Mi tía Viviana me seduce a mis 15, (2)

Aquí les narro cómo de manera impensada, Manuel es seducido por su tía, hermana de su mamá, quién le hace pasar un fin de semana increíble, disfrutando enormemente del sexo. No conforme, la tía se lo lleva a su casa, y sigue disfrutando del chico.

Mi tía Viviana me seduce a mis 15, (2)

Resumen

Aquí les narro cómo de manera impensada, Manuel es seducido por su tía, hermana de su mamá, quién le hace pasar un fin de semana increíble, disfrutando enormemente del sexo. No conforme, la tía se lo lleva a su casa, y sigue disfrutando del chico.

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Llevaba mucho tiempo fantaseando solamente con besarle la boca a mi tía Viviana, y tal vez hasta acariciarle su cuerpo, y todas mis fantasías se vieron desbordadas por completo por la realidad. ¡Nunca, ni en un millón de años pude soñar en hacer todas las cosas que hice esa noche con ella!. No se si hice o más bien me hizo, pues mi tía era un ninfómana, pero muy linda, que me hizo conocer todas las bellezas del sexo, y en especial de una mujer tan linda como ella, que se parecía tanto a mi madre, casi idéntica.

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Estaba yo durmiendo, muy plácidamente, teniendo un gran sueño erótico, que me acababa de coger a la Vivi, mi tía, a la hermana de mi mamá, a la mamá de Carlitos: ¡lo sentía rete rico!, casi como si fuera real de a deveras!, sentía yo delicioso mi pene y…, cuando abrí yo los ojos, se convirtió mi sueño en una realidad: ¡todo era cierto, todo era real, me acababa de coger a la Vivi, a mi tía, a la hermana de mi mamá, mamá de Carlitos, y me estaba mamando mi pene!. ¡Me dio mucha pena pues no me había yo lavado!, me sentía yo todo pegajoso, muy lleno de esperma y quise apartarla de mí:

= ¡Vivi…!,

le dije, tomándola de la cabeza.

Ella solamente levantó los ojos hacia a mí y volvió de nuevo a mamarme mi verga. Sus labios subían y bajaban. Cuando llegaba arriba del todo, su lengua acariciaba mi glande.  ¡Yo estaba en el cielo!, y tras un par de "recorridos", se la sacó de la boca y volvió a lamerme el tronco, subiendo otra vez con su lengua, pero esta vez ya no me chupaba sólo con la punta, su lengua estaba totalmente fuera de la boca, y yo la sentía con firmeza.

Al llegar arriba, volvió a tragársela, pero además noté como la succionaba. Pensé que ya no podía sentir mayor placer, pero justo entonces, noté como toda su lengua recorría mi glande llegando a todos los rincones. ¡Ni en mis mejores sueños hubiera pensado que esto pudiera suceder!.

Cuando me masturbaba pensando en ella, me imaginaba tocando y besando su cuerpo, cogiéndomela, pero, no sé por qué, no era capaz de imaginarme a la Vivi chupando una verga. Yo no me imaginaba que ella – ni mi madre – pudieran  tener relaciones sexuales, pues las consideraba como “asexuadas”, y sin embargo, allí estaba, mamándome la pistola, y era evidente que no era la primera vez que lo hacía, y que le gustaba bastante.

Gemí con fuerza cuando ella comenzó a acelerar el ritmo. Su lengua chupaba sin ningún reparo. De vez en cuando, paraba y besaba y chupaba mi glande, despacio y con mucha dulzura, como si estuviera saboreando un caramelo. ¡Era mi primera felación!, y sin duda la mejor que me han hecho hasta ahora. La Vivi me mamaba la verga como si realmente la disfrutara, como si estuviera saboreando un trozo de chocolate, dulce y delicioso. Yo no dejaba de mirarla.

No puedo describir con palabras lo que suponía ver mi verga entrar y salir de su boca, ver su lengua sobre mi glande. Aunque tenía unas ganas terribles de volver a tocar sus tetas o pasar mis dedos por su rajadita, no quería que nada me distrajera.

Estaba a punto de venirme cuando bajó su boca hacia mis testículos y ante mi sorpresa empezó a besarlos muy despacio. Aunque eso me encantó, el que dejara de estimular a mi verga, retrasó mi inminente eyaculación.

"¡Vivi me la está mamando!",

seguía yo pensando, recreándome en lo que eso significaba.

Una vez que mis huevos estuvieron completamente mojados con su saliva, ella volvió a lo que había dejado a la mitad: se metía mi verga en su boca, me pasaba la lengua por toda la punta y se apartaba un poco. Entonces se mordía el labio mientras podía ver su cara de satisfacción.

Tras un par de minutos repitiendo este proceso, sus labios se apretaron firmemente sobre mi tronco. ¡Tenía la mitad de mi verga dentro de su boquita cuando comenzaron las lambetadas intensas sobre mi pito!. ¡Quería que me viniera, y se estaba esmerando!.

Su lengua no paraba y de vez en cuando succionaba con fuerza. Yo ya no podía resistirlo más; el momento había llegado. Lo que hice fue ya instintivo. Por una parte, pensé que ya había llegado demasiado lejos y no quise ir aún más viniéndome dentro de su boca. Por otra, quise retrasar unos instantes más mi orgasmo. Mis manos agarraron su cabeza y la subí hasta dejar mi verga al descubierto. ¡Justo a tiempo!. Hice un esfuerzo para contener la eyaculación, aunque no pude evitar que un pequeño chorro de semen saliera, muy lentamente.

= ¡Aaaahhh…!.

Mi exhalación y mi movimiento hicieron que ella abriera los ojos. Por la postura en la que estaba, sus ojos inevitablemente se posaron sobre aquel chorrito de leche que poco a poco se deslizaba por mi glande.

Lentamente, pero decidida, hizo fuerza con la cabeza venciendo la resistencia de mis manos y ante mi total incredulidad vi como situó su lengua justo debajo del delgado flujo de semen que caía por el tronco para inmediatamente recorrer lamiendo gota a gota aquel pequeño reguero de leche. Mis manos seguían rodeando su cabeza, pero limitándose a acompañar sus movimientos.

Cuando llegó a la punta del glande y todo rastro hubo sido absorbido por su lengua se tragó la punta de mi verga.

= ¡Nooo…, Vivi…, me voy a venir…, Vivi…!.

Las intensas lamidas que me propinó hicieron que en unos pocos segundos comenzara yo a eyacular sin control.

= ¡Me vengo…, Vivi…, me vengo…!.

En el primer chorro todo el glande estaba dentro de su boca. Su lengua reaccionó a la eyaculación chupando con ansia aquella leche, calentita y espesa.

= ¡Viviii…!.

Tras una breve pausa, sentí como otro chorro de semen escapaba de mí. Cuando esto ocurrió, La Vivi tenía la boca entreabierta mientras lamía los pocos restos que quedaban.

= ¡Viviii…!.

Pude ver como el semen salía de mi verga e impactaba contra su lengua.

= ¡Viviii…!.

Recordaré esa imagen mientras viva.

= ¡Viviii…!.

Se quedó un instante quieta; algunas gotas cayeron en el lugar de donde habían salido, mientras tanto, yo no quitaba los ojos de aquella descarga blanca y pegajosa pegada a su lengua.

Su boca bajó otra vez hasta cubrir un tercio de la longitud de mi verga, y en ese momento expulsé el resto del semen acumulado.

= ¡Viviii…!.

Ella movía su lengua por mi tronco para saborear todo lo que podía. Mientras disfrutaba del mejor orgasmo de mi vida, su lengua recorrió cada rincón de mi flácida verga, buscando cualquier posible gota perdida.

= ¡Viviii…!.

Luego de eso, Viviana se levantó y quiso besarme, pero a mí me dio mucho asco, y entonces ella se sonrió y se fue para el baño, a lavarse.

Regresó y entonces sí nos besamos, apasionadamente, y luego de pedir el desayuno a la cama, se recostó al lado mío, abrazada a mi cuerpo, hasta que llegaron con el desayuno. Ella se puso sus pantaletas de la noche anterior, unas rojas,  y una salida de cama, color de rosa. Yo me metí al baño y aproveché pa’ lavarme.

Cuando regresé, el desayuno se encontraba en la mesa. Yo iba en calzoncillos y me puse apenas mi camisa de ayer. Desayunamos y platicamos. ¡No dejaba de decirle a la Vivi lo mucho que me gustaba, lo mucho que nos entusiasmaba a todos los compañeros de la secundaria (sin decirle que también Carlos, su hijo, se “emocionaba” con ella) y el inesperado regalo que me había dado la noche anterior, y sobretodo el de hoy en la mañana, la manera de despertarme:

  • ¿y…, no te gustaría repetir…?.

Creo que mis ojos se abrieron muy grandes, de incredulidad, y de inmediato le dije que sí.

Ella me retiró mi camisa, me bajó los calzoncillos y luego se quitó su salida de cama: estaba desnudo frente de ella, con el pene tremendamente parado y erecto hacia el techo:

  • ¡Recuéstate Manolito…, tienes una verga muy rica…, toda tiesa, muy tiesa…!, ¡Me encanta tu verga Manolo…!,

me dijo, lanzándose a la cama, sobre de mí…, como si fuera un tigre que se lanza sobre de su presa.

¡Nunca pude imaginar así a la Vivi, así de “desenfrenada”, así de caliente, así de insaciable!:

  • ¡Quiero mamarte tu verga…, mamarte tus huevos…, sacarte de nuevo tu leche…, que me la eches por todos lados, en mi boca, en mi cara, en mis chichis,

en mi chocho..!.

¡Nunca pude imaginar así a la Vivi, diciendo esas “palabrotas”, de manera desenfrenada. Se tragaba mi verga, toda enterita, hasta llegarme a mis huevos. ¡No se ni cómo le cabía completita en su boca, en su garganta, pero se la tragaba todita!.

  • ¡Me hace falta la verga, Manolo…, me hace mucha falta la verga…!.

Y se la volvía a meter hasta su garganta, hasta tocarse la campanilla de su garganta.

La sacaba toda llena de babas y levantando sus ojos me comenzaba a decir, completamente afiebrada:

  • ¡me hace mucha falta la verga, Manolo…, me gusta mucho tu verga…!,

y se la tragaba de nuevo, enterita. ¡Me tenía impresionado!. ¡Nunca la imaginé de esa forma, a mi tía, a la hermana de mi mamá, a la mamá de Carlitos…!.

  • ¡quiero que me la metas muy rico…, hasta adentro… Que me bombees rete fuerte…, que me la metas con ganas…, que me hagas gemir y pujar…,

que me hagas pedirte por más…!.

Yo tenía mi pene tremendamente parado, tanto que sentía que se me reventaba, tanto a lo largo como a lo ancho: ¡nunca lo había yo sentido tan grande, tan erecto, tan dilatado, tan…, entusiasmado.

Creo que la Vivi también lo sintió de la misma manera y entonces volvió a repetirme:

  • ¡quiero que me la metas muy rico…, hasta adentro…!,

y se recostó sobre de la cama, a mi lado:

  • ¡quítame las pantaletas…, despacio…, me gusta mucho que me bajen las pantaletas!. ¡Me hace sentirme muy puta…!. ¡Quítame despacio las pantaletas…!,

y entonces yo comencé a bajarle las pantaletas a la Vivi, despacio, como ella quería, tomándola del elástico, de los dos lados de sus caderas, deslizándolas suavemente hacia abajo, hacia sus muslos preciosos.

Aparecieron sus vellos púbicos y su pubis. Se la continué bajando; la pasé por sus muslos, por sus rodillas y finalmente por sus piernas, para terminar sacándoselas por sus tobillos:

  • ¡Huélelas Manolito…, huélelas…!,

me gritaba la Vivi, y entonces yo las olí:

  • ¿A qué te huelen mis pantaletas Manolo…?.

Yo no supe que responderle a aquella pregunta, y me puse a aspirarlas. ¡Tenían una fragancia desconocida!, la misma que había llenado ese cuarto la noche anterior, la misma que había llenado ese cuarto en esta mañana, una fragancia que luego he llegado a reconocerla como “a sexo”, al sexo de Vivi:

  • ¿No te huelen a mujer caliente…, no te huelen a puta, mi amor…?.

Yo no sabía qué decirle. Estaba yo hincado sobre la cama, entre las piernas de la Vivi, recostada a mis pies, entregada, preguntándome algo que yo no sabía responder. Creo que ella lo entendió de la misma manera y entonces me dijo:

  • ¡Méteme tu vergota Manolo…, méteme tu vergota, m’ijito…!,

y me levantaba sus brazos, como queriendo abrazarme, y entonces yo me dejé caer sobre de ella, buscando colocarle mi pene en su rajadita:

  • ¡Mételo Manolito…, mételo…, me está haciendo falta Manolo…, mételo ya…!.

Me acomodé entre sus piernas, le acomodé mi pene en su rajadita y…, me dejé caer sobre de ella:

  • ¡Hasta adentro Manolo, hasta adentro…!.

¡Me sentía yo en el cielo y la gloria, de nuevo!.

+  ¡Empújalo fuerte Manolo, más fuerte…, destrózame…!.

No se qué me dio el escuchar esas palabras; prácticamente me “aloqué” y me puse a bombearla de manera desaforada, como un pistón, entrando y saliendo, con mucha fuerza, con mucha velocidad, embistiendo como toro, tratando de traspasarla, con todo y colchón.

  • ¡Aaaaggghhh, agh…, agh…, agh…, aaayyy…, agh…, aaayyy…, agh…!.

La Vivi nomas gritaba, pujaba, se quejaba, en unos ayes tan deliciosos, que eran como una invitación a seguirle dando bien duro:

  • ¡Aaaaggghhh, agh…, agh…, agh…, aaayyy…, agh…, aaayyy…, agh…!,

y yo seguía pistoneando, muy duro:

  • ¡Manolo…, mi lindo…, que rico…, Manolo…!,

me decía la Vivi, que me había enredado sus piernas por detrás de mi espalda, y me acompañaba en mis movimientos, haciéndome penetrarla más hondo, más profundo, más fuerte:

  • ¡Me vengo Manolo…, me vengo…!.

Empecé a sentir un algo caliente, que me bañaba por completo mi pene; una mano o como una mano que me lo apretaba con fuerza y…, ya no pude contenerme y comencé a vaciarle mi leche a la Vivi, en su pucha, sin importarme que le hiciera yo una panza, una hija. ¡Quería yo hacerle una hija a la Vivi!.

  • ¡Manolooo…!,

fue lo último que alcancé yo a escuchar, antes de desvanecerme por encima de Vivi y quedarme profundamente dormido, de nuevo.

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Un agradable olor a café me despertó nuevamente; ya Viviana se encontraba despierta; había pedido café nuevamente y me sonreía de manera muy linda. Se encontraba parada frente de la cama, con una taza de café en su mano, vestida solamente con su salida de cama, rosita:

  • ¿Cómo se despertó mi precioso…?,

me dijo, zalamera y cariñosa:

  • ¿No quieres un cafecito…, para despertarte…?.

Le dije que sí, y me levanté de la cama, desnudo, con mi verga medio flácida o a medio parar.

Viviana me vio y me tomó de la verga, y sonrió:

  • ¡Este señor hace unos trabajos muy lindos…!. ¡Me gusta mucho tu verga, Manolo!,

me dijo, dándome un gran beso en la boca.

Nos sentamos a beber el café, acompañado de algunas galletas, que también había pedido a la administración, y luego de eso, nos metimos a darnos un baño, pues había que tomar el autobús de regreso, para la ciudad.

Nos bañamos los dos juntos, nos abrazamos, nos besamos, nos tocamos y ella se bajó a mamarme mi pene, que de inmediato se levantó:

  • ¡Por eso me gusta tu verga, Manolo…, de inmediato se para y responde…!,

pero así me dejó, muy caliente, sin terminar su “mamada”.

Nos vestimos. Viviana se puso un juego rosita de ropa interior: era el combinado de pantaleta y brasier de color rosa, ¡muy sexy!. Se puso una blusita blanca, de manga ¾ y se puso unos jeans, apretados, que la hacían verse…, ¡muy bien!.

Se puso también unas zapatillas de tacón alto, y así nos fuimos a la central de autobuses. Tomamos el autobús; iba un tanto vacio y nos pudimos ir dando de besos y abrazados por todo el camino, hasta la ciudad.

  • ¿Quieres ir a comer a la casa…?,

me preguntó la Vivi, al llegar a la terminal.

¡Evidentemente le dije que sí…!. No había dicho a qué hora regresaría ese domingo, así que…, me fui a su casa, con ella.

Entramos, y apenas cerró la puerta de entrada, de inmediato nos abrazamos y comenzamos a besarnos apasionadamente en la boca:

  • ¿Tienes ganas de hacerme nuevamente el amor…?,

me preguntó la Vivi, sobándome mi pene parado, por encima del pantalón.

En un dos por tres me encontraba yo ya desnudo, con el pito tremendamente parado. La Vivi estaba solamente con pantaletas, unas color de rosa, bonitas, grandes hasta la cintura, caladas, con encaje, translucidas, casi transparentes: ¡se le notaba su mechón de pelos del pubis y de su monte de Venus, ¡se le veía muy bonita!. Sus tetas, pequeñas, tenían unos pezones tremendamente parados también:

  • ¡Recuéstate Manolito…, déjame mamarte tu verga…, tan rica…!,

y se puso a mamarme, apenas me recosté.

¡Es una experta mamando…!: se veía a leguas que le gustaba bastante, como después me lo dijo:

  • ¡Manolo…, me encanta mamarte la verga, Manolo…!,

me dijo, mientras comenzaba a mamarme.

Hizo una breve pausa y me comentó:

  • Quiero que esta vez te vengas en mi boca…, que me des tu lechita…,

que me inundes con tu esperma, que me llenes de mecos…

Yo no entendía “eso”: ¡se me hacia verdaderamente asqueroso…, se me hacia una cochinada…, se me hacia denigrante!, pero…, ¡lo sentía delicioso!, esa boca…, de la Vivi…, ¡era una verdadera maestra, era una experta mamando…!.

Me estuvo mamando un buen rato, bien rico, como sólo ella lo sabe hacer, hasta que:

  • ¡Cógeme Manolito…, ya me tienes caliente…, cógeme rico Manolo, como sólo tú lo sabes hacer…!,

y se recostó de inmediato en la cama, a mi lado, boca arriba:

  • ¡Quítame las pantaletas, Manolo…, dame bajón despacito…, como lo hiciste hace rato!

Y comencé yo a bajarle sus pantaletas, aquellas rositas, bonitas, translucidas, coquetonas, con encaje. ¡Estaban mojadas de la entrepierna!. ¡Ahora sí lo supe apreciar!.

Me puse a olfatearlas:

  • ¿Te gustan a como huelen…, te gusta como huelen mis pantaletas…, te gusta Manolo?.

Solamente moví la cabeza de arriba p’abajo, y la Vivi se emocionó:

  • ¡Dame tu verga Manolo…, lléname con tu verga, Manolo!,

y separando sus piernas me invitaba a que la penetrara en su pucha.

Cuando apenas alcancé a penetrarla, apenas sintiendo el calor de su pucha y lo acogedor de su cueva, ella me hizo una observación:

  • ¡No te vayas a venir en mi pucha…, quiero que te vacíes en mi boca…, lo prometiste!.

La penetré, despacito, disfrutando de aquel calor tan húmedo y sabrosón que tenía su panocha. Poco a poco se la metí bien adentro, hasta acomodarme por completo adentro de ella:

  • ¡Bésame Manolito…, bésame apasionadamente, mi amor…!.

Le busqué su cabeza, su cara, su boca, y comenzamos a besarnos con mucha pasión, como lo estaba deseando la Vivi. Eso fue un beso larguísimo, que no saben cómo me calentó. Más que cualquier otra cosa, la boca de la Vivi sabía besar y mamar: ¡era una experta en aquellas dos cosas!, como lo pude comprobar ya después.

Mientras nos estábamos besando, con mi pene en el interior de su pucha, volví a sentir como una mano que me apretaba mi pene con fuerza: ¡era  la Vivi…!, que me estaba masturbando mi pene con las mucosas de su vagina: ¡tenía perrito la condenada!. ¡Me lo hacía rete rico!, parecía que me estuviera masturbando, pero con las membranas de su vagina!.

= ¡Vivianaaa…, quéee rico me lo haceeesss…!.

  • ¿Te gusta mi niño…, te gusta chiquito…, te gusta mi rey…?,

me preguntaba, acariciando mi cara con su mano,

  • ¿Te gusta…,    te gusta cómo te lo hago…?. ¿Me traías muchas ganas Manolo…?

= ¡Síiii…!,

apenas alcancé a musitarle, teniendo cuidado con no venirme en su pucha, pues me había pedido que se la diera en su boca y entonces le dije:

= ¡espéreme tantito Viviana…, que ya me quiero venir…!.

  • ¡No Manolo, quedaste de venirte en mi boca…, aguántate un rato más…!,

= pero…, ¡ya no le muevas Viviana…, si no…, me voy a vaciar…!.

Tuvimos un momento de calma, y entonces la Vivi me preguntó:

  • ¿Con quién tuviste relaciones sexuales…, se puede saber…?

En esos momentos uno no puede decirles mentiras y…, me acordé de mi criada y:

= cooon…, cooon…, una sirvienta…, de mi casa…, la señora que le ayudaba a mi mamá…

le dije, sin poderle mentir.

  • ¿Era ya grande la señora…?

= Eeeehhh…, ¡no lo se…!, pero…, era más grande que mi mamá…

  • ¿Y te gustó lo que hicieron…?

= Eeeehhh…, ¡no lo se…!, no…, bueno…, sí…, lo hicimos un poco rápido…, no así como ahorita…

  • ¿lo hicieron varias veces…?

= Tres veces…, pero no el mismo día…, en otras dos veces más…,

le dije, mintiendo, recordando las prostitutas con las que también había estado yo.

  • ¿Y qué pensaste de esa señora…, por haber tenido relaciones sexuales contigo…?. ¿se lo tomas a mal o crees que hizo bien…?. ¿Crees que sea necesario

tener relaciones sexuales por fuera del matrimonio…, acostarse con otras personas…?, ¿así como lo estamos haciendo tu y yo…, o como lo hiciste con la

sirvienta…?

= ¡Eeeehhh…, bueno…, sí…, sí…, creo que son necesarias…!.

  • ¿Qué pensarías si me vieras con otro hombre que no fuera mi esposo…, o que vieras a tu mami con otro?. ¿Lo tomarías a mal…, creerías que está bien…,

que es correcto…?.

= Eeeehhh…, bueno…, eeehhh…, ¿la verdad…?, no lo se…,

y le reviré una pregunta:

  • ¿Andas, “saliendo” con alguien…?,

le pregunté, con mi pito tremendamente parado de la calentura. El tan sólo imaginarme a la Vivi o a mi mami, cogiendo con otro, hizo que me viniera sin pensarlo, que me viniera de manera inmediata, inundándole el chocho a la Vivi.

  • ¡Manolo…!, ¡te acabas de venir en mi chocho…!. ¿Te excitaste de pensar que tu mami o yo misma anduviera con alguien, Manolo…?.

¿Te dio mucho morbo…?, ¿te excita…?.

Me quedé yo callado; ¡estaba completamente turbado!, muy sorprendido por las revelaciones de la Vivi, a quién yo imaginaba casi casi asexual.

  • Manolo…, no se qué vayas a pensar de mí…, no quiero que vayas a ser duro al juzgarme pero…, yo siempre he sido caliente, siempre me ha gustado mucho

la verga…, y cuando ya no estuvo mi esposo…, ¡no sabes tú la falta que me hizo…!, tuve que agarrarme de lo primero que pude… Varios hombres se me

acercaron…, yo andaba desesperada…, ¡me hacia muchísima falta la verga…, coger…, entregarme a los hombres…!,   ¡conseguirme un satisfactor!,

¡muchos satisfactores…!, y he andado cogiendo con muchos… No me lo tomas a mal, ¿verdad Manolito…?.

= ¿Y…, te has acostado con muchos…?

  • Sí Manolito…, con muchos…

= ¿Te gusta que te cojan…?

  • ¡Sí Manolito…, me gusta mucho que me la metan…, me gusta mucho mamarles la verga …!, ¡se me hace tremendamente caliente mamarles la verga…,

y que se vacíen en mi boca, Manolo…, me gusta mucho tragarme su semen, sus mecos, su leche…!, ¡lo mismo que a tu mamá…!, ¡estoy casi segura de

que a ella también le gusta mucho que se la cojan…!.

Y no se qué prodigio o que magia contuvieron aquellas palabras, pero sentí que mi pene se recobraba de nuevo y se volvía a poner muy parado: ¡lo sentía a reventar!, y me puse a bombear a la Vivi, con fuerza, con rapidez, con malicia, con enojo, con pasión, y ¡con todo!.

La cama rechinaba muy duro, parecía que se fuera a romper. La Vivi gritaba, gemía, le pujaba, me rogaba:

  • ¡Manolito…, más fuerte…, más fuerte…, más duro…, hasta adentro…, chiquito…, Manolooo…!.

= ¡Vivi…, Vivi…, Vivi…!,

le gritaba su nombre, mientras la bombeaba con ganas. No se bien lo que yo sentía, pero creo que se llama pasión, y tenía yo demasiada, y la bombeaba con muchas ganas. Sus gritos me sonaban a gloria, en cada una de las bombeadas que yo le daba:

= ¡Viviii…!

  • ¡Manolooo…!,

y me vine de nuevo en su chocho, olvidándome que ella deseaba mamarme y que yo me viniera en su boca.

Nos quedamos dormidos un rato; cuando nos despertamos, ya había caído la noche. Nos dimos un baño; la Vivi se puso su salida de cama, la rosa, que yo ya le conocía y me pidió que le escogiera unas pantaletas, las que a mí me gustaran, de todas las que tenía en su cajón.

Le escogí unas rosas, como las que ya le conocía, aunque un rosa más intenso, bonitas, grandes hasta la cintura, caladas, con encaje, pero estas además con un encaje adicional, negro, que las hacia resaltar.

Se puso a prepararnos la cena mientras yo iba a la carrera a la casa, por mis cosas del día de mañana, pues tenía que irme a la escuela temprano.

Quise entrar a la casa, pero estaba cerrada con cerrojo, por dentro. Toqué y salió a abrirme mi madre, toda desgreñada y desarreglada, como acabada de despertar, con cara de sorprendida por mi presencia. No estaba mi padre y ella andaba solamente con un fondo “rosita”, muy transparente. Fácilmente se le notaba que no llevaba nada debajo, se le transparentaban completamente sus senos y la pelambrera de su sexo. ¡Era igualita a mi tía!.

Le dije a mi mamá que me iba a quedar en casa de Carlitos; que mi tía me había invitado a cenar y que me iba a quedar a dormir ahí; que al día siguiente me iba directo a la escuela, que no se preocuparan por mí.

¡Así fue todo, muy cierto, no les dije ni media mentira!, y regresé contento a la casa de Carlitos, a devorar la cena que me había preparado su mami, mi tía, la hermana de mi mamá.

Terminando de cenar, nos fuimos a acostar. Viviana también se levanta temprano; algunas veces nos encontrábamos en la parada del autobús.

Estando ya acostados, volvimos a platicar, y volví a preguntarle, curioso:

= ¿Cuándo sales con “otros”…, los traes también a tu casa…?.

  • No Manolito…, mi casa es sagrada…, aquí solamente con mi esposo…, y contigo… Con los otros…, lo hacemos en hoteles, en el coche, en la calle, en su

casa… ¡Me gusta mamarles la verga en el coche…, y que terminen en mi boca…, que me la llenen de esperma…, tragarme el esperma…!.

Esa revelación tan extraordinaria y tan cruda hizo que se me parara la verga de nuevo y

= ¡Ya me calentaste de nuevo, Viviana…!,

le dije, retirando las sabanas y mostrándole mi verga, parada, en todo su esplendor.

  • ¡Manolo…, eres increíble, muchacho…!. ¿Tanto efecto te causo…?.

= ¡De verdad Vivi…, nunca se me había parado tan duro…!.

Y se hincó frente a mi verga, tomándola con la mano, y me dijo:

  • ¡Manolito…, esta vez quiero que termines en mi boca…, quiero que la utilices como si

fuera mi chocho, quiero que me eches toda tu leche en mi boca, que me la eches por

todos lados, en mi cara, en mis chichis, en mi chocho..!. ¿De acuerdo?.

Le dije que sí,

  • Quiero que me “cojas” por la boca, que me agarres de la cabeza, de mi nuca,  y que me bombees con mucha fuerza, como si de verdad me estuvieras

cogiendo por mi panocha.

A todo le dije que sí y ella se acomodó sentada en la orilla de la cama. Yo estaba parado, con mi verga muy tiesa y enfrente de ella.

Comencé a “cogérmela” por la boca. La agarraba de su cabeza, de su nuca, y la bombeaba muy duro, metiéndole mi camote hasta adentro…, hasta rosarle la campanilla. Lo hacía yo siguiendo sus instrucciones, muy a fondo, muy rápido y con mucha fuerza. ¡Me gustó el movimiento!, y seguí las instrucciones, tratando de mejorarlas.

Yo ya estaba sudando; le daba bien duro y no alcanzaba a venirme. ¿Se me había acabado la dotación de mi semen…?. No lo se, pero me sentía muy caliente, muy excitado y con muchísimo morbo de echarle los mecos en la boca y la cara de Vivi, mi tía, la hermana de mi mamá, la mamá de Carlitos.

Seguí bobeando con fuerza, manteniendo una buena velocidad de bombeadas, hasta que finalmente me vino, ¡me vine a lo grande!. Comencé a soltarle mis mocos, adentro de su boca, en la entrada de su garganta, hasta que rebozaron y le empezaron a salir por sus labios, a escurrirle por su cuello y por encima de sus chichitas, en donde comencé a embarrárselos, bajándome hasta su ombligo y su panza, su pubis, sus pelos. ¡Le exprimí mi camote en sus pelos!.

La Vivi me miró con una mirada muy linda, muy sensual, muy de mujer satisfecha, con sus ojos muy entornados y complacidos, ¡feliz!.

  • ¿Quieres que nos demos un beso…?,

Me preguntó, y le dije que no, con un movimiento de mi cabeza, ¡me daba mucho asco besarla, luego de tragarse mis mecos!.

La Vivi se fue para el baño y yo me tiré sobre de aquella cama; me tapé con la sábana y al rato regresaba la Vivi, ¡muy linda!, con su cabellera suelta, con sus ojos entornados por el orgasmo y con una sonrisa de a mil:

  • ¿Te gustó lo que hicimos, Manolo…?,

me preguntó, al momento de acostarse a mi lado. Le dije que sí.

Nos abrazamos y le pregunté:

= ¿Y a todos los hombres les mamas sus vergas…?.

Me dijo que sí.

= ¿Y todos han terminado en tu boca…?

Me dijo de nuevo que sí:

  • ¡Me gusta mucho mamarles sus vergas…, y que terminen adentro de mi boca!.

¡Eso me calienta muchísimo!.

Y con esa última frase yo me dormí.

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