Mi última Sonata - Capitulo 10º
Relato real de mi incorporación no buscada en el mundo de la esclavitud y la sumisión.
Capítulo 10º
El Macho Alfa.
El silencio se ha impuesto en la sala, yo y mis compañeros hemos quedado petrificados.
“Pagar el encargo a este muchacho y que se vaya”. Dice la vieja dama.
“No tan deprisa abuela, seguramente las “titis” que están a su lado, querrán que me quede para que las ponga en forma.
“Si, seguro que tienes razón, pero ahora ni ellas ni yo estamos para atenderte, cobra y vete con viento fresco”.
“Abuela, yo no atiendo viejas ni pagándome el doble, en cambio puede que les haga una rebaja a estas “titis”
buenorras que están a tu lado”.
“Sara, como el señor parece que quiere quedarse invítale a una copa y que se ponga cómodo”.
No se que pretende la vieja dama, pero a Sara parece que no le extraña la reacción y dirigiéndose al fornido muchacho, pregunta:
“Que te apetece tomar, muchacho, Güisqui, cava o cualquier otra cosa”.
“Yo no bebo alcohol ni fumo, solo tengo un vicio, y es atender a las mujeres bonitas como tú.”
La abuela se levanta y se dirige al arcón refrigerador de bebidas que hay en la pared cercana, y sacando una Coca-Cola la abre y vierte en un vaso de cristal.
“Sara toma esta bebida y dásela al muchacho. A los deportistas les gustan las bebidas frescas y viniendo de ti le parecerá más buena”.
Sara, siguiéndole el juego a su madre, coge el vaso de Coca-Cola y se lo ofrece al fornido muchacho.
“Espero que no me rechaces esta bebida de bienvenida.”
“La beberé porque viene de una muchacha bonita, pero no te hagas ilusiones, no te [RRB1] haré ninguna rebaja”,
dice con chulería. Y riéndose de su gracia, coge el vaso y lo vacía de un solo trago.
Sara mira a su madre y esta hace un movimiento de cabeza de asentimiento.
Bien muchacho, ya que quieres participar en nuestra fiesta, túmbate en esta cheslong y ponte cómodo mientras te explico lo que estamos haciendo.
El muchacho siguiendo lo indicado, se recuesta en la cheslong con movimientos pausados como si estuviera cansado.
“Cuando se duerma, ponerle un cinturón y esposas de cintura, a este chulito lo quiero domar yo, a la vieja usanza. Ahora ya no oye, pero esperad que esté más dormido, he metido en la Coca-Cola a una buena dosis de Rohypnol que lo dejara dormido un buen rato”.
Y efectivamente el muchacho queda profundamente dormido sobre la cheslong.
“Arsenio y Roberto, desnudarlo y ponerle el cinturón de acero que os he dicho y sujetar los brazos en la espalda con una servidumbre de cuero con collar y restricción de brazos y muñecas”.
Ambos esclavos toman al muchacho, lo levantan de la cheslong, lo desnudan al tiempo que le colocan el cinturón de acero. Inmovilizan sus brazos en la espalda con unas correas de cuero, que enganchan en una ancha correa que baja desde el collar, que le han colocado en su cuello hasta un enganche del cinturón de acero.
“Engancharlo a las anillas de la pared, por las axilas y los tobillos. El individuo parece suficientemente fuerte para que tomemos las debidas precauciones”.
Los dos esclavos cumplen las ordenes de la vieja Ama y una vez inmovilizado el individuo, vuelven a su puesto.
Desnudo presenta una imponente figura, seguramente muy trabajada en el gimnasio. Debe tener una edad alrededor de los 20 años, con una hermosa cara y un largo cabello negro que le favorece positivamente.
“Esperaremos que despierte, para empezar su doma. Quiero que todos los esclavos presencien las acciones que harán posible someter a mí voluntad a este individuo, para que comprendan que someter a un ser viviente, sea animal o humano es posible cuando un ser superior lo desea. Posiblemente será el último imbécil que dome, pero por dios que esta vez voy a disfrutar de lo lindo con este chulito”.
Yo y mis compañeros nos mostramos inquietos a la espera de los acontecimientos, pero tal como se apuesto el panorama, nadie se atreve ni a mover un dedo.
El joven ha quedado medio colgado de las anillas de la pared, debido al estado de sueño en el que aún se encuentra.
“Madre, crees que vale la pena que te esfuerces ahora en la doma de este chaval, Alba y yo podemos ocuparnos de él sin que tu tengas que intervenir”.
“No hija, esta es la última lección que aún tenéis que aprender como seres superiores, para tener el secreto del poder total sobre los demás”.
“Bien madre, como tu dispongas, pero piensa que Alba y yo estamos aquí para ayudarte”.
“Tía Sara, deja a la abuela, ella sabe lo que hay que hacer, deseo ver como doblega la voluntad de este chulo”.
El muchacho empieza a moverse y se está despertando del sueño provocado por la droga ingerida. Realmente tiene una figura impresionante, lo cual explica los aires de suficiencia que ha mostrado.
“Que coño es esto, soltarme inmediatamente, o lo vais a lamentar, estúpidos”.,
“Creo que aquí nadie va a soltarte, solo esta vieja tiene el poder sobre ti”.
“Suéltame, puta vieja, o lo vas a lamentar”.
“Aquí los únicos lamentos serán los tuyos. Cuando acabe contigo conseguiré que comas en mi mano como un manso perrito y que solo al verme te mees y cages de miedo, del terror que incrustaré en tu cerebro”.
“Esto no lo va a ver ni tu puta madre, vieja loca”.
“Veremos quién tiene razón al final”.
“Arsenio, trae la silla de tabla y sienta a este idiota a horcajadas en ella. Que te ayude Roberto”.
Arsenio trae una silla con el asiento en forma de triángulo, y colocan al muchacho sentado en ella de cara al Ama Dolores.
“Inmovilizarle el cuerpo y las piernas, para que pueda trabajar cómodamente”.
Arsenio pasa unas correas por el cuerpo y las piernas del muchacho y las ancla a los laterales de la silla.
“Soltarme de una vez u os denunciaré a todos, pandilla de tarados”.
“Sara y Alba venir a ayudarme a calmar a este joven tan vehemente”.
Las dos amas acuden solícitas al requerimiento para prestar la ayuda que sea necesaria.
“Poneros una a cada lado y pellizcar la piel del escroto, manteniéndola plana sobre la tabla, le voy a clavar los huevos en la madera”.
“Pero que es esto, esta vieja esta loca, parad ya, como broma ya os estáis pasando”.
“Este pobre idiota no se entera de nada”.
“Arsenio tráeme el martillo y unos clavos de techo”.
Este con premura busca dentro de un gran armario que hay en la pared del fondo de la sala, y saca una caja de herramientas, de la que extrae un martillo y unos clavos. Va hasta el ama y deja todo ello encima de la madera de la silla donde está sentado el muchacho.
“Como broma os estáis pasando de la raya, si lo que queríais era darme una lección ya lo habéis conseguido, me disculpo si he estado algo impertinente y mal educado”.
“Calla la boca desgraciado, o te la voy a coser”.
Y diciendo esto, coge un clavo y lo clava en la piel del escroto que su hija Sara tiene estirado. El joven pega un fuerte chillido, no se si de dolor o de espanto.
“Pero que hace, detenerla, esta vieja está loca”.
“Cállate de una vez, ya te he avisado que, si no te callas, te coseré la boca”.
Y diciendo esto clava un segundo clavo en la piel del escroto que su nieta Alba tiene estirada.
El joven chilla de terror, al ver que nadie se mueve para impedir lo que esta sucediendo, la indefensión en que se encuentra es lo que empieza a aterrorizarle.
“Quiero que le inmovilicéis la cabeza, me molesta tanto movimiento”.
Esta vez es Marisa que se acerca trayendo un artilugio de hierro que coloca como una corona en el cráneo del infeliz, fijándolo fuertemente al respaldo de la silla donde se encuentra sentado.
Este aterrorizado, empieza a chillar con todas sus fuerzas pidiendo socorro.
“Chilla todo lo que quieras, nadie te va a oír, resígnate solo yo tengo el poder sobre ti y más vale que te calles o te callaré yo”.
El muchacho esta aterrorizado, se siente perdido y continúa chillando, pidiendo socorro.
“Ya me he cansado de esta histeria, Alba, acércame mi bolsa que tienes a tu lado y Marisa que traiga Betadine de la farmaciola. Voy a coser la boca de este histérico”.
El muchacho pone cara de espanto, se esta dando cuenta que nadie se va a oponer a lo que diga o haga aquella mujer.
“¿Como lo vas a hacer abuela?”. Pregunta la joven Alba.
“No te preucupes, tengo experiencia en poner grapas”.
El joven intenta serenarse y dirigiéndose a la mujer que le esta torturando, le suplica que se detenga, que disculpe su comportamiento y que promete olvidar todo lo pasado y que se compromete a hacer lo que quieran mandarle.
“El miedo hace prometer lo que cree que te librará de él, pero cuando el miedo desaparece las promesas se olvidan. Yo hare que el miedo y el terror que tendrás de mi se incrusté en tu cerebro hasta tu muerte”.
Mientras a sacado un estuche de grapas sanitarias y una tenacilla que sirve para ayudar a clavarlas. El joven aprieta los labios e intenta esconderlos dentro de su boca.
“Abuela, ¿le tapo la nariz para que abra la boca para respirar? Así le cogeremos los labios”.
“No hace falta Alba, tengo unos ganchos con los que le estiraremos los labios y podremos trabajar tranquilamente.”
“No quiero ver a ningún esclavo que baje la vista o se las tendrá conmigo, y no estoy de humor para aguantar tonterías”.
Yo, como todos los demás, estamos como petrificados y lo último que se nos pasa por la cabeza es llamar la atención de cualquiera de estas Amas, miramos atentamente como se nos ha mandado y procuramos pasar desapercibidos con nuestra actitud.
“Coger un gancho cada una, clavarlo en el labio y estirar hacia afuera para que yo pueda ir clavando las grapas”.
Al escuchar esto y ver los ganchos en las manos de las dos mujeres, el joven abre la boca y saca los labios hacia fuera.
“Bueno, parece que no harán falta los ganchos, el chico va entrando en razón y cada vez irá colaborando más con nosotras. Coger fuertemente los labios y tirar de ellos para que yo vaya clavando las grapas”.
Y mientras habla empieza a clavar las grapas, empezando por el medio de los labios y siguiendo con dos más a cada lado, mientras el infeliz emite unos fuertes gemidos de dolor.
“Creo que con estas 5 grapas habrá bastante, si no escarmienta y hace demasiado ruido le cortaré la lengua, con esto creo que el chico dejará de molestar”.
El terror del muchacho se refleja en su cara y en sus ojos desorbitados que lloran con abundancia de lágrimas. La vieja Ama se acerca a su cara, lame las lágrimas que caen por su cara y mirándole fijamente, le dice:
“El sabor de tu dolor me excita enormemente, mientras, mi poder sobre ti aumenta rápidamente, ya empiezas a querer complacerme, ¿verdad?”
El infeliz emite unos gemidos, que todos interpretamos como afirmativos en respuesta a la pregunta de la vieja Ama.
“El trabajo no se ha acabado aún, este chico al parecer con razón o sin razón tenía una alta autoestima frente a las mujeres y tendré que demostrarle su equivocación. Le anillaré el glande para poder pasearle como un perrito de compañía”.
El sadismo de la Ama Alba aflora en este momento acercándose a la cara del muchacho y besando su cosida boca, al tiempo que acaricia la polla del pobre infeliz, que a pesar de las circunstancias palpita al contacto de los expertos tocamientos de la joven Ama, mientras le dice:
“Que te parece el arte de mi abuela, estoy seguro de que al final del tratamiento que te está dando acabarás adorándola”.
“Haces bien Alba en exitarle el pene, descapullale bien que tengo que atravesarselo con una aguja candente, para evitar la infección”.
“Madre, yo tengo un aparato eléctrico que pone incandescente cualquier metal que le pongas, es con lo que calenté la cuña con la que cautericé a Teresa”.
Dásela a Teresa y que caliente una aguja de punta redonda y de 3 mm.
Mientras su nieta está provocando la erección del miembro del pobre muchacho, que a pesar de las circunstancias no puede dominar la erección que le provoca la experta muchacha, que incluso se pone lo polla en la boca y empieza a chupársela con afición, a medida que la va chupando esta va creciendo, poniéndose cada vez más rígida.
“Alba, para un poco, no quiero que se corra ahora, cuando sea el momento le dejaré que se venga, pero ahora tiene que saber que está bajo mi control para todo. ¿Lo has descapullado totalmente?”.
“Si, abuela, aquí lo tienes, a punto”.
Dice la nieta mientras exhibe el pene del muchacho que tiene cogido con su mano.
El chico emite fuertes gemidos a través de su cosida boca, al tiempo que muestra una cara de espanto que me conmociona fuertemente.
Teresa ya esta al lado del Ama, con la aguja al rojo vivo, ensartada en unos pequeños alicates especiales.
La vieja Ama coge los alicates y sosteniendo el pene del muchacho lo atraviesa de un golpe de parte a parte.
Los gemidos y sollozos del infeliz suenan fuertemente a pesar de tener la boca cosida, y las lágrimas corren abundantes por su cara.
La vieja Ama, mira fijamente sus ojos llorosos.
“Este crio tiene poco aguante para el dolor, esto es lo menos doloroso de lo que te espera”
“Teresa tráeme una argolla de tamaño adecuado para ponérsela en el pene”.
Y Teresa le entrega una argolla con cierre, de un tamaño considerable. El Ama la pasa por el agujero recién hecho en el pene y seguidamente esparce media botella de Betadine por todo el miembro.
“Sacarlo de la silla, sin sacarle las restricciones, quiero dar un paseo con él”.
Entre Arsenio y Roberto sacan al muchacho de la silla donde a sufrido dolores y miedos, y lo plantan delante de la vieja Ama, esta levanta la mano y cogiéndole por sus preciosos pelos le hace agachar hasta el suelo, el pobre infeliz a pesar de tener su boca cosida, intenta besar los pies del Ama, pero el Ama le hace ademán señalando su coño que desea recibir el tributo de sumisión en aquel profundo lugar.
El pobre infeliz restriega patéticamente su rostro y su nariz por el coño del Ama intentando complacer sus deseos.
“Darme una cadena que voy a pasear un rato al perro”.
Teresa rápidamente le alarga una de las cadenas que nos atan al cuello, y el Ama la engancha a la argolla del pene del muchacho. Este tiene los brazos amarrados a su espalda y restricciones en los tobillos que le hacen caminar a pequeños pasitos.
El Ama tira de la cadena y el pobre muchacho se afana en seguirla pegando pequeños saltitos.
“Tienes que llegar hasta tu lugar de descanso, te dejare que pases la noche y mañana seguiremos el tratamiento de domesticación. Hoy ha sido suave los momentos dolorosos serán mañana”.
El pobre muchacho masculla sonidos de terror ante la perspectiva que le está anunciando el Ama.
“Ya hemos llegado, esta bonita silla será tu cama esta noche”.
Están delante de un sillón de madera completamente cubierto de pequeños clavos, con correas que denotan la función de atar con ellas a sus ocupantes.
Arsenio y Roberto venir a ayudarme a aposentar debidamente a mi futuro esclavo. Estos acuden y ayudan al Ama a sacar las restricciones de cuero con las que esta inmovilizado el chico y lo colocan debidamente sentado y atado al sillón.
“Descansa todo lo que puedas que mañana nos espera un día ajetreado”, dice el Ama con toda su mala intención, y se va hacia donde están su hija y su nieta.
“Bueno, creo que hoy hemos hecho un buen trabajo, tendremos que quedarnos aquí hasta que termine completamente la domesticación de este individuo. Esta noche debemos descansar ya que mañana nos espera un duro día. No es fácil conseguir el completo sometimiento y el quebrantamiento de la autoestima. La resistencia moral y la voluntad de un individuo solo puede quebrantarse con el terror. Hay que persistir en la tortura hasta que acceda fácilmente y de buen grado a mis deseos, sean los que sean.
“Hurra, por mi abuela, es la mejor”.