Mi turno
Es el momento de dar rienda suelta a mis fantasías
Madre mía, como pasa el tiempo cuando estas en casa encerrada, sumando semanas al calendario y aburrida en casa. Sexualmente hablando, gracias al succionador que me regaló mi marido, porque seguimos con el tiempo reducido para tener una buena sesión de sexo como las de antes de la pandemia, y fuera de casa, pues menos aun.
Las mañanas solas en casa dan mucho tiempo a que la imaginación vuele, y no solo la imaginación, muchas mañanas en chats, en páginas que me avergonzaría si mi marido las viera, y viendo videos que hace años no me interesaban demasiado.
En esos chats, conoces gente, charlas, miras…, termino excitándome, termino hablando de mis encuentros sexuales, contando mis intimidades, contando mis fantasías… ¿mis fantasías?, podríamos decir que mi fantasía en singular.
Es una de las preguntas que muchos hombres me hacen: cuéntame tus fantasías. Muchos esperan, lo más típico, que tiene que ver más con sus propias fantasías que en las de la mayoría de las mujeres. Tríos, sexo con otra mujer... la mía me cuesta más decirla. Los hombres con los que habitualmente hablo de sexo, saben que mi fantasía es otra, es estar rodeada de 5 o 6 hombres, desnuda, siendo manoseada, siendo tocada, lamida y sin ser penetrada terminar corriéndose todos sobre mí. Si, me encantaría ser cubierta, dejada sola mientras chorros de semen caen por mis caderas, comisura…es superior a mí.
Muchos se apuntan rápidamente, otros les cuesta más entenderlo, los demás solo me imaginan y se excitan pensando que son ellos los que lo ejecutan.
Los que se apuntan, me dicen que no podrían seguramente dejarme sin ser penetrada en algún momento y yo siempre insisto que no es una opción, es lo que necesito.
Después de muchos contactos, al final son contados los contactos con los que hablo habitualmente por el chat y muchos saben dónde llevar sus conversaciones para poder disfrutar de mi soledad en casa en esas mañanas, y meterme en la cabeza, que es posible quedar en estos tiempos, para tomar algo, conocernos personalmente y quién sabe si terminar por realizar mi fantasía, que al final según ellos, es más que factible por el poco contacto que íbamos a tener, lo que me hace reír, sabiendo que al final, el contacto es cercano en cualquiera de las posibilidades.
Poco a poco va tomando forma la posibilidad de quedar una mañana, un café, una charla caliente como en el chat, pero en persona. Viven cerca de mi ciudad, uno de ellos incluso demasiado cerca para lo que me gustaría. La opción abierta, hace que mi mente se centre mucho más de lo que lo hacía antes en esas imágenes, en verme rodeada, termino masturbándome a diario pensando en ello. Entro en páginas para ver videos y me vuelvo loca con las imágenes. Creo que me he convencido de al menos, intentarlo.
Conozco físicamente a todos ellos. Más grandes, más bajitos, morenos, rapados, con barriga o marcando abdominales, son 4 finalmente los que me dicen que se apuntan en el momento que les diga.
Las conversaciones con ellos, centran muchas de las mañanas que estoy en casa, ellos las centran en quedar, directamente el día que podamos para realizarlo, les parece más difícil hacerlo en varias jornadas, insistiendo la mayor parte de los días en que seguramente termine incumpliendo la premisa de no tener sexo, me piden al menos que haya sexo oral, que les compense con mi boca y manos, que de esa manera el morbo se disparará y la situación podrá alargarse en el tiempo, pues ellos me prometen repetir sus erecciones para mí.
Por otra parte, me parece que ellos tienen razón, cada vez que veo algún video termino pensando que lo que veo, lo hago yo protagonizándolo, siendo el centro de atención de todos aquellos chicos, y en todos tienen la boca tapada, las manos ocupadas, en todos, está siendo penetrada de forma salvaje y me impacta ver la cara de placer de la chica después de hacerlo una y otra vez.
He sentido una doble penetración, he sentido el placer de tener sexo con dos miembros bastante grandes y la cara de la mayoría de las chicas, los gemidos después de ser penetrada una y otra vez es distinta, veo como se desencajan de placer y termino la mayoría de esos videos disfrutando de unos orgasmos intensísimos. O.K vamos a buscar el día
Quizá haya encontrado el día, un viernes, mi marido tiene reunión un sábado por la mañana en Barcelona y se marcha el viernes por la mañana a Madrid a trabajar y de ahí directamente en el AVE a la ciudad condal. Espero que los chicos puedan escaparse uno u otro día.
Voy conectando con uno y con otro, y solo uno me dice que ese fin de semana no podría, nos quedamos con 3 chicos, creo que no es lo que quiero y debemos de retrasarlo indefinidamente.
A los pocos días, me dice uno de ellos, que un amigo del chat, al que no conozco, se anima, puede y está deseando hablar conmigo. Creo una conversación entre todos para ponernos al día y ver como se plantea.
El viernes parece ser que podrían, alguno incluso podría ambos días y al final quedaríamos para vernos el viernes en cuestión. Segunda parte, ¿Dónde? Un hotel en estos momentos no es ninguna opción segura y menos en mi ciudad, y un apartamento es prácticamente imposible los fines de semana. No es lo que quería, pero debe ser en casa, no hay otro modo. Todos están de acuerdo y mi cuerpo muestra una mezcla de nervios y de excitación casi a partes iguales que me tiene un poco débil. Ese día, debo dejar a los niños con mi hermana, que los recoja del colegio ella misma, para no tener ataduras extras, ese último detalle también es posible, así que parece que todo está en marcha, que no hay problema por parte de nadie. Mis nervios en esos días son muy visibles, estoy un poco irascible con mi marido e incluso me planteo echarme a atrás y dejar la locura que estamos haciendo.
En las conversaciones para ir viendo detalles, me doy cuenta de la cantidad de detalles que hay que tomar en cuenta, de la cantidad de cosas que hay que controlar para una tarde de descontrol, me parece hasta demasiado, creo que todo será más fácil si lo hago como lo que es, algo para disfrutar.
Estamos de acuerdo en quedar en una terraza que hay algo retirada de mi barrio, en una carretera de acceso con mucha tranquilidad en un día de diario para tomar contacto con ellos y conocernos. Todos estarán sobre las 11.
Mi marido sale de casa con su pequeño trolley, se despide de mi con un hasta mañana, no quiero ni ver cómo sale por la puerta del garaje. No lo necesito ahora mismo. Los niños en el colegio, la casa vacía. Subo a la habitación, y cambio las sabanas. Nada lo he dejado a la improvisación y he comprado unas sábanas nuevas, unas que tendré que tirar cuando acabe el día, son blancas, impolutas. Nada más sobre ellas, nada en las mesillas, todo guardado. Necesito cambiarme. Es principios de otoño pero aun hace calor por aquí, me da mucho margen para jugar con mi vestimenta. Para la primera cita, en un sitio cerca de casa, pues algo que no falla: Vaqueros ajustados y camisa blanca, dudo si ponerme sujetador, o va a ser demasiado cantoso una reunión de 4 hombres con una mujer sin sujetador visiblemente. Es igual, mis vaqueros gastados sobre mi tanguita negro, y mi mirada al espejo del dormitorio refleja que estoy en lo cierto. Me gusta verme poderosa con esos vaqueros marcando mis caderas, anchas, me subo a los botines que estilizan aún más esas curvas y entonces veo que no debo llevar sujetador, mis pezones están erizados y al poner mi camisa blanca según la abotono noto como cada vez son más perceptibles a través de la prenda. Coleta de caballo en el pelo y un poco de pintalabios no muy marcado en mis labios y apenas unas gotas de perfume y salgo para el lugar de la cita en mi coche.
Cuando aparco veo que hay dos hombres en la terraza que se giran al verme aparcar. Les saludo y efectivamente son Marcos y Javi esperando. Nada en la mesa, acaban de llegar. Marcos con una camiseta azul marino y parece un pantalón deportivo oscuro. Tiene 29 años, es alto, bastante bien cuidado por lo que conozco de él. Javi es algo mayor, tiene 40 y es algo más bajo que Marcos. Cuando me acerco a ellos, se levantan para darme dos besos y aprovechar para darme un repaso, haciendo que mis pechos se vuelvan a erizar y por sus miradas podría saber que eso se podía notar a simple vista. Al acercarse, apenas unos roces en mi cintura antes de sentarnos. Algo tenso todo el primer encuentro pero acabamos de empezar. Se me viene a la cabeza sus cuerpos desnudos vistos a través de la pantalla, nada va a ser sorpresa en ese sentido, pero aun así, me parece morboso imaginar como son. Trivialidades en el primer intento de conversación antes de que el camarero nos traiga unos cafés a la espera de los demás.
Aparece un coche en el aparcamiento, puede ser Jorge, pero vienen 2 personas en el coche. Efectivamente veo como se bajan del coche y son Jorge y su amigo Miguel, al que no conozco mucho y es una mezcla de expectación y de nerviosismo por mi parte. Es un hombre de 47 años, poco agraciado físicamente. Unos ojos muy potentes, pero su barriga es algo más que prominente. Viene con una camisa algo abierta, dejando ver su vello corporal oscuro, donde las canas empiezan a ganar terreno. Por su parte, Jorge es un chico muy simpático, no muy alto pero con un cuerpo cuidado y completamente rasurado. Viene con americana y vaqueros, sabe que me encanta, y no ha descuidado el detalle. Ellos se conocen por el chat y en una conversación salió mi nombre y de ahí que Miguel nos acompañe hoy. Una vez sentados aparece por sorpresa Basi. Vive en la misma ciudad que yo y ya nos conocemos personalmente. Nos había dicho que era imposible, pero podía finalmente llegar a tiempo. No salió del grupo que hicimos y estaba al corriente de todo. Saludo y se unió a la conversación.
Todo muy forzado, un poco hablando de pocas experiencias en el terreno y más nervios que otra cosa. Basi es el más tranquilo. Nos conocemos de un café con manoseo hace tiempo y la verdad es que me alegraba que estuviera pues es un punto de inicio de conversaciones.
Dos cafés después, estábamos cerca del mediodía y la conversación fluía más amena, pero era cada vez más claro, que el camarero con esas conversaciones estaría al tanto de lo que pasaba. Estaba un poco nerviosa y decidí que era momento de ir a casa. En un coche no podíamos ir, que era la idea. Dejar los coches allí y salir en el mío para entrar de forma que ningún vecino viera movimientos en casa. No podía ser, así que 5 en mi coche y Basilio que conoce la ciudad nos pusimos en marcha en dirección a casa. Eran poco más de 15 minutos. En el coche, mientras conducía, la conversación derivó hacia el sexo inmediatamente. En la soledad del coche, se envalentonaron con sus conversaciones hasta tocar mi pecho desde detrás de mí, notando mi excitación, no queriendo ocultar el suspiro profundo que me salió al notar dos manos en ellas, que en ese momento no supe dilucidar si pertenecían a la misma persona. Miguel, que venía en el asiento del acompañante directamente puso su mano bajo mi camisa, queriendo colarla hasta mis pechos encontrando algo de resistencia por parte del cinturón de seguridad que no por parte mía.
- Como está la zorrita – eh? Preguntó Jorge, imagino a Miguel
- La vamos a dar el polvo de su vida – dijo este último
En ese momento no supe digerir sus palabras, hablaba de polvo directamente. Habíamos quedado en que no habría penetración, pero, ¿lo tenían claro? ¿Estaba yo dispuesta a rechazarlo? No pude más que decirles que pararan un poco que estábamos a punto de llegar, mientras la mano de miguel llegaba a su destino bajo la camisa, siendo el primero en rozar mis pechos en ese largo día.
Mi urbanización queda un poco apartada del centro y es tranquila entre diario así que en nada estábamos en casa. Abrí la puerta del garaje y entramos directamente, teniendo Basi que aparcar en la calle trasera y a esperar que llegáramos.
Entramos en la vivienda y alguno ya estaba lanzado a tocarme,
- Esperad un poco- dije a la vez que entraba en la cocina.
- ¿Una cerveza?, hay que esperar a Basilio.
- Venga, dijeron algunos que no llegue a distinguir mientras me dirigía hacia la nevera.
El timbre sonó y en la puerta de la calle, Basilio miraba a un lado y a otro. Nervioso, como si algún vecino le pudiera reconocer. Abrí la puerta y le espere en el interior de casa. Cerrando la puerta, directamente se giró y me agarro el culo con sus manos, dejándome a medio cerrar la puerta, como si al no esperar ese tocamiento, lo disfrutara aún más. Me dirigí a la cocina para darle una cerveza a él, y sin dudar, no se acercó al salón que se abre en la entrada donde estaban los demás, me siguió hasta la cocina, donde directamente por la espalda, mientras habría el frigorífico, me agarro de las tetas, como si supiese lo que había pasado en mi coche minutos antes y él no quería empezar con desventaja.
Mi mano cogió la cerveza y mi culo se pegó al cuerpo de Basi, notando su polla bajo los vaqueros, zafándome de sus agarrón, para girarme, darle la lata en la mano que hasta ese momento se aferraba a mi pecho y plantando un beso por mi parte en sus labios mientras me escapaba con mi cerveza en la mano, hacia el salón donde los demás conversaban ajenos a la cocina.
Una vez todos en el salón, me senté con ellos, con una cerveza que alguno ya casi tenia acabada, siendo Miguel el más charlatán, siendo el más lanzado en sus comentarios hacia mí, cosa que me sorprendía internamente al ser con el que menos conversaciones había tenido, no conocía sus atributos, pero que me llamaban la atención favorablemente al ser el que rompía el hielo, que en esos momentos era lo que necesitábamos.
-chicos, voy a ponerme algo más apropiado. Tenéis bebida en la nevera. Dije mientras me ponía en pie, ante la mirada de todos.
Me coloqué la melena con ambas manos, en medio del salón, haciendo que mis pechos se proyectaran, y marcando de nuevo mis pezones en la camisa.
Subí las escaleras, deleitándome en el paseo, recibiendo las miradas de esos 5 hombres que poco a poco iban cambiando sus nervios por una complicidad entre ellos que aún no se el motivo, me tranquilizaba.
A mis espaldas oí la nevera abrirse y el inconfundible tintineo de las botellas, me hizo advertir que estaban acomodándose en mi casa. Otro paso más para que todo fuera bien, al menos lo que yo había planeado
Llegue a mi habitación, y en esa cama vacía, fría aun, tenía preparado el conjunto con el que me presentaría ante ellos.
Un pequeño tanga de cuero gris, con unas pequeñas cadenas en las caderas a juego con un sujetador balconet, con unas cintas negras cruzando bajo los pechos. Para terminar, unas medias de liga ancha, sencilla, sin ninguna filigrana que acomodarían los zapatos de tacón negro. Un batín, de encaje negro, y cinturón de raso, terminaría de preparar la primera visión de mi cuerpo para ellos. El conjunto lo eligió Javi en uno de nuestras conversaciones previas al encuentro.
Me encanto volver a abrir los botones de mi camisa, ante el espejo, despacio, dejando tiempo a los chicos para impacientarse. Apareciendo ante mí de nuevo mis tetas, objeto de deseo para ellos, que parecían más hinchados que nunca, como preparándose para que pudieran ser disfrutados por unas manos que nunca lo habían hecho. En ese momento me di cuenta que mis manos estaban acariciándolos, haciéndome suspirar con el mero roce de mis dedos sobre mis abultados pezones. Mis manos bajaron por mi tripa hasta llegar al botón del vaquero, soltándolo, relajando la tela en su presión en mis piernas, en mi cintura, en mi culo, haciendo que la presión sobre mi sexo también se relajara. Sin doblar las piernas, como si los espectadores estuvieran ya en el espectáculo, me deleite bajando los pantalones lentamente hasta los tobillos, viendo en el espejo de nuevo, como un espectador más, como mis nalgas se abrían para dejar visible la tira del tanga, que en la parte más cercana a mi sexo, se introducía entre mis labios, ligeramente al inclinarme.
Me incorporé, y sentándome en la cama termine de desnudarme para empezar a ponerme la ropa interior.
Al bajar el tanga, noté como la humedad que lo impregnaba, hacía que se enrollara sobre sí, terminando cayendo al suelo hecho apenas una bolita. Despacio, fui subiendo las medias, deslizándolas por mis piernas y ajustándolas en mis muslos, acariciando ahora con mis manos sobre el fino tejido, no parando en el borde, para seguir acariciando hasta mi entrepierna, notando lo caliente y húmedo que estaba mi sexo. El tanga, apenas cubría mis labios, que estaban sonrosados en ese momento. Como si de un ritual se tratara, coja el sujetador de la cama, y me lo coloque, viendo como claramente mis grandes areolas sobresalían de la copa, dejando el pezón apenas escondido y las cintas de raso sujetaban ambos senos, dando una imagen de lo más sensual. Me subí a mis tacones, negros, de hebillas plateadas, a juego con las cadenas del tanga. Para cuando me cubrí con el batín, el cinturón no pintaba nada, decidí dejarlo abierto. Era el momento, el momento de bajar.