera.
Ya sentados en el salón, con música de fondo y charlando agradablemente de varias cosas le pregunté
“¿No se extrañará tu marido si llega y no te encuentra?”
“Hoy tiene guardia, no llegará hasta mañana” la analicé y esto con lo dijo con la mirada perdida en el suelo, casi en un susurro. Inmediatamente cambié de tema y continué intentando arrancarle sonrisas y risas. No me fue nada difícil. Una hora después ya compartíamos el mismo sofá y reíamos plácidamente de las locuras que yo le soltaba
“Ups, necesito ir al baño” me dijo
“Ya sabes dónde está…y si necesitas ayuda” solté en tono risueño a lo que ella respondió con una carcajada.
La oí entrar al baño y para cuando regresaba al salón yo, estudiadamente, me encaminaba a la cocina tropezando con ella.
Nuestros cuerpos chocaron y la tomé de los brazos “perdona, intenta no caerte, que golpe más tonto” dije yo sin soltarla
“Tonto pero placentero” dijo ella sin mirarme.
En esto di el paso, sujeta como la tenía de los brazos la atraje a mí buscando su boca, se resistió un poco pero enseguida estaba comiéndome sus labios, sus rechazos iniciales pasaron al estado de abandono lo que aproveché para abrazarla por la cintura y pegarla totalmente a mi cuerpo.
A estas alturas ya nuestras lenguas luchaban salvajemente, mis manos bajaron a esas nalgas soñadas y ella se abrazaba a mi cuello buscando más intensidad en el beso.
“Que necesitada de cariño y amor está” me dije “bueno y de sexo parece que también” me repetí a mí mismo.
Ahora nuestras acciones eran salvajes y llenas de pasión, sin separar nuestras bocas, nuestras manos desvestían el cuerpo del otro mientras nos encaminábamos hacia mi dormitorio.
Una vez allí y ya teniéndola totalmente desnuda, al ver su cuerpo reflejado en el espejo, su espalda, su culo, me volví loco. La lancé sobre la cama y me puse sobre su cuerpo, aprisionándolo y dirigiendo yo el encuentro.
Besaba y lamía su cuello, mordía sus hombros y ella se retorcía bajo mis caricias. Cuando llegué a sus pezones los encontré duros como piedras. Mi lengua y mis mordidas hicieron que casi gritara de placer.
“cuanta hambre atrasada tiene esta delicia de mujer” pensé para mí.
Su vientre recibió la caricia de mi lengua y, cuando separé al máximo sus muslos, me topé con uno de los coños más bellos y definidos que he visto. Sus labios externos jugosos y gruesos ya mojados con los flujos que emanaban. Mi lengua entró en contacto con su clítoris en el momento en que ella explotó en un fuerte orgasmo. No me amilané, seguí lamiendo y chupando hasta su segundo orgasmo.
A estas alturas Ana era toda pasión, sus movimientos salvajes buscando más placer, más intensidad en cada contacto.
Sus manos acariciando fuerte y salvajemente mi pene, tirando de él para ella, para su cuerpo en una petición callada de penetración.
De un solo movimiento, muy lento pero continuo, la penetré hasta el fondo. El contacto de la punta de mi poya en su pared final vaginal la hizo estallar en un nuevo orgasmo que, a medida que se retiraba, me dio pie a incrementar el ritmo de mis acometidas machacando una y otra vez el fondo de ese coño hambriento que estalló en otro orgasmo.
Ella rendida, sudorosa y agitada, respiración entre cortada tras sus orgasmos. Yo con las ideas muy claras de lo que quería.
Desmadejada como estaba la giré para colocarla boca abajo, lamiendo su espalda, besándola, hasta llegar a sus nalgas que lamí y mordí ante su dejadez.
Tirando de sus caderas la coloqué en cuatro y…que imagen, bellísima.
Con mi poya jugué largo rato en la entrada de su coño, enervándola nuevamente, viendo cómo se agitaba. Empecé a follarla para incrementar su calentura y lubricar más mi poya. Cuando lo consideré justo, saqué mi poya de su coño para apoyarla en su ano. Su resistencia inicial me dio a entender que hacía tiempo que nadie pasaba por allí, pero no me desanimé, a estas alturas su calentura (y la mía) era tal que no había marcha atrás.
La penetré, empecé a follarla por el culo, aquel culo que me hizo soñar esta mañana, este culo maravilloso que se tragaba mi poya por entero mientras se abría para mí, este culo sediento y ansioso que daba y provocaba otro orgasmo a su dueña, este culo donde yo ahora me corría con fuerza, abundantemente, queriendo que mi leche llenara los intestinos de mi vecina.
Rendidos tras este coito, nos abrazamos y nos besamos mientras le decía “Aquí estoy cuando quieras, desde ahora todo tu placer te lo daré yo. Quiero seguir follándote cada día”
Ella, en ese instante se incorporó en la cama
“No puede ser, estoy casada, si se entera te mata y me mata… he de irme”
En ese momento la sujeté y mi mano viajó hasta su coño empapado, un escalofrío recorrió su cuerpo mientras mis dedos volvían a calentarla
“¿De verdad vas a dejar escapar esto? ¿No lo quieres? Sé que lo necesitas tanto como yo y ahora no podrás negármelo”
Mientras sentenciaba esto ella volvía a correrse en mis manos, con mis dedos.
Acalorada comenzó a vestirse, a lo tonto ya era bien entrada la madrugada.
Ana, si te vas ahora nada pasará, pero esto no se repetirá más, si te quedas…piénsatelo, tendremos esto cada vez que queramos. Tu marido no ha de enterarse, es nuestro secreto, nuestra válvula privada. Tú seguirás haciendo tu vida, yo la mía…pero esto será de los dos…
El silencio se hizo en la habitación, ella respiró muy profundamente, se giró para besarme con pasión y me dijo..
“Él sale de trabajar a las 10 de la mañana y aún me tienes caliente. Esto es lo que necesito, lo que quiero cuando él no esté, me gusta nuestro nuevo secreto”
Lógicamente y para no despistarnos…puse el despertador a las 9:30.