Mi tía virginia -5-

Virginia no rehusó los labios de Juana cuando la besó sin lengua. Era un beso casto, pero el beso casto siguió con la lengua de su hija dentro de su boca buscando su lengua... Juana bajó las asas de la enagua de su madre y le besó los dos pezones.

En la cueva hacia fresco y esperar a que mi polla se recuperase no entraba en los planes de mi prima.

-¿Y si lo dejamos para más tarde, Quique? Me está cogiendo el frio.

La verdad es que a mí tampoco me apetecía mucho. Ya me corriera dos veces esa mañana, y el fresco no ayudaba. Le respondí:

-Como quieras.

Vistiéndonos, me dijo:

-Te quiero, Quique.

La cosa se empezaba a complicar. Le respondí:

-No confundas el cariño con el amor.

-¿Te piensas que soy tan puta como para darte mi cuerpo si no estuviera enamorada de ti?

-Yo no dije eso.

-Tampoco dices que me quieres.

-Te tengo cariño, Juana.

-La quieres a ella. ¿Verdad?

-¿A quién?

-A esa mujer que me robó tu virginidad.

-No digas tonterías. Ni la quiero ni mi virginidad era tuya.

-¡Eres un cabrón!

-Y tú estás celosa de un fantasma.

-¿Celos yo? ¡Anda ya!

Salimos de la cueva y no me volvió a hablar. Acabé por ir a comer a casa y ya no volví hasta la hora de recoger la burra. Juana ya había cambiado de sitio.

Aquella tarde noche, cuando Juana llegó a casa, llegó con unas ojeras que le llegaban a los pies, Su madre, que estaba poniendo la mesa para la cena,  supo al verla que lo había hecho por primera vez. Ella no le dijo nada, pero su hermano Carlos, que tenía 22 años, y que era delgado y muy guapo, sentado en una silla, le preguntó:

-¿Te rompió el culo el primo, hermana?

Juana se enfadó.

-¡¡Yo tengo por donde llevar, maricón!!

-Y yo, cariño, y yo. Lo que no tengo es quien me de.

Virginia, le dijo:

-No le hagas caso. ¿Estuviste llorando, hija?

-¡Estuve follando, madre, estuve follando!

Rompió a llorar y se fue a su habitación sin cenar.

A las dos de la madrugada, Juana, seguía llorando. Mi tía Virginia fue a su habitación. Con la luz apagada, se sentó en el borde de la cama, y le dijo, susurrando, para no despertar a Carlos:

-Cuéntame lo qe te pasa, hija.

Susurrando, Juana, le respondio:

-Que no me quiere mamá, que no me quiere.

-¿Quique?

-Si, Quique. Yo lo quiero pero él sólo me quería para follar.

-Dale tiempo.

-La quiere a ella, mama.

-¿A quién?

-A otra. A la que se quedó con su virginidad.

-No creo. Eres la mas bonita del pueblo y me atrevería a decir que la más bonita de la comarca.

-¿Más qué tú?

-Mucho más, hija, mucho más.

La bombilla del palo de la luz del camino, alrededor de la que volaban un par de murciélagos, al estar las contras de la ventana entornadas, iluminaba tenuamente la habitación. Juana pusó su cabeza sobre el pecho de su madre y la atrajo hacia ella. Virginia no rehusó los labios de Juana cuando la besó sin lengua. Era un beso casto, pero el beso casto siguió con la lengua de su hija dentro de su boca buscando su lengua... Juana bajó las asas de la enagua de su madre y le besó los dos pezones. Cogió las tetas con las dos manos y besó, chupó y lamió las areolas y los pezones. Virginia se levantó, dejo caer la  enagua al piso de madera, quitó las bragas y se metió en cama con su hija. Juana, que dormía desnuda, se abrazó a ella. El contacto de los dos cuerpos desnudos sintiendo tetas con tetas hizo que se estremecieran madre y hija. Virginia y Juana se fundieron en un beso, largo, muy largo, que rompió Virginia besando el cuello de su hija, cogiendo sus tetas, namándoselas, chupándoselas, besando su vientre y después comiéndole el chocho hasta que sintió que su hija se iba a correr, en ese momento la recorrió con sus labios y su lengua en sentido inverso, hasta llegar a su boca. Besándola, y sin decir palabra, le cogió una mano y se la llevó a su coño empapado de jugo. Juana le metió dos dedos y comenzó a masturbarla. Virginia metío dos dedos en el encharcado coño de su hija, los sacó, mojados, y la masturbó frotándole el clítoris, alrededor, hacia arriba, hacia abajo, hacia los lados... Juana estaba con el ven aquí, cuando le susurró a su mdre:

-Me corro, mamá.

-Y yo, hija, y yo.

Se corrieron llenándose las manos de jugo y devorándose las lenguas, y cuidándose, muy mucho, de no gemir. Carlos tenía el sueño muy liviano.

Al acabar de correrse, le dijo Juana a su madre.

-Perdona por lo que te decía, mamá. Estabas muy necesitada. No estás engañando a papá. Yo no cuento.

-Cuentas, hija, cuentas. Te quiero mucho.

-Y yo a tí, mamá.

-¿Sabes que tienes que hacer para enamorar a Quique?

-¿Matar a la otra?

-Darle celos.

En el mismo día me había quedado sin mi tía y sin mi prima, ya que mi tía Virginia ya nunca más follaría conmigo, o eso me dijo.

Dos días después fui a poner la vela en la cueva de los Gozos, y cual no sería mi sorpresa al ver a Germán, el que se follaba todo lo que se movía, sentado en la hierba al lado de mi prima. Estaban a unos 200 metros de la cueva. Las risas de Juana me sentaron como 2 puñaladas. ¡Joder! Me había emamorado de ella, o eso debía ser porque nunca antes había sentido nada igual. Fui a la cueva, puse la vela en su sitio. Luego fui junto a mi prima y Germán, y le dije a él.

-¡¿Qué coño haces con mi novia?!

German, con cara de tonto, le peguntó a Juana:

-¿Es tu novio?

-¡Qué va! Es un moscón

Germán se levantó. 90 kilos de peso. Una cabeza más alto que yo, que pesaba 56 y me preguntó:

-¿Te vas ahora andando, o después a gatas?

Mirando para arriba, y cerrando los puños, le respondí con otra pregunta:

-¡¿Después de qué, soplapollas?!

Juana, le dijo a Germán.

-No me rompas mucho el novio.

Germán, la volvió a mirar, y le preguntó:

-¿Sois o no sois novios?

La muy lianta me habló a mí.

-¿Somos novios, Quique?

-Tú sabrás. ¿Quieres ser mi novia?

-Sí.

Germán se marchó diciendo:

-¡La madre que os parió!

Al día siguiente, mi tía Virginia estaba en el monte apastando las ovejas en el sitio en que habíamos quedado Juana y yo. Al verme, me dijo:

-Juana está sola en casa. Vete a hacerla feliz.

Al llegar a casa, Juana, en la cocina, me dijo:

-Hola, marinconcete.

Fui a su lado, la abracé, la bese, y le dije:

-¿Un enamorado le rompen el culo a su novia?

-Si no lo hace él se lo tendrá que romper alla sola con un pepino.

Me cogió de la mano y me llevó a su habitación.

De pie, al lado de la cama, la volví a besar. Le quité la blusa y el sujetador y le besé los dos pezones. Me besó ella a mí, me quitó la camisa y me besó los pechos. La volví a besar, le quité la falda y las bragas y los zapatos y le lamí el chocho. Me quitó los pantalones, los calzoncillos y los zapatos y me la chupó. Ya no le daban arcadas.  Nos echamos en la cama. Ella se puso de lado y cruzó las piernas, yo, a su epalda, besé su cuello, su hombro, bajé besando su espalda. Al llegar abajo puso las piernas de modo que mi legua pudiese acariciar su ojete. Se lo lamí, le metí y saque la legua. Casí suspirando, me dijo:

-Azótame el culo.

-¿Con o sin fuerza?

-Con y sin.

La nalgueé media docena de  veces. Le volví a follar el ojete con la legua... Luego le metí el dedo medio y lo moví alrededor y hacia los lados... Le volví a lamer el ojete y a  meter y sacar la punta de la lengua mientras la nalgueaba... Juana ya se deshacía en gemidos.  Le metí el dedo pulgar. Ya entraba bien, después le metí dos dedos... y después tres. Aquel culo ya pedía más. Le di unos buenos azotes. Le follé el ojete  un poco más con la lengua... Puse el capullo en él.  Empujé. Para mi sorpresa, entró apretadísima, pero sin causarle dolor. Al metérsela a tope la dejé dentro. Juana, desatada, y mientras la nalgueaba, me folló con el culo, suavecito, disfrutando de cada azote y de cada pequeño movimiento. A punto de correrse, con su almeja goteando,  me dijo:

-Métemela ahora en chocho y córrete conmigo.

-Me voy a poner el condón.

-A peló, fóllame a pelo.

-Te puedes quedar preñada.

-Demuéstrame que me quieres.

La saqué del culo y se la metí en el chocho encharcado. Un par de minutos más tarde, me dijo

-¡¡¡Me corro, Quique!!!

Sentí su chocho llenar mi polla de jugo calentito. La apretó y soltó otro chorro, y otro, y otro, y otro..., chorros que se mezclaban con los de mi corrida. Mi prima, sintiéndo la leche dentro, me dijo,

-Di, diiilo,  diiii, ¡¡¡¡Oooooooooh!!!

No pudo acabar la frase, pero la entendí, y le dije:

-Te quiero, Juana.

Continuará.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.

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