Mi tio Edgar

La sobrina de Edgar descubre un relato oculto de su tío, sobre uno de sus viajes a Africa, es el rito de iniciación sexual de las muchachas de una tribu olvidada. ¿Es posible que ocurran estas cosas?.

MI TIO EDGAR

Se que no se deben revelar los secretos del prójimo..., pero, resulta tan apasionante conocer los instintos, los secretos, y las experiencias sexuales de los otros, ¿verdad?.

Aquella tarde obscura de noviembre, como todos los miércoles y en esta ocasión, empapada por la llovizna incesante, acudí a visitar a mi tía. Al llamar al timbre de la puerta, me abrió ama Louise, una simpática viejecita negra azabache que mi tío se había traído hace más de 30 años de Namibia, en uno de sus viajes de trabajo, con la intención de que ayudara a mi tía en las tareas domésticas. Louise, me informó de que mi tía había salido y tardaría un par de horas en regresar, decidí esperarla

La casa de mis tíos, es antigua e inmensa, y está repleta de recuerdos con historia y detalles estrafalarios, que provienen de lugares de los que jamás había oído hablar. En la biblioteca de madera de ocumen, hay numerosos libros olvidados, que me gusta hojear.

Mi difunto tío Edgar, se casó con Concha, hermana de mi madre, y de ese matrimonio nacieron dos hijos, mis primos Leonor y Ponce. Leonor, reside en Delaware, y se ha casado con un químico norteamericano que investiga productos nucleares, tienen tres preciosos hijos, y Ponce, permanece soltero, es funcionario del ministerio de asuntos exteriores; a mi no me lo parece, pero algunos de mis amigos, me han afirmado que es gay.

No divagaré más sobre mi familia, concluiré diciendo que mi tío Edgar, dedicó su vida a trabajar en la naviera francesa Lassarté; primero, como capitán mercante de grandes buques de carga, y posteriormente, ocupando un alto cargo en la dirección de la empresa. Se jubiló hace tres años y falleció el año pasado. Mi tía Concha, por suerte o por desgracia, paso muchos años sola y desatendida, de ahí su carácter agrio y su buen estado de conservación.

Creo que la tarde se presentaba tediosa, así que le propuse a Louise que me hiciera un café sólo, y que hiciera el favor de servirlo en la biblioteca. Al entrar en la gran sala, con las enormes estanterías, pasee un rato, inhalando los aromas de los libros viejos, y al acercarme a la ventana, observé que seguía lloviendo.

Di la vuelta y caminando hacia el anaquel del fondo de la estancia, detuve la mirada en un libro de pastas oscuras de piel rancia, con dos pequeños colmillos en el lomo y sin ningún título, lo cogí. Louise, llegó con una bandeja y el café, depositándolo en la preciosa mesa nacarada de ébano que separa lo avejentados sillones de lectura. Louise se fue y encendí la luz en la lámpara de pie, hecha con madera de baobab y tallada a mano con siniestras figuras envolventes.

Me fije de nuevo en el libro, lo extraje del estante, volví a sentarme y comencé a ojearlo; degusté un sorbo de café, mmmh..., estaba tan caliente como amargo, pero resultaba delicioso. El libro, que parecía haber pasado por muchas manos, se titulaba

"De l´Aphrique et ses cotumes" (Africa y sus costumbres), era una colección de estudios de etnografía, editado en París, en 1967.

Al pasar de las hojas, me fijé en un detalle, algunas estaban marcadas con un número, comprendido entre el uno y el quince, me pregunté que podría significar aquello y seguí mirando las imágenes, fotos y dibujos simbólicos. De pronto, recordé que mi tío Edgar, me entretenía de pequeña con un divertido juego que el llamaba "el no-azar", y que consistía en descubrir una serie de reglas ocultas, en cuestiones que aparentemente no mostraban ninguna materia sospechosa. Pensé que tal vez hubiera una relación entre aquellos números y el texto, y me dispuse a descubrirla.

En principio, nada me indicó un mecanismo de comprensión, pero en un instante me di cuenta de cual podía ser el sentido de todo aquello. Los números en el pie de las paginas, bien en la parte externa o interna, podían ser una determinada cadencia o pauta, probé algunas. Al poco tiempo hallé la hermenéutica de todo aquello, las frases iban cobrando sentido..., poco a poco, entendí de que se trataba, era una colección de leyendas o tal vez historias, de contenido sexual, no podía decirse que había erotismo en todo aquello, pero tampoco era pornografía vulgar. Relatare algunos de los párrafos que fui descubriendo, y que me dejaron en un estado entre la perplejidad y el aturdimiento.

"....y es sabido que entre los ¡mong, una tribu asentada al sur del Rift africano, los ritos de iniciación sexual son especialmente salvajes, las muchachas vírgenes, a los tres años justos de su primera regla, deben perder su inocencia de una forma brutal. Son encerradas, durante siete días en la choza comunal, y el octavo día, los hombres mejor dotados, previamente, elegidos por sorteo, junto al jefe y el hechicero, se encierran durante dos días con ellas...

Relatare el ritual, al que asistí por invitación del jefe de una tribu al que regalé mi rifle Weistin; en lo que aún recuerdo, así se desarrolla: las muchachas, que son entre 7 y 15 en cada tribu, se sitúan sobre la gran mesa de convites, en fila continua, apoyadas sobre sus rodillas y sus codos, apretadas, cadera con cadera, mostrando pequeños culos elevados mientras inclinan sus cabezas sobre una viga en la que apoyan sus barbillas....

El hechicero, comienza entonces un gutural canto ritual, mientras dos de sus acólitos le acompañan con una percusión vibrante y continúa en sus bongos.... Las muchachas consumen en ese momento una bebida euforizante, proporcionada por el jefe, a la que denominan skleis o algo así, y que las hace moverse de forma lasciva y continua, algunas emiten sonidos sordos y jadeos, otras se quedan absortas, otras lloran y otras rien... Todo esto, hace que los hombres se exciten enormemente, sus pollas se endurecen, sus caras se transforman y a una orden del jefe, penetran a las muchachas por detrás, como bestias en celo.

El jefe, mientras tanto, va recorriendo con su verga las bocas de las muchachas, una a una, y cuando llega a la última vuelve a comenzar, el hechicero entonces, cogiendo un látigo deshilachado, y caminando sobre una viga, justo por encima de las espaldas de las muchachas comienza a azotar a todas las que no se mueven suficientemente. Los sementales humanos, permanecen quietos con su verga enhiesta, y son las muchas las que trabajan su placer con los movimientos de sus caderas y sus cuerpos combados.

Los percusionistas, para entonces, acompañan al jefe en su trabajo de proporcionar tarea a las bocas de las muchachas, el hechicero se masturba y emite alaridos, y es el primero en correrse sobre los dorsos de las muchachas, procurando chiscar a todas y cada una, esta es la señal para que los hombres estatua comiencen a mover sus caderas como enajenados y haciendo que las muchachas griten sin cesar, hasta que se corren uno tras otro, entonces el jefe les va apartando con violencia, y comienza a penetrar a cada de una de las muchachas por su ano, una tras otra gritan, sudan, se estremecen en una sucesión de orgasmos imposible de describir. En aquella ocasión, el jefe me invitó a acompañarle, los coños húmedos de las muchachas, cálidos y acogedores, fueron visitados por mi, uno tras otro, mientras el jefe culeaba sin cesar a sus súbditas... El hechicero, entonces descendió de la viga, y cogiendo de las pollas a sus dos acólitos, les llevó a un colchon de pieles de oveja, mullidas y sedosas.

En mi delirio, en una excitación como nunca había alcanzado, mientras miraba el pequeño culo negro que se movía ante mi, no imagine que era lo que se proponía el brujo, hasta que vi como arrastraba a la primera de las muchachas hasta la pareja de timbaleros , tirándola sobre el que permanecía de espalda al suelo con su polla erguida y orgullosa, clavándola sobre él a empellones; el otro, mientras tanto se situaba por detrás, y la penetraba por el ano, y el hechicero, hacía lo mismo por la boca de la muchacha que moviéndose sin cesar, parecía querer liberarse de los profanadores de su cuerpo, o tal vez retenerlos.

Un olor a sudor de orgía penetraba la estancia, entonces la muchacha triplemente penetrada se desmayó, dos hombres la retiraron y la segunda de la fila la sustituyó en el mismo lugar, mientras el hechicero, se puso a lamer el coño de la inconsciente como un perro lascivo, en un arrebato de lujuria; la muchacha comenzó a recobrar la conciencia, lo que supe por el movimiento de sus piernas, entonces fue cuando me corrí como un muflón victorioso, inundando con mi semen aquel pequeño agujero negro, y me retiré, hasta sentarme en el banco que recorría la periferia interior de la cabaña, y contemplé el espectáculo único al que estaba asistiendo...".

Sentí la humedad entre mis piernas, y comencé a acariciarme, suavemente, deslizando mi mano entre las bragas y el matilla de pelo de mi monte de venus, elevé mis pequeñas gafas, que habían ido descendiendo hasta la punta de mi nariz, y continué leyendo, mientras mis dedos giraban de forma armónica y muy lenta sobre mi clítoris enardecido. ¡Tío Edgar, que sorpresas ocultabas!

"...¡Necesitaba descansar!. Emulé a alguno de mis compañeros de faena y me tendí en el banco, pero no podía cerrar los ojos, seguí mirando todo lo que ocurría, grabando en mi retina cada detalle, por que sabía que estaba asistiendo a un suceso irrepetible, y tenía conciencia de que pocos hombres blancos, podrían disfrutar (no se si es la palabra correcta), de aquel circo humano.

El chamán, que ya había resucitado a la muchacha con su lengua, se fue al final de la cabaña y extrajo unos penes de madera, de tamaño grande, recubiertos con una piel viscosa, repartió varios entre las muchachas que esperaban su turno de ser triplemente folladas, por los hombres de las mantas de oveja, que al correrse iban sustituyéndose con los otros que ya volvían a estar empalmados; por aquel entonces, el jefe, meneaba su gran polla, sobre un banco y gritaba sonidos animales a sus compañeros...".

La excitación iba invadiéndome, y los movimientos de mi cadera, sincrónicos con los de mis dedos ya no podían cesar; emití un fuerte suspiro, y temí que Louise me escuchara, metí mis dedos corazón e índice de la mano derecha en mi vagina, de pronto, fuerte, mmmh...., me sentí una de las muchachas de aquella escena, comencé a moverlos con un ritmo lento. Y continué leyendo...

".... Las muchachas usaban los falos de madera con conocimiento, se veía que no les resultaban extraños, adentro y afuera, sin parar, pero.., ¿cómo podían resistir tanto?, sudorosas, grasientas, ardiendo en su olor almizclado, continuaban en su danza ritual del placer. El hechicero, daba saltos y gritos a su alrededor, una y otra vez, y lamía sus pieles y sus sexos con su lengua de vaca. Yo cerré los ojos por un instante.

Entonces el jefe abrió la puerta de la cabaña, y una negra tremendamente obesa, de edad madura, pero aún no vieja, que esperaba en el exterior, entro cantando con una voz ronca, una canción que recordaba a las trompetas tibetanas... Las muchachas, que estaban sobre la mesa, se pusieron de rodillas, y comenzaron a llorar en su mayor parte, a otras se les veía la cara de horror, la negraza fue mirándolas una a una, detalladamente, y eligió, a la penúltima, la asió del cabello grasiento, y la llevó hasta la puerta de la cabaña, mostrándola a todos los demás miembros de la tribu, luego volvió al interior, y tendió sobre la mesa a la muchacha.

De una bolsa sucia, saco un hilo parecido a la seda, posiblemente hecho de restos de pieles y mientras cuatro hombres sujetaban a la muchacha por sus extremidades, y uno por el abdomen, enhebro el hilo en una aguja de madera, y extrajo un pequeño objeto de piel con forma de falo, que introdujo en la vagina de la muchacha, y después sin piedad, comenzó a coser la misma, dejando introducido el objeto y una pequeña abertura, por la que no se podía expulsar... Siguió cosiendo, hasta que concluyó, posteriormente se fue; más tarde me explicaron que esa muchacha, continuaría con ese objeto en su interior, hasta que el jefe de la tribu lo decidiera, y que alguna de las muchachas del pasado, habían permanecido así durante largos años. La chica era, precisamente, en la que mi tío Edgar se había derramado...."

No pude resistir más, mis dedos comenzaron a moverse más y más rápido, adentro y afuera, mis gafas se cayeron al suelo, jadeaba como una loca en su delirio, babeaba, mis caderas querían ofrecerse a todos aquellos negros, buf, buf, ¡que bestialidad era aquella!. El libro se derrumbó sobre la alfombra emitiendo un sonido sordo. Seguí metiendo mis dedos en el coño, simulando una polla de negro enorme que me penetraba sin parar, no sabía si soñaba o sentía....

Fue en ese momento, cuando la puerta se abrió, me quedé paralizada, era Louise, se quedo parada en la misma puerta, mirándome con una sonrisa franca, y se acercó, me sentía muy incómoda, entonces Louise, recogió el libro del suelo, y vi que en su mano llevaba un pequeño objeto, y entonces me dijo, con su voz de timbre exótico.

Continúe señorita, continúe; su tío era un gran hombre, en todos los sentidos, mire -,y mostrándome su mano, contemplé un pequeño falo hecho de piel sedosa, pero muy parecida a la humana.

Es posible que introduciendo este objeto en su vagina, pueda sentir mejor todo lo que su tío presenció-, y se retiró depositándolo en mi mano. Sin pensarlo, me lo introduje y entonces sentí toda la fuerza de aquellos sementales en mi coño, creí que iba a delirar de placer, mientras frotaba mi clítoris, y entonces fue cuando oí la voz de Louise, mientras colocaba el libro con los colmillos en el lomo, sobre la estantería.

Tal vez, señorita, le cuente algún día otras historias que su tío vivió, hay varios libros que conservo, pero también me refirió muchas de sus experiencias; siempre le estaré agradecida por haberme traído con él, me salvó la vida, y la dedique por completo a proporcionarle todos los placeres que requirió de mi, usted jamás podría imaginar como fue su vida -.