Mi tía y yo

Una niña muy caliente seduce a su tía.

Mi tía y yo.

No recuerdo desde cuando pero yo me masturbaba desde muy pequeña. No se la razón pero yo tuve mi despertar al sexo muy pronto, quizás con cinco años. A esa edad ya recuerdo tocarme “sabiendo” lo que hacia, es decir, no sabía exactamente lo que hacía pero si sabía que aquello me daba mucho gusto y era algo que hacían los mayores. Sin lugar a dudas, a los siete u ocho años yo me masturbaba con pleno conocimiento de causa. Me sentía muy caliente casi siempre y cualquier cosa me encendía internamente el fuego del sexo. No soy ninfómana, lo se, pero me falta poco. Puedo pasar sin sexo, si hace falta, por eso no soy una enferma, pero me gusta ante todo en la vida. Disfruto con el sexo de forma que mi carácter es otro cuando estoy satisfecha y viceversa. Soy bisexual, aunque me gustan bastante más las mujeres que los hombres y me hacen gozar más. Esta es la historia real de parte de mi vida y de cómo una tía mía me introdujo en el mundo del sexo más salvaje que se pueda imaginar. Casi toda mi gente conoce mi vida, por lo que mi nombre y todo lo demás es totalmente real. Ahora tengo 35 años y la parte de mi vida que os voy a contar ocurrió hace 25 años, cuando yo tenía 10.

Como podéis imaginar por lo que os he contado, cuando yo tenía 10 años ya había follado y tenía muy claro que el sexo era lo que más me gustaba en la vida. Había follado con amigos del cole y alguna amiga, todos ellos bastante inexpertos, pero mi hermano mayor que tenía 16 si me daba toda la satisfacción que yo necesitaba. Éramos amantes y mis padres ni se enteraban, aunque él, Ignacio, tenía mala conciencia y cada vez me rehuía más. A eso se unía que mi relación con los chicos me dejaba algo vacía y yo sabía que necesitaba a una mujer a mi lado, porque las niñas, mis amigas, no me satisfacían como yo necesitaba. De todas las mujeres adultas que conocía y que yo intuía que me podían dar gusto, no había ninguna que yo pudiera sospechar que fuera una posible amante, incluida mi madre, a la que no me hubiera importado follarme en absoluto. Yo hacía tiempo que había vencido el tabú del incesto y ella me parecía súper atractiva, pero nunca vi en ella nada que me hiciera provocar un acercamiento de este tipo, es más, cuando yo le había hecho alguna caricia que iba un poco más allá de lo establecido, ella lo había cortado de raíz y, probablemente, lo habría atribuido a cierta curiosidad infantil. Si ella lo hubiera sabido en ese momento se hubiera desmayado. Con el paso de los años, mi madre ha conocido mi historia y le he contado este aspecto de mi atracción por ella en aquellos años y, aunque se ha sentido halagada, siempre me ha confesado que nunca le han gustado las mujeres y además le hubiera costado hacerlo con su hija, que encima era una niña. En fin, que desperdicio de cuerpo. Ja, ja

Pero mi oportunidad de cumplir aquel primer e intenso deseo de tener relaciones sexuales con una mujer adulta y experta se presentó muy pronto. Exactamente en el verano del 78.

Mi familia vivía en Bilbao. Éramos mis padres, mi hermano y yo. Teníamos bastante familia y estábamos (y estamos) muy unidos, excepto mi tía Blanca que vivía en Málaga, concretamente en Estepona. Mi tía Blanca es pintora y vive allí desde que pudo independizarse y vivir de la pintura, inicialmente haciendo caricaturas a los turistas en la Costa del Sol, hoy día como pintora muy cotizada en los ambientes artísticos.

Quizás por ese espíritu bohemio nunca se entendió muy bien con el resto de la familia y se ha mantenido un tanto separada de todos nosotros, excepto de mí.

El caso es que era el verano de 1978 y por razones que no hacen al caso ese año no podíamos ir a la playa de San Juan como hacíamos siempre por lo que mi madre decidió que yo no podía quedarme en Bilbao y que necesitaba a mi edad “sol y playa” y le propuso a mi madre enviarme con mi tía Blanca durante el veraneo escolar.

Pro casualidad oí una discusión entre mis padres que llamó poderosamente la atención y que hizo que yo me empeñara con todas mis fuerzas en ir a pasar el verano con mi tía Blanca.

  • Ramón, por favor, la niña tiene que ir a la playa. Le conviene mucho – decía mi madre a mi padre.

  • Estoy de acuerdo, mujer, pero a Estepona ni hablar – decía mi padre con contundencia.

  • Pero, hijo Ramón, es que no la podemos mandar a otro sitio y yo no quiero que se queda aquí – argumentaba mi madre.

  • Si estoy de acuerdo, pero con la pintora tortillera ni lo sueñes…- dijo mi padre.

Yo me quedé a cuadros. Resulta que mi madre me quería mandar a Estepona con mi tía Blanca, a la que yo apenas recordaba, pero si tenía de ella un vago recuerdo de mujer muy atractiva y muy cariñosa conmigo, y mi padre se oponía porque era pintora y sobre todo tortillera, es decir, lesbiana. Mi corazón se revolucionó y desde ese momento tuve claro que yo quería ir a veranear con mi tía Blanca. Aquella era mi oportunidad que tanto soñaba.

Una semana más tarde, con la habilidad que siempre la ha caracterizado a mi madre para convencer a mi padre de cualquier cosa, estaba haciendo mis maletas para irme hacia la Costa del Sol. El viaje lo haría sola en un vuelo a Málaga, debidamente aleccionada, documentada y súper protegida por dos azafatas a las que mi madre no paraba de reconvenir sobre mi seguridad.

El caso es que el 17 de julio de 1978 yo llegué a Málaga con el corazón acelerado, el estómago encogido y un enorme calor en mi entrepierna ante las perspectivas que yo misma me había creado.

Cuando bajé del avión, acompañada de una de las azafatas, fui llevada a llegadas nacionales y allí, de pié frente a la puerta y con una sonrisa de oreja a oreja, estaba mi tía Blanca. Nada más verme se abalanzó sobre mí y me estrujó entre sus brazos.

  • Hooooooooolaaaaaa, Begoñita, mi niña…..que ganas tenía de verte – me recibió así de efusiva mi tía. De pronto muchos recuerdos se agolparon en mi cabeza y me vinieron a mi memoria las últimas veces que la bahía visto. Si recordaba que yo debía ser su sobrina favorita, porque no paraba de decirlo y, por una razón más obvia, por que era la única, pero si es verdad que siempre me había tratado con mucho afecto, así que nada más encontrarme abrazada por mi tía yo me encontré como en casa, muy confortable y querida.

Mi tía Blanca era entonces una mujer de la misma edad que tengo yo ahora, 35 años, y era muy, muy hermosa. Vestía de forma algo estrafalaria, como todas las artistas, pero con gusto impecable. Su piel tostada por el sol del sur se presentaba tersa y brillante como un tambor y su figura era extremadamente esbelta y bella. Según se agachaba a abrazarme y besarme pude ver sus tetas sin sujetador, firmes como rocas y también bronceadas, por lo que deduje que tomaba el sol sin la parte de arriba del bañador puesta, algo poco habitual en las playas que yo frecuentaba. De cualquier forma, aquella visión hizo que yo inmediatamente sintiera un estremecimiento en mi vientre.

Después de la bienvenida, la conversación intrascendente y preguntas sobre mi viaje, nos subimos a un descapotable rojo precioso que estaba en la puerta del aeropuerto. Después de una breve discusión con un guardia mi tía Blanca arrancó a toda velocidad dirigiéndose a la carretera. El aire marino que me daba en la cara, nuestro pelo al viento y aquella sensación de libertad me pusieron en un estado de euforia en el que yo daba por hecho, sin saber porque, que mis propósitos iban a cumplirse en su integridad. Yo miraba furtivamente de reojo a mi tía y apreciaba en todo su esplendor a aquella mujer súper atractiva conduciendo aquel deportivo. Sin duda aquello fue un flechazo. Me acababa de enamorar de mi tía. Ella representaba todo lo que había deseado toda mi breve, aunque intensa, vida; belleza, calor, libertad…en definitiva, sensualidad a flor de piel.

Ella debió de darse cuenta de cómo la miraba, ya que sonriendo me guiñó un ojo con gesto pícaro.

Llegamos a su casa, un chalet en la carretera de Cádiz, junto al mar, que era una maravilla. Me comentó que lo bien que lo íbamos a pasar juntas en cuanto “nos conociéramos mejor”, comentario que me intrigó.

Después de dejar las maletas en mi cuarto y de mucho barullo, porque mi tía es muy nerviosa, nos fuimos a comer una paella. Hablaba sin parar de cosas más o menos intranscendentes y me contó que ya se ganaba muy bien la vida vendiendo muchos cuadros, incluso de encargo.

Cuanto más pasaba el tiempo más fascinante me parecía aquella mujer. Cuanto más la miraba, más me apetecía hacer el amor con ella. A estas alturas yo ya estaba súper caliente. Cada vez que me hablaba de alguna amiga yo me imaginaba como sería su relación y las cosas que harían juntas. Mi única duda era saber si me rechazaría igual que mi madre, pero tenía la esperanza de que no fuera así, dado el carácter tan opuesto que tenían ambas.

Después de comer nos fuimos a su casa y me dijo que debíamos dormir la siesta si es que queríamos salir de noche. ¡Salir de noche! Me parecía increíble, me trataba como a una chica adulta y me parecía genial. En ningún momento se dirigía a mí como a una niña de diez años a la que hay que proteger de todos los males. Eso me gustaba.

Llegamos a su casa y terminó de enseñármela. Era una casa muy bonita, entre la carretera y el mar y muy cerca de las rocas, de forma que se sentía muy bien la brisa fresca del agua. Estaba bastante aislada y nadie podía ver que pasaba en su interior, sobre todo en el jardín en el que había una piscina y que estaba entra la casa y las rocas.

Finalmente nos fuimos a dormir la siesta. Yo estaba muy cansada y me tumbé en la cama. El silencio y el sonido del mar al fondo me hacían sentirme muy bien. Comencé a pensar en mi tía y rápidamente sentí como se humedecía mi coñito. Me masturbé y me quedé dormida.

Al cabo de unas dos horas me desperté. Estaba un poco adormilada pero me encontraba genial. Estaba ansiosa por ver a mi tía y estar con ella. No oía nada. Me puse una camiseta larga sobre las braguitas que llevaba puestas y empecé a buscar a mi tía por la casa. Empecé a sentirme mal porque no la encontraba. Finalmente salí al jardín y en una tumbona que estaba de espaldas a mí había una persona, que sin duda sería mi tía. Unas mariposas revolotearon por mi estomago y me dirigí hacia ella. Cuando llegué junto a ella me quedé de piedra. Estaba desnuda tomando el sol. Cuando vi su cuerpo casi me da un infarto. Era perfecta y daban ganas de comérsela allí mismo. Ella presentí mi presencia y se volvió hacía mi quitándose las gafas de sol.

  • Hola, mi preciosa niña. Date un baño – me dijo sin dar la más mínima importancia a su desnudez.

  • Ho..hola – dije yo.

  • Venga, que está el agua genial – me animó.

  • Voy a por el bañador – le dije, todavía con la boca abierta.

  • Pero si no te hace falta…No me ves a mí…aquí no nos ve nadie – me dijo.

  • Vale – dije yo algo cortada y me quité la camiseta. Me quité después las bragas y las oculté dentro de la camiseta pues estaban llenas del flujo de la siesta.

Desnuda del todo me quedé como una tonta delante de ella esperando no se que. Ella se dio cuenta y me dijo:

  • ¡Venga, a bañarte!

Sin dudar más yo me tiré al agua. Estaba estupenda y de golpe “volví” al mundo al contacto con el agua fresca. Después de nadar un rato, ya más tranquila, me acerqué al borde la piscina. Me sujeté y me quedé mirando a mi tía. Sin duda estaba buenísima, pero ¿querría algo conmigo? La impaciencia me reconcomía y quería salir de dudas cuanto antes.

Salí de la piscina y fui hacia ella. Según llegaba me lanzó una toalla para que me secara, por lo que deduje que detrás de sus gafas de sol me estaba mirando todo el rato. Eso me animó en mis propósitos. Me sequé un poco y dejé caer la toalla quedándome de nuevo desnuda ante ella. Debo decir que yo estaba muy orgullosa de mi cuerpo, pues a pesar de tener diez años mis formas estaban bien definidas, mis tetitas ya comenzaban tímidamente a desarrollarse y algún pelito asomaba en mi pubis. Yo me di cuenta de que me tía me miraba de reojo a través de sus gafas de sol. Yo empezaba a calentarme de nuevo. Decidí “atacar”. Pensé que si me mostraba descarada mi tía no se iba a asustar y si había oportunidad, no tendría ningún prejuicio en follar conmigo. Asé directamente le pregunté:

  • ¿Tía?

  • ¿Qué, Begoña?

  • ¿Qué te parezco? – ella no se inmutó.

  • Una chica estupenda y muy divertida – no era la contestación que yo quería.

  • No, tía, me refiero ¿que te parece mi cuerpo? – le pregunté más directamente.

  • Bueno – siguió sin inmutarse – que algún día serás una mujer de bandera.

  • No, tía, digo AHORA – recalqué yo. Mi tía se incorporo un poco, se quitó las gafas, me miró a los ojos, después me miró de arriba abajo, sonrió y dijo:

  • Pues que eres una chica muy sexy – me dijo y volvió a tumbarse. ¡SEXY!, ¡GUAU! Era más de lo que yo esperaba. Decidí apretar el acelerador.

  • Y tu estás muy buena, tía – lo solté. Inmediatamente me acojoné. Quizás había ido demasiado lejos.

  • Gracias, Begoña. Gracias… - me dijo sin moverse. ¿Seria posible que no me entendiera?

  • Tía Blanca

  • ¿Qué?

  • ¿Te gusto? – la pregunté más directamente. Ahora si, se incorporó, se quitó las gafas, se sentó a un lado de la tumbona y me miró muy sería con una cara algo perversa.

  • Begoña…me pareces un bombón – me dijo con término casi en desuso por entonces. Y me preguntó como quién pregunta sobre el tiempo, sin importancia – Mi niña…¿te gustan las chicas?

¡Bien! Había acertado. Había despertado en ella un potencial interés. Ya no había retorno. Me lancé a tope.

  • Tía, Blanca, si son como tu me vuelven loca…. – la dije lo más pícara que supe.

  • Vaya….pero, mi niña…¿tu sabes el lío en el que nos podemos meter? – me preguntó.

  • Me da igual, tía, me gustas un montón y me encantaría follar contigo – Ya está. Lo solté. Me volvió el miedo a haberme pasado. Me miró otra vez fijamente y me preguntó:

  • ¿Y tú que sabes de eso? – me fastidió la pregunta y la reté.

  • Tu prueba…. – por la cara que puso me di cuenta de que la había desarmado.

  • Ven aquí – me dijo y me agarró de la mano.

Me acercó hacia ella. Yo me arrodillé y nos quedamos frente a frente, a muy pocos centímetros.

  • ¿Sabes besar? - me preguntó.

Yo sin dudarlo la besé en la boca. Nos dimos un beso apasionado y estuvimos un buen rato jugando con nuestras lenguas. Finalmente nos separamos y me miró a los ojos:

  • Vaya, vaya…..¿Sabe mi hermana el regalo que me ha mandado?

  • No tiene ni idea – dije yo y soltamos una carcajada. Yo me abalancé sobre ella y me sujetó y me separó.

  • Espera, mi vida, espera, no seas impaciente. – me dijo con voz tierna y suave – Mira, esta noche vamos a salir a cenar, a bailar y a tomar una copa, bueno, eso tu no, después vamos a volver a casa y te prometo que vamos a follar hasta que salga el sol. Verás como es mucho mejor. Y diciendo me dio un tierno beso en los labios, se levantó y se fue diciendo – me voy a vestir. Tu ponte lo más guapa que puedas. Vas a ser mi novia hoy – se volvió y me guiño un ojo. Después desapareció en el interior de la casa.

Yo estaba en las nubes. No llevaba ni un día allí y ya se iban a cumplir mis sueños. Yo no entendía porque había que esperar. Yo me la hubiera follado allí mismo, pero después comprobaría que, efectivamente, iba a ser mucho mejor.

Aquella noche fue maravillosa, cenamos en sitio muy romántico en Puerto Banús y después fuimos a una discoteca. En condiciones normales no me hubieran dejado pasar, pero yendo con mi tía todo era distinto. Hablamos, reímos y nos abrazábamos, aunque cualquier avance en público mi tía me lo cortaba en seco. Yo no podía más. Le pedí a mi tía irnos a casa. Ella me miró con ternura y me dijo:

  • Si, mi vida, vámonos ya. Estoy como loca por probar ese coñito – me encanto lo que me dijo.

De camino a casa yo me abracé a ella y empecé a besarla.

  • Ten cuidado, que nos vamos a matar – me dijo medio riendo.

Yo no solamente no paré sino que directamente empecé a meter la mano por debajo de su falda y la llevé hasta su entrepierna. Me sorprendí. No llevaba bragas.

  • ¡Sorpresa! – me dijo riendo – así es más fácil - y abrió sus piernas de para en par.

Yo, sin tapujos, comencé a tocar su coño, le abrí los labios con mis dedos y comencé a sobar su clítoris.

  • Dios, niña, que bien lo haces, cabrona – me gustó que empezara a hablar así.

  • Tía, estoy tan caliente.

  • Y yo, preciosa…¿Dónde has aprendido a hacer estas cosas? – me dijo mientras se retorcía de gusto.

  • Ya ves…- dije yo, poniéndome chula.

Así, metiendo mano a mi tía llegamos a su casa. La puerta del garaje se abrió automáticamente, el coche entró y la puerta se cerró detrás de él. En el momento que el motor se paró, mi tía me cogió y me besó en la boca apasionadamente.

  • Venga, preciosa, vamos a la cama…estoy impaciente de ver lo que sabes hacer…. – me dijo con voz ronca, truncada por la lujuria.

  • Tía, haré todo lo que quieras, no me asusta nada y el soy súper caliente, o sea que no te cortes conmigo – le dije con una seguridad que me a mi misma me asombró.

Subimos las escaleras a toda prisa mientras ella me tiraba de la mano y casi me arranca el brazo. Llegamos a su cuarto y caímos como dos fardos en la cama. Era una cama de agua enorme y en el techo había un espejo casi tan grande como la cama. La visión de mi tía y yo en la cama me puso a cien. En un instante estábamos las dos desnudas y nos besábamos abrazadas. Tras un beso muy largo en el que nos metimos las lenguas hasta la garganta y nos dábamos gusto una a otra con el dedo, mi tía me dijo:

  • ¿Sabe tu madre lo zorrita que eres?

  • Si llega a sospechar algo se muere del susto – y nos reímos las dos.

  • ¿Te has comido algún coño, preciosa?

  • Más de uno – conteste yo.

  • Parece mentira…la última vez que te vi no levantabas un palmo del suelo y ahora eres una cría bien puta….mmmm… con lo que me gusta eso a mi….

  • Tía, te huele el coño divino – la dije yo mientras olía mi mano. De siempre el olor a coño caliente me había puesto a cien.

  • ¿Te gusta mi amor? – me preguntó.

  • Me encanta…es curioso…hueles igual que mamá….- dije yo mientras aspiraba aquel aroma que tanto me ponía.

  • ¿Se lo has olido a ella? – me preguntó extrañada.

  • No…pero siempre que puedo le quito sus bragas y me masturbo con ellas – la confesé.

  • No dejas de sorprenderme, mi niña. Y me encanta que seas así – me dijo – Ven, date la vuelta, vamos a darnos gusto con la lengua – y diciendo esto nos pusimos en posición de 69.

Nos hicimos una mamada mutua y fue tan perfecta que nos corrimos a la vez entre suspiros gemidos y algún grito que se nos escapó, especialmente a mi tía que era un poco escandalosa. Finalmente nos quedamos abrazadas y dándonos pequeños besos con los que nos traspasábamos mutuamente nuestros sabores.

  • Es increíble que una criaja tan pequeña como tu sea una experta en la cama…hija mía, he probado lenguas en mi vida, te lo juro, pero como la tuya no. Nunca había tenido un orgasmo como este..ni hablar….eres una gozada, mi amor…. – me dijo - ¿Y tu? – añadió - ¿te gustó?

  • Tía, desde que supe que mis padres me iban a mandar a aquí soñé con este momento y, por, mucho que me lo había imaginado, no creí que fuera tan maravilloso.

  • Creo que vamos a pasar un verano de locura – me dijo.

  • Tía, soy tan feliz – dije yo sinceramente.

  • Me alegro, mi amor.

  • Me estoy meando – dije yo y me levanté para irme al cuarto de baño.

  • Yo también - dijo mi tía y se levantó para acompañarme.

Cuando llegamos al cuarto de baño mi tía me cogió de la mano y me dijo:

  • Begoña, preciosa, me tienes que prometer que si alguna vez hago o digo algo que te moleste, me lo digas, ¿vale?

  • ¿Por qué me lo dices, tía? – la pregunté extrañada.

  • Porque soy una mujer que ha corrido mucho en esta vida y a lo mejor a veces te asusta o no te gusta alguna cosa que a mi si me puede parecer excitante

Siempre he tenido un sexto sentido, y más en asuntos de sexo. El hecho de que me estuviera diciendo esto en ese momento, en el cuarto de baño, me hizo pensar que a mi tía le gustaba hacer cochinadas en el water, como esas que yo había visto muchas veces en las revistas guarras. Alguna vez le había pedido a alguna amiga que meara para mí, pero ninguna se atrevía y decían que eso era una guarrada, pero como tantas otras cosas, yo estaba loca por probarlo con una mujer adulta y experta. Aquella era la ocasión. Con total seguridad, pregunté a mi tía Blanca:

  • Tía, ¿me estás pidiendo que mee para ti? - ella abrió los ojos como platos.

  • ¿También me vas a decir que has hecho esto? – me preguntó incrédula.

  • No, tía, pero seguro que me va a encantar hacerlo contigo – le dije yo sonriendo.

  • Lo que yo digo. Eres una caja de sorpresas – dijo mi tía.

Aquella noche no solamente probé las delicias del amor de una mujer de la mano de mi tía, si no que me introduje en algunos vicios inconfesables que he practicado toda mi vida con gran deleite.

Aquel fue un verano inolvidable. Una cría de 10 años viajó a la playa y una mujercita volvió a Bilbao, satisfecha de sexo, pasión y vicio. Con el paso de los años he confesado mis “pecados” y no he sentido la más mínima vergüenza de ello. Mi familia, por otra parte, se ha terminado acostumbrándose.

Mi tía Blanca y yo hemos pasado temporadas juntas y hemos sido muy felices.

Otro día os contaré, historias de aquel verano y otros.

Begoña.