Mi última lágrima (1)

Esta tarde me había despedido de él. En París le esperaba su nueva vida. No hubo ni siquiera un triste beso en la mejilla; sólo hubo un pequeño abrazo de dos segundos y un apretón de manos. ¡Varios años de relación resumidos en un apretón de manos! Como siempre, por encima de todo, guardábamos las apariencias.

Una parte de mí siempre ha pensado que soy ridículo porque trato de guardarme dentro todo lo que siento. Soy de una manera y actúo de otra. Nunca me ha gustado que se metan en mi vida, porque tengo miedo a lo que piensen de mí. Lo cierto es que hay un volcán dentro de mi cabeza y tengo ganas de que pare ya. Sólo una persona había conseguido entrar en mi mente hasta donde nadie más lo ha conseguido. Ese era Dani. Dani era un chico moreno, de pelo corto y al que siempre le gustaba llevar gomina. Me encantaban los músculos de sus brazos, que no eran muy grandes pero cuando los tenía entre mis manos sentía un cosquilleo en la tripa. También me perdía mirando su tripa completamente lisa, donde querían asomarse unos cuadraditos. A mi modo de ver era el tío más guapo que había achuchado nunca. Al modo de ver de otras personas era físicamente un tipo corriente sin nada que destacar.

Esta tarde me había despedido de él. Hace unos meses Dani tomó la decisión de perseguir su gran oportunidad. En París le esperaba su nueva vida. Después de acabar la carrera con notas espectaculares, un profesor no dudó en ayudarle a encontrar trabajo en algún lugar de Europa, donde pudiera crecer personal y profesionalmente. Ese chico al que tanto había querido...que tantas veces había abrazado… con quien hice el amor por primera vez en la orilla del lago… se marchaba sin posibilidad de despedirme en condiciones. En el andén de la estación de tren estaban además de mí, sus padres y su hermanita pequeña. No hubo un beso apasionado con lengua, no hubo ni siquiera un triste beso en la mejilla; sólo hubo un pequeño abrazo de dos segundos y un apretón de manos. ¡Varios años de relación resumidos en un apretón de manos! Como siempre, por encima de todo, guardábamos las apariencias.

En la estación de tren yo estaba destrozado, pero me contuve. Yo me quedaba aquí y él se marchaba. Mis padres se habían ido de vacaciones, y tenía la casa libre para pensar, pero yo no quería estar en casa. Yo quería estar en ese lago que era tan especial para nosotros dos, donde cada noche de acampada éramos libres de complejos y temores. Salí con mi bici y una pequeña mochila donde había metido mi tienda de campaña. Hoy era casi luna llena, y la visibilidad iba a ser buena pero quería llegar y montar la tienda antes de que se hiciera de noche. Ese sitio se encontraba no a muchos kilómetros de donde yo vivo; sólo tenía que dirigirme hacia la montaña y al cabo de un rato y metiéndome por un atajo conseguía alcanzar el lago. Instalé mi tienda con los últimos rayos de sol y me metí en ella. Parece mentira que sólo hace unas 3 horas estuviera despidiéndome de Dani.

Me tumbé y miré la tienda. ¡Qué de recuerdos! Cuántas risas nos habíamos echado aquí. Cuántas veces mi cuerpo se había renovado aquí. Recordaba aquella vez, no hace tanto tiempo, que se puso en calzoncillos en esta misma tienda, cogió un bote de lubricante y me susurro al oído: "Hoy no va a haber sexo, pero tengo una pequeña sorpresa". Yo estaba decepcionado por lo de quedarme sin sexo, hasta que me dio su sorpresa. Empezó por quitarme los calcetines y me hizo un masaje de pies. Hacía movimientos circulares en el talón y luego deslizaba sus dedos por las plantas. A mí nunca me habían hecho un masaje de pies, así que estaba alucinando de placer. Acto seguido me quitó la sudadera y la camiseta y empezó a tocarme el pecho, centrándose en los pezones, que los acariciaba, pellizcaba y lamía. También se entretenía en mi ombligo. Me estaba volviendo loco y sólo acababa de empezar. Habíamos tenido sexo antes en esta tienda, pero él nunca me había hecho "preliminares", y sin embargo hoy le tenía tocándome cada rincón de mi cuerpo.

¡Date la vuelta, esclavo! - Me dijo

Me hizo cosquillas por la espalda, luego empezó a hacer más presión, me dio golpecitos con el lateral de la mano y se dirigió a mi cabeza. La masajeó como si lo hubiera estado haciendo toda la vida ¡Qué manos tiene este hombre!, pensaba yo. Cuando acabó con la cabeza yo ya estaba sumido en el placer, pero él siguió. Me bajó los pantalones poco a poco y me masajeó las piernas de arriba a abajo. En este momento ya estábamos los dos sólo en calzoncillos y puedo asegurar que quizás nunca habíamos estado tan excitados ¡y pensar que no iba a haber sexo...! Me ordenó darme la vuelta y me dio un azote en el culo, y yo claro, hice caso. Me puso las yemas de los dedos en la frente para después bajar deslizando las yemas hasta los pies. Así lo hizo algunas veces más hasta que me dijo que me diera de nuevo la vuelta. Me quitó el calzoncillo y me quedé completamente desnudo tirado en la esterilla. Era un poco incómodo porque estaba empalmado y me aplastaba mi propio miembro contra el suelo. Me puso las manos en el culo y lo masajeó también. Al acabar abrió el bote de crema lubricante, me lo echó por toda la espalda, piernas, culo, y me volvió a masajear cada parte con aún más entusiasmo. Cuando terminó yo ya estaba en trance. No sabía si dormido o despierto. Sólo sabía que ni el sexo era capaz de hacerme sentir tan bien. Jamás olvidaré esa noche.

Y aquí estaba de nuevo, en la misma tienda, en el mismo sitio, pero esta vez sólo. Intenté dormir. Sólo quería que pasaran las horas. Pero parece que el reloj iba más lento esta noche. 3, 4 o quizás 5 horas después de haber montado la tienda me volví a a despertar como llevaba haciendo toda la noche. Ésta vez salí de la tienda de campaña. Nada más asomarme se veía el paisaje más precioso que mi memoria recuerda. La luz de la luna casi llena alumbraba el lago junto al que estaba acampado y se veían con nitidez los picos de las montañas cercanas. Una pequeña cuesta desde el lago se dirigía a un barranco con una pared vertical enorme al que alguien con vértigo no debería acercarse. Un martes a la noche como hoy, estaba seguro de que no había nadie cerca de mí. Y no me importaba porque hoy yo quería soledad. Poniéndome de pie y con una sudadera bastante fina para el frío que hacía esta noche, todavía intentaba contener las lágrimas que querían escaparse de mis ojos.

Miré el lago, miré el reflejo de la luna, paseé por allí cerca y volví a mirar la tienda. Los recuerdos no me dejaban de llegar. Ahora pensaba en los comienzos de todo. Cogí mi mp3 y empecé a buscar:

Tiene que estar por aquí… Y por fin la encontré.

"See the stone set in your eyes… see the thorn twist in your side… I wait for you…"

La famosísima canción de U2 que nos sabíamos palabra por palabra. "With or without you" era la canción que sonaba en la radio de su habitación cuando eché valor y le dije a Dani que no podía estar sin él. A lo que él respondió:

  • No puedo dejar que nadie se entere, pero… - y en ese momento me dio el mejor beso de mi vida.

También sonaba With or without you en el móvil de Dani cuando estando los dos sentados en el borde de este mismo lago viendo el reflejo de la luna me dijo que estaba preparado. ¿Preparado para qué? Le pregunté yo. Su sonrisita de niño bueno en ese momento es algo que no olvidaré nunca. Hasta casi se le escapaba alguna lagrimita de alegría porque los dos éramos vírgenes y él sabía la ilusión que me hacía perder la virginidad con él. Le sonreí, y sin ningún tipo de prisa me acerqué a su boca y le besé. Muy lentamente, porque quería recordar para siempre todos los movimientos que hiciera esta noche. Le besaba, y luego le miraba a los ojos. Le volvía a besar, y después le volvía a mirar a los ojos. Sus ojos me decían que siguiera adelante, y mi cuerpo quería darse mucha prisa, pero yo no le dejaba. Me tumbé sobre la orilla del lago y nos seguimos besando tumbados. Me puso las manos sobre la sudadera y me la fue quitando poco a poco. Yo, mientras, me fijaba en su cara. El inocente Dani que besé por primera vez unos meses atrás había desaparecido para dar paso a este Dani mucho más picante. Aun sin sudadera no notaba si al lado del lago hacía frío o no. Mi mente estaba en otro lugar. Puso su boca en mi tripa por encima de la camiseta y me comenzó a dar besos por todo el pecho. Cuando llegó al cuello se entretuvo más de lo normal sacando su lengua para darme pequeños lametazos acompañados de besos increíbles.

De nuevo bajó su boca lentamente por mi pecho hasta que llegó donde empezaba el pantalón. Dio un besito en mi cinto, me miró, y yo deseaba que siguiera bajando. Pareció entender mi mirada de deseo porque volvió a agachar su cabeza y se fue dirigiendo poco a poco hacia la bragueta del pantalón. Mi erección era ya impresionante en este momento, y él lo sabía. Puso sus labios sobre el pantalón y buscó con ellos mi miembro. Cuando lo encontró, empezó a moverse a lo largo de él, por encima del pantalón, recorriéndolo de extremo a extremo. Después de 8 o 9 repeticiones siguió bajando sus labios hacia los pies, pero estos ya no se los metió en la boca, y menos mal porque el olor no hubiera sido el de un perfume. Se incorporó, para sentarse en el suelo a la altura de mi cintura y me acarició el pecho mientras me decía cuánto deseaba esto y cuántas veces se lo había imaginado. Me subió mucho la moral y me di cuenta de cuánto le quería. Inclinó su espalda, me dio un besito y volvió a su posición .Allí sentado, me soltó el cinto con una mano mientras me acariciaba la ingle con la otra, y aunque era innecesario, tiró el cinto a 4 metros de distancia. Después bajo mi bragueta, dejó libre el pantalón para que se pudiera bajar y volvió a dirigirse a mis pies. Desde ahí cogió mi vaquero por los tobillos y empezó a bajármelo.

Levanté un poco el culo para que el pantalón saliera bien, y él siguió tirando hasta quitármelo completamente dejándome en calzoncillos. Se veía en su cara que disfrutaba con lo que estaba haciendo, aunque delante de todo el mundo tratáramos de ocultarlo. Su siguiente paso fue subir las yemas de sus dedos por mis piernas hasta llegar a donde tenía el calzoncillo. En ese punto metió las manos por las patas del bóxer y subió hasta la ingle, donde me hizo unas cosquillitas, pero no me tocó el pene. Sacó sus manos del bóxer y las puso en el pene por encima del calzoncillo, y me preguntó: ¿Oye, y esto tan pequeñito ya dará placer?

Ja ja ja ja cada vez que lo recuerdo me sigue dando la risa. No tengo un pene enorme pero desde luego no es pequeñito. Como castigo, le dije que pusiera la cabeza a la altura de mi pene, y con la mano izquierda baje mi calzoncillo dejando el miembro al descubierto. Mientras con la mano derecha me lo agarré y empecé a darle golpes en su cara. Primero por la izquierda, luego por la derecha y repetir más veces. Parecía gustarle y excitarle. Claro, todos los días no te castigan con poyazos de tu novio en la cara. Cuando él ya no se aguantaba más apartó mi propia mano de mi miembro y se lo introdujo en la boca. Yo pensé que quería comprobar hasta dónde le llegaba porque bajaba la cabeza más y más. No llegó a introducirlo todo. Una vez hecha la prueba siguió jugando y puso sus dos manos estiradas en mi pene y empezó a masturbarme. Pero lo hizo de una forma diferente, como si fuera un palo que había que frotar para conseguir fuego en el monte. Al poco, eso lo acompañó con lametazos en el glande para tragarse el líquido pre seminal cada vez que salía una gotita. No satisfecho, quitó las manos para hacer todo el trabajo con su boca y su lengua. ¡Cómo me gustaba ese calorcito que se notaba dentro de su boca! Yo noté que era el momento de hacer algo por él, porque él ya llevaba un rato actuando solo. Y le dije: Ahora te toca gozar a ti.

Yo quise hacerlo tan despacito como lo había hecho él. Era la primera vez de los dos, así que no había que correr. Me incorporé teniendo sólo la camiseta puesta ya que lo demás se había encargado Dani de quitármelo. Le tumbé en el suelo boca arriba a él y aunque no sonreía, sus ojos lo decían todo, había felicidad. Acaricié sus manos, su cara, su cabeza, y finalmente le fui quitando su jersey. Ahora acaricie sus brazos, agarré sus manos y para antes de soltarlas ya notaba su miembro haciendo presión donde yo estaba sentado. Le di un besito en la mejilla pero él me cogió de la cabeza y me llevó a su boca para darme un beso de los de verdad. Bajé hacia sus piernas y las puse estiradas hacia arriba, haciendo ángulo recto con su cuerpo tumbado. Me situé en su ano, estando yo con el miembro al aire y el con su chándal finito, y simulé que le penetraba. Volvió a echar una pequeña sonrisita y seguí con mi trabajo. Bajé sus piernas, le quité el pantalón y vi que su pene en todo su esplendor estaba al otro lado del calzoncillo.

Asomé la puntita y la introduje en la boca, para quitar las gotitas que pudiera tener de pre seminal. Después le baje el calzoncillo de golpe y cuando se lo quité, hice lo mismo que había hecho él con mi cinto. Lo tiré a 4 metros. Él me dijo: ¡¡¡eeeee!!!, y le dije: "Calla que ahora viene lo bueno". Ya estábamos los dos sólo con una camiseta. Sólo la visión de esto ya me producía excitación. Introduje su miembro en mi boca y subí y bajé una y otra vez, pero sin coger mucho ritmo. No quería que se corriera pronto. Su cara ya era de relax total, parecía estar muerto de gusto. Le dije que se incorporara y ahí estábamos los dos, sentados en esas piedrecitas redondas, casi desnudos mamándonosla bajo la luz de la luna en la orilla del lago. Nos besamos de nuevo y nos quitamos la camiseta el uno al otro. Ahora sí que estábamos por fin desnudos, integrados en la naturaleza. Estaba además llegando el momento en que había que decidir quién iba a ser penetrado primero. Dani me dijo que yo se lo hiciera a él primero, y yo acepté.

Intentando que fuera más fácil lo tumbé en la orilla boca arriba, subí sus piernas con mis manos e intenté abrirlas bastante. Sabía que él tenía miedo de esto y le dije, "espera un momento". Fui a la tienda de campaña y cogí vaselina de labios y dos condones. Lo volví a poner en la misma posición y unté su ano de vaselina. Después con un dedito fui empujándola hacia dentro. Notaba como su ano se contraía y se dilataba, y sabía que todo esto me iba a pasar a mí también. El dedo cubierto de vaselina se me ocurrió que era una buena forma de empezar, así que introduje y sacaba mi dedo repetidamente hasta que vi que le empezaba a coger el gusto. Más tarde es cuando le dije que si estaba preparado para que fuera con mi pene. Dijo que sí, pero seguro que ya no le parecía tan pequeño como cuando había hecho la broma. Ahora el que se reía por dentro era yo. Me puse el condón y muy despacito fui introduciéndolo y cuando alcance una profundidad razonable, lo deje quieto.


Continúa en Mi última lágrima (parte 2 de 2)