Mi última Sonata - Epilogo

Relato real de mi incorporación no buscada en el mundo de la esclavitud y la sumisión.

Mi última Sonata

Epilogo

Después de mi salida de la casa, permanecí confinado en mi domicilio hasta el 21 de mayo. A partir de esta fecha salía para hacer algunas compras, por las tiendas de alrededor. Pasaba siempre por delante de la casa donde pase aquellos días tan intensos que he relatado. Estaba siempre cerrada, a mi me daba la impresión de que estaba deshabitada. Convencido de ello, un día me atreví a llamar al timbre, nadie contesto. Y normalmente, a partir de aquel día siempre daba unos timbrazos para comprobar que la casa estaba vacía.

También antes de terminar mi paseo, me acercaba al chiringuito de la cazalla, que hay en la esquina de la calle Arc del Teatre, a tomar una copita. Un día mientras degustaba una copita de cazalla, una mujer desarrapada iba pidiendo limosna, saqué unas monedas y al dárselas y ver su cara reconocí a la Ama Sara. Discretamente hice como si no la conociera y ella expreso una mirada de sorpresa que dejo en mi la duda de que mi hubiera reconocido, pero marcho sin más.

A partir de aquel día, paso siempre por el mostrador del “Cazalla 1912”, a tomar mi copa y me quedo hasta la llegada de la mujer para darle mi aportación.

El deterioro de la mujer es evidente y empeora cada día que pasa, pienso que la administración de heroína que recibió en la casa habrá hecho de ella una yonqui irrecuperable.

Ayer como todos los días estuve esperando su llegada hasta altas de la tarde, pero no apareció. Quede algo preocupado pensando que algo malo podría haberle pasado.

Esta mañana leyendo el periódico, encuentro una crónica firmada por Permayer, hablando de una de las familias de la alta sociedad barcelonesa, a causa de haber encontrado muerta a la hija mayor por una sobredosis de heroína, y comentando la extraña desaparición de toda la familia de la vida pública barcelonesa. Mire las necrológicas y ciertamente venia la esquela de Sara, no diré sus apellidos por discreción. En ella constaba como única persona viva su hermano, que residía en Mauritania, y había sido informado del suceso. El cadáver había sido depositado en el tanatorio de Sancho D’Avila y el sepelio seria el mismo día a la 1 del mediodía, antes de su entierro en el cementerio de Montjuic.

Acudí a Sancho D’Avila y asistí al sepelio. Su hermano hablo con ternura y tristeza al mismo tiempo, alabando las virtudes y la hermosura de su aún joven hermana. Acabado el sepelio se despidió el duelo y regrese a mi casa con el dolor de alguien que a perdido a un ser querido y llore por ella y recordé su hermosura y todas las fuertes sensaciones que me hizo vivir en mi senectud.

IN MEMORIAM DE SARA.

FIN

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