Mi última lágrima (2)

continuación del relato

Ahí me quedé un rato hasta que noté que la presión que su ano hacía contra mi pene, disminuía. Me di cuenta que él tenía una mano puesta sobre su cabeza y que el gesto era como si estuviera soplando, pero pronto fue cambiando el gesto hacia uno mucho más relajado y tranquilo. Aproveché entonces para ir moviéndome hacia fuera, y luego otra vez hacia dentro, y de nuevo hacia fuera. Cuando noté que Dani lo podía soportar empecé a moverme más deprisa. Le cogí de la cadera y empecé a darle sin represión y sin límites. Una y otra vez, esto se convertía en una envestida. Con mi pene dentro le dije que se incorporara que íbamos a cabalgar. Y fue cuando me tumbé yo, y el sentado con mi pene dentro de él, se movió hacia delante y hacia atrás, hacia arriba y hacia abajo. Así estuvimos un rato hasta que paramos para que yo no me corriera sin haber sido penetrado. Casi daba pena cambiar los roles porque vi que Dani estaba muy a gusto con el papel que le había tocado interpretar.

Me hizo lo del dedito con vaselina introduciendo y sacándolo lentamente. Después puso su miembro en mi entrada y fue despacito, al igual que yo. Lo único que él iba sacando y metiendo de 2 en 2 centímetros. Me gustó mucho cómo lo hizo y el cuidado que tuvo. No mucho tiempo después era yo el que estaba siendo penetrado brutalmente por mi chico, ¡pero qué placer! Después me senté encima de él y bueno… intenté hacer el helicóptero aunque no quedo muy memorable porque le di con el pie en la cara. Volví a sentarme encima de él con su pene dentro de mí y subí y baje una y otra vez a la vez que el rebotaba sobre su culo, hasta que por fin él me dio el aviso de que le faltaba poco. Momento que aprovechamos para volver a cambiar los roles y le volví a penetrar con todo el entusiasmo que pude para llegar hasta el punto al que él había llegado.

Cuando alcancé el punto saqué el pene, nos quitamos los dos condones e introdujimos el pene en la boca del otro estando tumbados en el suelo. Así nos la chupamos hasta que Dani me baño con medio litro de leche caliente. Me llegó por el pelo, la cara, la boca, hasta pensé que me iba a manchar el cinto ese que me había tirado a 4 metros. Pocos segundos después, cuando Dani aún seguía echando leche, yo exploté y saqué todo lo que había dentro de mí. Lo pringué entero. Sólo había que ver su querido pelito, que siempre iba con gomina, cómo estaba ahora. Con el trabajo acabado nos miramos, sonreímos, nos besamos, nos abrazamos, y terminamos metiéndonos en el lago para quitar todo el pegajoso semen. Ahí seguimos besándonos dentro del agua. Estoy seguro que la temperatura era fría, pero no me importaba porque tenía por aquel momento toda la seguridad de que Dani y yo íbamos a estar juntos para siempre.

Y ahí era donde yo estaba mirando ahora; ese lago donde Dani y yo habíamos tenido nuestra primera vez, ese lugar donde habíamos tirado nuestra ropa, la orilla donde nos habíamos revolcado. Me di cuenta que estaba llorando y respirando fuerte. Notaba las lagrimas llegar a mi boca. Qué sabor tan salado. Era muy duro para mi haber sido tan feliz en este mismo lugar y saber que Dani ya no iba a estar en mis brazos más. Estaba seguro de que en París iba a conocer a alguien. Y por qué no decirlo, alguien mejor que yo. Al fin y al cabo, ni siquiera soy una razón lo bastante buena para que él se quede aquí conmigo en lugar de buscar el trabajo de su vida. Siendo más sinceros todavía, mi relación con él desde que me contó los "grandes planes", no había sido muy buena. Haciendo el amor ya no había entusiasmo por parte de ninguno de los dos. Ni siquiera los besos parecían con ganas. Y ya nunca conseguía encontrar esas miradas de complicidad que antes eran tan fáciles de ver en su cara (o en la mía).

Los últimos meses habían sido difíciles. Él pasaba mucho más tiempo en la academia para dominar el francés, y ¡¡estudiando!!

Él decía que lo necesitaba porque en la empresa nueva le iba a hacer falta saber muchas cosas. Yo, con toda mi soledad de estos meses, había intentado buscar otras soluciones. Por ejemplo, dejar a Dani. Pero no podía hacer esto porque cada vez que pensaba en nuestra primera vez me echaba a llorar. Si soy totalmente sincero, había otra solución que se pasaba por mi mente, pero es muy difícil de explicar para mí. Sin él, yo, directamente no encontraba razones para seguir. Yo me encontraba sólo en el mundo y mi único apoyo se iba a marchar para no volver. Volvían a venir todos mis miedos a la mente, todas las inseguridades, y por supuesto, seguía ocultando mis sentimientos, solo que últimamente también los ocultaba cuando estaba con él. No me atrevía a pedirle que se quedara porque sabía que eso podía estropear su vida.

Con todos estos pensamientos en la orilla del lago, levanté la vista, y vi lo que había más allá del lago. Estaba la cuesta. Me dio un vuelco el estómago porque ya sabía lo que había al final de ella. Se encontraba el barranco con una pared de un montón de metros. La sensación que tenía ahora, ya no era pena, sino un intento forzado de buscar valor dentro de mí, pero el valor no quería ser encontrado. Me dirigí a la cuesta y empecé a subirla. Ya no me fijaba en si el reflejo de la luna era bello o de si mi tienda se veía nítidamente bajo la luna casi llena. Sólo me importaba llegar a la parte de arriba de esta cuesta y una vez allí volver a plantearme quien soy y a dónde quiero ir.

¿Por qué dependía tanto de él? Me tenía que hacer a la idea de que se había ido. Hay otras personas, otros planes, otra vida. Me paré en mitad de la cuesta, me agaché en el suelo y llorando como un niño dibujé un corazón con su nombre y el mío. Cuando lo llené de lágrimas me levanté y con un ataque de ira lo pisé y arrastre el pie con todas mis fuerzas hasta que se borraban de nuevo los nombres y grité:

¡¡¡EGOÍSTA!!!, ¡¡¡NO TE NECESITOOO!!!

Oía el eco de mis palabras, que rebotaba en los montes de alrededor. Era una sensación aliviane poder gritar los problemas al monte. Seguí mi camino hasta la parte de arriba de la cuesta. Ahora sí volvía la mirada para atrás. Veía mi tienda, volvía a imaginar todas las cosas agradables que pasaron dentro y fuera de ella. Veía el lago, veía los picos de montaña, y por fin veía el final de la cuesta. Ya había llegado a donde quería. Y ahora, ¿qué? Me asomé al barranco, mis lágrimas caían por él. Deseaba estar bien y que esa lágrima que caía fuera mi última lagrima . En el borde del barranco había una vista preciosa, pero mi cabeza pensaba en otra cosa. Dando un paso hacia atrás tenía que bajar la cuesta y afrontar una nueva vida. Dando el paso hacia delante, nadie me iba a considerar otra vez ridículo, ni me iba a tener que guardar las cosas para dentro de nuevo, y el volcán de mi cabeza por fin pararía. Sentía que toda la naturaleza de mi alrededor estaba expectante; que no era yo quien miraba el valle, sino que era el valle el que me miraba a mí, y que me esperaba. Abrí los brazos, eché el último vistazo al valle, la luna y el lago y grité:

¡¡¡DANI TE QUIEROOOO!!!

...

Pero no pude hacerlo. En lugar de dar un paso hacia delante me tiré en el suelo de golpe. Y me di cuenta de lo que había gritado. Dani… te quiero. O sea que mis palabras de despedida, esas que revelan lo más profundo de mí, seguían siendo de amor por él. De repente noté un vuelco en mi estómago de nuevo. Saqué el mp3 lo más rápido que pude y escuché la canción a la que tanto debo con atención.

. Espero sin ti… (I wait without you)

. No puedo vivir contigo o sin ti… (I can't live with or without you)

Nada que ganar… (Nothing to win)

¡¡¡¡… Nada que perder…. !!!! (Nothing left to lose)

¡Es cierto! Me sabía la letra de memoria y nunca la había escuchado con atención. He tenido la respuesta en mis orejas durante años y no la he sabido escuchar. No hay nada que perder. Sin él no puedo vivir.

Me voy con él.

Empecé a llorar otra vez, pero esta vez de alegría. Me podía levantar, dar saltos. Corrí de nuevo al corazón que yo mismo dibujé y borré en medio de la cuesta y lo recompuse como pude. Corrí cuesta abajo gritando a los montes y al lago. Me reía y lloraba. Qué gran idea había tenido, qué gran canción.

Era de noche y no podía bajar el monte hasta por lo menos dentro de dos horas, cuando hubiera mejor visibilidad que la de la luna casi llena. Tiempo suficiente para pensar lo que había decidido. Me senté de nuevo en la orilla del lago y me di cuenta que no había nada que pensar. Lo que iba a hacer era lo natural, lo que tenía que haber hecho hace tiempo. Yo no sé francés. ¡Y qué más da! Eso no es ni siquiera un problema ahora. Toqué el agua del lago y noté que estaba helada. Me dio igual porque no tardé nada en desnudarme y meterme en la gélida agua. Grité y chapoteé. Ahora sí que estaba feliz. Salí del agua, desmonté mi tienda de campaña y esperé sentado y ya mucho más relajado, pero no dejaba de preguntarme, ¿y si Dani no quiere? Al fin y al cabo nunca me pidió que me fuera con él. No tuvo ningún problema en dejarme aquí y buscar su "gran oportunidad".

Una hora después ya no faltaba mucho para el amanecer porque cada vez se veía más claridad. Mi móvil empezó a sonar. ¡Era Dani! Seguramente me llamaba para decirme que ya se ha instalado en su pisito de Paris. ¡Y yo le tenía que decir lo que iba a hacer!

¡¡¡¡¡Daniiiii!!!! - Dije yo

No puedo - Me dijo Dani. Su voz estaba casi rota. ¿Es posible que hubiera estado llorando?

¿No puedes qué? - Pregunté

Me vuelvo, sin ti no quiero estar - Me sorprendió como nunca lo había hecho. Para él lo estudios estaban por encima de todo. No podía estropear su gran oportunidad por mí. Yo ahora ya sabía lo que tenía que decirle

Dani, no vuelvas tú, me voy yo contigo. ¡Te quiero y quiero estar siempre a tu lado! Nadie me ha dado tanto como tú.

Noooo. ¿Cómo vas a hacer eso? No seas tonto- me dijo

Te cuento cómo lo voy a hacer. Estoy en "nuestro sitio" con la mochila a mi lado. (En este punto ya era hasta difícil entenderme lo que decía porque tenía una mezcla de emociones enorme). En cuanto amanezca cojo mi bici, voy a ir a casa, voy a hacer la maleta gigante y le voy a dejar una nota a mis padres que diga: Mamá, me voy a vivir a Paris con Dani y me llevo la maleta gigante.

Pero…. – empezó

Dani. Sabes que nunca he tenido nada claro en la vida. Pero esta vez sé que sólo existe esta posibilidad, así que prepárate porque voy a ir y no me voy a despegar de tus labios.

Cortamos la llamada después de despedirnos y hice justo lo que le había contado a Dani. La nota que le dejé a mi madre era casi cómica. Pero así intentaba evitar hablarlo directamente. Yo sabía que irme con él era lo correcto.

Ya con mi maleta me dirigí a la estación. No hay trenes para París a todas horas así que me decidí por ir en autobús. En el autobús fui mirando fotos de los sitios que habíamos dejado atrás, de los otros amigos, de la familia. Pero ahora venía algo mejor. Es como si toda la vida hubiera estado esperando poder escapar con Dani a un sitio donde no conozcamos a nadie y empecemos de cero.

Vi la torre Eiffel desde el autobús. Veía a lo lejos algunos rascacielos. Esta ciudad impone pensaba yo. Miraba a la gente del autobús. Eran más altos y más fuertes que yo, y a veces se agradece ver musculitos. Mirando a la calle vi que algo más adelante había muchos autobuses entrando en el mismo sitio. Debíamos estar llegando a la estación. Enseguida me di cuenta que el ritmo de esta ciudad es diferente. La gente corría de un lado para otro, todo el mundo parecía saber a dónde iba. Yo sin embargo no sabía a dónde iba a ir pero si sabía quién iba a estar conmigo. Y ahí estaba él. Cuando vi a Dani ya no pude apartar la mirada, ni siquiera para comprobar si me había olvidado algo en el asiento del autobús. Bajé del autobús y fui a por él.

Hola peque

DANIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII

Y no dio tiempo a hablar más. Dani fue el que dio el paso. Se olvidó de los complejos porque me lanzó un beso de película ante de los pasajeros que aun estaban saliendo del bus. ¿Significaba esto que estábamos fuera del armario? Cogimos mi maletón y fuimos al mini apartamento que Dani se había alquilado para él. En el trayecto volví a ver esas miradas de complicidad. Las sonrisitas, las bromas… ésta era la vida que quería, sin duda. Llegamos a su habitación, vi que tenía cocina, baño y cama. Lo justo y necesario. Ya no me preocupaba el no saber francés o el tener que integrarme y encontrar un trabajo aquí. Sólo me preocupé de cerrar la puerta del apartamento, dirigirme a Dani y empujarlo contra la cama. 30 horas antes nos despedíamos en el andén en España y ahora aquí estábamos. Él tumbado en la cama y yo enfrente mirándole. Teníamos una habitación para nosotros dos y las cosas siguieron su cauce natural.

Esta vez me preocupé yo de que Dani tuviera una buena sesión de preliminares. Le desnudé y le di un masaje de todo el cuerpo y esta vez jugamos con la nata que él tenía en la nevera. Puse nata en la yema de mi dedo índice y lo introduje en su boca. Después puse en su dedo y yo fui el que la saboreé. Me fue desnudando mientras yo me acercaba a su miembro. Me dejó en calzoncillos y me manoseó el calzoncillo hasta que creció al máximo lo que había en su interior. El suyo estaba ya al lado de mi boca y lo introduje sin esperar ni un momento más.

Al poco tiempo estábamos los dos haciendo un 69. Ahora sí teníamos las ganas que no habíamos tenido en varios meses. Hasta me fijaba en los detallitos. Según se la mamaba me fijaba en el olorcillo de su miembro, en los pliegues que hacía su prepucio, en cómo subía y bajaba por mi boca. Me sentía muy bien por fin. Eché un vistazo y vi que él disfrutaba mamándomela a mí. Cambiamos de posición y fuimos directos al grano. Empezó dándome él. Sus embestidas continuas me decían que por fin se estaba desahogando. Tanta preparación para hacerlo bien en la nueva empresa lo tenía estresado hasta el límite. Él necesitaba éste polvo. Ni siquiera intenté cambiar de posición para darle yo. Dejé que él siguiera a ese gran ritmo porque quería que vaciara sus testículos y por fin se relajara.

Estábamos follando en un apartamento de 30 metros cuadrados, pero eso sí, en Paris. En menos de 5 minutos cambiaron la respiración y los movimientos de Dani. Sabía que estaba llegando su momento y le animé gritándole. ¡Vamos, échalo todo! El condón se quedó pequeño para la cantidad que echó Dani. Tuvo que quitárselo y seguir corriéndose en mi espalda y cuando me giré, dentro de mi boca. Cuando terminó se tumbó y me dijo que le acercara mi poya que me la iba a chupar hasta dejarme seco. Así lo hice yo, y él cumplió su palabra. Hizo un esfuerzo enorme para conseguir que gritara de placer. Noté que me llegaba y me preparé para echárselo por el pecho. Me corrí con unos chorros que llegaron lejísimos y volví a manchar su pelo con gomina. No tardamos en besarnos y juntar nuestros pechos manchándonos los dos con mi propio semen.

Después de terminar no tuvimos fuerzas ni de limpiarnos. Sólo nos quedaba un poco de fuerza para ponernos la sábana por encima y dormirnos juntitos y abrazados en su colchón. Él se durmió primero y me quedé mirando su cara. No pude evitar que me saliera una lagrimilla por el ojo. Esta vez sí, tumbado en una cama de Paris, mirando al chico que siempre he querido, tenía la sensación de que esa lagrimilla iba a ser mi última lágrima .