Mi tío Alberto

Me llamo Patricia y esta es la historia, de como hice que mi tío me convirtiera en su esclava sexual.

Me llamo Patricia, tengo 19 años, soy algo bajita, 1,60, peso 51 Kg, intento mantenerme en forma y nunca pasar de los 50 pero estamos en época de excesos y me he pasado. Pelo moreno, piel clara. Mis medidas son 93-62-88.

Ahora que os habéis hecho a la idea de cómo soy, os contaré la historia de cómo hice para convertirme en esclava sexual de mi tío.

Todo empezó el verano pasado, en la casa que mis abuelos tienen de veraneo, estábamos toda la familia, mis padres, mis abuelos, algunos amigos familiares y mi tío Alberto, un hombre de 29 años, alto, moreno, con unos ojazos verdes impresionantes en los que nunca me fijé antes de esas dos semanas que pasamos allí. Resulta que es de lo más tonto el caso, estaba yo en la ducha y alguien intentó abrir:

* Está ocupado!! – grité. * OOPS! lo siento – dijo Alberto.

No ocurrió nada mas, no entró, no abrió la puerta si quiera, no dijo nada mas, pero me dio por pensar e imaginarme que habría entrado y me produjo tal morbo que desde entonces, lo veía de otra forma, estuve toda la semana suspirando, viéndolo en la piscina, sentado en el sofá… él no creo que se diera ni cuenta.

Me masturbaba habitualmente pensando en él, me corría más rápidamente si me concentraba en él, haciéndolo con los chicos con los que lo hacía habitualmente, pensaba en él… no me lo podía quitar de la cabeza

Hace dos meses decidí dar el paso; Alberto vive fuera, solo, en un apartamento alquilado a unos 50 Km de toda la familia… le llamé un lunes, os juro que me temblaban las piernas, y le comenté que unos amigos y yo queríamos ir de fiesta allí ese fin de semana pero que a mí no me llegaba el dinero para pagar habitación de hotel ni pensiones, así que le pedí que por favor me dejara dormir en su piso.

* En la otra habitación tengo el ordenador y un sofá – dijo – que se hace cama pero es algo incomodo. * No te preocupes, que estaremos de fiesta y quizás no pase más que para ducharme – contesté *– pero por favor, no le digas nada a papá. * ¿Él sabe que vienes, no?

  • Sí, pero no quiero que se entere que vamos a estar toda la noche de fiesta.

  • Vale.***

Colgué y me fui corriendo a la habitación… estaba frenética, alterada, como una niña con una muñeca nueva; las horas se me hicieron eternas, los días larguísimos, la espera fue horrible.

Por fin llegó el viernes, le llamé para preguntarle a qué hora iba a estar él en casa para pasarme. A las 7 de la tarde, que es cuando llega mi autobús, ya estará en casa. Genial.

De la parada de autobús, con mi maleta, tardé 15 minutos en llegar a su piso, si hubiese sido una visita normal, habría tardado 30, pero tenía prisa por verle.

Llamé a la puerta y me abrió, vestía en vaqueros y una camiseta que llevaba por fuera.

* Hola Patricia – dijo mientras me daba un beso – pasa que estoy poniendo una lavadora. * Escucha Alberto, resulta que mis amigos se han rajado y esta noche no vienen – tenía que seguir inventando – pero que mañana llegan para comer y ya nos vamos toda la tarde – si le decía que no vienen, se preguntaría que por qué había ido entonces. * Estooo, vale - dijo con cara rara, que me preocupó – no tengo nada de cena, tendremos que pedir algo. * De acuerdo, lo que quieras – dije con cara de pena. No, no te preocupes – sabía que me había dado cuenta que no puso buena cara – que salí ayer hasta tarde y estoy algo cansado… nos quedaremos aquí viendo una peli o algo. * GENIAL!!!! –* pensé.

Estuvimos un rato hablando de mis estudios, de su trabajo, amigos… hasta las 9 que llegaron las pizzas que pedimos. Cuando nos las acabamos, él se levantó y se puso un short y la parte de arriba de un pijama que debía tener más de 10 años, pero que le quedaba estupendamente. Le comenté que me iba a poner el pijama para estar más cómoda yo también.

Me metí en la habitación, me quité la ropa, las bragas y el sujetador y sin ropa interior me puse el pijama de manga corta, me quedaba justo por debajo de las tetas, no se me veían pero no dejaban que el pijama tocara mi barriga, me puse el pantalón, las perneras me quedaban por encima de los muslos con lo que se me veían las piernas enteras, aún así me lo subí bien arriba para que se me notara la rajita. Me calcé y salí.

Me di cuenta que a Alberto le gustaba mucho mi pijama, y como me quedaba, no parpadeó y se me quedó mirando unos 3 segundos, cosa que me encantó. Intentó disimular, cogió un cigarro, se lo encendió y se lo fumo de una calada mientras forzaba la vista en la televisión, evitando así mirarme.

Me senté en el sofá, al lado opuesto de donde estaba él, y como no quería mirarme, yo si lo miraba a él… en lo que me percaté que en su pantalón estaba creciendo algo que a mí me estaba hipnotizando.

* Vaya tío – dije sensualmente – veo que te ha gustado mi pijama. * ¿El qué? Estooo - dijo con voz temblorosa - ¿Cómo? – preguntó clavando la vista en la televisión y cruzándose de piernas para taparse. * No te preocupes Alberto, mírame, no muerdo, por ahora

Entonces me miró, se me pusieron los pezones tan duros que hasta me dolían, se le salían los ojos de las órbitas, los cerro y los volvió de nuevo a la televisión.

* Esto está mal . * ¿El qué? – le pregunté mientras me acercaba arrastrándome por el sofá. * Que… que piense lo que estoy pensando – dijo sudando. * No pienses – ya estaba tocando su muslo y subiendo para agarrar aquel bulto que había alcanzado un tamaño considerable, cosa que me intrigaba porque era grandísimo.

Lo toqué, Alberto se puso de pie de un salto, se iba, se detenía, se mordía las uñas.

* Ven,* no seas tonto . – le dije. Esto está mal . ** No, no hacemos daño a nadie.

  • Eres mi sobrina, la pequeña Patricia.

  • ¿A caso no te gusto? ¿Qué más da el parentesco que tengamos? Yo quiero, tú, parece que también – a juzgar por el tamaño del bulto en sus pantalones, lo deseaba – Acércate***

  • le dije mientras tiraba un cojín en el suelo.

Clavé las rodillas en el cojín, se acerco sin mirarme, le bajé los pantalones, le bajé el bóxer y se descubrió que era aquél descomunal bulto, 24 cm (lo medimos más tarde) del miembro más venoso y palpitante que jamás hubiera imaginado que Alberto tuviera.

* Levanta la pierna – le dije – quiero quitártelos del todo.

Se quedó solo con la camiseta, aún no podía mirarme, aunque yo sabía que estaba deseando hacerlo. Al principio, saqué la lengua y se lo rocé un poco.

* Mírame! – Le dije alzando la voz - quiero que me mires… sé que esto os gusta y más si te miro a la cara mientras te la como.

Entonces me miró, me la acerqué a la boca, cerré los ojos, me introduje la punta en la boca, abrí los ojos y miré a los suyos, parecía decirme con ellos que quería más, así que empecé a lamer y llenar todo de saliva. Intenté introducírmela entera, pero era demasiado, solo conseguí que me diera arcadas, pero también conseguí que Alberto me cogiera por la nuca e intentara que me la introdujese aún más. Le agarré las nalgas y seguí lamiendo mientras él me miraba cada vez con ojos más viciosos, pero siempre teniendo mucho cuidado.

Noté como se le endurecieron las nalgas, le miré a los ojos, se le habían puesto blancos, comprendí que se iba a correr, quiso sacarla pero no le dejé… salió tal cantidad de semen que al sacarla de la boca, se escurría toda por mi barbilla, manchándome todo el pijama… pero no paró de correrse, todavía salió un fuerte chorro más que me dio en la cara, poniéndomela toda perdida… solo cuando salió un último chorro mas suavemente, me la introduje de nuevo en la boca, para terminar de limpiarla… reconozco que trague algo.

* Me voy a duchar – le dije, poniéndome de pies mientras me limpiaba con un servilleta, que se hizo pequeña para limpiar tal cantidad de liquido – me tendrás que dejar un pijama que este mira como me lo has puesto – le dije sonriendo y guiñándole un ojo. * Vale – no pudo decir nada más.

Me metí en la ducha, dejando la puerta abierta, con la esperanza que entrara e hiciera realidad mi sueño. A los 2 minutos de estar bajo el agua, noté que estaba dentro del cuarto de baño, corrió la cortina fuertemente, me miró de arriba a abajo

* Aquí te dejo una toalla, te espero en mi habitación, ven sólo con ella – comentó sonriendo mientras salía y me seguía mirando.

No era como esperaba pero también me hizo ilusión, salió del baño como le había dejado en el salón, solamente con la parte de arriba del pijama, dejándome ver ese culo en perfecto estado.

Me sequé, me puse la toalla por encima de las tetas y me apresuré a ir a su habitación. Estaba tumbado en la cama, tenía la sábana puesta encima y se había quitado el pijama por completo.

* Acércate tú ahora – me dijo – ***voy a hacerte gritar de placer. * Esa polla me da miedo Alberto, nunca me he metido nada así.

  • No te preocupes que hay tiempo para eso.***

Se puso de pies, detrás de mí, me tiró la toalla al suelo, me beso por el cuello mientras me acariciaba las tetas y los pezones, apretó y gemí… siguió bajando la mano hasta alcanzar mi rajita, la acarició suavemente durante unos 10 segundos e introdujo uno de sus dedos dentro. No hizo falta que lo introdujese muchas veces, enseguida me corrí… subió la mano hasta su boca y lamió todo el líquido que escurría entre sus dedos.

Me empujó bruscamente contra la cama dejándome boca abajo, se tumbó detrás de mí, me agarro de la cintura levantándome el culo y dejándome la cara contra la cama. Empezó a lamer y besar mis glúteos, acariciándome mientras los muslos, acercándose despacio a donde yo más deseaba. Me frotó la rajita de nuevo provocando el mismo resultado, pero esta vez más exagerado, el líquido brotó con fuerza… fue entonces cuando metió su lengua y a la vez me introducía el dedo, lo que generó un enorme grito de placer por mi parte

* Tssss - me regañó – que te oirán mis vecinos. * Es que me está encantando – dije casi llorando – no puedo remediarlo .

Me giró para ponerme boca arriba, me abrió las piernas y me introdujo dos dedos a la vez que movía su lengua fuertemente encima de mi clítoris. Yo no sabía qué hacer, me apreté las nalgas, le tiré del pelo, me acariciaba las tetas, me apretaba los pezones… cada vez estaba más extasiada, no recuerdo la cantidad de veces que me corrí.

Siguió con sus dedos dentro de mí mientras subía besándome todo el cuerpo, alcanzando las tetas, mordiendo los pezones… subió por el cuello y llegó a la boca, sacamos nuestras lenguas y nos besamos húmedamente. Me volví a correr pero esta vez, Alberto subió la mano y la metió entre nuestras bocas, era la primera vez que probaba mi propio flujo, le comí los dedos como si de su polla se tratara, agarrando el brazo para evitar que se lo llevara.

Su polla había crecido pero no tenía todavía el tamaño de antes, se puso de rodillas delante de mí, me separó aún más las piernas y acercó la punta a mi rajita.

* Métemela ya Alberto – exclamé entre gemidos – ya no tengo miedo .

Me miró sonriendo, me puso la punta y se la frotó por mi raja… creció pero no me la introdujo. Entonces me incorporé, se la agarré, me la introduje en la boca y la agité con fuerza… no tardó ni 10 segundos en volver a correrse. Esta vez lo tiramos todo a las sábanas.

* Ya las quitaremos después – dijo porque me vio mirando la mancha que había dejado – no te preocupes.

Le quité las últimas gotas con la lengua, tragándomelo. Me volvió a empujar para que me tumbase y siguió lamiendo mi rajita e introducirme esta vez tres dedos.

* Quiero que me la metas Alberto – le dije mientras nos mirábamos a los ojos, él entre mis piernas – no me hagas esperar más, te deseo dentro de mí. * Ahora mismo Patricia – dijo mientras se incorporaba – sólo quiero asegurarme que no te hago daño. * No te preocupes, quiero que me lo hagas.

Separé los labios de mi raja al máximo, acercó su polla y empujo suavemente, me acaricié el clítoris para facilitar aún más la lubricación… me introdujo solamente la punta, la volvió a sacar para meterla de nuevo donde cada vez lo hacía con más fuerza e introducía un poco más cada una de ellas

Ya casi estaba toda dentro, yo me retorcía de placer y dolor al mismo tiempo, él me agarraba de la cintura para levantar mi trasero hasta que empujó con tanta fuerza que la metió toda, yo grité con todas mis fuerzas, me importaban más bien poco los vecinos. Me tapó la boca intentando tímidamente que no gritara pero acabaron sus dedos en mi boca.

La sacó, me giró poniéndome a 4 patas, me la introdujo con potencia y siguió empujando violentamente, agaché la cabeza y para evitar gritar más, mordiendo la almohada.

Se puso de pies, me agarró como si de un trapo me tratara, le abracé por el cuello y le rodeé con mis piernas… introdujo su polla en mi y lo hicimos de pie.

* Aaaaah! – grité – bésame! Por favor, bésame!

Empecé a hacer fuerza para que se introdujera al máximo dentro de mí, la notaba muy dentro pero aún quería más, solté los brazos y me dejé caer el cuerpo para atrás, me agarró por las caderas y volví a abrazarlo, saltando de nuevo como una posesa.

Sin sacarla, me tumbó en la cama boca arriba, me forzó 4 veces más, la sacó y se corrió encima de mi rajita.

* La próxima vez lo quiero dentro de mí Alberto – le dije jadeante mientras recogía el semen y me lo me repartía por el clítoris y barriguita – me has puesto perdida otra vez.

Sonrió, me besó en los labios, se levantó, cogió un cigarro y se lo encendió en la ventana. Me limpié con la toalla, me acerqué a abrazarle por la espalda

* Mis amigos no van a venir mañana – le susurré. * Me lo he imaginado – dijo dando una calada – si vinieran, tú no los verías.

En todo el fin de semana solo dormimos unas 7 horas en total, solo salimos de la habitación para comer restos de pizza fría e ir al baño… fue un fin de semana que no olvidaré jamás pero no irrepetible, voy siempre que puedo.