Mi última Sonata - Capitulo 14º - La Madre

Relato real de mi incorporación no buscada en el mundo de la esclavitud y la sumisión. La Madre.

Capítulo 14º

La madre

Las últimas palabras de la vieja Ama han producido en los presentes un efecto paralizante. Parece que nadie sabe lo que debe hacer. Es Marisa la primera en reaccionar llamando a la desconcertada Salomé.

“Salomé, acércate para que pueda curar tus heridas”.

La muchacha está tan desorientada que no atina a ir hacia Marisa, pero esta solícita, se acerca a ella, la coge del brazo y se la lleva para atenderla, y curar las heridas que le han producidlo las últimas maniobras de su Ama.

“¿Abuela, tú crees que Salomé hará lo que le has pedido?

“Ya has visto como ha podido escaparse y ha vuelto, has visto cómo ni la inminente llegada del orgasmo impedía cumplir mis órdenes. ¿Qué crees que puede hacer frente a mi petición? El terror que yo le produzco le impide cualquier reacción lógica y humana, no te quepa la menor duda que me entregará a su madre, a pesar de haberle dicho que la quiero para convertirla en mi esclava y que formará parte de mi harén.”

“Si consigues tu propósito, no quiero perderme ni un solo detalle. Sera emocionante vivir esta experiencia al detalle”.

“De momento lo mejor que podemos hacer hoy, es retirarnos a nuestro piso y dejar a los esclavos que descansen y digieran las experiencias vividas. Mañana les espera otro día complicado, para ellos y también para nosotras”.

Y las 3 Amas mientras reciben las muestras de sumisión de sus esclavos, se dirigen al ascensor para subir a la planta noble donde tienen su vivienda.

Yo y mis compañeros, una vez las Amas han desaparecido del sótano, parece que conseguimos relajarnos y empezamos a poner en claro nuestras ideas sobre todo lo sucedido.

Hay tres situaciones diferentes, que se vislumbran entre nosotros. Primero estamos los esclavos del Ama Sara, que consideramos estar en nuestro territorio, luego los dos familiares del Ama, que parece tienen un status superior, nadie se atreve a interferir en sus cosas, y finalmente la desgraciada Salomé, sobre la que todos se ven con derecho a opinar y decidir, especialmente el nº 6, que no ve en ella a la mujer en que la ha convertido su Ama, sino en el guapote muchacho que entro en la casa, y piensa en el derecho que el Ama nos ha dado, de poder usar de él a nuestro capricho. Ya se ha acercado a él y le toca la maltrecha entrepierna.

“Sabes que tu Ama te ha indicado que debes aceptar nuestras demandas, tú me gustas y quiero darme gusto contigo”.

La pobre Salomé da un grito de dolor, al sentir tocado su quemado sexo.

“Deja tranquila a la pobre muchacha, ya disfrutarás con ella cuando se le curen las quemaduras” dice la benefactora Marisa.

“Bueno, pues que me haga una buena mamada y cuando este empinado me voy a correr en su culo, tengo derecho según ha dicho su Ama”.

“Si, tienes derecho, pero esto no quita que seas un abusón y un borde.”

“Tu, muñeca, chúpame la polla que voy a follar tu culo, (digan lo que digan los demás)”.

Y sabiendo que no podrá evitar cumplir la orden de su Ama, le empuja para que se arrodille y le mete la polla en la boca.

“Chúpala con más arte, a partir de ahora tendrás que aprender a satisfacer con tu cuerpo a los demás, o sea que ves practicando y aprendiendo”.

La pobre Salomé se afana en dar satisfacción al abusón nº 6, y consigue que este entre en estado de excitación, lo que provoca que saque la polla de su boca y se la meta por el culo, al tiempo que empieza a gemir, anunciando la venida del orgasmo.

“Ahora, siento haber abusado de él, pero con todo lo visto estaba excitado y con ganas de satisfacción, una vez satisfecho me arrepiento de mi comportamiento”.

“Algo es algo, piensa que tú puedes encontrarte en su misma situación, espero que le dejéis recuperar durante unos días. Y tú Salomé dedícate a mantener las cosas ordenadas y limpias como te ha mandado el Ama.”.

Comenta Arsenio, que parece se compadece también de la maltratada Salomé.

El día acaba de pasar sin más novedades, y con todos apartándonos instintivamente de formar coros y grupos, parece que estamos más relajados, y pensando en lo que nos espera mañana. La única novedad es la entrada de Salomé en su cajón de reclusión.

Paso el día y la noche, y a las 8 de la mañana, todo el mundo está ya en marcha, esperando acontecimientos que supuestamente serán importantes y espectaculares.

Yo observo a mis compañeros, esperando ver alguna señal indicativa de lo que esperan que suceda. Todo el mundo sigue la rutina de manera normal, adecentarse, desayunar y dar pequeños paseos por la sala.

Rompe la rutina a las 9 Salomé, que sale de su cajón y se dirige donde hemos desayunado y va recogiendo todo lo que ha quedado sobre las mesas.

Es nuevamente Marisa quien le indica que recoja del torno su desayuno y aproveche para desayunar, antes de que bajen las Amas.

El nº 6 se acerca a ella y como el día anterior le echa mano a sus partes, provocando nuevamente una pequeña expresión de dolor.

“¿Quieres que repitamos el jueguecito de ayer, monada?”

“Porque no la dejas en paz, bastante tiene con lo suyo, para que vayas importunándola”.

Le espeta Marisa, siempre atenta y defensora.

“Es que, sino aprovechamos ahora, temo que no tendremos más oportunidades, pues no creo que pueda salir intacta con la petición que le ha hecho su Ama”.

Al poco se oye el funcionamiento del ascensor, y todos nos preparamos debidamente, para cuando aparezcan las Amas. Solo consiste en desnudarse y estar cerca de nuestras jaulas, preparados para arrodillarnos y tomar la postura de entrega y sumisión.

Las Amas salen del ascensor y se dirigen a la mesa, donde acostumbran a desayunar o tomar café mientras van hablando de sus cosas.

Me llama la atención lo que está diciendo mi Ama, sobre la declaración de la OMS, según las ultimas noticias ha elevado la situación de emergencia ocasionada por el nuevo virus a pandemia internacional.

“Me gustaría acabar el trabajo con Salomé, lo más rápido posible, deseo irme a casa, no quiero tener problemas por si hay

alarmas sanitarias por este virus. Voy a llamar a la chica para aclarar lo que vamos a hacer”.

Salomé esta ordenando las mesas, pega un salto y se pone tremendamente tensa y temblorosa, mientras se dirige hacia donde está su Ama, a medida que se acerca sus temblores se están convirtiendo en convulsiones y sin poder contenerse nuevamente sus esfínteres se relajan y se orina encima.

“No temas, si cumples con mis deseos no recibirás ningún castigo, limpia lo que has ensuciado y cuéntame que has ideado para cumplir con mis deseos, espero que tendrás un buen plan”.

La pobre muchacha limpia rápidamente sus orines y aun temblando empieza a hablar entrecortadamente.

“Solo tengo que hablar por teléfono con mi madre y quedar con ella cerca y a una hora determinada y ella acudirá, entonces yo la traeré aquí para usted”.

“Darle su teléfono para que llame a su madre, y que haga lo que tenga que hacer para acabar con esta historia, lo más pronto posible. Ve donde esta Marisa, ella te dará tu teléfono, y estando lejos de mi hablarás con más tranquilidad”.

Salomé acude al lado de Marisa, y más tranquila empieza a hablar por el teléfono que esta le ha dado.

Al poco, apaga el teléfono y lo devuelve a Marisa, y algo más relajada acude donde su Ama, diciendo:

“Mi madre acudirá a las 12 delante de la puerta del Liceo, si usted me lo permite, yo iré a buscarla y regresaré con ella”.

“Bueno, por tu bien, espero que todo salga como dices, no querría tener que castigarte por una falta grave”.

“No hay motivo para que no ocurra como le he dicho”.

Parece que Salomé está más tranquila, después de la llamada de teléfono.

“Marisa darle a Salomé sus ropas de chico, para que pueda ir al encuentro de su madre sin levantar sospechas”.

“Si, Ama”.

Marisa se lleva a Salomé a una sala y le entrega las ropas con las que llego a la casa, ella se viste y se queda a la espera de lo que le indique su Ama.

“Cuando Salomé, este preparada y adecentada, subiremos todos a nuestra planta, esperaremos que sean las 12 menos cuarto, para que Salomé vaya a buscar a su madre, nosotros quedaremos a la espera de su vuelta. Ahora tenéis tiempo libre, podéis acabar de adecentaros y poneros a punto para no tener necesidades durante la jornada”.

Cada uno de nosotros emplea este rato en lo que más necesita y al filo de las 11 y media, las 3 Amas suben en el ascensor hacia su piso, advirtiendo el Ama Sara a Arsenio que organice nuestra subida también.

Una vez en el piso del Ama, formamos frente a un gran sillón que hay en la sala principal. Las Amas no están presentes, estarán en alguna dependencia contigua.

A las 11,45 en punto, se oye la voz de la vieja Ama por los altavoces:

“Marisa, acompaña a Salomé hasta la puerta, y ábrela para que pueda salir a buscar a su madre. Y tú Salomé no pierdas el tiempo y regresa lo más rápido posible”.

¡Si, Ama”! Contestan las dos al unísono.

Ambas se dirigen a la puerta y Marisa abre el portalón y franquea el paso a Salomé.

Todos estamos expectantes, por cómo van a desarrollarse los acontecimientos. Aún con la ausencia de las Amas, el silencio es total y se percibe un nerviosismo general.

A las 12 en punto aparece el Ama Dolores, con un traje negro de vinilo, con cremallera en la parte delantera, y falda oscilante que llega hasta el suelo, que da un impactante punto de morbo, y se sienta medio reclinada en el sillón que preside la sala.

Todos hemos doblado nuestras túnicas, una vez completamente desnudos tomamos la postura de sumisión obligada en presencia de las Amas.

A medida que pasan los minutos el nerviosismo de todos nosotros va en aumento, furtivamente todos estamos pendientes de la puerta de entrada y esperando oír la llamada o ver que esta se abre, pero nada de esto ocurre y el nerviosismo entre nosotros aumenta a cada minuto que pasa. El Ama parece ser la única que está libre de este nerviosismo, se la ve relajada y no pendiente de la puerta, desde luego es la única que parece indiferente a los momentos expectantes que todos estamos viviendo.

Mi perspectiva del tiempo no tiene nada que ver con la realidad, me parece que pasa una eternidad antes de que la puerta de la calle se abra y aparezca Salomé con una esbelta y hermosa mujer de mediana edad.

Supongo que, deslumbrados por el sol del exterior, su visión del interior de la casa en semipenumbra y de todos los presentes tarda unos segundos es ser nítida.

“Jesús, ¿dónde vamos? Estoy deslumbrada y casi no veo nada”.

“No te preocupes madre, ahora verás a la señora que desea conocerte”.

“Estas muy extraño, no sé porque quieres que conozca a esta persona”.

En este momento se aumenta sensiblemente la iluminación de la sala.

“Jesús, ¡donde me has traído!, allí hay gente arrodillada y desnuda”.

“Basta de tonterías, esclavo. Presentaos delante de vuestra Ama con el respeto y la forma obligada”.

Es la voz del Ama Dolores, en un tono tajante y autoritario.

Al oír la voz de su Ama, el muchacho empieza a temblar, cae de rodillas al tiempo que se desnuda.

“Madre, desnudaros y arrodillados por favor”.

“Te has vuelto loco, que es lo que está pasando aquí, voy a llamar a tu padre, esto no me gusta nada”.

La mujer busca dentro del bolso que lleva en su brazo, extrae un móvil con intención de hacer una llamada, cuando se oye la voz firme y autoritaria del Ama Dolores.

“Salomé, desnuda inmediatamente a tu madre, póstrala ante mí y dámela como ofrenda”.

La pobre Salomé, con fuertes temblores y sudando copiosamente debido a la tensión que soporta, tira del vestido de su madre hasta arrancarlo por completo y la obliga por la fuerza a arrodillarse delante de su Ama.

“Aquí os entrego a mi madre como os prometí, soy vuestro esclavo y mi deseo solo es serviros”.

“Pero que le habéis hecho a mi hijo, esto no quedará así, pagareis por todo lo que le hayáis hecho”.

“Tápale la boca, no quiero oírle ni una palabra. Marisa trae una mordaza abierta de boca y una corbata de cerdo, y ponérsela a esta mujer, a ver si conseguimos que se calle y atienda a nuestras órdenes”.

Salomé, tapa con su mano la boca de su madre.

“Por favor, madre, estaros quieta y callaos”.

Mientras Marisa llega con los artilugios que el Ama a pedido. Coloca primero en la espalda, la llamada corbata de cerdo, en las muñecas y tobillos de la mujer, dejándola sin posibilidad de movimiento en piernas y brazos, luego coloca la mordaza en su boca. Solo puede articular sonidos más o menos apagados, pero le impide articular palabras.

“Pon a tu madre a mis pies y la azotarás hasta que los bese y los lama con reverencia y sumisión. ¿Entendido?”.

“Si, mi Ama”.

La mujer ahora desnuda e inmóvil, presenta una imagen extraordinaria, su cuerpo, aunque ha perdido la lozanía de la juventud tiene unas proporciones fuera de lo común y todos estamos como fascinados con su contemplación.

Salomé ha puesto a su madre a los pies del Ama, y coge el látigo que el Ama le entrega.

“Empieza a azotar a tu madre hasta que muestre su sometimiento, y ves con cuidado en no ser blando con ella, si creo que has sido blando te aseguro que preferirás la muerte al tormento que te aplicaré”.

La amenaza del Ama desata una furia de latigazos sobre la mujer inmovilizada, por parte de su enajenado hijo aterrorizado por las amenazas de su Ama.

La pobre mujer cae tumbada sobre el suelo y se arrastra para llegar a los pies del Ama y besarlos.

El enloquecido hijo está fuera de sí y no advierte la sumisión de su madre y continúa azotándola.

“Para, esclavo, que vas a despellejarla viva”.

Salome parece que regresa a la realidad, detiene el castigo al tiempo que se postra ante su Ama, besando y lamiendo sus pies en unas ansias de agradecimiento hacia su sádica Ama.

“Gracias mi Ama, seré siempre vuestro esclavo más fiel”.

La mujer ha quedado completamente marcada y herida en todo su cuerpo, por los fuertes latigazos recibidos de su hijo. Tiene la mirada perdida y una expresión de incredulidad, como buscando una razón y explicación a lo que le está sucediendo.

“Tú vas a ser mi esclava a partir de este momento, el pequeño castigo que has recibido es insignificante al lado de las torturas que puedo infligirte si no satisfaces mis demandas. Siempre te dirigirás a mi como tu Ama, no hablarás ni harás nada sin mi permiso. Ahora te quitarán la mordaza para que puedas ofrecerte y prometerme tu acatamiento y sumisión”.

“Salomé, puedes quitarle la mordaza a mi nueva esclava”.

Salomé quita la mordaza a su madre, ésta a pesar de las heridas que ha dejado el látigo por todo su cuerpo, se acerca a los pies del Ama Dolores, los besa y lame para demostrar su sumisión.

Su hijo se le acerca y le dice:

“Tienes que prometer fidelidad y obediencia para ser aceptada, sino te castigara”.

“Yo os prometo ser fiel y obedecer vuestras órdenes con mi mejor voluntad.”

Está claro que la mujer a comprendido que, no tiene otra posibilidad que acatar y obedecer a la mujer que demuestra tener poder sobre todos los demás.

“Bien, si cumples tu promesa seré benigna contigo, pero si fallas en atender mis deseos, serás castigada severamente. Tu hijo te podrá explicar que no es bueno enfadarme. Ahora para aceptarte como mi esclava, te anillaré los pezones y el clítoris, con los logos de la divisa de mi harén, y marcaré a fuego el final de tu espalda con el nombre que tendrás a partir de ahora. Tu hijo, me ayudará sujetándote fuertemente. Por cierto, tu hijo ya no es tu hijo, yo lo estoy transformando en mujer, de momento solo tiene el nombre y el trato de todos como mujer, pero pronto lo caparé y le pondré sexo femenino”.

La tranquilidad y normalidad con que habla la vieja Ama de capar a su hijo es de suponer que produce en la infeliz mujer, una conciencia de lo que le está ocurriendo y ello la hace más entregada a la sumisión.

“Sujeta fuertemente a tu madre, para que pueda anillarle y ponerle la marca con la que la conoceremos en nuestra comunidad, y Tú, Marisa, tráeme la caja de marcar a los esclavos y prepara el hierro con el nombre de “Madre”, y mientras Lolita le trabajará los pezones y el clítoris, para hacerlos más accesibles y facilitar la operación”.

Marisa acude con una caja como las de las pistolas de duelo del siglo XVIII, y extrae como un atizador de hierro, en la plataforma de la cual inserta las letras que forman la palabra “Madre”, y enchufa la clavija a una toma eléctrica.

Salome tiene fuertemente sujeta a su madre arrodillada de cara a la vieja y sádica Ama. Esta coge como unos finos punzones y sin mayor miramiento aparta a Lolita que está chupando el pezón de la mujer para hacerlo más prominente y se lo atraviesa con un solo movimiento, provocando en la infeliz un fuerte aullido de dolor. Con movimientos expertos saca el punzón sustituyéndolo por un anillo plateado y seguidamente hace lo mismo con el otro pezón.

“Dejaremos más tiempo a Lolita para que consiga la excitación del clítoris, el dolor que ha sentido en los pezones, ha hecho retraer el placer, dejaremos que el suave masaje que le está dando vaya haciendo olvidar el dolor pasado”.

La visión de la mujer desnuda, arrodillada e inmovilizada, por la corbata de cerdo más la sujeción de los fuertes brazos de su hijo, es realmente excitante a pesar de las sádicas manipulaciones de la vieja Ama.

Parece que la mujer va serenándose y relajándose, con el tratamiento que la experta boca de Lolita está haciendo en su sexo.

“Lolita, para, que vas a conseguir que se venga y no es esta mi intención”.

El Ama al igual que lo que hizo el Ama Sara con Lolita, capta el clítoris de la mujer con unas pinzas y lo atraviesa con un solo movimiento. Ahora los aullidos de dolor se han multiplicado por cien, mientras la mujer entra en convulsiones y fuertes temblores, que cesan cuando el Ama aplica el hierro candente con las letras de “Madre” en el punto donde la espalda empieza a perder su digno nombre. Parece que el dolor sobre el dolor ahoga sus gritos.

“Hemos hecho un buen trabajo, y tu Salomé has cumplido satisfactoriamente mi petición, por lo que te voy a dar un premio, haciendo que mi nueva esclava te proporcione placer con su boca. Ya has oído “Madre” mi deseo, espero que la mamada que le hagas sea memorable e inolvidable para tu querida Salomé”.

La mujer completamente transportada por los actos del Ama se acerca a su hijo, y como una autómata se introduce su polla en la boca, y empieza a masturbarle de una manera que demuestra una muy experta habilidad, con seguridad que no es la primera polla que come.

A pesar de lo insólito del caso, la polla del hijo se ve claramente como crece con rapidez, la rigidez y el tamaño aumentan por momentos, al tiempo que los primeros gemidos de placer salen de su boca, en este momento la vieja Ama introduce una bala vibradora en el culo de Salomé que le hace explotar de placer. La madre recibe en toda su boca el semen de su hijo, al tiemplo que el Ama le grita:

“¡Traga toda su leche!, recibe de vuelta toda la leche con la que le has amamantado en su infancia”.

Todos están con unos espasmos de placer que se trasmiten y excitan a todos los presentes, noto como mi sexo se endurece y las ansias de placer se apoderan de mí.

“Eres joven, con un poco de ayuda te repondrás rápidamente para poder cumplir con mi próximo deseo. Quiero que te folles a tu madre, ahora y cada día durante todo el mes. Quiero que la dejes preñada, así tendrás un hijo y hermano al mismo tiempo, que también servirá para mi Harem, y será un deliciosos placer para la última etapa de mi vida”.

Ayudar a recuperar a Lolita para que pueda cumplir mi nuevo deseo. Rápidamente Marisa y Lolita van donde esta Salome y empiezan a acariciarle por todo el cuerpo de manera que la vitalidad de esta resurge con la rapidez que le permite su juventud.

La verga vuelve a estar rígida y empinada y dispuesta para ensartar el primer coño que encuentre, que no es otro que el que le muestran de su madre aún no repuesta de las sensaciones vividas.

“Fóllate a la mujer que te dio la vida y siembra con tu leche su huerto, para que nos de él fruto que alegrará mis próximos años.

La rígida polla del hijo, penetra profundamente la vagina de su madre, y llevado por el deseo que le posee, empieza un mete y saca que va acelerándose a medida que el placer se acerca, la mujer al contacto placentero del miembro de su hijo dentro de su vagina, responde también instintivamente con movimientos cada vez más acelerados, y en un sincronismo perfecto explotan madre e hijo en un éxtasis jamás sentido, con suspiros y gemidos incontrolables y llenando el joven hijo la matriz de su madre, con el fértil semen de sus testículos.