Mi tío Paco se cobró su parte 1
Continuación de la series Unas Jornadas en el Campo Mi tío Paco se muestra generoso conmigo.
Mi tío Paco se cobró su parte
Los dos días que transcurrieron hasta el sábado siguiente se nos hicieron muy largos, pero por fin llegó el día. La noche de antes, aprovechando que mi padre se acostó temprano, mi madre y yo hicimos un par de maletas con la única intención de no perder tiempo al día siguiente.
Ella madrugó algo más que de costumbre, hecho que no pasó desapercibido a mi padre.
- ¿Tienes mucha prisa hoy, no Inés? - Dijo mi padre cuando sintió que se levantaba despacio.
- ¡Eh..., tengo que arreglar a los niños. No creas que no me lleva tiempo. - Dijo ella apresuradamente.
- Pues que te ayude tu hijo, que parece un guarda espaldas. - Le reprochó él.
- Parece que te molesta que esté pendiente y sea amable conmigo . Pues me sirve de gran ayuda, no creas . - dijo mi madre en un tono algo despectivo.
- No. No me molesta, pero ese gandul ya podía dedicarse a lago productivo, en vez de estar todo el día bajo las faldas de su mamá.
- Deja al muchacho, ya encontrará algo, a mi me viene bien, y me siento segura teniéndole a mi lado.
- Bueno vale, cierra la puerta y no hagáis mucho ruido, quiero seguir durmiendo.
Yo, que ya estaba también levantado cuando mi madre salió de la habitación, pude oír lo que él le decía.
- Buenos días cariño. - Saludo mi madre en voz baja.
- Buenos días mamá. Cuanto odio a ese cabrón. - Dije con rabia, tras darle un beso en los labios.
- ¡Sssss...! ¡Que te va a oír! Dejale que diga lo que quiera. Nosotros a lo nuestro, y a él que le den.
-¡Ba...! ¿Levanto a los niños?
-Si. Yo haré algo de café.
Nos preparamos, y tras despedirnos de mi padre nos marchamos. Durante el viaje hablamos de como se daría el fin de semana.
- ¿Llevarás a los niños a casa de los abuelos? - Pregunté yo.
- No se que hacer. Si los llevo, habrá que buscar escusas, y si no aparecemos por allí y pregunta tu padre, haber que hacemos. - Contestó mi madre llena de dudas.
-Bueno, papá sabe que vamos a la casa del campo ¿no?, es allí donde has quedado con Rosa, verdad, y ella vive en otro pueblo, con lo que, si nadie se lo dice él no se va a enterar,
-Si... en principio sí.
-Y los abuelos no van a ir por allí ¿verdad?
-Si... creo que no irán.
-Pues ya está. Dejamos a los niños con ellos y tan contentos. ¿Verdad, niños que queréis quedaros con los abuelos?
-Si, si. - Contestaron los pequeños.
- Vale, pues los llevaremos con los abuelos. - Sentenció mi madre.
- Mamá, el tío Paco ha tardado una semana en reclamar su recompensa, ¿no crees que ha tardado mucho?. Debe estar impaciente, ¿no te parece?.
- Recompensa ¿que dices? ¿aque te refieres?
- Mamá, no seas ingenua. A ver si crees que todo lo que pasó el fin de semana pasado fue fruto de la casualidad.
- Ya. Se que el encuentro lo habían preparado entre los dos, pero de hay a que Paco pida una recompensa.
- Vamos, haber si te crees que aguantó los dos días al plasta de papá gratis. Definitivamente, ese tipo te trastornó el sentido.
- Bueno, si tu lo dices... - Contestó ella dubitativa.
Continuamos el camino charlando animadamente hasta que llegamos al pueblo. Fuimos a casa de mis abuelos y tras permanecer algo más de una hora con ellos, dándoles todo tipo de explicaciones y escusas, dejamos a los niños y nos marchamos.
Cuando llegamos, mi tío Paco estaba esperándonos en el porche de la casa.
-¡ Hola cariño! ¡Pareces más impaciente que un novio esperando en la puerta de la iglesia! - Saludó mi madre riendo.
- ¡Hola guapísima! ¡no sabes lo larga que se me ha hecho la semana. - Contestó mi tío Paco bajando los escalones.
- Espero, que también se te halla hecho larga... y dura otra cosa, corazón. - Comentó mi madre con una sonrisa picara.
- No sabes cuanto te ha echado de menos... la cosa, putilla. - Dijo mi tío una vez se encontró junto a ella.
Se abrazaron como dos enamorado. Sus bocas se juntaron en un breve pero intenso beso con lengua.
- Que ganas tenía de que vinieras, Inés . - Dijo él.
- Pues aquí me tienes. Lo prometido es deuda. - Dijo ella complaciente
- ¿Estás solo... o hay alguien más? - Se interesó mi madre con algo de curiosidad mientras entrabamos en la casa.
- Estoy solo. ¿Es que esperabas que hubiese alguien? - Dijo mi tío con algo de picardía.
- Mmm... no. No esperaba... a nadie. - Con testó mi madre un tanto decepcionada. - Mejor, este fin de semana será para nosotros. - continuó diciendo.
Ya dentro de la casa yo mi dispuse a subir las maletas a la habitación de arriba, pero en eso que mi tío me dijo que no hacía falta, él lo haría, que yo podía darme un baño en la piscina, mientras mi madre y él hablaban de sus... cosas. Entre nosotros no había secretos, pero a mi tío le resultaba algo violento decir según que cosas por su nombre estando yo presente.
- Si, claro, por supuesto. Pasarlo bien. La verdad es que hace calor y me apetece darme un baño.
- Gracias mi amor. - Dijo mi madre dedicándome un guiño cómplice.
Yo le sonreí haciendo un gesto afirmativo, aunque algo resignado, que no pasó desapercibido para mi madre. Cuando me dispuse a salir me mandó un beso con la mano.
Estuve un buen rato en la piscina. No tenía prisa. Sabía que mi medre estaba con un hombre importante en su vida, de quien había estado enamorada en su juventud, y por quien aún mantenía un especial cariño, así que seguro que se lo estaba pasando bien. Sin ningún género de dudas, mil veces mejor que cuando mi padre la folla torpemente.
Ya sería la hora de comer cuando decidí salir de la piscina. Estuve unos instantes paseando a su alrededor para que el sol me secara y luego me dirigí a la casa. Cuando llegué aún había silencio. Me dirigí a la cocina y cuando estaba buscando en la nevera algo para comer aparecieron ellos. Mi madre llevaba puesto su bikini blanco, tenía el pelo enmarañado y el cuerpo sudoroso. En su cara se dibujaba una sonrisa de satisfacción. Era evidente que había estado especialmente activa y había disfrutado. Mi tío venía tras ella, igualmente sudoroso y se había puesto un bañador tipo slip, con el que no podía disimular que su miembro había tenido una grata actividad. A ambos se les veía contentos, y esto me gustó, especialmente por mi madre.
- Que tal. - Dije yo.
- Fantástico, como siempre . - Contestó mi madre mirándole a él pícaramente.
-T u madre es una mujer fabulosa. No sabes la suerte que tienes. - Dijo mi tío acercándose a donde yo estaba.
- Los se. Lo se. Es extraordinaria. - Dije dirigiéndome a ella y lanzándole un besito con mis labios y dedicándole un guiño cómplice. Ella pareció ruborizarse y bajó la mirada.
Luego salieron los dos con la intención de darse una baño en la piscina. Cuando volvieron nos dirigimos a la mesa y nos dispusimos a comer algo de manera informal que yo había preparado, principalmente para recuperar energías.
- Dime Paco ¿has vuelto a hablar con John? - Preguntó mi madre. Yo pensé que ya tardaba en hacer la pregunta.
- Si. Me llamó hace dos días. - Contestó él escueto
- Y... ¿te dijo algo? ¿preguntó... por mi?
-Si. Claro que ha preguntado por ti.Le dije que vendrías este fin de semana.
- Y no te dijo nada más.
- Bueno... que te cuidara. Que eres una mujer muy especial... para él.
Mi madre dio un pequeño suspiro de decepción y se quedó pensativa.
- Eh.. dime, Paco ¿Tienes su teléfono? ¿Me lo puede dar?
- Si, por supuesto que tengo su teléfono. Pero no puedo dártelo, Inés.
-¿Porqué no? - Dijo mi madre algo indignada.
- Él me lo ha prohibido.
- ¿Que te lo ha prohibido él...? - dijo ella extrañada.
- Si. Me ha dicho que no te lo diera porque no quiere que te veas comprometida. Teme que tu marido se de cuenta de que le llamas, porque le vas a llamar, y no quiere sorpresas. Me ha dicho que ya sabrás de él. Que no te impacientes.
- ¡Que no me impaciente dice! Estoy que me muero de ganas por verle y dice que no me impaciente . - La indignación de mi madre iba en aumento.
- Tranquilizate mamá, quizás sea lo mejor. Dejemos que las coas vallan por su camino, no forcemos.
Mi madre cayó. Estaba enrojecida por la ira, pero pensó que yo tendría razón. El amor que sentía por ese hombre y su imposibilidad de verlo la estaba desesperando.
Tras la fugaz comida decidimos pasar esos momentos de mayor calor en el salón tomando alguna copa. Allí continuamos charlando.
- Dime Paco, ¿Sabes en que trabaja John?
- No. No se realmente que tipo de trabajo tiene. Pero el que lo debe de saber bien es tu cuñado Salvador, como él tiene un club de alterne y, como ya sabes, lo que les gustan esos locales a mis jefes, fue a través de él como le conocieron.
-Y a entiendo. Por eso me dijo que tenía el trabajo más apropiado para mi haciendo lo que más me gusta. Creo que el que le ha informado de todo es mi cuñado Salvador. - Dijo mi madre con cara de circunstancia. - Bueno Paco, espero que tu y Salvador estéis pendientes, no me gustaría llevarme una sorpresa. Estos temas son delicados, y más si los tratas con desconocidos, ya sabes.
- No te preocupes mamá. Yo esteré siempre a tu lado, puedo ser... como tu manager.
- El chico tiene razón, Inés. Nosotros estaremos siempre a tu lado. Entre tus piernas tienes ese gran tesoro que tanto nos está dando, ¡como para dejar que se lo lleven! - Dijo mi tío Paco tranquilizándola.
- El problema, Inés, es que llegues a enamorarte tanto de él que dejes de hacernos caso, y entonces eso sería un problema. - Continuó mi tío.
- Bueno... la verdad es que ese hombre me tiene atrapada. Lo que siento por él no lo puedo explicar. - Dijo mi madre algo preocupada tras oír el comentario de mi tío.
- Yo estaré hay para recordarte donde están los tuyos, mamá. - Dije yo para dejarle claro que me convertiría en su sombra, en su ángel de la guarda.
La tarde fue transcurriendo entre un par de copas y charla animada, hasta que refrescó un poco. Entonces mi tío Paco nos propuso salir a cenar al pueblo de al lado y regresar pronto. Él no quería perder tiempo. Solo tenía dos días para disfrutar de mi madre en exclusiva y a placer.
Cenamos temprano, a eso de las diez ya habíamos terminado y solo nos entretuvimos un poco más a tomar una copa en un local de confianza de mi tío, donde no faltaron los comentarios con doble sentido dirigidos a él, pues todos conocían la condición de mi madre e imaginaban el motivo de la visita. A las once y media aproximadamente ya estábamos de vuelta en la casa.
Yo me encontraba algo molesto, pues sabía que ellos pasarían toda la noche juntos, follando como perros, y yo me tendría que hacer una o dos pajas pensando en lo que hacían. Mi madre era consciente de ello y cuando nos fuimos a nuestras habitaciones dejó la puerta abierta. Mi tío no dijo nada pues en la casa solo estábamos nosotros, y para mi no era ningún secreto lo que allí iba a pasar.
Y efectivamente. Me desnudé y, tan solo con los calzoncillos, me dirigí sigilosamente hasta la puerta de su habitación. Lo de sigilosamente no era por otra cosa que no molestar más de lo debido, pues ellos eran conscientes de que yo andaría por allí.
Cuando me asomé vi como mi madre le estaba chupando la polla a mi tío Paco. Este se contorsionada ligeramente al tiempo que acariciaba el culo de ella y con sus dedos jugaba con su raja. Mi madre parecía disfrutar, pues movía sus caderas muy sensualmente. Luego al cabo de un rato ella se tumbó y fue él que que metiendo su cabeza entre sus piernas le estuvo comiendo el coño durante un buen rato. Durante ese tiempo mi madre tubo varios orgasmos, llegando a chillar de placer agitándose como un flan.
Tras estos prolegómenos bucales decidieron que ya era hora de acoplarse. Mi madre, que permanecía tumbada boca arriba, se colocó en posición y abriendo las piernas dejó que mi tío se echara encima y le metiera toda la polla en el coño. Así la estuvo follando bastante rato. Era evidente que anteriormente había descargado, pues el ímpetu de la follada era de las de correrse enseguida, pero él aguantó como un jabato haciendo que mi madre reventara de gusto, gritara y se agitara como era costumbre en ella.
Yo los miraba como hipnotizado. Me encanta ver como se follan a mi madre. Acariciaba mi polla lentamente intentando no vaciarme aún, cuando percibí que mi madre decía algo al oído de mi tío Paco. Este, que permanecía sobre ella, pareció pensar un momento, luego se alzó estirando los brazos y miró hacia la puerta.
- Vamos Andrés, no te quedes hay. Pasa muchacho. Con esta mujer hay para los dos. - Dijo mi tío.
No podía creerlo. Iban a permitirme participar así, sin más.