Mi trabajo de invierno 1
Necesitaba dinero para la universidad y un hombre rico me ofreció trabajo, pero primero debo hacer una prueba.
Mi nombre es Lucía y quiero contarles mi experiencia trabajando para un hombre muy rico. Tengo 20 años y me puedo considerar atractiva: soy de piel apiñonada, tamaño petite, soy delgada pero tengo buen tamaño de pecho y pompa. Dada la pandemia, me quedé sin trabajo y decidí trabajar en las vacaciones de invierno para pagar la colegiatura de mi universidad. No estaba teniendo mucho éxito encontrando trabajo, así que le empecé a preguntar a unos amigos y un amigo me dijo que su tío estaba buscando una asistente. Me puse en contacto con el señor, le mandé mi CV y nos pusimos de acuerdo para conocernos en una cafetería.
Cuando nos reunimos, me di cuenta de que era un hombre con mucho dinero, incluso llevaba guardaespaldas. Se llamaba Javier y era un hombre de unos 45 años, no muy atractivo. Me hizo algunas preguntas sobre mi vida personal, a lo que yo le respondí que nunca había tenido novio y que me concentraba mucho en los estudios.
Javier: Pues mira, Lucía. No me lo vayas a tomar mal, pero la verdad es que en este trabajo no es muy relevante lo que haya en tu cabeza, sino que se trata de cuerpecito.
Yo: Caballero, si se va a tratar de vender mi cuerpo, prefiero no tomar el trabajo.
Javier: No Lucía, quiero que me comprendas. Te juro que vas a disfrutar el trabajo demasiado, además, me dijeron que has tenido problemas financieros y la paga que te voy a ofrecer es mucha para solo un mes de trabajo.
Escribió en un papel una suma de dinero tan grande, que podría no trabajar el resto del año.
Yo: Tal vez se lo pueda aceptar, ¿podría ser más específico sobre de qué trata el trabajo?
Javier: Tienes que venir a una prueba a mi hacienda para que te explique un poco más, te prometo que no vas a hacer nada que no quieras. Si te gusta, te puedes quedar y sino, yo mismo te regreso.
Nos pusimos de acuerdo para que lo viera en su penthouse la semana siguiente y de ahí nos fuéramos juntos a su hacienda. Toda la semana estuve muy nerviosa, pero al mismo tiempo me apenaba mucho vender mi cuerpo, que a mis amigos y familiares cercanos solo les dije que me habían ofrecido trabajo de asistente en otra parte del país. Preparé mi maleta y el día que acordamos fui a su penthouse.
Jaime: Hola Lucía, te ves muy bien. Antes de que vayamos, necesito que me confirmes que eres virgen.
Yo: Sí, lo soy.
Jaime: ¡Vaya! Mi sobrino tenía razón. Me parece perfecto, entonces sube al helicóptero. Te voy a vendar los ojos en el camino porque la privacidad es muy importante para mí.
Yo: Está bien.
Realmente estaba arrepintiéndome, pensé en que me iba a secuestrar pero en ese momento tenía que aparentar que estaba tranquila. Pero con los nervios, comencé a temblar.
Jaime: Lucía sé que esto luce peligroso, pero te quiero asegurar que vas a estar bien. Soy una persona muy considerada y me siento personalmente responsable por tu seguridad.
Empecé a sollozar por los nervios, a pesar de que el viaje solo duró 45 minutos, yo lo sentí eterno. Al llegar, vi que todo era real. Realmente había una hacienda muy bonita y Jaime le hablaba bien a todos sus trabajadores, eso me dio confianza. Pasamos ala sala en donde había 4 hombres que parecían doctores.
Jaime: Primero haremos la inspección física, tengo a un grupo de doctores listo para verte. Voy a necesitar que te quites la ropa.
Pasé a un baño y me desnudé, me había depilado toda. Después regresé desnuda a la sala intentando tapar mis partes íntimas. Cuando vi la sala, ya había una camilla de hospital en medio, varios aparatos médicos y una cámara. Primero me revisaron mis signos vitales y revisaron mis estómago, después empezaron a tocar mis brazos y piernas y también tocaron mis pechos como cuando me revisa el ginecólogo. Me acostaron en la camilla y abrieron mis piernas, un doctor estaba agarrando un aparato largo y un poco ancho, me lo quería meter en la vagina pero otro doctor lo detuvo.
Doctor 1: Espera, que todavía tiene himen.
Jaime: Así que no mentías con que eras virgen, me parece excelente.
Doctor 1: Entonces no hay necesidad de revisarle su vagina, prosigamos con el clitoris. Lucía, queremos medir cuanto lubricante liberas cuando te estimulamos y si puedes llegar a tener un orgasmo, por favor relájate lo más posible. ¿Alguna vez te has masturbado?
Yo: Sí.
Doctor 1: ¿Cómo te masturbas? ¿Con juguetes?
Yo: Solo con mis dedos
Doctor 1: Está bien, entonces probablemente sea necesario que la amarremos para que no se nos mueva mucho. La prueba durará 10 minutos.
Un doctor introdujo un hisopo en mi vagina, mientras los demás me amarraban a la cama y preparaban un vibrador. Otro doctor se dispuso a acomodar la cámara justo en frente de mi vagina. Y así comenzó la prueba. Colocaron el vibrador sobre mi clítoris y yo casi inmediatamente me comencé a venir. Era demasiada potencia sobre mi cosita y efectivamente, me quería mover y alejar instintivamente de aquel objeto que me causaba tanto placer pero como estaba amarrada no pude. Comencé a gemir y sentí como si me hiciera pipí, entonces creo que no había pasado ni un minuto,
Yo: POR FAVOR, ES DEMASIADO, ME ESTOY HACIENDO PIPÍ. ¡NO PUEDO AGUANTARLO!
Jaime: No es pipí cariño, estás eyaculando.
En ese momento me di cuenta de que Jaime me estaba acariciando el cabello. Toda la cama se sentía mojada, pero sinceramente, mi mente estaba casi en blanco y solo podía pensar en el placer que sentía. Mis piernas comenzaron a temblar y comencé a tener un orgasmo tras otro. En el fondo escuché decir a los doctores.
Doctor 1: Creo que ya se mojó demasiado, incluso más de lo que esperábamos con la droga, creo que deberíamos parar la prueba.
Doctor 2: Pero apenas van 4 minutos 13 segundos.
Doctor 1: Tiene razón, todavía falta la fase de aumentar la intensidad del vibrador.
¿QUEEE? ¿Aumentar la intensidad? Y entonces sentí como el vibrador comenzaba a crear oleadas en las que aumentaba muchísimo la intensidad y ya no pude contenerme más. Comencé a gemir, o más bien, prácticamente gritar. No pensaba en nada más que placer. Mi cuerpo se movía tanto que de la parte de arriba me liberé de los nudos y mi espalda se arqueó. Pero no podía liberarme de mis piernas porque no dejaban de temblar. Los últimos 5 minutos se sintieron eternos, pero sinceramente ya me estaba encantando todo esto. De repente, el vibrador se apagó y comenzaron a desamarrarme, pero yo todavía no podía controlar mi cuerpo. Sentía oleadas de placer que me recorrían todo el cuerpo y no paraba de temblar y estremecerme.
Doctor 3: Fueron 23 orgasmos, siendo un orgasmo cada 23 segundos aproximadamente. La paciente continúa teniendo orgasmos después de la prueba.
Doctor 2: Se observaron 21 orgasmos de alta intensidad y 2 de intensidad moderada.
Doctor 1: Podemos concluir que la paciente es hipersexual. Señor Jaime, esta chica actúa como si ya tuviera la droga, ¿seguro que quiere aplicarla?
Jaime: Estoy más que seguro pero primero necesito que ella acepte el trabajo. Hagan todos los análisis necesarios, límpienla y déjenla dormir. Cuando despierte, quiero que la vistan y la lleven a cenar conmigo.
Voltee a mi alrededor y todos tenían una erección, el doctor 4 hasta tenía el pene afuera y se estaba masturbando. Efectivamente, me quedé dormida después de que los orgasmos pararon, estaba exhausta. Cuando me despertaron estaba en una recámara muy grande y elegante, noté que estaba bañada e incluso habían lavado mi vagina y ano. Seguía desnuda y cuando vi mi cuerpo, me acordé de todo lo que había pasado en la prueba. Tenía cortes de las sogas con las que me habían sostenido, pero al parecer ya me los habían limpiado. Unos hombres que tenían una actitud muy servicial me colocaron una túnica y me pidieron bajar a cenar. Cuando me intenté levantar de la cama, mis piernas no respondían, se sentían muy débiles después de todos los orgasmos. Así que uno de los hombres (el más apuesto) me cargó y me llevó hasta mi silla en el comedor. Jaime ya estaba sentado en el otro lado de la mesa, me preguntó cómo me sentía pero yo no tenía palabras para responderle.
Jaime: Espero que no te hayas echado para atrás, disculpa si la prueba fue muy intensa.
Yo: Voy a aceptar el trabajo.
Jaime: ¿En serio? De verdad que lo vas a disfrutar mucho, solo tengo que preguntarte algo. Te voy a dar una droga que te va a hacer sentir súper excitada, es probable que ni tú misma te reconozcas con tanto deseo sexual.
Yo: Esteee…
Jaime: Antes de que digas que no, déjame contarte del trabajo. El trabajo consiste en que yo te vea ser masturbada o incluso tener sexo una vez al día. Va a implicar que experimenten un poco con tu cuerpo. Vas a hacer cosas sexuales que quizás en tu sano juicio no querrías hacer pero con la droga vas a rogar que lo hagamos. El trabajo incluye una habitación y todas las comidas, y claro, la suma que te prometí. Solo te voy a ocupar una vez al día y el resto podrás vivir como de vacaciones en la hacienda. Te aseguro que vas a sentir el mayor placer de tu vida y al final del mes, volverás a tu vida normal como si nada hubiera ocurrido. ¿Aceptas?
Yo: Sí, acepto.