Mi tio Roberto (2) y fin
La relación entre mi madre y mi tío continúa.
Cuando me desperté, mi Tio estaba durmiendo placidamente. Mi madre no estaba, pero se le oía canturrear en la cocina. Me levanté y me dirigí hacía donde estaba. No podía reprimir su estado de ánimo. Conservaba todavía el corto camisón que llevaba en el momento de su inmolación y por detrás se veían ciertas manchas de semen y alguna que otra de sus propios excrementos, pero aún así se veía resplandeciente. Me besaba continuamente mientras preparaba mi desayuno y varías veces estuve a punto de preguntar algo sobre el tema, pero no lo hice.
Esa misma noche, tras comprobar hasta la saciedad que estuviera dormida, mi madre se paso silenciosamente a la cama de él, se puso en la misma posición que la noche anterior, y se restregó contra él, hasta que despertó. En unos segundos desaparecieron las bragas de mi madre y con el camisón levantado mi tío la penetró casi de un solo envite. Mi madre tuvo que morder la almohada para no gritar, pero todo fue momentáneo. Enseguida se amoldó a los movimientos de su hermano y ya si le dolía, no hubo apariencias de ello. Mi tío la penetraba casi salvajemente. La sacaba hasta el límite y profundizaba de un fuerte golpe de caderas. Mi madre temblaba y reprimía su emoción cada vez que la sorprendía un orgasmo y tras media hora de intensa follada, sus intestinos fueron regados por una catarata de esperma.
Los días se sucedían casi del mismo modo, hasta que mi madre tuvo que volver al trabajo. Mi tío ya estaba totalmente recuperado y ya hacía una vida normal. Ambos se entristecieron mucho el primer día de separación nocturna. A las 6 de la tarde mi madre debía de partir y no regresaba hasta las 9 de la mañana siguiente. Ambos esperaban los sábados y domingos para retozar durante horas en la pequeña cama. En aquellos momentos yo ignoraba si podían sospechar que yo estaba al corriente de todo, pero me parecía casi imposible que pensaran que en tantas ocasiones que lo habían hecho, no me despertara ni siquiera una vez para verlo.
Pasó el tiempo y llegó de nuevo el verano. Hasta ese momento no estaba demasiado tiempo en casa, y mi tío se comportaba de manera natural. Pero una tarde, acababa de irse mi madre, cuando me dijo que iba a ver una película, y si quería verla con él. Me senté a su lado, vestida con un camisón que me llegaba hasta las rodillas. Al cabo de un rato me cogió de los hombros acurrucándome contra él.
Su mano se posó en mi muslo derecho, por encima del camisón y fue moviéndola poco a poco, hasta llegar a la rodilla y empezar a subir muslo arriba por debajo del camisón. Aquella sensación de su piel sobre mi piel, y el recuerdo de los asaltos nocturnos con mi madre, hizo nacer un pequeño océano entre mis piernas.
Poco a poco, fue subiendo hacia arriba y como estaba sentada de costado, con las piernas encima del sofá, llegó justamente a mis nalgas, objeto natural de su deseo. Al principio tocaba por encima de mis bragas, pero en un momento dado me susurró al oído que me las sacara, cosa que hice casi al instante. Una vez sin la barrera que formaban, levantó mi vestido, y ahora sí, me acariciaba las nalgas con pasión pero suavemente, momento en el cual ya notaba mis flujos corres muslo abajo.
No se el rato que llevábamos así, cuando me dijo que le gustaría intentarlo. Yo me preguntaba que era lo que quería intentar, pero enseguida me mandó al cuarto de baño a coger el lubricante que tantas noches había visto a mi madre usar. Lo recogí, y casi temblando me situé en la misma posición al lado de él, Estaba ya desnudo y su maravillosa verga, era un mástil, repleto, enhiesto Suavemente me aplicó crema en mi ano, y poco a poco lo fue ablandando hasta que pensó que ya era momento de intentarlo. Me hizo subir encima de él, con las piernas abiertas sobre sus costados, y dirigió su polla hasta colocarla en la misma entrada de mi ano. Me presionó tirando de mí hacia abajo y más o menos la mitad del glande penetró forzando mi esfínter. Me quedé parada porque dolía como demonios. Me incorporé un poco y sujetada en sus dos manos retenía el peso de mi cuerpo para no empalarme. Notaba de vez en cuando como mi ano iba cediendo y en un momento dado todo el glande penetró, produciéndome otro momento de dolor.
Me soltó las manos y mi propio peso fue haciendo el resto. La sensación de sentirme totalmente llena, empezó a superar el dolor que todavía persistía. Enseguida empezó el movimiento, primero suave, y luego paulatinamente mas rápido, hasta que parecía una centella entrando y saliendo de mi dolorido culo.
Más de veinte minutos de penetración y recibí mi primera ración de semen. Me quedé allí exhausta, abrazada a él y notando como su polla se iba haciendo más pequeña dentro de mí. Hubo un momento en el que pensé que cuando se saliera del todo iba a ocurrir un desastre, por lo que preferí salirme controladamente e ir corriendo al baño.
Aquella tarde noche lo repetimos 3 veces más, y lo mismo los siguientes días, hasta que llegó el sábado y con él los días festivos de mi madre. Una profunda crisis de celos me embargó, mientras mi tío la sodomizaba con todas sus energias, aguantando muchisimo, dado la cantidad de veces que lo había hecho esa semana. Mi madre aguantaba con apariencia extrañada las furiosas embestidas, y por primera vez, quise notar en su cara un rictus de verdadero dolor.
Estoy en una encrucijada. Los días laborables, soy la muchacha mas feliz del mundo. Lo hacemos en cada rincón de la casa y mi ano se abre como una flor nada mas sentir palpitar el pene de mi amante. Los fines de semana me aflijo de tal manera que estoy a punto de echarlo todo a rodar y contarlo, pero se que con eso posiblemente perdería a uno de los dos, y eso no lo quiero.