Mi vecina Celeste

Historia de como comencé a ser cachudo a un vecino, con su propia mujer

MI VECINA CELESTE

(Dedicado a aquellas mujeres amantes de lo prohibido)

Hola como están el relato que les voy a contar es una experiencia sexual, que me pasó con una vecina casada desde el 2017 y quien, hasta el día de hoy, es mi mujer a escondidas. Si quieren saber algo, no nos arrepentimos los dos de esta historia, porque los disfrutamos.

Permítanme presentarme. Me llamo John y soy de Lima. Dado el año presentado, por ese entonces yo tenía 30 años y físicamente no soy un pata mal parecido, ya que soy un tipo de tez clara, un cuerpo bien trabajado (me ha gustado los deportes físicos desde muchacho), mido 1.68 y de pinga (polla, guevo, verga, en otros países) me consideró normal (18 cm, venosa, y cabezona, todas las mujeres que lo han probado, han quedado satisfechas no solo por su forma, sino que se dice que cuando el hombre sabe usar lo que tiene, el tamaño no interesa)

De mi vida personal les puedo contar que siempre me he ganado la vida, haciendo muchas cosas (pintor, albañil, vendedor, electricista, chofer, etc.) No es que tenga nada contra la vida universitaria y los profesionales, pero siempre he sido de la filosofía que mientras estén lucidos tus manos y cerebro, cualquier trabajo es bueno.

Vamos a la historia. Por la zona donde resido, viven una pareja de esposos a las cuales siempre iba a hacer arreglos en su casa, ante cualquier desperfecto. Entre mis constantes idas y vueltas, allí conocí a Celeste, la señora de la casa. Hablar de ella, les hablo de un mujerón, (32 años, casi mi tamaño, trigueña clara, ojos negros, cabello largo negro, bien delgada, piernas bien trabajadas, unos ricos pechos, un señor culo, pero lo más excitante, una panochita muy notoria). De su marido, puedo decir que es un “INUTIL” tanto en actividades y en la cama (como ella me confesaría después). En fin, no hablo de este pata.

Desde que la vi, me quedé prendido y sobretodo empecé a alucinar con ella, cuando iba a su casa, siempre me ponía ropas apretadas, para marcarle mi cuerpazo que me manejaba. En varias ocasiones me daba cuenta que cuando trabajaba, ella me quedaba mirando muy sexi, y yo le devolvía la mirada con algo de provocación, como diciendo “ QUE ESPERAMOS ”. En una ocasión cuando fui a arreglar su ducha, me quité el polo y vi como ella no me quitaba los ojos de encima y también comenzó a caminar muy sexi, moviendo ese rico culito muy coquetamente. Terminé mi chamba y me fui corriendo a mi casa y me hice una paja pensando que me tiraba ese culito ajeno.

Pasó dos semanas desde que la vi y una mañana (era martes), me llamó ella diciéndome que su llave de la cocina de gas no funcionaba y me preguntó si sabía arreglarlo. Yo sabía que su marido no estaba y que su hija estaba en el colegio, así que le dije que iría a arreglar el problema. Me puse un short blanco bien apretado (que me marcase las bolas y el paquete) y un polo negro apretado. Fui a la casa y ella estaba con una falda de tela y con un polo naranja sin mangas (esos escotados). Me hiso pasar y me llevó a la cocina, mientras caminaba, movía su culito muy sexy y mi pinga, ya se estaba alocando. Entré y miré que el problema en sí no era grave (solo apretar un poco de la llave y listo), pero me callé y pregunté por qué su esposo no podía arreglarlo y ella muy coqueta me dijo que él estaba trabajando y su hija en la escuela y que le urgía cocinar el almuerzo. (Como repito estaba sola y a mi disposición la vecinita)

Comencé mi “ supuesta chamba ” y le pregunté si tenía una llave de cocina de repuesto, me dijo que sí, pero que estaba en lo alto de unos estantes de la cocina. Me dijo que iría por una silla ya que no alcanzaba, pero le comenté que la ayudaría, que solo se subiese en mis hombros y alcanzaría. Ella aceptó sin pensarlo y al momento de cargarla, toqué sus piernas y levanté mi mirada y estaba su conchita frente a mis ojos y olía muy rico. Yo ya estaba arrechado y ella se dio cuenta y me dijo para moverme un poco, al hacerlo, fue allí donde le agarré una nalga, diciéndole que se iba a caer. Bajó y no me dijo nada, yo disimulé mi erección (pero se ganó, solo que se hiso la tonta)

Diez minutos después terminé y le dije que ya estaba todo bien. Me preguntó cuánto era mi servicio y le dije 25 soles. Me respondió diciéndome que no tenía esa cantidad y que volviese en la tarde, yo me hice de negar y le respondí que dejé de ir a una chamba donde me iban a pagar un poco más, solo por venir a ayudarle. Insistió de una forma cariñosa, tocándome un poco las manos y subiéndose a mis bíceps (yo deje que siga con ese coqueteo) y le dije “ DEAME LO QUE TENGA ”.

De pronto ella fue, cerró la puerta de la cocina y se sacó el polo (no tenía sostén) y me enseñó sus tetitas blancas y gorditas. Yo me quedé huevón, y ella respondió que no me hiciera el zonzo y que empezara a cobrarme por el trabajito. Me acerqué y comencé a pasarle mi lengua por esos pechitos y a morderlos, ella solo decía

  • Ohhhh Ohhhh, sigue, así por favor

Y yo a pasar más saliva y diente. De pronto ella me sacó el polo y vio mis brazos y mi pectoral y se lanzó a lamerlos (estaba arrechada mi vecinita) luego nos estampamos un beso con lengua y todo. Lo bueno recién comenzaba.

Comencé a pasar mis dedos de manera seductora, por entre los labios de su vulva, con la certeza, de que yo tenía sus ojos bien clavados en su conchita. Yo estaba más que segura que ella que le dije: Celeste tienes una conchita muy rica, que provoca mamarla todo el día.

A ella no le quedó duda alguna, de que sin salir a buscarlo, había encontrado quien no solo arreglase la llave de su cocina, sino también que apagase el fuego que sentía entre sus piernas. Yo actuando de la manera más puta y seductora que pude, le respondí.

_ Si tú me lo permites aquí mismo te hago feliz y no te cobro nada de la chamba.

Por un segundo se quedó ella pensando que hacer, y lo único que se le ocurrió, fue abrir más sus piernas, asegurándose que mi boca quedase al alcance de mi boca. De inmediato sentí sus primeros chorros, mojando mi cara, mi boca y lengua, para luego ambas entrar en pleno contacto con la piel de su vulva. Mis brazos sujetaron sus piernas. Luego ella comenzó apretar toda su vagina contra mi cara, y a medida que comencé a lamer, chupar, y mordisquear divinamente su vulva, me habría más las piernas.

La levanté en brazos y la coloqué sobré el cerámico de la cocina, arranquè su faldita y le bajé su calzoncito amarillo viéndola por completa aquella conchita muy grande y carnosita. Comencé a chupársela con mucha pasión, mientras no dejaba de gritar.

_ “VAMOS” “ASÍ”

Y le metí un dedo en el culito para estimularlo, fue entonces cuando le dije que su conchita era la “MÁS GRANDE Y RICA QUE HABÍA COMIDO” y lo más delicioso, estaba rasuradita.

Se puso de pie y me bajó el short con todo y trusa y se lanzó a mamar mi pinga (verga, polla en otros países) la chupaba muy lentamente, primero la cabeza, luego el tronco hasta llegar a las bolas, subía y bajaba esa lengua y le hundí en toda la garganta hasta que me dijo que no, pero insistí y ella continúo, me comentó que después de tiempo mamaba una pinga y eso me excito más. Luego comencé a darle de pingazos en la cara, sus cachetes y sus ojos. Nos besamos, la volví a subir al cerámico y comencé otra vez a chuparle esa conchita, y ella en desquité hundió mi cara en su panocha (pero yo seguí lamiendo como nunca)

Le quité la falda y comencé a restregar mi pene en su vulva, me preguntó si tenía condón y le dije que no, entonces se la metí y luego la saqué, para volver a hacer lo mismo por otras tres veces. Ella me decía

_ ¡VAMOS MÉTEMELA DE UNA VEZ!

Y yo se clavé de un golpe en medio de un gemido de ella. Comencé a penetrarla primero suave y luego con fuerza, mi vecinita gritaba, pero yo seguía dándole más duro. Después de unos minutos, quité el mantel de la mesa y la coloqué en el piso, Celeste se echó espalda abajo y yo me eché encima de ella y la penetré en pose de misionero (mi favorita), mientras nos besábamos con labios, mordidas y jugueteo de lengua. Luego se puso en forma de perrito, le lamí el coñito, un poco de saliva y a penetrar esa conchita rica, en medio de gemidos y palabras como

_ ¡VAMOS PAPI, ¡RICO, SIGUE!  Seguimos otro ratito y luego nos colocamos en pose de 69, yo a chupar ese ardido coñito y ella a lamer mi verga que necesitaba boca.

De inmediato agarro mi grueso y venoso miembro dirigiéndolo directamente a su boca por completo. Su saliva así como el flujo de su vagina, permitieron que mi verga se deslizase suave felizmente dentro de toda su boca y llegó el momento de penetrarla. El placer que volví a sentir fue descomunal, además no podía creer que en el medio de su propia cocina, le estuviera siendo infiel a su marido.

Me tomó el tiempo necesario. Al principio sentí como deliciosamente mi pene fue penetrando, sin prisa, despacio, sintiendo otra vez la calidez de esa rica panochita. Celeste me abrazaba y me mordías los labios como una poseída.

A medida que la fui penetrando, y debido a lo súper excitada y caliente que se encontraba, no tan solo gemía de emoción, sino que gritaba, reía y hasta lloraba, pero de placer, mientras que continuaba sintiendo divinamente como entraba y salía toda mi verga dentro de tan sabrosa conchita, una y otra vez.

Perdimos la noción del tiempo, lo único que deseaba era poder seguir continuando teniendo sexo, con ella. Yo me mantenía en pie como hacía mucho tiempo no lo hacía, restregando todo mi pene contra su cuerpo, buscando sentirlo más y más adentro de ella. Mientras que mi repentina amante, me sujetaba con fuerza entre mis brazos.

No fue hasta que le  propuse cambiar de posición, que volví a darme cuenta de que ambos estábamos sudando y completamente desnudos, mirando a la puerta de la cocina y el morbo de que alguien nos mirase, se hacìa cada vez más notorio

Ella a los pocos segundos nuevamente gritaba de placer y felicidad, a medida que la iba penetrando de perrito, continuaba acariciando con mis manos, sus tetas, nalgas, e introduciéndole mis dedos dentro de ese culito tan delicioso, que al tiempo, mi verga no dejaba de entrar y salir de esa panochita. En varias ocasiones a medida que continuaba enterrándole divinamente mi verga, le dije que tenía un hermoso culito, y que deseaba enterrarle mi pinga en èl, al tiempo que con mis dedos fue dilatando su esfínter.

Me comentó que con Pablo su esposo, casi nunca le había penetrado por el culo. Y cuando me dijo que solo lo hacía por borracho, le comenté

_ ¿¿Y te gustaría que te folle el culito ahora??

Quizás por lo morbosa de la situación, le apreté mucho más mi cuerpo contra el suyo, y les juro que pude sentir el caliente chorro de sus jugos inundando todo mi pene por dentro. Por un buen y largo rato ambos no dejamos de movernos, yo buscando sentir más y más mi dura verga dentro de ella, y él enterrarla con mucha mayor fuerza, hasta que los dos quedamos completamente agotados sobre el filo de la cocina.

Me puse de pie y tomé un poco de aceite de cocina y le comencé a untar en su culito. Ella me dijo que casi nadie le había dado por allí y le dije que su marido era un idiota por no disfrutar semejante mujerón. Le unté un dedo ella gritaba, luego otro, pasé aceite en mi punta se la coloqué y adentro, Celeste solo gritaba y yo me movía como un loco, dándole de nalgadas. Luego puse un pie en la cocina y seguí perforando ese anito (se había acostumbrado a mi pinga). Luego me eché de nuevo al mantel y le dije que se siente encima, lo hiso y comencé a moverme como caballo y ella como jinete loco. Finalmente me puse de pie, la coloqué de rodillas, comencé a pajearme (se quiso salir, pero no la dejé) hasta que boté mi leche sobre su cara, también yo dando mis gritos de placer.

Ella chupaba, y relamía toda mi verga, con su boca, labios, lengua y hasta con sus dientes.

Ella se levantó y fue a lavarse. Luego vino y me dijo si aún le debía lo de la cocina y le contesté que no, mientras le acariciaba de nuevo ese culito, que ya no y que cualquier cosa que necesite, ya sabe cómo me iba a pagar. Ella sonrió, saco una cerveza en lata y me la dio y en ese momento sonó su celular, era su esposo y ella le contó lo de la cocina y que no me encontró y que almorzaría fuera. Yo me acerqué la abracé y comencé a pasarle mi pinga sobre su potito mientras hablaba, colgó, me vestí y salí, dándole un beso de agradecimiento (pero antes le di un nuevo número para que nadie sospeche y que solo sería nuestro secreto) Volví a mi casa y esa noche volví a hacerme una paja, pensando en la rica cogida con mi vecina.

Y así comencé una aventura con Celeste, y hay otros relatos, pero eso contaré más adelante.