Mi vecina - 5 -

Julián y Lucía se conocen. La relación comienza tensa, condicionada por la historia de Mónica y termina explotando

  • 5 -

  • Me llamo Lucía. Soy la tía de Mónica. Me ha dicho que usted es un amigo muy importante para ella.

Estábamos sentados en el salón. Yo trataba de mostrarme digno a pesar de los gastados pantalones de deporte, mi camisa raida de estar en casa y mi barba de dos días. Ella se sentaba en el sillón, bellísima con su pelo rojo en bucles y sus ojos verdes, algo pálida y ojerosa pero sonriendo con una mueca como diciendo "no sabes la que te espera"

. Parecía que en vez de estar en mi casa estuviésemos en la suya porque se había hecho dueña de la situación en un par de segundos.

  • Somos amigos. En el poco tiempo que nos conocemos nos hemos hecho bastante cercanos

  • Cercanos... - Repitió la palabra como calibrando la profundidad de su significado exacto - Me he informado un poco sobre usted. Escribe artículos en un par de diarios y ha publicado algunas noveluchas

Para mi sorpresa sacó uno de mis libros, en edición de bolsillo. "

Viaje a ninguna parte"

no se había vendido muy bien porque era bastante malo, si tengo que ser sincero. Lo escribí recién terminada la carrera de filología y creía que podía revolucionar la literatura con una fumada onírica e insustancial y un protagonista descerebrado que evidentemente era yo mismo.

  • Esa no es la mejor de mis obras, lo reconozco

  • No cabe duda, es horrorosa. Se ha divorciado hace poco, su mujer le ha sacado todo lo que ha podido.

Problemas de ser una figura pública. No soy lo que se dice famoso pero si me buscas en wikipedia me encuentras y en páginas de cotilleos seguro que alguien ha comentado sobre mi divorcio y la zorra de mi mujer.

  • Sin embargo yo no sé nada de usted, tal vez debería darme más información porque no entiendo nada. Parece que tiene algo en contra de mi y me gustaría conocerla mejor.

  • Me parece justo. Soy abogada. Volví hace seis años de Francia, donde vivía hasta que me quedé viuda – Ahora comprendía el acento extranjero – Mónica me necesitaba y nos establecimos aquí, en Vetusta, donde hemos estado un poco apartadas de todo. Por motivos personales he estado un tiempo fuera de la ciudad y descubro que mi sobrina tiene un gran "

amigo cercano"

. Comprenderá que tengo como mínimo curiosidad.

  • Siento lo de su marido. Imagino que nos veremos de vez en cuando, ya que vamos a ser vecinos Conocía la casa de Mónica. ¿Vivían juntas? Allí solo había una cama de matrimonio.

  • Mi marido es un bello pasado. Gracias. ¿Se ha acostado con Mónica?

  • Eso no le interesa. ¿Porqué no le pregunta a Mónica si tanto interés tiene?

  • Entonces es que sí. ¿No le parece mal aprovecharse de una jovencita?

  • Que yo sepa Mónica es mayor de edad y lo que hagamos queda en el ámbito personal. Pero aunque no es de su incumbencia le diré que no nos hemos acostado como tal.

  • ¿Qué significa eso?

  • Significa que nos tenemos mucho cariño. Que hemos compartido momentos muy íntimos pero que no hemos tenido sexo completo – Me indigné - ¡Dios! Me está obligando a ser muy explícito y es muy desagradable. Hemos tenido sexo oral y nos hemos masturbado el uno al otro.

Me miraba como si fuese una cucaracha. Yo estaba terriblemente avergonzado, no soy bueno en las discusiones. Me sentía como si estuviese de nuevo hablando con Amparo. Lucía, no me cabía duda, tenía mucha influencia sobre Mónica y no quería que se metiese en medio. Tenía que hacerle comprender que no me había aprovechado de su sobrina, de algún modo tenía que hacer que me permitiese seguir la relación que tenía con Mónica porque intuía que si ella se lo pedía, Mónica se mantendría alejada de mi. El lector debe recordar que me estaba empezando a enamorar.

  • Debe ser cierto. Mónica me ha dicho lo mismo, aunque a su manera. Dice que siempre ha empezado ella con los besos, menos el primer día, que le abrazó usted primero.

  • Es cierto. El primer día la abracé sin ella decirme siquiera su nombre.

  • ¿Puedo saber porqué?

  • Mire, toda esta situación es muy violenta, no sé si debo sincerarme con usted. A fin de cuentas soy una figura pública aunque no sea realmente famoso. Voy a darle un voto de confianza. El proceso de divorcio con mi mujer ha sido muy duro, mi hijo no me quiere ver porque mi ex esposa ha malmetido todo lo que ha podido. Yo siempre me mantuve algo lejano con el chico, sumido en mis libros. Pienso que le di muy poco cariño y cuando vi a Mónica me pareció una muñequita desvalida. Sentí ganas de protegerla y de un modo instintivo la abracé para hacerla sentir bien. Era como si se me hubiese presentado una nueva oportunidad de cuidar de alguien. La abracé porque sentí que no le había trasmitido cariño a mi hijo y necesitaba redimirme de algún modo. Mónica me hace mucho bien, cuidarla me hace sentir bien.

  • ¿La abrazó? ¿Así sin más? ¿Nada más abrir la puerta?

  • Necesitaba cuidar de alguien y creo que Mónica tiene una necesidad terrible de cariño.

Lucía me miró como una pantera a punto de saltar, pero por algún motivo se detuvo.

  • No sé porqué pero le creo – Suspiró – Voy a considerar que no se ha tratado de aprovechar de Mónica – Se relajó visiblemente y sonrió iluminando el cuarto – Bueno, pues me retiro. Siento haberle molestado. Como usted dice nos veremos, probablemente. Esto ha sido desagradable y espero que se quede en el pasado y lo olvidemos. Lo siento.

  • Hagamos algo más que dejarlo en el pasado. Convirtamoslo en un futuro agradable. Ya le digo que soy muy amigo de Mónica y muchas veces comemos juntos. Déjenme que les agasaje y comamos los tres este sábado.

  • De ninguna manera. No le voy a permitir que nos invite. Baje usted a nuestra casa y le enseñaré mi destreza en la cocina.

  • Creo que si queremos tener una relación normal de vecinos es mejor que nos tratemos de tú

  • Cierto. Bueno, ¿bajarás el sábado a las dos?

  • Vale

Iba a tratar de decir algo más, tal vez invitarle a tomar algo para retenerla. Sé que ella se sentía algo incómoda porque mi mirada la estaba devorando, pero me interrumpió.

  • Una última cosa. Aunque ella te lo pida, no te la lleves a la cama. Tienes razón, Mónica tiene un problema de afecto. Viene de cuando era una adolescente. Su padre... no la trató como debía, abusaba de ella y le decía que era porque le tenía cariño. Ella identifica el sexo con el cariño, no consigue distinguir una cosa de otra. Cuando me divorcié y volví a España, terminé metiendo en la cárcel a mi hermano por lo que le hacía a Mónica. A él y a mi cuñada, que lo permitía. Lo ha pasado muy mal y ahora por fin parece que se recupera. No quiero que por un error iniciéis una relación y le hagas daño.

La noticia me impactó como una bomba. El hijo de puta de su padre había abusado de ella, no me extrañaba que tuviese problemas para reconocer un afecto normal del deseo sexual.

  • Gracias

  • ¿Gracias por qué?

  • Por meterle en la cárcel porque si le tengo delante mataría a ese hombre a golpes – Apreté los dientes con rabia - ¿Cómo puede nadie hacer algo así a un ángel como Mónica?

  • Gracias a ti – Me sorprendió ella – Por llamarla ángel e indignarte. Eso que has dicho hace que confíe más en ti, tu indignación parece sincera - Iba a decir algo más, probablemente alguna burrada como que le habría torturado o algo así pero llamaron a la puerta.

Cuando fui a abrir Mónica me saltó al cuello. Nos abrazamos delante de Lucía. Normalmente, cuando estábamos en público Mónica se cortaba mucho. Los abrazos eran menos efusivos y duraban mucho menos y por supuesto no había sobeteos por ningún lado. Para mi sorpresa me besó acariciando mi lengua con la suya. Un beso corto para los que solía dar, unos cinco segundos, pero dada la situación me calenté rápido, nunca nos habíamos comportado así con público. Mónica lo notó, rió un poco, apretandose más de lo necesario durante un último segundo, provocando a Lucía y luego me soltó. Para mi más absoluto pasmo luego abrazó a Lucía y poniéndose de puntillas juntaron sus bocas. Tampoco se besaron mucho tiempo, si es que otros cinco largos segundos puede considerarse poco tiempo para un beso. Cuando terminaron Lucía jadeaba algo y... ¿Estaba Mónica retirando la mano de la entrepierna de su tía? ¡Le había estado acariciando sin vergüenza delante mío!

Lucía enrojeció violentamente cuando se dio cuenta de mi mirada lasciva.

- Mira por donde - Pensé Me echa la bronca, que si me aprovecho de ella y resulta que la digna abogada también se frota y se besa con ella.

Quería dejar las cosas tranquilas así que no dije nada pero anoté lo que había visto para poder defenderme en el futuro si se se le ocurría reprocharme algo.

Los días pasaban lentos a pesar de que para el sábado no faltaba nada. Me preparé porque quería caerle bien a Lucía. Me adecenté lo mejor que pude, bien afeitado y limpito. Ropa cara y elegante sin pasarse y una buena bebida para regalar a los anfitriones y beber con la cena. Como no sabía si iba a ser carne o pescado compré vino tinto y blanco.

Me recibieron alegres. Mónica era muy guapa pero Lucía era muy sensual. ¿Se pondría Mónica celosa si trataba de conquistarla? Tenía que ir con cuidado.

Fue una velada muy agradable. Mónica se comportó bien, conteniendo su efusividad al mínimo. Probablemente Lucía le había aleccionado sobre ello. La cena se alargó y hablamos de lo humano y lo divino. A Lucía le gustaban mucho las películas antiguas, tema en el que no se puede decir que sea experto. Me convenció para tener un fin de semana una maratón de películas y palomitas. Bebimos primero el vino tinto y luego poco a poco fue cayendo el blanco, lo que no es nada aconsejable porque a Mónica le sentó mal y se fue pronto a dormir. Antes de despedirse me abrazó una vez más a modo de saludo y para mi más absoluta sorpresa me dio un beso largo y lascivo ante la mirada impasible de Lucía. Nuestras lenguas se mezclaron traviesas. Yo quería por un lado terminar aquello, por otro seguirlo porque me estaba gustando exhibirme ante Lucía y por otro no propasarme para no parecer un cerdo. Cerré los ojos, no suelo abrirlos mientras me besan y cuando terminé de hacerlo vi que Lucía tenía el rostro colorado, como si estuviese excitada y al mismo tiempo una cara de enfado contenido.

Entonces Mónica se despidió de su tía del mismo modo. Un larguísimo beso delante mío en el que se adivinaban las lenguas bailando una con la otra. Verlo fue una de las cosas más eróticas que he visto en mi vida y mi pene no pudo evitar alzarse. Dos bellas mujeres se estaban comiendo la boca lascivamente en mi presencia. Lo que quería hacer en aquel momento era juntarme, abrazarlas a las dos y unirme a las caricias. Lucía se resistía débilmente y cuando el beso terminó estaba sin respiración, todavía más avergonzada que antes.

Mónica iba a marcharse ya a dormir pero se había olvidado algo, corriendo traviesa se me acercó y poniéndose de puntillas me dijo algo al oído.

  • A por ella – Y sonriendo se fue hacia el cuarto dando saltitos, como una niña traviesa.

Nos sentamos en el sofá y seguimos hablando, tratando de obviar lo que había pasado apenas unos segundos antes. Me sentía tan cómodo con Lucía que el tiempo fue pasando y nos asaltó la madrugada. Poco a poco el sueño fue venciendo a Lucía. Me di cuenta de que estaba hablando con ella dormida a mi lado. Estaba guapísima. Aparté un mechón de sus cabellos rojos y sin querer acaricié su cuello y detrás de su oreja. No quería que se despertase con frío pero no me atrevía a llevarla a la cama, así que cogí mi chaqueta y se la puse a modo de manta. No pude aguantarme, la besé en la mejilla, apagué las luces del salón y me disponía a irme cuando medio dormida se levantó y me acompañó hasta la puerta, devolviendome la chaqueta.

  • Muchas gracias por una velada maravillosa – Me dijo – Y con toda naturalidad me la puso sobre los hombros y me atrajo hasta que nuestros rostros quedaron cerca, muy cerca. Nos besamos. Un beso sincero, cariñoso al principio pero luego fue cogiendo calor y abrimos los labios. Nuestras lenguas se juntaron y mis manos fueron deslizándose al sur, camino de curvas sinuosas. Una palmada cariñosa me hizo apartar la mano.

  • Es muy pronto para eso – me dijo – pero no somos críos y no te digo que en un futuro cercano no pueda pasar. Hoy no. Conozcámonos mejor, ¿te parece?

  • Por supuesto – Reculé – Entonces, ¿en que estado está lo nuestro?

  • De momento es un "te tengo mucho cariño"

  • ¿Como a Mónica?

No le sentó bien la ironía

  • No. Como a Mónica no. Mis besos significan otra cosa. Mónica es Mónica. No nos confundas

Hice un gesto conciliador.

  • Vale, lo siento

  • Bien. Descansa

Se cerró la puerta. No sabía qué pensar. Aquel último beso había significado algo más, sin duda. Estaba desvelado. La madrugada no es momento de tomar algo ligero así que me serví un poco de vodka con hielo. Me senté en el sofá del salón a oscuras, a beber a tragos cortos tratando de organizar mis pensamientos. Deseaba a Lucía. ¿Debía haber seguido a pesar de la palmada? ¿Habría cedido Lucía? No quería que las cosas fuesen así y además estaba todo aquello con Mónica. ¿Podía acostarme con Lucía sin hacer daño a Mónica? ¿Qué había entre Mónica y yo?

Llamaron a la puerta. Estúpido de mi, algo borracho como estaba, no me imaginé lo raro que era que llamasen de madrugada al timbre. Abrí sin mirar. ¿Qué esperaba encontrar?

Era Lucía. Se había puesto una camisa de dormir larga que por poco le tapaba el pubis y si tuviese que adivinar apostaría que no llevaba ropa interior.

Se acercó y me besó, como solía hacer Mónica. Pronto nuestras lenguas se enredaron lascivas. Mis manos se deslizaron por su grupa hasta alcanzar el trasero sin recibir esta vez ninguna palmada. Amasé aquel tembloroso pedazo de carne mientras mi intimidad despertaba a marchas forzadas. Se apretó a mi ronroneando. Llevó sus labios a mi oreja y la lamió cariñosa.

  • Trátame bien. Hace años que no hago esto.

Como no puedo negarme a una petición razonable deslicé mi mano izquierda bajo su ropa hasta apretar el pecho izquierdo, arrancándole un satisfactorio gemido. Me convertí en un pulpo, menos su vulva mis manos fueron recorriendo todos los rincones de su anatomía

  • ¿No me vas a dar una palmada ahora?

  • Eso fue un error. Inseguridad de mujer.

Ella tampoco estaba ociosa. Sus manos desabrocharon mis pantalones y dejó que cayesen al suelo mostrando mi hombría, acariciándola suavemente al principio y acelerando su movimiento más tarde para aumentar su grosor y dureza.

  • Es cierto lo que dijo Mónica

  • ¿Qué?

  • Es muy bonita.

Se agachó y lamió con cariño el glande, deslizando los labios y pringandolo de saliva para después poco a poco empezar a engullirlo. Era un cálido y cariñoso refugio donde comencé a moverme. Nunca me ha gustado coger a una mujer de la cabeza y forzar el movimiento. Siempre me ha parecido una muestra de mal gusto pero de repente Lucía cogió mis manos y las colocó en su cabeza.

  • Marca el ritmo que más te guste, cariño.

Era el cielo. Lucía se adaptaba a mis indicaciones y sumisa se dejaba penetrar la boca, esforzándose en relajar la garganta cuando alcanzaba zonas profundas. Estaba a punto de correrme, ella sin duda lo notó. Me detuvo.

  • Llévame a tu cuarto.

Ella pensaba que íbamos a ir juntos pero la levanté y la llevé en brazos

  • Tonto, no te canses – me dijo - a ver si luego no me vas a rendir.

  • Es de noche, he bebido algo, pero te aseguro que voy a rendir.

Llegamos al cuarto, la luz de la luna se filtraba inundándolo de penumbra. Puse a Lucía en la cama, observando su figura escultural acariciada por reflejos plateados. Mostraba su pubis porque la camisa de dormir se había plegado un poco. Estaba depilada y resbaladiza. Su conejito reflejaba brillos por la humedad. Me agaché a adorarla con la boca y mezclé su humedad con mi saliva. Primero un lametazo tímido, después otro un poco más osado y al final terminé acompañando todo con la punta de la lengua entrando curiosa. Amargo y dulce se mezclaban en el sabor de su chochito que temblaba ante mis acometidas. Me acordé de devolver el favor y coloqué su mano en mi cabeza, dispuesto a dejarme dirigir. Al principio se limitaba a acariciarme el pelo en agradecimiento pero conforme se desbocaba fue urgiéndome a aumentar la fuerza del movimiento.

Se corrió en mi boca suavemente, regalándome una nueva dosis de néctar de mujer. Dejé que se recuperase mientras me recostaba a su lado, acaricié su cabeza admirando su rostro. Cogió mi mano y succionó el pulgar en un cálido y húmedo refugio. Mi polla daba saltitos. Abrió por fin los ojos encontrando los míos.

  • No podía imaginar que fueses tan buen amante

  • No puedes imaginar lo que me excitas

No dijo nada, tiró la camisa de dormir al suelo y la vi desnuda por primera vez, haciendo que perdiese la respiración. Se colocó sobre mi y con mimo fue empalándose. Al llegar al fondo me apretó el miembro. Contraía de algún modo su vagina en torno a mí, haciendome desfallecer.

Comenzó a moverse y poco a poco aumentamos el ritmo. Gemimos el uno en los labios del otro y cuando sintió que me iba se lo dije

  • Me corro

  • Por supuesto – dijo entre gemidos – Lléname cariño

Y por primera vez desde mucho tiempo atrás me abandoné olvidando todas mis preocupaciones porque sentí que estaba en brazos de la mujer de mi vida.

Me corrí muchísimo, llenándola, sintiendo el orgasmo que había crecido desde la raíz de mis testículos hasta exprimirse completamente, dejándome seco y agotado.

Ella no hizo amago de marcharse, se aniñó en mis brazos y yo cogí las sábanas y nos tapé antes de que se me fundiesen los plomos

  • Lucía... - Empecé a decir pero ella ya estaba dormida y yo casi me desmayé unos segundos después.