MI TRABAJO EN LA CASA DE PUTAS DE MARISA 2ª Parte

Esperanza, sigue visitando la casa de Marisa, la cuenta su relación con Javier, y tiene un encuentro con un cliente especial , un enano, que la hace todo tipo de perrerías, las cuales llega a un acuerdo con Marisa para realizar un video con escenas de este encuentro tomadas de la cinta de la cámara de seguridad mandar el video a la productora.

MI TRABAJO EN LA CASA DE PUTAS DE MARISA 2ª Parte

(HACE TIEMPO QUE ME PUSO LOS CUERNOS.-Continuación)

Como os dije en la entrega anterior del relato de “Mi trabajo en casa de Marisa”, recordareis que había grabado una película en la que mi compañera de rodaje fue Marisa, en la que tuvimos una relación lésbica (la primera de mi vida) y acababa la película con un trío con Pedro que hacía de mi marido, en la película) y nos sorprendía cuando Marisa y yo estábamos en pleno apogeo.

Marisa me reveló que se sentía atraída por mí y yo la dije que me había sentido muy a gusto con ella en el rodaje y que me había gustado y comenzamos una relación de amistad y sexo lésbico que aún (aunque ahora más de tarde en tarde) dura.

Yo después tuve mis encuentros dos encuentros con Javier hasta que se fue al acabar el curso a su pueblo de Ciudad Real y a las dos semanas me vino a ver y tuvimos otro encuentro, como todos sabéis por haberlo contado en la saga que os estoy ofreciendo “Mi historia con el joven Javier”.

El martes siguiente acudí como todas las semanas por la mañana a casa de Marisa, al entrar, como prácticamente por la mañana estoy yo sola o como mucho otra chica, me recibió Marisa con un beso en toda mi boca metiendo su lengua en mi boca y yo la mía en la suya y llevando sus manos a mis pechos comenzó a sobármelos. Me desabrocho la blusa dejándomela abierta y sacándome mis tetas fuera de las cazoletas de mi sujetador comenzó a comérmelas. A mí también me apetecía tocarla y desde que estábamos liadas me atraían de manera importante sus inmensas ubres (que aunque grandes y su edad se la mantenían duras y tiesas) de talla 130, aunque en nuestro primer encuentro pensé que eran de 120, luego ella ya me confirmo definitivamente su talla. Yo cogí y metí mis manos bajo su blusa alzándose la por encima de sus senos y comencé a sobarle sus inmenso melones, para llevando mi mano a su espalda soltarla el sujetador y libera esas bellas ubres. Imitándola a ella, también comencé a comérmelas a succionar sus pezones  y bajando una de mis manos a su entrepierna la metí dentro de sus bragas, estaba completamente mojada. Entonces localice su clítoris y comencé a masturbarla hasta que conseguí que se corriera en mi mano, tenía ganas de que se corriera rápido pues estaba impaciente por contarle y descubrirla mi relación con Javier, pues pensé que se alegraría.

Cuando se calmó de su orgasmo dejamos nuestros juegos, ella me dijo que no me tapara y ella cogiendo su blusa se la quito y dejo también sus pechos al descubierto y sentándonos juntas en el sofá de la sala de espera me dijo:

“Bien querida, te encuentro con prisas e impaciente, pues no soy tonta y me he dado cuenta que as acelerado que me llegue el orgasmo y eso no es normal en ti cuando estamos juntas, sino que buscas alargarlo para que nuestro disfrute sea largo y placentero. Dime ¿Qué te pasa, quieres decirme algo?”

Entonces agarrándola de la mano y con una sonrisa en mi cara, le dije:

“Si Marisa, estoy así porque quiero que sepas (como mi amiga más intima que eres y porque te quiero y no quiero perderte), que estoy teniendo encuentros con un chico bueno tú hasta lo puedes considerar un niño pues tiene 20 años que me tiene desazogada, no deseo más que estar con él, solo quiero que me posea , que me joda, me hace subir a las nubes. Esto no quiere decir que me haya olvidado de mi marido, pues tú sabes que eso no pasará pues le amo con toda mi alma. Pero es que este niño no se que me ha dado que me tiene absorbida el seso”

Ella me pregunta:

“¿Cómo se llama? ¿Dónde le has conocido? ¿Cómo fue?”

Yo la digo:

“Marisa, si tú le conoces, pues fue aquí donde le conocí, se llama Javier. Te acuerdas de aquel joven (niño) que vino la primera vez que me prostituí que quería aprender de una profesional que debía hacer con una mujer”

Ella duda un momento y entonces la digo yo:

“Si mujer, mi segundo cliente de ese día con el que estuve después de Adham. A ti que te parece, crees que debo seguir o lo debería de dejar para no hacerle daño. Es que encima esta empeñado en quedarme preñada y yo después de lo que me ha pasado y mi edad no me apetece y también pienso que quizás pueda ser peligroso, más que por mi por la criatura que no salga bien. Sin o fuera por ese miedo me dejaría preñar por él ahora mismo”

Ella me contesta:

“Mira Esperanza, yo creo que ese chico se te ha entrado muy adentro y te digo la verdad que si te apetece y estas a gusto y disfrutando cuando estas con él y consigues que tú marido no se entere (y esto se que lo puedes hacer, pues mira como no se ha enterado que trabajas aquí y eso que pasan por aquí bastantes clientes y eres una de las favoritas de ellos) yo que tú seguiría. Y referente a lo de quedarte preñada yo estando tan colada como tú estás por él si me dejaría preñar, pues me parece una idea estupenda, y no tengas miedo de que la criatura pueda salir mal por tu edad ahora hay muchos controles médicos del embarazo y si los sigues seguro que todo sale bien. Además con vista al negocio podemos ganar mucho dinero si te quedaras embarazada, date cuenta que me prometiste que si esto pasaba alguna vez grabaríamos varias películas siguiendo el embarazo hasta el parto, tengo buenos amigos que nos escribirían los guiones de las mismas, y además tú a tus clientes aquí podríamos cobrar un plus por estar embarazada y si te apetece hacerlo con quien quieras sin preservativo otro más. Hay muchos que tienen morbo de estar y ver películas porno de embarazadas. No seas tonta mi consejo es que sigas con esa relación y de lo de quedarte preñada ya sabes mi opinión. Eso sí no quiero que esa relación te haga dejar de venir a trabajar a esta casa y mucho menos que enturbie o que acabe con nuestra relación sentimental, yo no soy celosa y te puedo compartir con él y tu marido si es verdad que te tiene tan loquita”

Acercándose me abraza y me da un beso, yo la contesto:

“.Gracias Marisa, el consejo de una amiga siempre ayuda, y solamente podía contártelo a ti, pues mis amigas de fuera de aquí si se enteraran no se qué pasaría. Respecto a lo de abandonar el trabajo de tu casa, no te preocupes eso no pasará pues él mismo me ha dicho que quiere que siga viniendo y respecto a nuestra relación sentimental por nada del mundo lo dejarais, me tienes tú también loquita por tus huesos y sobre todo por tus pechos, ja,ja,ja. Sabes que Javier está siguiendo un tratamiento de alargamiento y engorde del pene, y eso que ya le tenía grande para su edad, ya le queda poco lo termina dentro de una semana. El jueves cuando he estado con él ya se le he notado más grande ahora tiene 27 centímetros de largo por 7 de ancho y me dice que quiere llegar a tener los 30 de largo por 8 de ancho, yo le he reñido por hacerlo, pero la verdad que me encanta y pensar lo que me hará disfrutar cuando lo haya terminado, me vuelve loca”.

Entonces Marisa entre risa o bromas me dice:

“Pues podías preguntarle si quiere participar en alguna de nuestras películas, si tiene una herramienta como tú dices  tendría mucho éxito. Además si te quedas preñada de él, una vez que te enterarás tendríamos que grabar una película en la que se viera como te follaban y te dejaban preñada ¿y quién mejor que él? Ahora en serio pregúntale si quiere, vale”

Devolviéndola el abrazo y el beso la digo:

“De acuerdo se lo preguntaré”

Entonces ella se puso de nuevo el sujetador y se bajo la blusa y me dijo:

“Bueno ya está bien de charla prepárate por si viene algún cliente, hoy te vas a quedar solamente con las braguitas y la camisa abierta, eso seguro que al que venga le pone”

Hice lo que me dijo, y a eso de las 11,00 llamaron a la puerta era el primer cliente. Al pasar a la sala me sorprendió era un enano, calvo, tenía un poco de joroba  y venía con una bolsa, nos presentaron y nos fuimos a la habitación, al entrar y cerrar la puerta, dude de seguir o dejarlo, era la primera vez que me cruzaba con una persona así, pero pensé  “Esperanza, eres una puta profesional y tienes que estar disponible para aquel que te pague sea agradable o desagradable en su físico. Entonces le comencé a decir  las tarifas y me contestó:

“No sigas eso no me importa, yo acabaré cuando lo crea conveniente, y por el tiempo no me importa pagarte lo que sea. Me llamo Alberto, pero tú llámame Alber”

Entonces el comenzó a quitarse la ropa, yo le miraba sentada en la cama, su cuerpo me impresionó, calvo, estaba contrahecho tenía un hombro más alto que él otro y lo que más me impacto fue su joroba. Los brazos y  piernas cortas no me impresionaron pues ya lo había visto cuando por la calle me había cruzado con alguno. Lo que si me llamo la atención y no pude evitarlo fue fijarme en la estupenda dotación que Alber esgrimía con orgullo. Aquel pene debía medir unos veintiocho o veintinueve centímetros parecía otra pierna en vez de una polla. En aquel cuerpo diminuto, entre aquellas manos de marioneta, parecía mucho más grande y gordo. El tronco era grueso como una mazorca de maíz, y las venas rojas y verdes se dibujaban perfectamente bajo su piel. El glande no era sonrosado como el Javier y mi marido, sino amoratado, y llamativamente grande, parecía una pelota de tenis. Una densa mata de pelo crecía salvaje a su alrededor. Entonces cogiéndole de la mano, como si fuera la madre con su niño, le dije vamos al cuarto de baño que te lave y me lave. Le dije que se sentara en el bidel, al sentarse le colgaban las piernas no llegaba al suelo, le cogí su esplendida vaina y untándome las manos con jabón se la comencé a lavar, entonces el dandose cuenta que me había causado sensación su polla me dijo:

“Los refranes suelen acertar, encanto… Hombre pequeño, polla grande. Toda para ti si lo deseas”

Yo se la solté y me puse de pie esperando a que él se levantara cogí una toallita me arrodille y se la seque . Entonces me fui a quitar mis bragas y a ocupar su lugar para lavarme y me paró en seco diciendo:

“No tú no te laves, a mi no me da asco y encima me gusta el olor de los coños y si están sin lavar más aún”

Entonces le dije:

“Bueno si tu quieres así y no te importa que esté sucio, vamos a la habitación a comenzar”

El me siguió fijándose en el movimiento de mi culo y caderas y al sentarme en la cama me dijo:

“Te he enseñado mi polla, muñeca. Es justo que te desnudes para mi… Muéstrame lo que tienes, quítate ese trapo que me impide ver tu dos cantaros al completo y esa braga que quiero ver todo tu potorro, puta”

Siguiendo sus indicaciones hice lo que me decía. Estaba de pie ante aquel engendro demoníaco, que había comenzado a masturbarse lentamente, relamiéndose ante el apetitoso manjar que no tardaría en devorar. Comencé a acariciar mis pechos con mis manos insinuantemente y bajando las manos me  las fui pasando por mi cintura, mis costados, mi prominente barriguita, para terminar sobre mi braga encima de mi concha. Apenas  rocé con mis palmas mi cuerpo todas mis partes sensibles y erógenas comenzaron a despertar. Cerré los ojos para no cruzar mirada con el afortunado espectador, no quería que aquel mágico momento terminara con un ataque de nauseas.

El entonces decía:

“Eso es, muévete zorrita. Hazlo lentamente, justo como a mí me gusta”

Mis dedos separaron con agilidad los lados de la camisa y subiendo a mis hombros la dejé caer con sensualidad. El enano se acarició los testículos velludos mientras disfrutaba del sorprendente espectáculo. Ante su vista quedaron expuestos mis grandes pechos duros y erguidos como consecuencia de mi caricia anterior. Noté el considerable peso de mis pechos al moverme para que el viera como se movían sujetándolos sobre mis manos, y los acaricié circularmente, desde la base hasta su nacimiento. Acaricié mis pezones desnudos, que ya estaban completamente erectos, y me mordí el labio de placer.

“¡Menudas tetas tiene la muy puta!”

Junté las rodillas, agarré el elástico de mis braguitas, y las fui bajando sosegadamente. Pronto quedé completamente desnuda. Me ladeé ligeramente para que aquel esperpento disfrutara de mi perfil desnudo, de mis largas piernas, de la curva abierta que dibujaba mi trasero. Coloqué las manos tras la cabeza y me estiré excitada.

“¡Vaya con la madurita! ¡Estás hecha toda una zorra! “

Para mi sorpresa, aquellas palabras no me dolieron, aunque vinieran de un ser tan repugnante como aquel enano, sino que me excitaron aún más, pero en aquel momento estaba dispuesta a todo por satisfacer a aquel cliente. En un momento pensé ¿aún caería más bajo que ahora acostándome con esta criatura?. Me di la vuelta y le mostré mi apetecible  y redondeado trasero, y mi derretida rajita. Saqué la lengua, lamí la palma de mi mano y me golpeé una nalga con ella. Mi carne firme apenas se movió. Aquello sacó de quicio al enano, que pronto pidió mi presencia entre sus piernas.

El dijo:

“ Vas a ser buena he putita, ¿verdad?. Vas a chuparme la polla… Quiero ver cómo te desenvuelves con mi polla en tu boca”

Albert  me indicó que le ayudara a subir y se sentó al borde de la cama, apoyando el peso de su cuerpo sobre las manos. Levantó el trasero ligeramente, ofreciéndome su verga,

Yo a esa altura y debido a mi exhibición y manoseo por mi cuerpo estaba súper excitada. Era la primera vez que estaba ante un enano, jorobado y contrahecho desnuda y dispuesta a que me poseyera, y me encantó la sensación. Deseaba seguir adelante. Me arrodillé ante aquel medio-hombre, abrí la boca todo lo que pude y engullí su verga de un golpe. Aunque me esforcé en tragarla entera, sólo conseguí abarcar tres cuartas partes. Aún así, su vello púbico era tan profuso que me hizo cosquillas en la naricita. Tenía la boca llena de su carne mortecina, y me gustó su sabor. Me retiré lentamente, apretando los labios para facilitar la succión. Luego lo miré directamente a la cara. Eso me enloqueció. El me dijo:

“¡Cómo la mamas, guarra…! ¡Sigue… sigue…!”

Rodeé su miembro con mi mano derecha y comencé a masturbarlo. Examiné su glande palpitante que, aunque estaba inflamado en sangre, no había perdido su color cárdeno. Lo envolví con mis labios, estimulándolo con suavidad, mientras no paraba de masturbarlo. Noté como el incontinente duendecillo se retorcía bajo mis caricias. Entonces yo le comencé a decir:

“¿Te gusta, enano asqueroso? ¿Te gusta cómo te la chupo?”

Le pregunté mientras mis manos mantenían el compás.

Albert se quedó perplejo al principio de mis insultos y preguntas, luego me sonrió. Nunca había visto unos dientes tan desordenados e irregulares. Su respuesta fue parca y explícita: agarró la parte posterior de mi cabeza y me guió de nuevo hacia su verga. Cerré los ojos y su serpiente volvió a recorrer mi garganta.

Al poco contrajo sus nalgas y comenzó a menear su pelvis con cierto ritmo, usando mi boca como si de una vagina se tratase. Apreté los cachetes y succioné con fuerza, mitigando la violencia de sus embates. El enano estaba en el cielo, a punto de perder el control sobre sí mismo. Temí que me ensartara con su espada, así que me alejé lentamente, recuperando la iniciativa.

Jugué con sus enormes y peludos testículos. Me los pasé de mano en mano, acariciándolos con ternura. Luego los apreté suavemente y observé como saltaban dentro de sus bolsas de piel. Los lamí con la punta de mi lengua y fui ascendiendo lentamente, dejando un rastro de saliva a mi paso. Recorrí su tronco y engullí su glande. Acomodé mi cuello y mi espalda, apoyé mis manos en su menudo trasero, y comencé a masturbarlo con mi boca. Le lleve una de mis manos a su culo y aunque sentí mucho asco le metí uno de mis dedos en su pequeño culo, haciéndole dar un respingo que note al entrar él más adentro su descomunal polla, seguí con mi mamada, la mecánica era sencilla pero agotadora. Cerraba mi boca entorno a su miembro y me deslizaba de atrás hacia adelante, de adelante hacia atrás. Me cuidaba de engrasar bien el tronco con mi saliva, para no hacerle daño con la fricción. Sin embargo él no tenía respeto alguno por mi integridad física. Me agarró la cabeza con sus dos manitas y me obligó a acrecentar el ritmo de mis acometidas.

Me dolían las cervicales, y todos los músculos de mi cuello estaban entumecidos. Fue entonces cuando me dio un respiro. Ladeó mi cabeza para alojar su glande entre mis dientes y la cara interior de mis mejillas. Intenté relajar la presión de mi mandíbula para acomodarme a su penetración y proporcionarle mayor placer. Me acaricié los pechos mientras él se servía de mi boca, hasta que se cansó de ella.

Albert levantó mi cara y me miró a los ojos, diciéndome:.

“Saca tu lengüita, zorra”.

Yo cumplí como una perrita faldera. Abrí mi boca y le ofrecí mi lengua. Albert apoyó su glande en ella y comenzó a masturbarse, deslizándose en su humedad, deleitándose en su calor. Me dedicó toda clase de improperios mientras se satisfacía, pero yo apenas le escuché. Estaba demasiado caliente, demasiado ansiosa por ser tomada. Transigí en todo, esperando recibir una compensación por mis esfuerzos.

Albert me agarró por el codo y me lanzó contra la cama. Nunca habría imaginado hasta entonces la fuerza que aquel enano tenía en sus brazos, y quedé impresionada. De repente me encontré tumbada en la cama, apoyada mi espalda sobre ella. Abrí las piernas instintivamente, ofreciéndome sin tapujos, rogándole con la mirada que me devolviera al menos la mitad del placer que yo le había proporcionado. Albert no me defraudó, entonces le pregunté intrigada.

“¿Qué vas a hacer conmigo?”

El me contestó mientras se relame sus labios pensando en el festín que se va a dar:

“Voy a saborear tu caldito, beber de tu coño“

Separé las piernas todo lo que pude, adelanté mi pelvis y arqueé mi espalda, ofreciéndole a Albert una fruta deliciosa que muchos hombres que no sabían que me prostituía al verme en mi pueblo por la calle yo sé que la deseaban y darían  cualquier cosa por tener la  oportunidad de probar.

El enano sacó su lengua asquerosa y me dedicó un primer lengüetazo, que recorrió mi rajita desde la base hasta el clítoris. Luego me miró a los ojos y descubrió placer en ellos. Apoyó su mano derecha en mi pubis y comenzó a estimular mi clítoris con el pulgar. ¡Lo hacía tan bien! Aquel placer era totalmente nuevo para mí, y poco a poco me fui derritiendo en sus manos. Y le dije:

“¡Cómete mi coño! ¡Cómetelo todo! ¡No dejes ni un pelo sin comértelo!”

Mi vagina era un charco de flujo y saliva. Su pulgar seguía describiendo círculos sobre mi pepita, enloqueciéndome. Me acaricié los pechos con ambas manos mientras él seguía esmerándose entre mis piernas. Sentí asco al contemplar la calva de Albert retorciéndose al ritmo de sus lengüetazos. Sin embargo el fuego consumía mis entrañas, y haría cualquier cosa para sofocarlo.

Albert introdujo el pulgar en mi sexo, mientras su lengua r se encargaba de mi clítoris. Llegados a aquel punto, yo ya estaba perdida. No tenía ni juicio ni vergüenza. Comencé a balancear rítmicamente mis caderas, enterrándome el dedo de Albert hasta los nudillos, y separé mis labios vaginales para facilitar su acceso a mi semillita.

Levanté las piernas, apoyando las rodillas sobre mis pechos. Estaba totalmente expuesta, entregada a un error irreversible de la naturaleza. Él no aflojaba el ritmo de su penetración manual. Su pulgar se deslizaba por mis paredes vaginales, provocando un chasquido húmedo y degradante. Mi excitación iba en aumento, y el calor se extendía a lo largo de todo mi cuerpo. Comencé a chillar como una poseída, concertando gemidos graves y agudos lamentos:

“Aaahhaaahhhh, sigue cariño, no pares, que bien lo haces, sigueeee, ahhhaaaa que placer me estás dando enano de mierdaaaaa, asiiiiii, asiiiiii aaahhahhhh”

Apoyé una pierna sobre el hombro de mi diminuto amante, pero pronto comprobé que no era capaz de soportar el peso. El placer era insoportable, así que cerré las piernas casi instintivamente para disfrutar de un pequeño descanso. Albert no se retiró. Sentía su aliento en mi vagina, que estaba enrojecida. Acaricié su cabeza con sensualidad y me reí. La situación era tan excitante que en mi calentura, que no pude aguantarme. Él pareció molestarse cuando le dije:

“Eres asqueroso, Albert, pero me subes al cieloooooo”

Le insulté mientras le acariciaba la cara. Pude ver el dolor en su mirada, luego su furia. Su mano rechoncha y malformada me propinó una sonora bofetada. No tuve tiempo para defenderme, ni de contraatacar. Cuando quise darme cuenta, Albert me había agarrado por el pelo e introducido su verga en mi boca diciendo:

“¡Llénala de saliva, cerda!

Yo agarré su mango, concentré toda la saliva que había en mi boca y la escupí sobre su glande. Saqué mi lengua y recogí los chorros brillantes que habían quedado colgando, condensándolos en gotas muy gruesas. Luego las esparcí a lo largo de su pene, anegándolo. Las babas colgaban de mis comisuras, y de mi barbilla.

Tras esto me cogió la cara y con el dorso de su mano me dio un guantazo que casi me hizo llorar, cuando de la hostia que me dio me volteo la cara, de nuevo casi sin darme cuenta con la palma abierta me dio otro guantazo en la otra cara, quedándome tendida en la cama. Yo me lleve mi mano a mi cara pues me había dolido, a mi nunca nadie me había tratado así y ahora venia un maldito enano y me pegaba dos buenas bofetadas en la cara. Fui a protestar y él volvió a darme otra bofetada y me dijo:

“Pedazo de puta, tu a callar, aquí el que manda soy yo y tú estás para hacer lo que yo quiera, y si no lo haces seguirás recibiendo golpes, yo pago y exijo  zorra asquerosa. Me han cabreado tus insultos”

Después cogió la bolsa que había traído y sacando un gran consolador, casi tan grande como su polla, lo embadurno de una pomada transparente que también traía me hizo  alzar las piernas y que las abriera lo más que pudiera. Me las sujete con mis manos. Entonces empezó a trabajarme con sus dedos untados de la misma pomada mi agujerito del culo hasta que consiguió dilatarlo lo que él creyó suficiente, después apunto el consolador al agujero de mi culito y apretando para que fuera entrando me dijo:

“Pedazo de zorra como te oiga dar un grito o quejarte, no dejo de darte guantazos hasta que me pidas perdón por desobedecerme. Te voy a partir el culo de puta ramera que tienes”

Y dicho esto empujo el enorme consolador sin contemplaciones, yo sentí un gran dolor y como pude aguante el dolor y evitar gritar, el siguió empujando y a medida que me entraba yo notaba como me iba desgarrando mi culito, note que se me abría y empecé a notar cómo me escurría la sangre a lo largo de mis nalgas. El me dijo entonces:

“Muy bien mi putita, te has portado bien y por ser buena te voy a dar un premio que te va hacer correrte de gusto como tú te mereces puta de mierda”

Diciendo esto me dijo:

“Si quieres, puedes descansar sobre tus piernas y si aguantas el consolador clavado en tu culo cuando le apoyes lo puedes hacer, relájate te voy a dar tu premio”

Saco de la bolsa tres peras de gomas en vez de tener canaula para la irrigación tenia una ventosa de cristal dos de ellas eran iguales y la tercera era superior y esta tenía bajo la ventosa como un deposito. Entonces cogiendo las dos que eran iguales haciendo el vacio me las puso una en cada una de las aureolas de mis pechos dejando en el medio los pezones. Comenzó a hacer el vacio con la pera sintiendo como me estiraba y succionaba mis pezones, era una sensación rara entre dolor y placer, mis pezones aumentaron de tamaño a medida que la ventosa los succionaba. Después se colocó entre mis piernas y con la otra que tenía la ventosa más grande y el depósito me la puso que ocupara toda mi raja y el clítoris e hizo lo mismo. Esta caricia me volvió loca , me hizo que en un instante me entraran una ganas locas de correrme. El iba trabajando por orden cada una de las ventosas hasta que yo no pudiendo aguantar mas, empece a gritar de placer:

“! Aahhhahhhhhhhh cabrón que me has hecho me vuelves loca que placereeerr , sigue , sigue no pares, no pareeess aprieta mas las peras absorbemeeee todooooo, ooohhhhhooooo me corroooooooo!”

Mientras decía esto yo comencé a dar golpes arriba y abajo como si me estuvieran jodiendo, lo que hacía que el consolador de mi culo se metiera aun más adentro que estaba.

El entonces comenzó a apretar y aflojar la goma de la pera haciendo el vacio todo lo que podía y succionando mi raja , empezando a salir de dentro de mi concha todos mis jugos y corrida y depositándose en el depósito de la ventosa.

Entonces Albert me dio un empujón y me quedo tendida de espalda y espatarrada con mis piernas totalmente abierta, seguía con las ventosa puestas en mis pechos y con el consolador en el culo, entonces tirando fuerte de la ventosa que tenia en mi coño, tiró de ella sin cuidado haciéndome un daño grandísimo y dándome la ventosa me dijo:

“Toma guarra bébete el fruto de tu calentura, traga tus jugos y tu mierda hasta la última gota, como dejes algo te zurro hasta que lo limpies con tú asquerosa lengua de puta y zorra que es lo que eres”,

Yo cojo la ventosa con su depósito y comienzo a tragarme todos mis jugos extraídos por el aparato de mi chocha, era la primera vez que probaba tal cantidad de mis jugos, pues otras veces lo que había probado era lo que me sacaba al masturbarme en mis dedos. La verdad es que sentí una sensación extraña, pero no desagradables, al final comprendí como muchos hombres gozan y se excitan bebiéndose los jugos que desprendemos las mujeres, y más si estamos tan caliente que nos corremos”

Entonces él riéndose me dijo:

“¿Te gustan sus jugos, tu néctar, ha que están ricos?, a mi me han encantado. ¡Voy a follarte de una puta vez!”

Me cogió por una rodilla y me ladeó ligeramente, para que mi vagina quedara justo a su altura. Luego separó mis piernas.

Entonces le pregunté nerviosa, con su mismo léxico grosero que él utilizaba:

“¿Vas… vas a follarme? “.

Y él me contesto:

“No sólo eso, mala puta. Voy a partirte en dos”.

Me recosté sobre la cama, esperando la llegada del ansiado y temido momento. Me acaricié el clítoris para renovar mi lubricación, luego separé mis labios vaginales para mostrarle el camino a mi interior. Albert y yo nos miramos, mientras él se masturbaba salvajemente para multiplicar su erección. Y acercando su tremenda polla a mi almeja, me penetró. Primero me introdujo su glande, luego el resto de su miembro. No me dolió. A juzgar por el desdén con que me trataba y la excitación que mi admirada figura debía provocarle, pensé que sería ensartada sin miramientos, pero me equivoqué. Avanzó suavemente, abriéndose paso con paciencia. Me abrió las piernas hasta forzar mis abductores para que mi orificio se estirase todo lo posible.

El miembro de Albert quedó completamente engullido por mi feminidad, y mis paredes vaginales se adaptaron a su enorme tamaño como un chicle masticado. Me sentí ensanchada. Y entonces me dijo:

“¿Y ahora, puta? ¿Vas a reírte de mí? ¿No vas a mofarte de mi tamaño?”

No me dejó contestar. Con una agilidad pasmosa, aquel pequeño endemoniado comenzó a bombearme. Su verga monstruosa recorrió senderos inexplorados de mi vulva, alcanzando, debido a su tamaño, una profundidad inaudita.

Albert se mantenía de pié, mirándome complacido, eufórico. Su miembro entraba y salía de mi sexo con dinamismo, a un ritmo alto y regular. Pero la postura pareció cansarle. Sus rodillas achaparradas sostenían todo el peso de su cuerpo, y debieron agotarse. Así que se acostó sobre mí, apoyándose en los brazos, acomodando su desproporcionada cabeza entre mis turgentes pechos. Yo le acaricié sus orejas puntiagudas y su espalda con su joroba, apretándolo contra mi cuerpo. Su culito plano se contraía y relajaba en cada penetración.

Se mantuvo así durante unos dieciocho minutos, y se levantó de repente. Tomó mi pierna izquierda y me acostó de lado. Luego se situó detrás de mí, y volvió a tpenetrarme. Aquel fue el momento más gozoso. Tenía su miembro dentro de mí, pero no su horrible cuerpo ante mi cara. Cerré los ojos y me perdí en un mar de sensaciones cálidas y vitales. Gemía al sentir sus testículos golpeándose contra mi entrepierna. Sus manitas amasaban la tierna carne de mis pechos y de vez en cuando apretaba las peras de la ventosa y me succionaba como si estuviera mamando de mis pechos, para aferrarse luego a mis caderas e incrementar el ritmo de nuestro coito, notaba el consolador gigante en mi recto, todo ella formaba un conjunto de sensaciones que me subieron al séptimo cielo. Estábamos llegando al final.

Yo le ayudé con un tímido contoneo pélvico. Su dedo pulgar me masturbaba con destreza. Yo estaba ardiendo. Iba a correrme.

Un gemido recorrió mi estómago y mi garganta como un torrente, para explotar en mi boca. Me mordí el labio con fuerza mientras los traviesos dedos de Albert aserraban mi clítoris con saña, y su miembro erecto me desgarraba el interior de mi vagina. La sensación cálida y reconfortante fue incrementando en intensidad hasta transformarse en el más poderoso orgasmo que jamás he vivido. Aullé como una verdadera loba, como una puta; cerré los puños y agité mi cabeza con tanta fuerza que casi me rompo el cuello y comencé a gritar:

“Siiiii, me corrooooooo, que placerrerrr enano asqueroso eres impresionante me estas haciendo alcanzaaaaarrrr el cieloooooooaaaahhhhhh, ooooooooohhh, me corroooooo”

El a su vez decía también gritando:

“¡Voy a correrme, putita! ¡Voy a correrme!, aahhhhhhh, siiiiiiiiii, putaaaaaaa te llleno tu aa, asqueroso coñooooooo, so guarrraaaaaaaaa, ahhhhhhhhhhhhh!”

Apenas tuve tiempo de prepararme para el clímax del enano, pues la sacó de un tirón y descargó todo su esperma sobre mi pubis y mi rajita. Albert me miró directamente a la cara mientras escurría sus últimas gotas de semen, y me dijo:

“Pedazo de puta, nunca pensaste que este asqueroso enano, como tú dices te iba hacer correr como te has corrido. Fíjate como te he dejado tu coño de ramera. Esa no es la leche de tu chulo, tu amante o marido, (que no se qué tendrás) puta, sino la de este asqueroso enano, como tú me llamas”..

Observé mi entrepierna. Un grueso hilo de esperma resbalaba por mi vagina y se precipitaba hacia el colchón de la cama. Efectivamente, mi sexo no presentaba un buen aspecto. Estaba dilatado en exceso, sudoroso, irritado por la fricción y empapado con la crema seminal del ser más repugnante que había conocido en mi vida.

Albert paseó su índice por mi dolorida vagina y lo untó de semen. Entonces me lo metió en mi boca, he hizo que me lo tragara, diciéndome:

“¡Abre la boca, cerda! ¡No me hagas enfadar!”

Separé los labios con timidez y saqué la lengua. A la vez que él decía:

“ Eso es, lame el dedo como una chica buena.”

El dedo se perdió entre mis labios carnosos, y saboreé la verdadera esencia del hombre. Era espesa y amarga, sucia, y tuve que esforzarme para reprimir un impulso de vomitar. Él me limpió la boca con el extremo de su polla y se rió a carcajadas. Luego me quitó sin miramiento las compresas de mis pechos y el consolador de mi culo. Entonces colocándose entre mis piernas cogió su miembro y comenzó a mearse encima de mí, me dijo:

“Abre la boca y trágate toda mi meada, guarra, esto te limpiara y así no te tendrás que lavar, ja,ja,ja,ja”

Sentí de pronto que mi boca se llenaba de líquido, intente tragármelo pero no podía salía demasiado se escapaba por mis labios, estaba meando en mi boca, no sentía su sabor pero el líquido era fluido y de color amarillo y el seguía diciendo:.

“Bebe putilla, cerda, asquerosa bebe, pero con cuidado no te ahogues.

No sabía que hacer, me sentía dominada hice lo que me pedía beber el líquido que entraba en mi boca. No todo iba a ser leche, verdad ramera, dijo Albert. Me bebí toda la meada que pude, por la cantidad que descargó parecía que el enano llevaba mucho tiempo sin orinar, pero buena parte del líquido me calló por la barbilla a mis enormes tetas y me manchó todo mi cuerpo desnudo, mojando la cama.

El cogió su ropa y se vistió, miro el reloj y dijo :

“Es la una de la tarde he estado dos horas, creo que son s80€ , pero como me ha gustado como te has portado furcia toma, el resto de propina”

Me tiró 300 € a mi cuerpo y se dirigió a la salida, no sin antes despedirse educadamente diciéndome:

“Volveré a por ti, puta, eres la mejor con la que he estado."

Yo continúe un tiempo como ida encima de la cama, toda llena e su asqueroso orín, cuando recobre el sentido y di cuenta a las vejaciones que aquel asqueroso enano engendro de hombre me había hecho, me eché a llorar, pensando ¿ cómo he podido llegar tan bajo, como he consentido que me trate así? En esto estaba cuando abriéndose la puerta entró Marisa y abrazándome me dijo, mi amor lo siento, nunca pensé que te tratara así y metiendo su lengua en mi boca nos unimos en un beso. Cuando acabo de besarme, me dijo:

“Esperanza  te quiero no puedo vivir sin ti, cada golpe, cada cosa que ese enano repugnante te ha hecho lo he sentido como si me lo hiciera a mí. No lo he parado porque somos profesionales y quiero que pases por todo lo que es esta profesión de puta, todavía te quedan algunas cosas no agradables que pasar y conocer. Menos mal que la mayoría de las veces no es así, ven conmigo mi amor, vamos a mi cuarto, no te preocupes del estado de la cama ni de tú ropa, ya se encarga la doncella de arreglarlo”

Al ponerme de pie sentí mi cuerpo todo dolorido, sentía un dolor inmenso en mis pechos y en mi almeja, mi culo estaba desgarrado interiormente y seguía saliendo hilitos de sangre. Agarradas de la cintura y yo reclinada mi cabeza sobre l pecho de mí querida Marisa llegamos a su cuarto, me dijo:

“Tiéndete en la cama, voy a darte en tus pechos y coñito una crema que te calmará, el culito luego te das la vuelta que también tengo otro ungüento que en menos de uno o dos días te lo curará y te lo dejará como  nuevo. Esta tarde no vengas a trabajar, a eso de las 6,00 de la tarde, te vienes y revisamos la grabación de lo que ha pasado, creo que ha sido lo suficientemente fuerte que merece la pena que lo comercialicemos, pero siempre que tú estés de acuerdo”

Me tendí en la cama y Marisa me dio la crema sobre mis aureolas y pezones y sobre mi almeja, notando un gran alivio. Luego dándome la vuelta con otro ungüento me metió un de do de su mano en el interior de mi culo untándome (con el ungüento) todo mi culito, para hacer lo mismo con la entrada del mismo. Luego me beso, fue a por mí blusa y mis bragas, que se habían quedado en mi cuarto de trabajo y me lo entregó junto con el resto de mi ropa para que me vistiera. Una vez vestida me preguntó:

“Estas bien para irte a casa conduciendo o te quieres quedar a comer conmigo?

Yo la contesté:

“Gracias Marisa, pero tengo que ir a casa, mi hijo me estará esperando, además tengo que disimular delante de él, no sé cómo, pues al sentarme me duele muchísimo mi culito y mis tetas y chocho también siento dolor”

Ella entonces me dijo:

“ De acuerdo, querida ¿pero te espero esta tarde a las 6,00 para ver la grabación y si te parece tomar una decisión, si se lo damos alguna de las productoras para comercializarlo, o no”

Me marché a casa y después de comer me acosté hasta las 5,0 de la tarde en que de nuevo cogí mi coche y me dirigí a Alcobendas a casa de Marisa para revisar la grabación.

Estuvimos viendo la grabación de todo lo que había hecho por la mañana con el enano y me volví a poner caliente al reviví lo sucedido. Pero tenía duda si dejar que se publicara o no, pues se me veía perfectamente la cara y me podían reconocer. Se lo hice saber a Marisa y a Pedro y ella me contestó:

“No te preocupes, Pedro es un artista y en las escenas que se te ve claramente la cara, el sabe cómo ponerte un antifaz o darle algún velado, que incluso parezca censurado o poner al comienzo alguna anotación que diga video amateur, la cara de la protagonista esta difusa por guardar su identidad. Este video Esperanza nos puede reportar muy  buenos beneficios y no te vas a llevar ni 1500 ni 2500 € por él sino que a partir de ahora los videos que grabes en esta casa seremos socios al 50€, participe una u otra en ellos. Es más te hago socia mía al 50 % de la empresa de grabación, es el regalo que te hago por el amor que te proceso , querida, te quiero me estas volviendo loca, nunca estuve así por una mujer”

Su palabras me convencieron, la abrace un dándonos un morreo de campeonato, la dije:

“De acuerdo en todo. A partir de ahora no tienes que consultarme nada sobre mí, las decisiones que tú tomes sobre mi trabajo, películas y sobre nuestra relación intimas yo las acataré, porque yo también te amo, mi amor, aunque también ame a mi marido y a mi querido Javier.”

Revisamos la grabación y cogimos las escenas que creímos  más interesante para formar el video para la productora.

Marisa, me dijo que descansará el resto de la semana de mi trabajo de puta, pero que no dejara de ir a su casa para estar juntas, así lo hice y esos días nos amamos apasionadamente.

En siguientes entregas os iré contando más aventuras de mi estancia en casa de Marisa como puta y de los videos que grave, así como las aventuras con Javier que os seguiré contando en la saga que he comenzado de él “Mi historia con el joven Javier”.

Continuará

Cornotuga.

Si alguien quiere hacer algún comentario sobre este relato, o sobre lo que les gustaría hacerme o hacer conmigo, por favor me lo puede enviar a mi correo j.trujicornu@hotmail.com , espero que os haya gustado