Mi trabajo es pajearlos... (02)

De como perdí a mi primer novio, de tantas pajas que le hacía. Y la felicidad que tuve cuando encontré que mi vocación de dominar a los hombres podía ser un medio de vida muy rentable. Ahora soy feliz sometiéndolos a pajas y demás variantes, ¡Y encima les cobro!

Mi trabajo es pajearlos... (02)

Por Mujer Dominante 4

Mujerdominante4@hotmail.com

Es inútil... lo que más me gusta es dominar a los hombres. Verlos desestabilizarse bajo el trabajo ineluctable de mis manos, me enloquece.

Durante mucho tiempo lo hice de puro gusto, ordeñando a todos mis galanes tantas veces que al final ni sabían donde estaban parados. Si es que todavía estaban parados... Porque con tanta paja terminaban derrumbados a mis pies. Y los que más me aguantaban se iban poniendo flaquitos, flaquitos...

Pero cuando descubrí que podía cobrar por hacer esto fue el día más glorioso de mi vida.

Resulta que había un viejo que andaba loco detrás de mis melones. Le gustaban a más no poder las negras. Y yo, con mis opulencias, era una candidata segura a sus atenciones. A mí me gustaba más o menos, e igual le habría hecho por lo menos una paja. Pero en un momento de inspiración le dije: "Papi, si me das veinte dólares te hago la paja". Yo soy así de mandada, claro después de tantos manoseos una se pone más desenvuelta.

"Ah, resulta que eras puta, ya me parecía..."

Y yo todavía no era puta. Bueno, bah, puta era, porque putas son las que cogen mucho, de puro vicio. Pero todavía no era prostituta, que es la que cobra. Pero igual entendí lo que me quería decir. Y me gustó. Me gustó la idea...

"Si, papi, yo te la agarro y te la hago de goma, pero primero la platita..."

Este manejo mío de las palabras, lo sedujo al señor. Bueno, que mi uso del lenguaje siempre los seduce. Y mi uso de la lengua... bueno, esas son palabras mayores. Pero vayamos por pasos.

Como, acompañando mis palabras, mi manito le había entonado el bulto, el hombre comprendió que yo iba en serio. Y peló el dinero. Y yo le pelé el miembro. Mi manita es muy caliente, así que les caliento el pito en un minuto. Y este señor no fue la excepción. Y mientras guardaba su dinero entre mis melones con una mano, con la otra sentía como le crecía su salchichita. Bueno, de salchichita pasó a salchicha, y luego a salchichón caliente. Y yo le acariciaba la cabeza con los dedos, sin descubrirle el prepucio. Este asunto de hacer la puta me había poseído, y mi masaje se fue haciendo más intenso. Mis dedos acariciaban apretando, y acariciaban y apretaban, una y otra vez, sin piedad. Y de pronto me agarró el impulso sádico, y comencé a trabajarlo frenéticamente, a una velocidad vertiginosa. El tipo se quedó como suspendido en el aire, con la boca abierta, mandíbula caída, y se puso como bizco, ¡y se corrió inconteniblemente! ¡Se corrió en medio de su sorpresa por mi frenético ataque!

Esa fue la primera vez. Y todavía me aprieto la concha con la mano, cuando me acuerdo. Me aprieto y me la amaso frenéticamente, y me corro como loca.

Estrictamente hablando, si bien me gusta mucho pajear a los hombres, la paja no es mi único recurso. En realidad lo que me gusta es dominarlos, tenerlos bajo mi control y hacerlos perder el suyo propio. A un cierto tipo de hombre puedo hacerlo acabar a los tetazos. Teta y teta contra la cara, se la aplasto con mis grandes masas mamarias, le agarro la cabeza por la nuca para refregarle la cara mejor, y los voy viendo perder el control, desenfocar los ojos bajo el impacto de mi ataque. Hasta que sucumben y los tengo chorreando y chorreando, hasta que los dejo caer. A otro tipo de hombres, se los pongo muy duro y los pajeo duro, mientras les cojo el culo con un dedo. Parecen surtidores cuando acaban. Lo que más me gusta es sorprenderlos, y que se corran en medio de la sorpresa. Bueno, ya te iré contando las maneras en que abuso de mis víctimas. Cuanto más peludos son, más los someto. Eso no quiere decir que a los lampiños no los maneje como se me da la gana también.

Yo siempre fui naturalmente promiscua, muy promiscua. Como tengo un culo rebosante de sensualidad, los muchachos siempre le andaban metiendo mano. Bueno, por todas partes me metían mano. ¡Y cómo me gustaba! Aún antes de trabajar de puta solía bajarme dos o tres pollas por día, a veces cinco o seis. Era muy pero muy putona. Y me gustaba la garcha que daba miedo. Una vez que lograba que me la metieran en el orto, ellos creían que me garchaban, pero en realidad yo los pajeaba con el orto. Siempre tenía el control yo. Y los hacía correr en el momento en que me daba la gana. Me enloquece cuando los veo sucumbir bajo mi dominio.

Pero cuando encontré mi profesión, encontré la vocación de mi vida: dominarlos y cobrarles. Muchos no saben muy bien qué les pasó. Pero yo sé muy bien de que se trata el asunto, y las cosas que les hago.

Me acuerdo de un chico, hija de una amiga mía, que tenía doce años. Mi amiga también es negra, como yo, pero no tiene nada que hacer al lado de mis voluptuosidades. Y el nene me las miraba, tratando de disimular. Cuando mi amiga salió, pidiéndome que se lo cuidara por un par de horas, aproveché y me lo recontra cogí, al nene. Comencé jugando a la lucha cuerpo a cuerpo con él. Y en medio de risas le hice sentir mis pelotas delanteras y también las traseras. Estoy hablando de mis melones y de mis glúteos, claro. A los quince minutos los tenía con la cara colorada, el pitito durísimo y los ojos brillantes. Y entonces comencé a apretarle el pito, con tanta insistencia que empezó a boquear y se corrió. Creo que fue su primera vez con leche. Y se quedó tembloroso mientras se corría entre espasmos. La primera vez es así de linda.

"¿no querés besarme el culo?" le pregunté dándole una vista arrebatadora de mi soberbio culo. Y el chico cayó de rodillas, y comenzó a lamérmelo con un entusiasmo que yo pensé que era propia de su edad, pero que después vi que es el que mi culo le provoca a todos los hombres. Soy muy afortunada de tener un derriba hombres tan poderoso. Bueno, que el chico estaba disfrutando de las sedosidades del interior de mis nalgas, y yo le frotaba la nariz y la boca con el ojete. Me sentía muy perversa dominando al chico de esa manera. Pero la sensación de perversión era tan intensa, especialmente con las penetraciones que me hacía con su lengua, y los gemidos que lanzaba, que me corrí, loca de calentura.

Por fortuna, los niños se reponen rápido, así que enseguida tuve su dura pijita cogiéndome el culo. Le devolví todos y cada uno de los empellones, con culadas mías, hasta que se corrió.

Después le chupé la pijita, se le puso nuevamente dura, claro. Y se la mamé con mi caliente trompita, revolviéndole la lengua alrededor del glande. Y me tragué toda la lechita que volvió a salirle. El chico se quedó lánguido y entregado. Y yo, abusadora somos, le traje su carita contra mi pezón y se prendió como un ternerito. Yo aproveché para refregarme la concha con la mano, para sacarle un pleno provecho a su mamada. Cuando me vine el nene estaba nuevamente al palito, creo que mi orgasmo lo puso medio loco. Pero ya estaba por volver la mamita, así que lo ayudé a vestirse y esperamos a mi amiga jugando a las cartas, eso sí, al palo los dos.

Yo creí que habíamos disimulado muy bien, pero al despedirme mi amiga me preguntó por lo bajo "¿te lo cogiste bien al nene?" ¡Me lo había dejado a propósito! Bueno, mi amiga sabía los puntos que calzo. Y me usó para hacer debutar a su hijo. Pero no me molesté. Eso sí, cuando iba a verla siempre arreglábamos para que nos dejara un rato solos al nene y a mí. ¡Y bien que lo aprovechábamos! Demás está decir que el nene me chupó todo lo que tengo de chupable. Y yo a él.

Los jovencitos me gustaban mucho, y él fue el primero, aunque los hubo menores, pero después, no apuremos el relato.

Los adolescentes también me gustaban mucho, en particular Martín, al que siempre recuerdo con cariño y un poquito de culpa. Martín tenía dieciséis cuando lo conocí, y era un flaquito con una hermosa poronga. Era blanco. Y lo abusé de lo lindo. ¡Lo tenía loco a pajas! Es que no podía resisterme al gusto de verlo bizquear bajo los ímpetus devastadores de mi manita. Y lo tenía derramándose una y otra vez. El chico estaba loco por mí, y no podía resistírseme. Le ponía un tetón en la boca y mientras me lo chupaba con fruición, yo le daba y le daba al ordeñe de su nabo. Y a medida que iban aumentando sus gemidos, iba aumentando el ritmo y la fuerza de mis apretones. La verdad es que estaba cada día más flaquito, el pobre. Pero yo lo seguía ordeñando igual. Y él se dejaba y se dejaba, sin voluntad alguna que oponerme ya. Fue un año maravilloso, yo seguía cogiendo con cuanto tipo se me cruzaba, pero Andrés era mi favorito. Y cuando se murió por anemia le estuve haciendo la última chupada en el cajón. Y crease o no, logre un último chorrito. La madre, cuando entró y nos vió, me gritó "¡Asesina!", sin fijarse en la placidez en la cara, bastante demacrada eso sí, de su hijo. Pero esa palabra me quedó resonando y entonces me viene a la mente la expresión de víctima en la cara de Andresito mientras yo lo pajeaba. Pero así es el amor. Y yo lo pasé muy bien, y el chico tuvo un final feliz. En realidad muchos finales felices. Muchísimos, pobre. En los últimos tiempos me veía venir y se apoyaba en la pared para sostenerse durante mis pajas. Y yo lo manoseaba con algo de maldad, debo reconocerlo. Pero eso es lo que hago con todos los hombres. Y si ese se me murió, mala suerte. Si una es abusadora corre esos riesgos.

Bueno, novios tuve muchos, o no tan novios también, pero la época de gloria empezó cuando abrí mi negocio de puta pajeadora. En realidad debería llamarse "de puta dominadora" pero sonaría muy intimidante y como yo sé que siempre terminan adictos, para qué desanimarlos.

A veces, después de unos cuantos subyugados y liquidados (en el sentido de que les hago sacar su líquido seminal) estoy que ya no me banco de tan cachonda. Y entonces alguno se saca el premio gordo, y me lo cojo de las formas que se me antojan. No se quejan, total a todos los tengo acabando cuando yo quiero. Lo que más me cuesta es hacerlos durar. Pero bueno, lo que empezó uno lo terminará el otro. Y a veces el otro y el otro, porque algunos me duran muy poquito. Pero bueno, son los gajes del oficio.

Todo mi cuerpo es muy caliente, pero mi cocha está siempre caliente. Cuando quiero que un cliente se corra rápido porque tengo varios esperando, después de manoseársela un poco y ponérsela bien dura, le dejo que me la meta en la concha, y con el intenso calor se corre en un minuto, con un par de vaivenes que le haga.

Y así me preservo, de no correrme tantas veces yo. Aunque como soy tan putona, me gusta tanto que me echo varios polvos cada tarde. Por suerte tengo a mi novio para desquitarme. No le conté nada de todo esto, claro, y a él también lo domino, pero no le cobro, aunque lo tengo a la miseria.

Bueno si te interesa, avísame, y te contaré las cosas que le hago.

Hasta la próxima, nene.

Puedes escribirme para contarme tus más bellos sentimientos a mujerdominante4@hotmail.com . Y te recuerdo que Bajos Instintos 4 tiene un maravilloso taller virtual de narrativa erótica donde puedes aprender a contar tus propias historias, aunque sólo sean fantasías. Escríbele pidiendo detalles a bajosinstintos4@hotmail.com