Mi último relato

Saldo aquí la cuenta que tengo conmigo mismo, y con algunos lectores, de dar una explicación de porqué un día deje de escribir relatos.

PROLOGO:

Como algunos ya sabréis, soy bisexual pero en mi camino se ha cruzado una mujer que ha conseguido que para mí no exista nadie más, ni hombre ni mujer y para el resto de mis días. La quiero como nunca he querido a nadie y no estoy dispuesto a compartirla con nadie de ningún modo y por supuesto a partir de ahora solo estoy dispuesto a entregarme a ella en cuerpo, alma y mente, y eso, incluye estos relatos. Amigos, esta es mi última historia y para mí la más apasionada.

Pero antes de despedirme definitivamente me gustaría agradeceros a todos los que me habéis leído y comentado y especialmente a los que me habéis escrito al correo, no siempre os he tratado como os merecéis debido a mi falta de tiempo pero gracias de todo corazón.

ASÍ VINO EL AMOR:

Todos dormían a esas horas de la mañana. Aquellos días en el monte los planteamos como días de deportes, habíamos establecido nuestro “campamento base” en una preciosa casa rural de madera en una zona de camping y desde allí pensábamos hacer varias rutas de senderismo por aquellos preciosos parajes naturales y, si nos era posible, también queríamos hacer descenso en piragua en el río que serpenteaba la montaña.

Los dos primeros días todo había ido según lo planeado, el primero hicimos la ruta de las cuevas, un paseo de más de cinco horas que discurría entre grutas, acantilados y senderos, fue algo espectacular a la par que demoledor. El segundo conseguimos, a través de una agencia local, hacer el piragüismo, una experiencia que francamente recomiendo a todo aquel que tenga oportunidad, pero el cansancio acumulado había silenciado los despertadores aquella mañana.

Yo no soy muy dormilón de manera que fui el primero en despertarme, algo que en este tipo de salidas suele pasar, mientras el resto de mis amigos seguían en los brazos de Morfeo. No quise hacer ruido preparándome el desayuno de manera que me fui al bar del camping, llegué a eso de las diez y media de la mañana. El establecimiento estaba desierto lo que propició una interesante charla con el camarero en la que, tras interesarse por lo que habíamos hecho ya, me dio algunas pautas sobre más cosas que podíamos hacer en los días que nos quedaban allí. De entre todo lo que me comentó hubo algo que me interesó especialmente para aquella mañana en la que, según todos los indicios, estaría solo.

Había una ruta que partía de las cercanías y siguiendo una vía de tren abandonada se adentraba en la montaña por las zonas más frondosas del paraje. Lo mejor de todo es que se podía hacer en bici y el camping poseía un servicio de alquiler, según me había comentado; sobre ruedas no se tardaba más de dos o tres horas en cubrir el recorrido completo a un ritmo tranquilo, -disfrutando de las vistas-, según sus propias palabras. Tras el generoso desayuno y la acertada información regresé a la choza para ponerme ropa de deporte.

Al entrar vi que había alguien en el baño, pero no le di importancia, supuse que quien fuera regresaría a la cama tras cumplir sus necesidades fisiológicas. Me puse unas mallas cortas deportivas y una camiseta sin mangas, una gorra y las zapatillas, todo muy fresco ya que Lorenzo parecía haberse despertado con fuerza. Al salir de la habitación me crucé con Marta que salía del lavabo. Llevaba el pelo suelto y alborotado y su cara reflejaba el poco tiempo que hacía que se había levantado, vestía una camiseta vieja a modo de camisón bajo la cual se le trasparentaban claramente sus braguitas negras, además la soltura de la camiseta marcaba claramente el contorno de sus pechos, unos pechos pequeños aunque bien formados.

A Marta la conocí hace ya algunos años a través de una amiga de la infancia. Desde que yo la conocí, siempre había tenido novio, con el cual llegó a vivir una temporada, creo que incluso con planes de boda, pero ya hacía unos meses que aquella relación se había roto y desde entonces no se le conoció ninguna otra pareja. No es una persona muy extrovertida aunque tiene un humor sutil y punzante que, a mí personalmente, me encanta. Es una mujer más bien bajita, un metro setenta como mucho, tiene melena rubia y lisa casi siempre recogida en una cola de caballo que le llega por debajo de los hombros, sus ojos son grandes y claros y su nariz quizás un poco desproporcionada pero nada exagerado, es bastante delgada y como ya he dicho sus pechos son más bien pequeñitos aunque bien redonditos, pero a ella siempre le habían acomplejado, nunca hacía toples aunque en el resto de nuestras amigas era algo habitual, creo que era la única de aquel circulo de amistad a la que nunca le había visto las tetas y eso, junto con el muy buen trasero que tiene, le daban un erotismo especial.

-¿Qué?, te vuelves a la cama ¿No? –

-¿Qué…? No se… -Aún, el sueño, no la dejaba razonar demasiado bien y su voz era algo ronca y pausada. -¿Qué plan hay para hoy…? ¿Dónde vas tú tan preparado?

-Pues sigue sin haber ningún plan preparado y a esta gente creo que todavía le queda un buen rato de cama. De manera que yo me voy a dar una vuelta en bici.

-¿En bici?- Dijo, extrañada.

-Si.- Le expliqué el plan y tras insistir un poco, no hizo falta demasiado, esa es la verdad, se decidió a venir con migo.

Esperé que se aseara un poco y se cambiara. Se puso un culote deportivo rosa exageradamente corto, tanto que incluso me hizo pensar que le podría molestar en la bicicleta, le sentaba muy, pero que muy bien, marcándole su imponente culo, incluso, asomando algo de èl por debajo, de manera que no le dije nada… no fuera ser que se lo cambiara... También llevaba una camiseta sin mangas, muy ceñida, de licra blanca.

Mientras ella desayunaba en el bar yo me dirigí a la recepción del complejo donde, según me había dicho el simpático camarero, se encontraba el alquiler y donde también podría conseguir algún plano de la ruta. Todo fue sin problemas y quince minutos y unos cuantos euros después estábamos listos para marchar.

Eran poco más de las once y media de la mañana cuando iniciamos el camino. Aproximadamente a un kilometro de la entrada del camping a la derecha de la carrete había una pequeña y medio derruida estación de tren que marcaba el comienzo de la ruta, habían rellenado la vías del tren con sedimentos formando un camino bastante bien conseguido y sobre el que se rodaba muy cómodamente.

La ruta, sin llegar a tener la espectacularidad de la que hicimos dos días antes, era muy bonita, se introducía de lleno en la naturaleza recorriendo los bellos caminos abiertos para los trenes de antaño, entre montañas y acantilados. También pasamos un par de túneles que nos dieron un poco de miedo por su estado, aquello le daba un poco de simpática emoción al recorrido, además de servir de escusa para parar a descansar un poco y echar algunas fotos con la cámara de la que nunca me separo en este tipo de salidas. Durante el recorrido nos cruzamos con algunos otros ciclistas y adelantamos a algunos caminantes siempre con los cordiales saludos típicos entre los que nos encontramos por estas sendas.

Pero sin duda, la mejor vista de todo el recorrido, la tenía cuando Marta pedaleaba por delante de mí. Su fenomenal trasero puesto en pompa y moviéndose al ritmo del esfuerzo me hicieron perder alguna vez el sentido de por dónde iba.

A eso de la una de la tarde llegamos a un puente de madera que saltaba un riachuelo. Hasta ese momento todo el camino había sido cuesta arriba de manera que seguramente aquel era el mismo río que el día anterior habíamos bajado en piragua pero a un nivel más alto y por lo tanto más pequeño. También podría tratarse de un meandro de él, no lo sé. El puente se veía nuevo con unos troncos gruesos e impolutos, había sido puesto para los senderistas ya que junto a él se veían los restos retorcidos y oxidados de otro metálico por el que de seguro transcurría el antiguo tren. El lugar era de postal; un pequeño acantilado, por el que corría rápida el agua, totalmente cubierto de vegetación y los dos puentes que hacían una alocución a dos épocas cruzadas.

Saqué algunas fotos y aprovechamos para comer algo de fruta que habíamos llevado y echarle un vistazo al plano. Vimos que un poco después del puente había un cruce de caminos con otro sendero que bajaba la montaña hasta el pueblo por una ruta distinta y más corta, pero también apta para bicicletas, el pueblo no distaba más de cinco minutos del camping de manera que ese fue el camino que decidimos tomar.

-El calor empieza a ser asfixiante.

-¡Que exagerada eres!

-Claro como tú vas sin camiseta.- Era verdad, hacía ya un buen rato que mi camiseta estaba dentro de la mochila.

-Pues quítate tú también la tuya, total, para lo que te tapa...- Su camiseta estaba completamente empapada en sudor y al ser blanca se transparentaba mucho, se notaba perfectamente su sujetador deportivo, casi a modo de top, del mismo color de su camiseta. Pero ella no me contestó, solamente me ignoró admirando el paisaje y embutida en algún pensamiento. Pero aquello me dio otra idea.

-¿Nos bañamos? -El frescor del agua se me antojaba estupendo.

-¿Qué? ¿Pero cómo? Yo paso de volverme luego en la bici toda mojada.

-Pues desnudos, luego esperamos un poco a secarnos y ya está. ¡Hace muchísimo calor! Nos secaremos en seguida. Y además, ya estamos empapados en sudor...

-¡Si hombre! Me voy a desnudar yo delante de ti. ¡Qué vergüenza! Además por aquí puede pasar cualquiera.- En eso tenía razón estábamos justo debajo del puente y aquella era una ruta algo concurrida.

-Mira. Podemos coger ese senderito e ir un poco más abajo por el río.- Había una especie de caminito estrecho justo al borde del río que lo bordeaba hasta perderse entre los matojos a poco metros.

-La verdad es que estaría bien explorar un poco por ahí. Pero no para bañarnos... bueno tú puedes hacer lo que quieras.

Dejamos las bicicletas debajo del puente, entre los pilares de madera que lo sostenían y fuera de la vista de los posibles senderistas, luego iniciamos el caminito río abajo. No fue fácil, al menos al principio, la vegetación era abundante y el caminito muy estrecho en ocasiones casi inexistente. A unos cien metros del punto de partida el río hacía un pequeño giro a la izquierda y un poco más abajo la pendiente de la montaña se mitigaba unos metros dando lugar a un ensanchamiento de este y dejando algo parecido a un pequeño lago con una corriente muy suave.

Aquel me pareció un lugar idóneo para darme el chapuzón. Ahora sí que estábamos completamente sumergidos en la naturaleza, El pequeño acantilado por el que trascurría el agua parecía más pronunciado en aquel lugar y montaña arriba solo se veía vegetación… realmente miraras donde miraras solo encontrabas naturaleza, ni rastro de la civilización. Además ya no podíamos ver el punto de partida y por lo tanto tampoco podíamos ser vistos desde la senda principal.

-Esto es precioso.- Susurro sin dirigirse expresamente a nadie, como un pensamiento en alto. Luego sin decir nada más se sentó en el suelo, al borde del río y metió los pies en el agua tras descalzarse. -¡Dios que fría esta¡ Qué bueno.-

-¿Bueno qué? ¿Te vas a animar?- Yo permanecía en pie detrás de ella.

-¿Pero estabas ablando en serio? ¿De verdad eres capaz de bañarte desnudo?-Se había girado y me miraba a los ojos.

-Pues claro. Parece que no me conoces.- Ella sabía perfectamente lo poco que me cuesta desnudarme. En otras ocasiones nos habíamos bañado desnudos, yo con algunos de nuestros otros amigos y amigas, o nos habíamos quitado los bañadores para cambiarnos antes de irnos después de un día de playa y cosas por el estilo que dejaban a las claras que para mí el desnudo es algo natural.

-Pero no es lo mismo. Aquí estamos los dos solos.

-¿Y?- Espere un poco, pero creo que no supo que contestar. ¿Venga mujer que solo me da cosa?

-¿Pero no eras tan valiente?

-Sí, pero tú aquí mirando te vas a poner cachonda y la vamos a tener.- Lo dije en plan broma por supuesto y nos echamos los dos a reír.

Me descalce yo también asumiendo ya que no nos bañaríamos y me senté a su lado sumergiendo los pies a su lado. Realmente estaba fría.

-¿Sabes? Nunca he podido entender a los que os da tanto miedo la desnudez. ¡Si es algo natural! Es que no lo entiendo- Repetí como para mí.

-Bueno algunas personas tenemos complejos.- Aquello me hizo caer en la cuenta de cuál era su problema.

-Tú no tienes razones para tener ningún complejo, además somos amigos, no me voy a reír si tienes los pezones bizcos.- De nuevo bromeando, pero en esta ocasión ella respondió dándome un golpe simpático en el hombro.

-¡Capullo! No es eso, tengo unos pezones preciosos.

-No lo dudo, pero… ¿Entonces?

-Pues que tengo unos pezones preciosos en unos pechos minúsculos.

-No eres exagerada tú ni nada. Pero si tienes unas tetas geniales, modelo copita de champan… ¡Me encantan!

-¡¿Modelo copita de champan?!, ¿Qué las tienes clasificadas?

-Por supuesto, pero no yo, nosotros en general tenemos una clasificación más o menos estándar.

-¿Ah, sí? Cuenta, cuenta.

-¡Esto es un secreto en! Vamos a ver... para empezar esta el modelo globos; grandes, muy redondas y muy subidas, algo así como las de María. Luego están las cabezas de niño chico; también grandes pero estas más separadas y algo caídas. Luego tenemos las tobilleras, ya te imaginas cuáles son esas… a la altura de los tobillos jeje. Peritas; tamaño medio y que sin sujetador cogen más o menos esa forma, esta es la más habitual, Noelia por ejemplo… bueno así podría seguir un buen rato.

-Bueno y como son el modelo "copita de champan", esas no me las has descrito.

-No creo que te haga falta ¿no?

-¡Pues si! No sé como las tengo según vuestro ranking.

-Esto no es un ranking, no se marcan las mejores y las peores, solo es… una clasificación, sin más, y bueno, las “copitas de champan” son; pequeñitas, redonditas y algo puntiagudas, tienen casi la forma de la mano... lo ves.- Acerqué mi mano abierta a uno de sus pechos, como si fuera a cogérselo, para mostrárselo. Yo esperaba su rechazo directo pero en vez de esto se quedó mirando mi mano y su pecho a pocos centímetros una de otro, como comprobando que realmente se ajustaban. –Parece que estas esperando que te la coja.-

-Atrévete y te arreo.- Salió de su leve letargo. –Solo pensaba en lo que has dicho ¿De veras te gustan?

-Hombre… no sé, tendría que verlas. Pero desde fuera al menos sí que me gustan.

-¿Sabes algo? La única persona que hasta ahora me las ha visto ha sido Andrés (su ex) y en realidad muy pocas veces y siempre de tapadillo, ya sabes, en esos momentos.

-Te entiendo. Pero sigo pensando que no tienes razones para tener tal complejo.

Aquella frase retumbó dentro de mí. Cómo yo, guardador de mi gran secreto, podía estar intentando darle clases a nadie de apertura a los demás. Entre aquellos amigos, con todo lo que la palabra amigo supone, al menos para mí, solo uno cocía aquel secreto (leer mis otros relatos). ¿No era aquello simplemente otro tipo de complejo? Mis pensamientos se entrecruzaron y enfrentaron en mi mente durante un silencioso rato hasta que ella me hizo salir de mis fantasmas.

-¿Y tú? ¿No tienes ningún complejo? Claro, como con ese cuerpo que te gastas.

-Físicamente no, no tengo ninguno importante.- Marta es una persona de contrastada inteligencia y perspicacia y aquella respuesta, casi inconsciente, la hizo sobresaltarse.

Levantó la vista del agua, donde la teníamos clavada desde hacía un rato, y sentí como se me clavaba en la sien. Yo no fui capaz de mirarla a los ojos, no sabía que le diría si me enfrentaba a sus ojos, o no sabía que le dirían mis ojos, pero el simple gesto de no levantar la vista ya era toda una confesión para dos personas que siempre se lo decían todo a la cara.

-¡Cuéntamelo!- hizo una pausa –Cuéntamelo y nos bañamos.

Ahora fui yo el que se sobresaltó y sin pensarlo me crucé con sus ojos que en aquel momento me parecieron mas azules que nunca.

-Creo que deberíamos de regresar ya para estar a la hora del almuerzo en el camping.- Me entro miedo, un miedo irracional, miedo no sé muy bien a qué pero miedo al fin de cuentas. Me levanté y me giré hacia donde estaban mis zapatillas y la mochila, el miedo no me dejaba pensar, solo huía, como un niño pequeño de la oscuridad.

-¡Goyo! ¿Me ayudas?-

Me gire para ver en que necesitaba ayuda y allí estaba ella, de espaldas, aguantándose el cabello a un lado con una mano y con su camiseta arrugada en la otra. Esperando que le quitara el enganche del sujetador. Me quedé petrificado.

-¡Venga macho! Es para hoy. Nos damos un bañito rápido y nos vamos.

¿Qué le había pasado? ¿A qué se debía aquel cambio tan radical? ¿Esperaba que yo le contara algo a cambio? No lo sabía, había  perdido el control de la situación, solo sabía que estaba sudando y con el corazón a cien por hora. No sé si por el calor, por los nervios o por el propio miedo pero lo cierto es que un chapuzón en agua bien fría me calmaría y calmaría mis pensamientos. Me acerqué un poco y alargué el brazo para soltar aquel broche, parecía como si su cuerpo me pudiera quemar, no quería ni acercarme. Estaba desabrochando sus propios complejos. Pero ¿Y los míos? Sería capaz de desabrocharlos también.

Las tirantas resbalaron lentamente por sus hombros, soltó su rubia cola que regresó rauda al centro de su espalda y la camiseta que cayó pesada por el sudor acumulado, luego, cruzó sus brazos en ese movimiento tan natural para la mujeres y tan sensual para los hombre y se desgarró para siempre de su atadura tirándola al suelo. Yo seguía inmóvil hipnotizado por su espalda y por su valentía. Respiró profundo, tan profundo que sentí que me quedaba yo sin aire, ese tipo de inspiraciones que se dan cuando te sientes libre… la que da un reo al cruzar el umbral de la prisión y mirar al cielo. Me hizo sentir una gran envidia...

Luego se quitó de una vez el culote y las braguitas pero, aunque pueda parecer mentira, aquello ya no tenía importancia para ella, y mucho menos para mí. Puedo asegurar que en aquel momento ni me fijé en el trasero que tantas veces había imaginado, mi mirada estaba centrada y ciega en su cola de caballo.

Era uno de esos momentos de la vida que pasan a cámara lenta, o al menos de esta manera lo recuerdo. Y lentamente vi como giraba su cabeza y me miraba de lado, sonriente. Su cara sobre su hombro desnudo me pareció más bella que nunca, tenía una indescriptible luz especial que hizo que un escalofrió recorriera todo mi cuerpo erizándome la piel.

Aquella era otra persona de la que yo conocía, incluso yo ya era otra persona. Aquel sopor no era calor… ni nervios… ni miedo… o lo era todo a la vez. En aquel momento lo supe, lo vi claro, pese a ser la primera vez en mi vida que lo sentía.

Lentamente se dirigió hacia el río, metió los pies y tras unos instantes de acondicionamiento a la temperatura se dirigió decidida hacia dentro. Poco a poco vi como su cuerpo desaparecía bajo el agua, como si se fusionara  con ella hasta su cintura, a esa altura se quedo parada de nuevo unos instantes y se sumergió completamente de un salto. Al perderla de vista, respiré. Creo que hacía siglos que no lo hacía, durante aquellos instantes no había tenido más vida que cualquiera de los arboles que había a nuestro alrededor.

Pero de repente emergió dejándome de nuevo sin respiración. Lo hizo de frente a mí, con los ojos cerrados y la cara al cielo para que sus cabellos se deslizaran hacia atrás, segundos más tarde esos ojos estaban más abiertos que nunca y clavados en los míos junto a una dulce sonrisa de satisfacción.

-Vienes o voy a tener que ir yo a por ti.-

El siguiente recuerdo que tengo es el de abrir los ojos tras dar el primer beso de amor de mi vida. Aun tengo el tacto de sus labios en los míos clavado en mi memoria y todavía hoy cuando la beso, con los ojos cerrados, creo oír el sonido de la corriente del río y de las hojas de los arboles ondeando al son del viento, incluso siento el agua recorriendo mis piernas y se me eriza la piel como aquella primera vez.

No puedo recordar con exactitud cómo pasó, la vista se me nublo, casi perdí la consciencia... pero estaba dentro del río aún vestido y despertando de un letargo durante el que ni tan siquiera había notado la frialdad del agua.


La vuelta y todo el resto del día pasaron rápido, mi mente bullía de ideas y elucubraciones encontradas, mis pensamientos correteaban dentro de mi cabeza perdiéndose, encontrándose y chocando entre ellos en un frenesí que no me permitió enrocar tres palabras seguidas en todo el resto de la jornada. Al caer la noche, tras una cena que al igual que el almuerzo casi ni toqué, me retiré a un lugar apartado, un claro en la arboleda que rodeaba la zona de acampada y me tiré boca arriba mirando al cielo. Intenté buscar algo de lucidez en el mágico orden desordenado del manto de luceros que siempre nos cubre, aunque no siempre seamos conscientes de que está ahí.

Noté su presencia mucho antes de verla, creo que sabía que venía hacia mí incluso antes de que ella misma lo supiera. Se extrañó cuando me vio tirado en el suelo, no me buscaba, creo que, como yo, solo se buscaba a ella misma, quizás por eso mismo me encontró, porqué desde aquella mañana y ya para siempre ella era parte de mí y yo parte de ella.

-¿Qué haces ahí tirado?

-Solo pienso.

-No es poco. Yo también paseaba para aclararme las ideas.- Se tiró a mi lado, pegada a mí, buscando el calor de mi cuerpo y nos perdimos juntos y en silencio en las estrellas durante un buen rato. -¿En qué pensabas?

-En muchas cosas y en nada a la vez.

-¿Crees que ha sido un error lo de esta mañana?

-¡NO!- Aquello me vino de sopetón, era una idea que ni tan siquiera había aparecido en la maraña que tenía en mi cabeza. No tenía ni idea de cómo afrontar aquello pero de lo que estaba seguro era que algo tan maravilloso nunca había podido tratarse de un error.

-¿Entonces?

-Lo de esta mañana ha sido lo mejor que me ha pasado en la vida. Yo creía saber lo que era el amor pero hoy todos mis esquemas se me han derrumbado, el falso mundo que yo me había construido a mi alrededor y en el que estaba cómodo, se ha derrumbado para siempre. Ahora simplemente estoy perdido en unos sentimientos que no entiendo.

-Eso es muy bonito. Si es lo que pienso, es la declaración de amor más maravillosa que jamás me han hecho.

-Pero hay cosas de mí que tú no sabes.

-Seguro que lo hay, de igual forma que hay cosas de mí que tu tampoco sabes. Pero estoy enamorada de ti y eso está por encima de todo.

Gire la cabeza y me encontré con sus ojos, en la oscuridad de la noche parecían como dos luceros más, dos que se habían caído del cielo. Un regalo de Dios. -Te quiero.- Fue lo único que me salió, pero en esas dos palabras iban todo mi corazón y todo mi ser. Ella me dio un beso y desde aquel momento supe que yo nunca más volvería a ser yo, a partir de aquel momento siempre seríamos nosotros.

EPILOGO:

En aquel paraje paradisíaco y aislado del mundo real hice por primera vez en mi vida el amor, se que fue real por que, a menudo, cuando nuestro cuerpos se vuelven a unir retorno a aquel sitio y el sueño se vuelve a hacer realidad. Ahora mismo mientras escribo estas líneas con ella adormilada a mi lado me cuesta distinguir las caricias de las sabanas, con las de aquel río, que para siempre será el nuestro.

Pero este pasaje, con vuestro permiso se quedara siempre y cada vez que regrese para nosotros dos.