Mi última Sonata -Cap.16 Las Amas nacen o se hacen

Relato real de mi incorporación no buscada en el mundo de la esclavitud y la sumisión.

Capítulo 16º

Las Amas nacen o se hacen.

“Empezaremos el tratamiento ahora mismo, yo preparo lo necesario para dar una dosis a cada una de estas tres putas sádicas. Vosotros prepararlas de modo que pueda inyectarles la droga con facilidad.”

Dice Penélope mientras saca de su bolso lo necesario para preparar la droga.

Ricardo y Marta sientan a las 3 mujeres en sendas sillas, inmovilizándolas y con los brazos a la vista para poder inyectarles la droga por vía intravenosa.

Penélope con la jeringuilla ya preparada, inyecta una dosis a cada una de las mujeres.

“Con la heroína pronto estarán enganchadas lo suficiente para que hagan nuestra voluntad. Ricardo, cuelga a las dos jóvenes de manera que sea lo más vejatoria posible, deja a la vieja a mi cuidado que empezare a presionarla”.

Ricardo desata a las dos mujeres y se las lleva hacia las escaleras, mientras Penélope se acerca a la vieja Dolores y mirándola fijamente, le dice:

“Ya has visto como he convencido a tu hija para que se sometiera, a ti no te cortaré ningún dedo, ya no te sirven para mucho. Contigo me dedicaré a tus pezones y tu clítoris. Es lo único que empleas, vieja puta. Ya lo sabes, si quieres conservar estos placenteros trocitos de carne, tendrás que someterte a mí, besar y lamer mis pies y mi coño, y suplicarme que te tome como esclava. Ahora te pondré un cinturón de bondage, y te desataré de la silla para que puedas someterte a mis pies. ¿Entendido, puta?”.

“Si”.

Contesta lacónicamente la vieja, mientras se tumba a los pies de Penélope y besa y lame sus pies y su coño, y con desgana se la oye decir:

“Tomarme por esclava”.

Es evidente que el efecto relajante y euforizante de la droga, hace sus reacciones desconcertantes. Pero Penélope no atiende a estas circunstancias.

“Voy a encender tus deseos, pues veo que están bastante apagados”.

Coge a la vieja y la sienta y fija en una Silla de Queening, maquiavélica, con cruz y cepo para el cuello, que tienen a su lado.

“Vamos a comprobar cómo se encienden tus ánimos”.

La vieja queda sentada con las piernas abiertas, los brazos en cruz y la cabeza inmovilizada por el cepo.

Penélope la mira fijamente casi tocando su cara.

“Siento que tengo todo el poder sobre ti, esto me excita de manera tan fuerte como nunca imagine. El poder me da placer y que tú lo percibas lo sublima. Espero que las súplicas y promesas que te arranque con mis tormentos me lleven al éxtasis”.

Penélope pone y enciende una robusta vela en la base de la silla de Queening, que al estar abierta calienta directamente todo el tejido alrededor del ano de la vieja, al mismo tiempo con un par de velas encendidas las aplica bajo las axilas de la mujer que empieza a chillar de dolor. Penélope esta con su cara a un palmo de la cara de la vieja a la que mira mostrando su poder.

“¿Quieres que apague las velas? ¿ Como lo conseguirás? Yo gozo carnalmente de estos momentos de poder”.

“Por favor, Señora y Ama, detenga este tormento, seré vuestra esclava y cumpliré todos sus deseos, os lo suplico con toda humildad, reconozco vuestra superioridad sobre mí, y me entrego a vuestro servicio”.

A pesar del placer y bienestar que produce la heroína, el dolor que experimenta la vieja mujer trasciende su estado de euforia.

“Parece que el fuego enciende pasiones ocultas, me siento divina con el poder sobre ti y voy a ejercerlo deteniendo el tormento que solo depende de mi voluntad, esto me excita sobremanera”.

Penélope apaga las velas y mirando a la vieja, dice:

“Que debe decir ahora una esclava bien educada”.

“Gracias, Ama, perdón, mi Ama, por librarme de más castigo”.

“Bien veo que te sabes la lección, de todas maneras, continuaremos probando tus conocimientos como esclava, no olvido lo que le has hecho a mi hijo. Piénsalo e imagina lo que te espera”.

“Solo os pido piedad y perdón y me ofrezco en cuerpo y alma, todo lo que tengo será vuestro cuando y como queráis”.

Ahora hablaremos de esto con vuestro esposo y mi marido.

“Penélope, ven a ver qué te parece como han quedado de decorativas”.

Y Ricardo muestra a las dos mujeres colgadas de la pared, como dos estatuas al lado del gran espejo, que hay frente a la salida del ascensor. Completamente desnudas, con los cuerpos arqueados hacia fuera, por efecto del hierro que presiona la espalda a la altura del vientre, las muñecas y tobillos apresados por argollas fijas en la pared, y los largos pelos fijados de manera que las cabezas quedan mirando al techo. El efecto plástico es sensacional, son como dos antorchas que iluminan con su belleza la estancia.

“Has decorado la pared de la manera más plástica que se pueda imaginar, están y son preciosas las dos, comprendo que quieras disfrutarlas, son nuestras, podemos hacer con ellas lo que queramos, hasta yo siento fuertes deseos sexuales ante su hermosura, las disfrutaremos sin escrúpulos y falsas moralinas, son nuestras pertenencias y las disfrutaremos a nuestro capricho”.

Mientras ha acudido Marta, que queda impresionada por la imagen.

“Han quedado maravillosas, aunque yo prefería cuando disponía de la joven a mi capricho. Me estaba gustando mucho tener a alguien a quién poder mandar”.

“Disfruta de esta visión, y no te preocupes por tener a alguien bajo tu capricho, allí tenemos a una pareja joven que libraremos para que tu dispongas de ellos, ahora estas personas están todas en nuestro poder, tenemos que ser conscientes de ello y disfrutar del poder que representa su posesión. Ahora con la ayuda de padre, enjaularemos a los esclavos que están encadenados, así los tendremos aislados y los sacaremos a medida que queramos algo de ellos. Estos días que no podemos salir por la cuestión de la pandemia, los aprovecharemos para estar en esta casa para recuperar a Jesús, y ajustar cuentas con esta familia de sádicos”.

Los tres se dirigen a donde están mis compañeros, uno a uno les colocan unos grilletes de tobillos y muñecas unidos, y les obligan a entrar en sus respectivas jaulas.

“Ahora que tenemos todo dominado, veremos que podemos sacar de esta familia de tarados. Han estado ofreciendo dinero a mansalva para conseguir su liberación, si esperamos unos días, por medio de las drogas conseguiremos lo que queramos, pero yo no quiero solo sacar dinero de esta desgracia, quiero también que nos donen parte de las propiedades que tienen.  Para ello debemos llamar a un notario que efectúe los trámites necesarios, si nota síntomas de drogadicción el notario no admitirá sus demandas. He pensado que suponiendo que las propiedades deben estar a nombre de los abuelos, presionaremos a estos mientras hagamos los trámites con el notario, advirtiéndoles que en el caso que algo no transcurra como les habremos indicado, sacrificaremos a su hija y a sus nietos con los tormentos más atroces que puedan imaginar. Debemos convencerlos de nuestra determinación, para inspirarles el suficiente terror que les impida tomar alguna decisión contraria a nuestros deseos”.

“Madre me parece un poco complicado este plan, pero si padre está de acuerdo yo contribuiré en lo que pueda. Mientras madre, deberías darme a esta jovencita que está en el número 7, ya que habéis colgado a la que ya me había acostumbrado y me proporcionaba intensos orgasmos. Tu misma dices que podemos usar de ellos a nuestro capricho, tanto padre como tu habéis disfrutado con ellos, yo he descubierto el placer del sexo, intensificado por el poder de sentir el dominio sobre otra persona. Quiero volver a sentir, la sensación de poder que he experimentado con la chica, obligándola a satisfacerme una y otra vez”.

La joven Marta, habla de los enjaulados como cosas de su propiedad, pidiendo a su madre que le dé la joven Lolita. Con toda seguridad, el virus del poder ha entrado en su cerebro.

“Bueno hija, ahora la sacamos y te la damos para que disfrutes de ella, después también si lo deseas te puedes quedar con el otro jovencito, de momento lo necesitamos para presionar a los viejos”.

El lenguaje que emplean las dos mujeres hablando entre ellas, denota que han asumido la esencia del poder. El virus de la dominación ha invadido su inconsciente.

“Voy a sacar al padre y al sobrino de la dueña de la casa, para ver hasta qué punto les convenzo de entregarme sus bienes. Estos dos, por lo visto tienen alma de sumisos. Veré si consigo quedarme con ellos”.

Acciona el mando que abre las jaulas correspondientes, y enganchándoles una cadena al collar se los lleva al centro de la sala.

“Madre, abre también la jaula número 7, que me traeré la chica para mí”.

Penélope acciona el mando que abre la jaula nº 7 y Marta le coloca la cadena en el collar y se la lleva hasta la cheslong que hay en el centro de la sala.

Lolita demostrando su condición de sumisa, se postra delante de la joven Marta, en posición de entrega, besando y lamiendo sus pies.

“Acójame como su esclava, disponga de mi a su conveniencia, en la seguridad que yo le entregaré mi cuerpo y mi voluntad y pondré todo mi esfuerzo en complacer sus deseos”.

Al oído de estas palabras la joven Marta, tensa su cuerpo y tira de la cadena del collar de Lolita, haciendo que esta alce su cabeza y la mire directamente.

“Tus palabras me excitan, mi estomago se contrae y mi sexo se humedece, al sentir el placer de la posesión. Sométete, besa y lame mis pies, acaricia mi sexo, para llevar mi excitación al máximo. Luego, si consigues llevarme al éxtasis deseado, te tomaré como la primera esclava de mi harén”.

Lolita que ya comprobamos que tiene gran habilidad de movimientos con su lengua, se entrega con todo ardor a cumplir los deseos de la joven Marta. Al poco ésta empieza a contorsionarse y suspirar alcanzando el orgasmo con fuertes gemidos y contorsiones. Lolita continúa aplicándose en su labor a pesar del orgasmo que ha provocado, hasta conseguir que la joven Marta le reclame que continúe y no pare de acariciarle.

“No pares, continúa masturbándome hasta que caiga exhausta. Quiero correrme hasta morir, este placer me enloquece”.

Visiblemente Marta está llegando al orgasmo una y otra vez. Imposible de contabilizar sus venidas, está en un continuo gemido y en una convulsión continua.

“Para ya. Te va a dar un ataque de histeria si continuas así. Y tú chica déjala que se calme, se nota que tienes habilidad para dar placer, lo tendremos en cuenta para cuando sea necesario”.

Es Penélope que pone calma en el ambiente.

“Quédate con ella, pero úsala con mesura. Parece que hoy has descubierto el sexo, debes aprender a controlarlo dentro de lo posible. Ya sabes que soy muy liberal en estas cuestiones, pero debemos aprender a controlar nuestros sentidos e impulsos”.

Hablan como si se refirieran a animales o cosas, no personas. Definitivamente el placer de la dominación y de la posesión está calando profundamente en su cerebro.

Marta ya más calmada, pero en con la plena exaltación que le produce el poder, se dirige a la joven Lolita:

Has conseguido llevarme a unas cotas de placer desconocidas para mí. Deseo tu entrega total y sentir el placer de poseerte. Quiero convertirme en una perfecta Domina y tú serás mi campo de entrenamiento. Hoy como premio al placer que me has dado, yo te premiare azotándote, para que disfrutes, si realmente tu placer es mi placer, del que me produce castigarte simplemente por capricho. Ponte de cuclillas y no quiero oír lamentos ni expresiones por dolorosos que sean mis azotes. ¿Entendido?

“Si, mi Ama. Y os ofrezco mi dolor con satisfacción, si este se convierte en placer para vos.”

“Encuentras las palabras justas que me excitan y complacen. Creo que nos llevaremos bien, tú y yo”.

Y diciendo esto, con un látigo de los llamados de 7 colas, mejor conocidos como gato de 7 colas, sin garras, pero con nudos en las extremidades de las colas, Marta lanza el primer azote de su vida, sobre la desnuda espalda de la joven Lolita. No ha sido excesivamente violento, pero su cara refleja el placer que le ha proporcionado.

“¿Que tienes que decir, esclava?”

Es evidente, que instintivamente espera alguna reacción de su víctima.

“Perdón, mi Ama. Uno, y gracias por disciplinarme, mi Ama”.

Esta reacción enardece a la joven Marta, que aumenta a cada golpe la furia de los azotes.

Después de que la desgraciada Lolita, con voz entrecortada y con lágrimas en los ojos, agradezca el décimo azote, Marta detiene el castigo. O se da por satisfecha o la furia que ha imprimido en los azotes le ha dejado el brazo exhausto para continuar.

Lolita aprovechando el parón, besa los pies de su Ama y la mano y el látigo que le ha castigado.

“Gracias Ama, agradezco su atención para diciplinarme y ofrezco mi dolor para su placer”.

“No es solo tu dolor lo que me satisface, es sentir el poder que tengo sobre ti, saber qué puedo hacer contigo lo que inspire mi capricho, es una sensación inenarrable que se trasmite por todo mi cuerpo. Ahora en agradecimiento de mi atención para contigo, deseo sentir nuevamente tu dulce boca en mi sexo”.

Marta se estira en la cheslong. Sin pérdida de tiempo, Lolita ya tiene su boca en el sexo del Ama y con su hábil lengua estimula su clítoris, provocando de inmediato suspiros y suaves gemidos de la hermosa joven, que con sus convulsiones y movimientos se muestra casi completamente desnuda.

Los gemidos van en aumento y el orgasmo se precipita e intensifica, cuando la experta Lolita sin dejar de estimular a la joven que por la intensidad de sus gemidos está a punto de venirse, le introduce un dedo en el culo, lo que provoca un fuerte grito de placer en la joven Ama.

“Marta no puedes estar todo el día abusando del placer del sexo. Para, ven aquí que tenemos que solucionar lo que hacemos con esta gente. Tú te subes al piso para hacer compañía a tu hermano, si duerme déjalo tranquilo, pero si está despierto procura distraerlo y no dejes que baje aquí, hasta que yo te avise”.

Es otra vez Penélope, que pone algo de calma, en el encendido ambiente que ha provocado Marta.

“Bien madre, pero me llevo a Lolita, se me ha ofrecido como mi esclava, y quiero disfrutar de esta experiencia”.

“De acuerdo, pero con juicio. ¿Vale?”.

“Vale, madre. Vamos esclava”.

Y desaparecen por las escaleras que llevan al piso superior.

Ricardo y Penélope tienen al matrimonio y el nieto de rodillas delante de ellos.

Ya habéis visto lo que he hecho a vuestra parienta, la tenéis allí colgada con su sobrina. Espero no tener que ser demasiado cruel con vosotros, pero no escatimaré recursos para conseguir mi voluntad. Debéis asumir que la única Ama a la que os debéis es a mí y como tal espero vuestra sumisión o ateneros a las consecuencias.

Y Penélope desabrochándose el vestido, se muestra completamente desnuda frente a la codiciosa mirada del abuelo y nieto.

Yo soy vuestra única Ama, postraros ante mí y rendirme pleitesía besando y lamiendo mis pies y mi sexo, y pidiendo que os acepte como esclavos para mi harem.

Los penes de los dos sumisos reaccionan de forma inmediata con una erección notoria, mientras se postran para besar y lamer los pies y el sexo de la nueva Ama. Está a percibido la erección de ambos y les conmina.

“Me gusta la excitación de vuestras pollas, deseo su entrega incondicional, ponerlas en mis manos para que tome posesión de ellas”.

Y extiende las manos para facilitar la toma de posesión. Ambos ponen sus pollas en las manos de Penélope, y esta solemnemente dice:

“Tomo posesión de ambas pollas, para mi satisfacción y servicio, y quedan bajo mi control. Sin mi permiso no realizarán ninguna acción y deberán pedir autorización para cualquier uso que quieran hacer con ellas.

“Ahora, consentir y prometer cumplir mis condiciones y yo sellaré el pacto enculandoos uno a uno mientras vuestra vieja os hace una experta mamada para ganarse la próxima dosis de droga”.

“Prometemos cumplir vuestras condiciones en todo momento y circunstancia”.

Recitan ambos como una promesa conocida.

Y colocándose un arnés con pene vibrador hinchable, toma al joven Sergio y lo pone al alcance de su abuela, que sin ninguna resistencia empieza a hacerle una mamada en toda regla. Penélope obliga a inclinarse al joven Sergio y lo encula con el arnés vibrador. El joven no resiste la acción conjunta y se viene en un santiamén.

Ahora te toca a ti viejo, veremos si después del millón de mamadas que te habrá hecho tu mujer aun eres capaz de tener una buena corrida.

Lo deja al alcance de la vieja, que automáticamente se mete su polla en la boca, empieza a hacerle una mamada en condiciones, acelerando y relajando el ritmo, penetrándose hasta el esófago, mordiendo su glande y toda suerte de variedades a las que debe estar habituado el viejo sumiso.

Penélope le encula con el arnés vibrador, jugando, cambiando de ritmo vibratorio.  Este al igual que su nieto, se viene como un joven buey, mugiendo y buscando un aire que no encuentra. Esperaba fuera más resistente.

La intuición de Penélope percibe la disconformidad de Ricardo, que ha permanecido todo el tiempo sin intervenir ni pronunciar palabra.

“Querido, no te enfurruñes, todo lo que hago solo tiene como fin nuestro bien. Comprendo que las escenas que estamos viviendo te alteren. Relájate y toma el placer que deseas y cumple con tus más íntimas fantasías, aquí me tienes a mí, desnuda y deseosa de que me tomes y poseas con todo tu ardor, y cualquier otro deseo que surja de tu natural, tienes con quien realizarlo. Si las deseas hay otras mujeres que cumplirán todos tus caprichos, solo tienes que mandarles lo que te apetezca”.

“Sabes que mi mayor deseo eres tú, quiero follarte y sentir que tu cuerpo disfruta con mi posesión, oír tus gemidos de placer cuando mi leche explosiona dentro de ti”.

Mientras hablaba, Ricardo se ha desprendido de sus pantalones, mostrando orgulloso un erecto y hermoso pene de considerables dimensiones.

“!Follame ya¡, entra dentro de mí y dame tu leche. Quiero sentir la fuerza de tu polla y que me lleve al mundo del placer”.

“¡Marisa¡ ven y come nuestros culos mientras me folla mi hombre,  quiero alcanzar un orgasmo para recordar”.

Y así parece que sucede, dado los gritos y gemidos que está provocando este intenso y deseado polvo, con la colaboración de la entusiasta Marisa, que con su experta aportación intensifica el momento del orgasmo compartido con unos claros movimientos de sus dedos en los culos de la pareja.

“Para cariño, que me vas a matar de placer.”

Dice Penélope, y dirigiéndose a los dos sumisos, que no han perdido detalle, y que es notorio por sus penes erguidos y tiesos que se han excitado con la escena:

“Vosotros ir y limpiar la polla y el culo de mi hombre y luego limpiáis también mi culo y mi coño”.

Ambos prestos se afanan a la labor con entusiasmo.

“Es hora de hablar de negocios, Padre siéntame al tarado de este crio en la silla que esta al lado de la mesa, y fíjalo de manera que le sea imposible moverse”.

Mirando directamente a la pareja de viejos que tiene a sus pies, les dice:

“Veis aquí a vuestro nieto dispuesto a sufrir mis torturas, siempre que no atendaís mis demandas. No penséis que después de lo que habéis hecho a mi hijo, tenga ni la más mínima compasión por ninguno de vosotros.

“Lo primero que vais a hacer, es trasferir el dinero de vuestras cuentas bancarias a la cuenta que ya os dejo indicada en el móvil que os entrego, para realizar la operación. Ya estabais dispuestos a ofrecerme gran cantidad de dinero por vuestra liberación, pero yo lo quiero todo, o acabaré con vuestro nieto y con todos vosotros, pandilla de tarados”.

Los dos viejos se miran entre sí, y la mujer propone nuevamente el ofrecimiento de una gran cantidad de dinero.

Penélope se dirige a su marido diciendo:

“Ricardo, tráeme un martillo y los clavos mas grandes que encuentres. Marisa te indicara donde encontrarlos, voy a convencer a estos viejos, aunque tenga que matarlos uno a uno”.

El viejo hace una mirada como de interrogación, hacia su mujer, esta aun desinhibida por el efecto de la droga administrada, hace un gesto como de no “hagas caso”.

Ricardo acompañado de Marisa ya entregan un gran martillo y unos grandes clavos a Penélope, esta coge uno de aquellos clavos y se dirige a la silla donde esta el nieto, sin ni amenaza previa, clava el gran clavo en el pie derecho del joven Sergio, que queda sujeto a la tarima de madera en que estaba apoyado.

El grito del muchacho resuena por todo el sótano.

“Abuelo, abuela, hacer lo que os dice, esta mujer esta loca y es capaz de cualquier cosa para conseguir lo que desea”.

Los dos viejos han quedado petrificados al ver la acción de Penélope y el dolor de su nieto, que continúa aullando y suplicando.

“Ángel, has las trasferencias, esta mujer no se detendrá hasta conseguir lo que desea”.

El viejo coge el teléfono y después de varios minutos se lo entrega a Penélope.

“Aquí esta la demostración de que se han trasferido nuestros saldos a la cuenta indicada. Ahora os suplico que liberéis a mi nieto, de su suplicio”.

“¿Me reconocéis como vuestra Ama y prometéis servirme sin dilaciones ni escusas?”

“Si Ama” contestan ambos al unísono.

“Perdón, Mi Ama”, rectifica el sumiso Ángel.

“Ricardo, arranca el clavo del pie del muchacho”.

Ricardo se muestra ansioso de conocer cual ha sido la transferencia de los viejos.

“¿Madre, cuánto dinero han ingresado?”

“No te preocupes, lo suficiente para poder hacer lo que queramos. Ahora sácale el clavo al chico, pero dejalo fijo en la silla, mientras yo continuo el negocio con los viejos”.

Y dirigiéndose a los viejos va diciendo:

“Relacionarme las fincas y terrenos que tenéis a vuestro nombre, llamaremos a vuestro notario y formalizaremos unas donaciones o compra venta, en fin, lo que sea más conveniente a juicio del propio notario. Ahora os expondré las medidas que voy a tomar para que cumpláis con lo que os estoy proponiendo”.

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