Mi último día en la Tierra. - Esclava espacial I
De los archivos del diario personal de la esclava traída de otra galaxia.
Recuerdo perfectamente mi último día en la Tierra, empezó mal, y terminó peor… o tal vez no.
17 de mayo de 2015.
Planeta Tierra, Sistema Solar en la Vía Láctea.
La luz del sol se filtró a través de la ventana y dio de lleno en mi cara, me tomó menos de un minuto darme cuenta que era muy tarde. Abrí los ojos y vi que el reloj junto a la cama marcaba las 7:20 am.
— Maldición. — Me levanté de la cama y corrí a la regadera, no me daba tiempo de calentar agua en la estufa, un baño frío tendría que ser.
Lavé mi cabello y salí corriendo de la regadera, el agua fría terminó de despertarme. El pequeño recorrido de mi cuarto al baño lo hice lo más rápido que pude, como ya era costumbre el pervertido de mi casero estaba sentando en la sala, con su panza cervecera esperando la mínima oportunidad para ver desnuda a cualquiera de las inquilinas. Don Marcos, era un viejo gordo que vivía de las rentas de dos casas de la vecindad, y de lo poco que ganaba su esposa cocinando para otras personas.
Ya en mi cuarto me asegure de poner el pestillo antes de empezar a vestirme, no sería raro que Don Marcos entrará sin avisar. Mi cuerpo era una maldición y una bendición al mismo tiempo, un busto decente acompañado por un abdomen plano y unas pompis marcadas, la única ventaja de no tener dinero era que caminaba a todos lados y por eso tenía unas bonitas piernas.
Después de ponerme el uniforme de trabajo, metí en una mochila las medias, los zapatos formales, junto con una bolsa ziploc vieja que usaba para llevar mi cepillo de dientes, un rime una cuchara para enchinar las pestañas y un labial. Me puse los tenis, y tomé la última manzana que me quedaba. Si tenía suerte después de cobrar la quincena podría pagar la renta, parte de la mensualidad de la deuda al banco, y me alcanzaría para comprar un poco de comida.
Corrí a través del parque que separaba la vecindad donde vivía, y el centro comercial para gente rica. Éste era uno de los parques más grandes de la ciudad, algunos de los árboles más antiguos de la ciudad estaban ahí, la primera vez que lo use para acortar camino hacia el trabajo me perdí, tienen tantos senderos y áreas para descansar que los de seguridad usan de esos coqueteos carritos de golf.
Llegué justo a tiempo para pasar mi tarjeta, cambiarme los zapatos y dirigirme a mi zona en la tienda de ropa. La mañana empezó tan tensa como de costumbre, la lucha por las clientas era despiadada, cada vez era más difícil alcanzar los mínimos para las comisiones, y el gerente tenía a sus favoritas a las que ayudaba, Sahara, la jovencita con la que se acostaba, Marta y yo, nosotras no nos acostaremos con él, pero no perdía la oportunidad de manosearnos, y pagaba nuestro silencio ayudándonos con las comisiones, a ninguna de las dos nos gustaba, pero ella tenía hijos que mantener, y yo deudas que pagar. Obviamente eso causaba roces con las demás vendedoras y hacía que el horario de trabajo fuera una larga pesadilla.
La hora de la comida llegó después lo que pareció una eternidad, caminé varias cuadras hasta llegar a una colonia donde había una fondita barata, comí y esperar de que sabía el nombre de la mesera, ella no me conocía, sólo era una cara más en su día a día.
Regresé para la segunda parte de mi turno, entré directamente a la zona de ropa defectuosa, cada viernes la tienda desechaba un contenedor lleno de ropa “defectuosa” o sea ropa que no era perfecta para los altos estándares de la tienda y mucho menos los exigentes clientes.
Encontré un paquete de bragas que deberían de ser de diferentes colores pero todas eran moradas, un par de bras tipo balconet, media copa para los mortales. Un pants y una sudadera de diferentes colores, y un short de mezclilla tan pequeño que parecía calzón. Rápidamente escondí todo en mi mochila y continúe con mi trabajo.
El sol ya se estaba escondiendo cuando terminó mi turno, corrí al cajero más cercano para retirar parte de mi quincena, no quería deberle la renta al viejo gordo, sino aprovecharía la ausencia de su esposa para insinuar cosas desagradables.
Tomé un sendero diferente para regresar a la vecindad, con precaución camine entre las sombras de los árboles, el mes pasado una muchacha había desaparecido justo aquí, su familia la buscó durante días, y cuando finalmente la encontraron, la pobre chica fue internada en un psiquiátrico, no paraba de hablar de reptiles voladores, máquinas que cambian el cuerpo y naves espaciales.
Sobre este sendero se encontraba uno de los más antiguos árboles, tenía el tronco tan ancho que se necesitaban varias personas para rodearlo. Acercándome pose mi mano sobre el tronco, y sentí la vida zumbando bajo mi la palma de mi mano, cerré los ojos e inhale profundamente, un poco de paz llenó mi alma.
Un zumbido me hizo voltear, y un grito agudo escapó de mi boca, dos horripilantes… criaturas… volaban frente a mi, un poco arriba de mi cabeza. Las criaturas eran azul metálico con piel de reptil, unas alas como las de los murciélagos salían por sus espaldas, sus penes colgaban grotescamente de entre sus piernas, iban desnudos, con armas en pecheras. Ambos me señalaban con sus dedos largos y puntiagudos, y hacían ruidos incomprensibles comunicándose entre ellos.
Controlando el pánico que sentí, pegué mi espalda al tronco del árbol, regule un poco mi respiración, y empecé a rodear el árbol para huir por el otro lado, mi plan era correr a la caseta de seguridad más cercana.
La criaturas discutían entre ellas sin ponerme atención, cuando estaban fuera de mi vista gire mi cuerpo para correr y me encontré de frente a otra de las criaturas, está portaba un arma tipo lector de códigos de barras que centello una luz que iluminó todo el árbol.
Nave espacial Raptor 5482
Desperté acostada de lado en lo que parecía ser una celda de prisión, Tenía las manos amarradas frente a mi, desde los codos hasta las muñecas, mis pechos atrapados en medio eran empujados juntos y hacia arriba, como una ofrenda. Me tomé unos minutos para orientarme, con cuidado me senté, a mi lado había un hombre con las manos atadas también, y una vaca.
— ¿Una vaca?, ¿de verdad una vaca? — El tipo a mi lado había despertado.
— Todas las leyendas tienen algo de verdad.
Escuchamos ruidos fuera de nuestra celda antes de que una escotilla se abriera y cinco de las criaturas volaron dentro uno de ellos traía una mochila colgando de la espalda y una manguera que conectaba con ella.
—
Metakiníste, tha dokimásoume tis myrodiés sas, an den vroúme aftó pou chreiazómaste, tha tous epistrépsoume ston planíti sas.
—
— ¿Qué dicen? — Preguntó el muchacho.
— No lo sé. — Las criaturas rodearon a la vaca, y el que tenía la manguera empezó a aspirar alrededor de ella, la vaca ni se inmutó. Los otros cuatro empezaron a acariciar a la vaca.
—
Elpízo óti aftó den eínai aftó pou psáchnoume.
— Dijo uno mientras se acariciaba el falo, y me di cuenta que todas esas criaturas empezaban a excitarse.
— Oh Dios, que asco. — Dijo el tipo, también se había dado cuenta de lo que pasaba.
La mochila rara de la criatura emitió un pitido y las criaturas celebraron, acariciaron a la vaca un poco más y se dirigieron hacia el tipo.
— No sé qué hacen, pero no duele.— Dijo mientras se quedaba lo más quieto posible, yo observaba atentamente como las criaturas aspiraban el aire alrededor de él, después de un momento la mochila emitió el mismo sonido, y pero las criaturas parecían descontentas esta vez. Uno de ellos lo empujó lejos mientras los demás me rodeaban a mi.
A mi también me aspiraron un poco antes de que la máquina se volviera loca y empezara a sonar y emitir luces. Las criaturas celebraron nuevamente, una de ellas tomó las manos atadas del muchacho y empezaron a volar fuera de la celda. El muchacho intentó luchar, y yo intenté alcanzarlo. pero las criaturas vuelan rápido y son fuertes, sólo bastó que una me empujara por el hombro para que cayera de espaldas y moretones se empezaran a formar en mi piel.
La escotilla se cerró, y escuché como lo llevaban lejos, corrí a la ventana por la que no me había asomado todavía, y me quedé apantallada, estábamos orbitando sobre la Tierra pude sentir como el pánico comenzaba a apoderarse de mi, casi no podía respirar, algo llamó mi atención, a un costado de la nave donde estábamos, una nave más pequeña salió disparada hacia la Tierra.
Grité y azoté mis hombros por todas las paredes de la celda por lo que pareció una eternidad, finalmente caí rendida lejos de la vaca y me dormí.
Unos ruidos extraños me despertaron más tarde, sin moverme abrí mis ojos, las criaturas estaban acariciando a la vaca, sus pollas estaban duras y eran muy largas, una de ellas tomaba a la vaca, para mi sorpresa el animal parecía disfrutar de todo esto esto. Las criaturas acariciaban a la vaca con sus largas pollas, algunas ya empezaban a correrse sobre el pelaje del animal, así que decidí cerrar mis ojos e ignorar la asquerosa escena que pasaba delante de mí.
Después de varios minutos, el silencio reino en la celda, así que abrí mis ojos sólo para ver a las criaturas acercarse a mi.
— No, por favor. — Suplique mientras intentaba alejarme de ellos, me rodearon y con un lazo me agarraron de la cintura, empezaron a volar y me llevaron fuera de la celda.
Iba colgando como una saco de papas, fuera de la celda vi más criaturas voladoras, estábamos en el centro de la nave, me atoraron en el centro del lugar y me dejaron ahí colgando, algunas criaturas fueron abajo con la vaca, y podía escucharse que también estaban follandola. La cuerda se enterraba en mi piel, y tenía miedo de moverme y caerme, aunque no había una gran distancia entre el suelo y yo, pero por lo que podía ver nadie caminaba en esta nave, y el suelo estaba lleno de cosas que parecían cables y materiales. Al estar colgando me empezaba a marear.
Una de las creaturas se acercó y con sus uñas cortó la cuerda que sostenía mis brazos juntos, otra criatura tenía una cosa que parecían esposas gruesas, que colocó en mis manos, eran tan gruesas que cubrían toda mi muñeca, juntaban mis manos, las cuales apenas si podía moverlas y mantenían juntos mis codos.
De repente las esposas me jalaron hacia atrás, solté un grito mientras la cuerda de mi cintura desaparecía y sentí que caí de espaldas, abrí los ojos cuando todo dejó de moverse. Ahora estaba colgado del techo por las esposas de las muñecas, podía ver todo un lado de la nave, parecía que desde ahí la controlaban, era un espacio circular, de un lado un gran ventanal dejaba ver el exterior, el espacio se extendía infinitamente frente a nosotros, frente al ventanal varias máquinas, esas criaturas volaban por todos lados, dos más se acercaron con unos controles y empezaron a apretar botones.
Sentí como me jalaban de las manos y me metían en una cápsula de cristal unida a una plataforma con más botones y luces que estaba en una de las paredes de la nave. Me llevaban jalando de las esposas en mis muñecas, todo mi cuerpo colgaba de ellas, y mis hombros empezaban a doler. Una vez dentro de la cápsula me bajaron hasta que me sostuve sobre mis pies en el centro de la plataforma, poco a poco todas las criaturas rodeaban la cápsula y miraban dentro, expectantes, a que, no sé.
Sin ningún aviso del suelo salieron dos esposas que encadenaron mis tobillos, y me obligaron a separar las piernas, unos brazos robóticos con tijeras empezaron a romper mi ropa.
— No por favor. — Me intente retorcer, pero las esposas de mis muñecas me jaraon hacia arriba, evitando que me moviera. Rápidamente estuve desnuda frente a todas esas criaturas que miraban atentamente. — Suéltenme, déjenme ir. — Los brazos con tijeras se retiraron y salieron nuevamente ahora con unas cosas que parecían lámparas. — Auxilio. — Las lámparas emitieron una luz que hacía pequeñas cosquillas, vi que empezaron a depilar mis brazos, y siguieron por todo mi cuerpo. Cuando una de las lámparas paso por mi pecho derecho, mi pezón se endureció, inhale profundamente porque a pesar del miedo que sentía, mi cuerpo empezaba a responder, hace mucho que no tenía sexo, y mi cuerpo lo anhelaba. Las risas de las criaturas me hicieron ser consciente nuevamente de que estaba totalmente expuesta a ellos.
— Déjeme ir, por favor. — Suplique, pero nadie me hizo caso, las lámparas acariciaron todo mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta los dedos de mis manos, lo único que dejaron en paz, fue mi cabello. Fueron realmente detallistas al depilar mi coño, arrancándome varios suspiros, una vez que terminaron creí que me iban a dejar en paz, no sabía lo equivocada que estaba.
Dos de las lámparas se centraron cada una en uno de mis pechos, trazando círculos alrededor de mi pezón pero sin tocarlo, volviendome loca. — Oh, Dios, no. — Una lámpara más empezó a acariciar el interior de mis muslos, intercalaba de una pierna a otra, desde la rodilla hasta mi coño, pero sin tocarme íntimamente. — Por favor. — Empecé a rogar, pero no estaba segura si pedía que se detuvieran o que hicieran más.
De repente el placer se volvió dolor. — Ahh. — Un grito agudo de dolor escapó de mi boca, la luz quemaba ya no era placentero, las lámparas se detuvieron y desaparecieron debajo de la plataforma, las criaturas discutían del otro lado del cristal, al fin se pusieron de acuerdo, y los brazos salieron nuevamente , esta vez parecía que llevaban un spray que empezaron a rociar por mi cuerpo, se sentía bien, calmaba mi piel, se sentía como aceite para bebé.
Mis pezones una vez más se endurecieron, los brazos dispararon rafagas de aceite directamente sobre mi coño, y clítoris, arrancándome un gemido de placer. Escuche el sonido del suelo cuando otro brazo salió pero no veía donde estaba o que era, sentí algo frío tocar mi labios vaginales, y quedarse ahí, cada vez que respiraba podía sentirlo, era como una pelota fría, de tamaño medio, simplemente ahí, sin moverse, una rafaga de aceite dio directamente en mi clítoris y con un gemido me estremecí haciendo que la cosa fría de metal se restregara a lo largo de mi coño.
Sin poder evitarlo me empecé a menear como una perra en celo, se sentía tan bien. — Por favor. — Tenía miedo que se detuviera en cualquier momento, intenté llevarlo a mi interior, pero las esposas de mis muñecas no me dejaban bajar las caderas.
En algún momento había echado mi cabeza hacia atrás y cerrado mis ojos. — Por favor, se los ruego. Ahhh. — Un orgasmo me recorrió cuando mis pezones fueron atrapados por unas pinzas y eran jalados hacia arriba, las pinzas los soltaban y los dejaban rebotar sólo para volver a atraparlos y jalarlos hacia arriba, repitiendo el ciclo.
Abrí mis ojos y no sé qué me exito más, ver mis pezones siendo jalados, o ver a las criaturas acariciar sus pollas. — Más, por favor, más. — Como respuesta a mis ruegos, la cosa de metal que acariciaba mi coño me invadió, ¡era un dildo!, uno largo y un poco delgado con el que empezaron a follarme, empecé a gritar de placer y vi como las criaturas agitaban sus pollas hacia mi contra el cristal. Otro orgasmo me atravesó, cerré los ojos y simplemente disfrute, el brazo robótico aumento la velocidad con la que me cogia, otro orgasmo me hizo estremecerme, poco a poco el dildo salió de mi, y las pinzas dejaron mis tetas.
Las esposas de los tobillos dejaron de abrir mis piernas, y las de las manos bajaron hasta que estuve acostada en el piso, abrí mis ojos y los vidrios de la cápsula estaban llenos de un líquido verde, que creo era el semen de las criaturas. Con un poco de dificultad me senté, parecía que las esposas se hubieran quedado sin energía, todavía estaban en mis muñecas y tobillos, pero podía moverse libremente dentro de la cápsula.
Miré a mi alrededor, pero no había forma de escapar, no podía distinguir dónde empezaba y terminaba la cápsula. Decidí descansar y buscar una solución a mi problema más tarde.