Mi vecina
Aún me acuerdo de ella
En cierta ocasión, desplazado por razones de trabajo, me tocó una vecina ya madura, pero que estaba muy, pero que muy jamona. Siempre vestía ropa sugerente y mucho cuero negro, e iba exageradamente maquillada A menudo nos cruzábamos por la calle, en el super market, en el portal de la casa donde vivíamos, y siempre le clavaba la mirada, descaradamente, primero en los ojos de pestañas afiladas, luego en las tetas en punta y finalmente en su espectacular culo. Me tenía loco por echarla un polvo, o dos, y ella lo sabía. Más de una vez le había piropeado:
- ¡Vaya, vaya con mi vecina! ¡Menudo cacho de vecina tengo! – y nunca me había contestado.
Una tarde que volvía del trabajo coincidimos en el ascensor, cruzamos cómplices miradas y finalmente se lanzó, comentádome que tenía un problemilla en su pc. Sin pensámelo dos veces, le ofrecí “mis servicios” para solucionarlo, y luego “si nos gustábamos”…
Sin dudarlo mucho, me invitó a subir a su piso, depués de un rato, de que dejásemos los bártulos y nos pusiésemos más “cómodos”, por si tardaba en arreglar el “pc”. Haciendo tiempo, aproveché para hacerme una paja y luego ducharme, y así subir más mentalizado de lo que casi estaba seguro iba a ocurrir, o no.
Sin hacer ruido subí las escaleras y, decidido, llamé al timbre. Cuando abrió la puerta me quedé embobado contemplándola, llevaba puesto una falda de látex negro muy corta y ceñida, medias de malla roja, y una camisa, tanbién negra casi transparente que dejaba entrever sus impresionantes mamas.
Nada más entrar, me obsequió con un húmedo beso en la mejilla, justo en la comisura de los labios. Esto volvió a ponerme tan burro que al unísono de la puerta al cerrar, ensortijando mis dedos en su cabello rizado y rubio, asiendo su cabeza firmemente, la morreé babosamente, haciendo que nuestras lenguas se entrelazaran viscosas como dos víboras presas.
Abrazada a mi, me amasó el culo y frotó el paquete duro contra su pubis. Yo la respondí agarrando con una mano sus nalgas, con la otra subiendo su falda, luego metiéndola hábil por dentro de su braga, hundiendo mis dedos en su carnoso y súper mojado coño.
A empellones, chocando contra algún que otro mueble, fuimos hasta su habitación donde me tumbó sobre la cama, quitó los zapatos, tiró del pantalón, bajó el slip y cogió con fuerza mi polla, agarrando y apretando los huevos.
- ¡Hosti puta! – me dejo solo rezar.
Luego, con su lengua húmeda, recorrió mi tranca milímetro a milímetro, para después metérsela toda hasta las amígdalas. Sentirla resbalar entre los labios prietos, de dentro afuera, y el chocar contra su campanilla hizo que el capullo se me pusiese duro y amoratado, a punto de reventar.
Entonces, con increíble desparpajo se quitó la medias, me lanzó las bragas a la cara y se subió a horcajadas en mi. Yo le desabroché los últimos botones de la camisa y besé las tetas, lamí sus enormes aureolas y mordí sus pezones tiesos como piñones. Ansiosa, tomó mi pene y lo introdujo en su vagina encharcada y comenzó a cabalgarme como loca. Yo, con las manos clavadas en sus enormes cachetes, la apreté con fuerza y clavé mis dedos trasmitiéndole la excitación que me desbordaba. En un momento dado, como intuyéndolo, me dijo que no me corriera aún, dentro, a lo que, en estado de éxtasis total, le respondí como pude, que lo intentaría, que la avisaría justo cuando estuviera por venirme.
Y me siguió follando sin tregua, gimiendo y retorciéndose de placer. Parecía que se corría una y otra vez, me chorreó todo. De pronto sentí el fuego llegar a la punta de mi rabo y le dije que ya, que ya iba a correrme, pero de inmediato, ella me retiró de su sexo y agarrándomela con fuerza extrema lo impidió.
- ¡Joder, qué flash! - balbuceé.
Flipado me quedé cuando saltó de la cama, entró en el baño y, después de echarse una escandalosa meada, regresó ajustándose a la cintura una braga arnés de polla “aria” y tamaño “afro”, ya lubricada.
- Te gusta cómo me queda, estás listo para arreglar mi “pc”? - me dijo.
Yo, con los ojos desorbitados y cara de gilipollas, solo le pude responder:
- ¡Vamos a probarlo!
Como pude levanté las piernas que ella dispuso decididamente sobre sus hombros. Luego, con la mirada perdida en el techo, la escuché escupir e inmediatamente sentí el certero disparo en mi ano, que se contrajo, no por mucho tiempo, ya que de seguido empezó a taladrarme rítmicamente, primero despacio, luego mas fuerte hasta que cedió mi anillo e hincó hasta lo más profundo de mis entrañas toda “su” tranca.
¡Ahhh, qué dolor! ¡Qué guuusto, zorra! - le exclamé
¿Verdad que te gusta? ¡Siii, si que te gusta, siii! - me insistía.
¡Me cooorro! ¡Más, dame más, empuja más fuerte! - le supliqué.
¡Si, asíii, córrete, cóoorrete cabrón! ¡Riéeeegame toda! – me pidió
Y así fue que la eyaculé toda, llegándole mi leche hasta las tetas y hasta su boca alguna gota.
Después de esta, seguímos viéndonos, me daba mucho morbo practicar sexo técnico, salvaje y depravado con ella. La historia acabó cuando me mudé de finca, de barrio y de ciudad. Pero aún me acuerdo de ella cuando me masturbo, follo, o me follan.