Mi tranny, mi tranny, mi tranny...

El chaval bisex con el que me acuesto, mi vecino Pablo, es además un chico encantador y muy sensible con el que tengo grandes charlas mientras Fernando, mi marido, está trabajando…. o no trabajando.

Como él se había enterado ya de casi todo, le conté los detalles de como había pillado a Fernando con el travesti en casa y la superfollada, perdonándole, que tuvimos días después.

Siento que estoy evolucionando en un sentido que a veces creo que no voy a poder controlar. Mi vida está empezando a girar en torno al sexo más de lo que es habitual –creo- e incluso me estoy convirtiendo en exhibicionista. De hecho tiendo a desarrollar ideas y actuaciones sexuales como si el fin fuera poder hacer un relato con ellas y ponerlo al alcance de mucha gente. Es como si pensara en película, con planos y guión, para luego volver a excitarme cuando compruebo la cantidad de gente que lo lee e imaginarme las reacciones que puedo provocar.

Así que decidí  prepararle una buena movida sexual a Fernando para satisfacer sus fantasías y, por qué negarlo, también las mías y luego poder escribirlo. A Pablo, mi amiguete, le gustan mucho las travestis y me ha enseñado algunas páginas de Internet sobre esos temas; (cuando leyó mis relatos me pidió que enviara uno suyo de su primera experiencia sobre trannys a esta página Web en que me leéis –es el relato de “Lara o Nico no se qué…..”- y así lo hice pero ya le he dicho que para, la próxima vez, se dé de alta con su propio nick y no mezclemos porque a mí me gusta llevar una línea real con mis propios relatos únicamente).

Pablo ha tenido varias relaciones puntuales con travestis y me ha contado cosas muy excitantes aunque dice que ahora sólo folla conmigo; somos “follamigos” (término que he conocido de los estupendos “Ponte a prueba” Josep, Daniela, Oriol, Patri…)

Entonces se me ocurrió una idea genial; como Pablo tiene buen cuerpo, está muy depilado y es barbilampiño ¡¡le voy vestir de chica y vamos a montar un trío!!. No me costó nada convencerle aunque dice que estoy como una cabra.

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Todo ello se propició un domingo por la mañana. Fernando y yo, después de desayunar en la cama habíamos echado un polvo mañanero más o menos entregado.

A mí me gusta estirarme satisfecha perezosamente tras un desayuno camero-dominguero cuando él me lo trae y siempre se cree, por ese gesto lascivo y gatuno, que estoy excitada y que me apetece sexo.

También es verdad que me siento un poco obligada a dejarle que me folle por haberme regalado ese detalle de café y tostada en la cama.

El polvo que siguió fue de esos sosos y tranquilos, por lo menos para mí, en que las mujeres mientras te la están metiendo y sacando nos fijamos en que al techo le hace falta una mano de pintura o en qué película nos apetecería ver y que, en cuanto él eyacula, salimos disparadas de la cama con cualquier pretexto.

Pero ese día yo no salí corriendo, me quedé con él, abrazándole y acariciándole un pezoncillo, y le solté susurrantemente lo siguiente:

-Fernan… tío….. el otro día estabas más excitado que hoy, te pusiste como un torete cuando te contaba las cositas que hago con otro y que, como te dije, voy a seguir haciendo– aproveché para marcar el territorio en terreno ya conquistado.

-Sí- respondió como con un poquito de vergüenza -estaba tan excitado que me habría dejado hacer cualquier cosa, pero tú también estabas descontrolada; varios días me dolieron los pezones y los huevos de tus pellizcos-.

-Me alegro porque así te acordaste de mí cuando no estaba a tu lado- continué yo haciendo un mohín y, mordisqueándole la misma tetita que le estaba contorneando con una uña, me arriesgué -, ……podíamos hacer algo diferente y muy excitante…….-

-¿Qué se te está ocurriendo….. zorrita?-

-Pues que como parece que a ti no te desagrada la idea de compartirme con alguien….. ¿tú…..qué preferirías tío o tía?- e hice que mi mano sobrevolara su pene sin llegar a tocarlo con lo que éste, como magnéticamente, se enderezó y ascendió hacia ella -….¡Y creo que no ha sido mala idea! ¡Tu polla resucita!-

-Bueno…. yo preferiría una tía; un bollito es ”la fantasía confesada” de todo hombre-

-Ya, ya….  pues yo he leído por ahí que LA FANTASÍA INCONFESADA de todo hombre es contemplar como su mujer se acuesta con otro y tú te perderías ese espectáculo; tampoco verías….- y remedé con voz grave algunas de sus frases del otro día -“…como se ruboriza mi niña y, mientras otro se la mete, me mira en ese momento próximo al orgasmo y yo me hago una paja”-

-¡Yo no dije eso… así!. Además era en un momento de excitación y se dicen cosas que….  ¡Mira… yo que sé!- balbuceó -¡Dame una sorpresa! Confío en tu gusto para elegir la situación pero hay que tener prudencia para elegir a alguien. Me dan algo de miedo estas cosas que pueden traer consecuencias…..raras-.

Días después anuncié pícaramente a Fernando que el sábado teníamos en casa una invitada a cenar y, cuando se me quedó mirando fíjamente, le pasé la mano por la polla por encima del pantalón y añadí      -…prepárate bien que esa noche vas a tener un examen de reválida….¡torito!….-

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Al primer timbrazo me levanté apresuradamente a abrir la puerta mientras Fernando, que aparentaba tranquilidad, al incorporarse dejó caer al suelo el libro que parecía estar leyendo y tropezó con el borde de la alfombra. Antes me había ayudado eficazmente a poner la mesa, preparar el ambiente con una suave música Chill Out y se ocupó de seleccionar los vinos y enfriar los cavas que son siempre tareas suyas.

Pablo estaba monísimo. Lo más trabajoso, pero muy divertido, había sido arreglarle esa tarde. Le perfilé las cejas y le rasuré muy bien la cara, me esmeré pintándole los ojos y resolví el pelo con una peluca que él tenía de unos Carnavales. Le había conseguido de su talla unas braguitas con un sujetador a juego que son un encanto y lo arreglé con un rellenito de silicona como el que yo uso pero triple; con una faldita y una blusa quedó muy bien. El calzado fue algo más complicado porque mis zapatos no le valen pero habíamos comprado unas toreritas que le quedaban estupendamente. Quedó preciosa y desde ese momento empecé a llamarle Pau.

-Mira Fernando, te presento a Pau que es una antigua amiga del gimnasio, le he hablado de nuestro problema…. de….nuestro tema…… y verás que es encantadora-

Fernando se quedó mirándole con media sonrisa pero no hizo ningún comentario tras los besitos de rigor.

La cena fue muy amena, los tres somos excelentes conversadores y sabemos enlazar una anécdota trás otra aunque Pau no habló demasiado para no delatarse con su voz. Todo había transcurrido cruzando multitud de miradas cargadas de sensualidad y de segundas intenciones. Para mí que Fernando estaba más al tanto de lo que aparentaba y seguía el juego con cierta elegancia.

Estábamos ya algo cargadillos de alcohol y nos acomodamos en los sofás con unas copas de cava.

Como es ya en verano yo me había puesto un vestidito vaporoso de talle alto y falda evassé de esos que, cuando sabemos movernos con él, parece que no llevamos nada debajo e incluso damos más saltitos y vueltas de lo normal. Pau estaba, como ya he dicho antes, encantadora con una faldita corta. pero obervé que Fernando la miraba escrutadoramente de cuando en cuando.

Yo estaba sentada junto a Pau y, con mi cháchara puse una mano sobre su muslo descuidadamente. Me la cubrió con una suya impidiendo que la quitara y suavemente la deslizó levemente hacia arriba por la cara interna de su muslo.

Fernando abría unos ojos como platos y no perdía detalle; acomodó su virilidad en ese gesto masculino que muchas veces aborrecemos pero que, en esta ocasión, me excitó. Levantándose con la copa en la mano, se colocó delante de nosotras y, con dos cojones, nos soltó:

-Lleváis toda la noche poniéndome a tope y veo que hay mucha química entre vosotras ¿por qué no os ponéis más cómodas en el dormitorio? Dentro de un ratito prometo que voy a veros…..-

Ni cortas ni perezosas atendimos su idea y nos dirigimos al dormitorio a preparar el siguiente acto. Fernando, desde el salón, no perdía de vista el movimiento de nuestros culos por el pasillo hacia el dormitorio. Era la primera vez que metería a un tío en mi propia cama pero la sensación llevando a Pau –Pablo- de la mano era para mí triunfal y me tiré de espaldas en la cama. Hice volar mi vestido porque ansiaba verme desnuda en el amplio espejo de las puertas correderas del armario y mi amante reptó por la cama, a mi lado, hasta colocar sus braguitas sobre mi mano. Estaba trempado y la polla escapaba de su cárcel pero la faldita todavía ocultaba su misterio. Besó mi boca jugando con mis labios y con mi lengua mientras comenzó a acariciar mi sexo con toda la palma de la mano. Abrí mis piernas exageradamente en M y busqué con mi culito la punta de sus dedos.

Mi marido nos miraba desde el quicio de la puerta todavía vestido e indeciso. Su excitación era evidente.

-Ven aquí, botarate- le ordené cariñosamente y, cuando se acercó, tironeé de la hebilla de su cinturón para incitar su desnudez que fue casi inmediata. Su erecto pene se acercó a mi boca y, pasando una pierna por encima de mí, comenzó a follarme por la boca despacio y dulcemente mirándome a los ojos.

Pau, que había apartado ligeramente su boca de la mía, quiso participar en el banquete y empezó a lamer los bordes de la polla que salía y entraba. Pellizcó levemente los testículos de Fernando, lo que noté por una cierta brusquedad en las embestidas de éste que la sacó de mi boca y fue bajando su pelvis hasta la mía empitonando mi enardecido sexo.

-Estoy muy excitado- farfulló a mi oído -dile que me chupe los huevos-.

-Pau mámale los huevos y el culito- transmití el ruego sin vergüenza ninguna y, a Fernando: -Tienes la polla más dura que nunca, estás muy.. pero que muy excitado…..-

-Sigue hablando y dime que te gustaría que te hicieran…… y dime qué harías conmigo- continuó mientras empujaba como un gorila contra mi sexo.

-Me gustaría que me comieran el culo- respondí bajito junto a su oreja -y que me metieran otra polla y que tu lo sintieras y sintieras la otra polla junto a la tuya y que vieras como me corría llena de placer-.

-¿Y qué más? ¿….qué más?- insistía Fernando que no se hartaba de empalarme.

-Pues…. si estuvieras muy muy excitado me gustaría que te la metieran a ti por el culito…. ¿te dejarías meter una polla por el culito?- le pregunté con apariencia inocente.

-Estoy muy excitado…. ahora…. me dejaría meter algo en el culo…… me dejaría hacer lo que tu quisieras…. me gustaría que me ataráis y me la chuparáis las dos….- Fernando estaba entregado.

-De verdad, si tuviera un consolador o si hubiera aquí un tío ¿te dejarías meterla?  ¿Te gustaría que te follaran?- insistí una vez más.

-Si, por favor…. por favor… quiero que me metan una polla…. mi culo está muy excitado- y Fernando mientras continuaba empujando metiéndomela hasta el gollete, movía sus caderas y abría sus nalgas a la lengua de Pau que, además, le acariciaba y pellizcaba las bolas de forma que yo sentía su mano rozando mis genitales en cada embolada.

Me dí la vuelta y me situé sobre Fernando; él tendría que esperar. Ensartada por mi vagina alcancé a acariciar mi culito con los dedos señalándole así a Pau la dirección de la urgencia de mi deseo.

Pau lo interpretó enseguida y satisfizó prontamente mi petición. Introdujo lentamente su polla en mi ano y me hizo ver las estrellas del placer. La sensación es inenarrable. Ningún hombre podrá jamás entenderla. La doble penetración, suave, erótica, lubricada, deseada, te hace sentirte hembra y plena. Se abandonan tus vergüenzas y se entrega toda tu sexualidad. Ellos parecían notarlo y se esmeraban en mi placer y en mi emoción que todavía iban a llegar más allá.

Despacito, despacito…… Pau sacó su verga y dejándo caer la puntita, la hizo bajar al encuentro del tronco de Fernando que pugnaba en su empeño de adentro y afuera. Por un momento sentí el agobio de lo que quería entrar donde estaba ya ocupado y procuré relajar la entrada de mi coño para procurar el éxito de un deseado dúo.

Pau no lo consiguió del todo. No entró hasta el fondo pero para los tres era ya suficiente. Uno, el de encima sobre mi espalda, gemía guturalmente; el otro, mudo, apoyándose sólo en sus omóplatos y en sus talones, tensaba los riñones en un espadazo profundo y yo pellizcaba los pezones de Fernando que sé que le gusta muchísimo cuando se está corriendo. La palpitación de sus pollas se confundió con la de todo mi sexo en cuyo interior estaban los dos vaciándose.

Hubimos de descansar un buen rato. Ellos se quedaron dormidos enseguida, al fin y al cabo son tíos y ya se sabe, polvo dan y en sueño se convierten.

Me fui al baño y los dejé dormidos abrazados el uno al otro. Fernando en pelotas boca arriba, satisfecho, con los brazos y piernas en aspa, ocupando media cama. Pablo, con la peluca torcida pero muy atractivo en su semidesnudez, de costado, dejando todavía un espacio entre los dos que yo, a mi vuelta, ocupé.

A la mañana siguiente les llevé el desayuno a la cama. Sus pollas ya estaban en pie de guerra. Su neurona siempre está pensando en lo mismo. Me fui al salón a ver la tele un rato; en uno de los canales reponían Ghost de Patrick Swayze y Demi Moorey.

No quería perdérmela.