Mi tía virginia -4-

Estaba preparada para que le penetrara, pero la iba a sorprender, en vez de echarme sobre ella, metí mi cabeza entre sus piernas, y le trabajé el ojete con la lengua, luego hice lo que no le quise hacer a la hija, follarle la almeja con la punta de la lengua, después le trabajé el clítoris...

Su hijo Carlos había empezado a trabajar de fontanero y mi tía Virginia estaba sola en casa. Le debía extrañar que me quedara a apastar la burra en compañía de su hija, ya que podía dejarla presa  y venir a su casa y estar con ella, por eso, mientras desayunaban, le preguntó a Juana:

-¿Hay algo entre tú y Quique?

-Quique es mi primo.

-Es tu primo, pero las tiene debajo del rabo.

Juana le contestó de mala manera.

-Y yo entre las piernas.

-¡Qué poca educación tienes!

-La que me supiste dar.

-Tú no eras así, hija.

-Ni tú te arreglabas tanto. Mírate. Labios pintados, colorete...

-¡Otra vez la burra al trigo! Mañana mismo vuelvo a ser la zarrapastrosa de siempre.

-Tampoco es eso.

-¿Entonces qué es?

-No sé, un término medio.

-Vale, lo que sea para que no pienses tonterías.

Yo, que estaba fuera de la casa oyendo la conversación, me fui a la tienda a tomar una copa de jerez, para hacer tiempo.

Juana pasó por delante de la tienda. Iba guiando a las 10 ovejas y al carnero. Yo la vi a ella, pero ella no me vio a mí.

Entré en la casa sin llamar. Mi tía Viginia estaba haciendo su cama. La soprendí por detrás. La cogí por la cintura y le besé en el cuello. Giró la cabeza y nos besamos, con lengua. Le levanté la falda y le bajé las bragas. Abrió las piernas y se la clavé en el chocho... Al rato, me dijo:

-Sácala.

Obedecí. Fue al armario. Entre la ropa cogió una cajita. Era una caja de condones. Sacó uno y echó la cajita sobre la cama. Me chupó la polla media docena de veces y después me puso el condón. Se quitó el vestido y el sujetador, se echó sobre la cama y me dijo:

-Ven.

Estaba preparada para que la penetrara, pero la iba a sorprender, en vez de echarme sobre ella, metí mi cabeza entre sus piernas y le trabajé el ojete con la lengua,  luego hice lo que no le quise hacer a la hija, follarle la almeja con la punta de la lengua, después le trabajé el clítoris hasta que sus gemidos me dijeron que estaba a punto. Sin metérsela le chupé las tetas y los pezones, y entonces sí, se la metí. Entró como un tiro. Me abrazó, me besó, comenzó a mover el culo alrededor, y poco más tarde, entre besos, me dijo:

-Córrete conmigo.

Sus palabras fueron órdenes. Nos corrimos juntos. Mi tía con los ojos vidriosos, temblando, y echando por fuera, exclamó:

-¡¡¡Diooooooooooooos!!!

Al acabar, le dije:

-Me tengo que ir.

-¿Vas a apastar la burra y pasar el día con mi hija?

-Sí.

-Llévate los condones.

-Puse cara de extrañeza.

-¿Para qué?

-Para que no me la dejes preñada.

-Yo...

-Tú y ella estais liados, y lo mejor es que tomes precauciones.

-¿Cómo lo supiste?

-No lo sabia. Lo sé ahora.

Me había pillado.

-¿Y ahora qué?

-Ahora coge los condones y lárgate.

Cogí los condones y volví a casa. Me eché desodorante en los sobacos y en la polla. ¡Cómo picaba! Saqué de la cuadra la burrra y nos fuimos al monte.

Juana estaba en el monte del Lourido, sentada en la hierba, bajo un pino. Clavé la estaca de hierro que tenia una cuerda larga que iba hasta el cuello de la burra. Fui junto a mi prima, me senté a su lado, la besé en los labios, sin lengua, y le dije:

-Estás muy guapa.

-Vienes adulador.

Se echó boca arriba. La besé otra vez sin lengua.

-No es adular, es decir la verdad.

Empezamos con un beso con lengua, del beso con lengua pasé a acariciarle las tetas, de las tetas pasé a meter mi mano dentro de las braga. Estaba mojada. Juana acarició mi polla, que ya estaba empalmada. Me preguntó:

-¿Vamos para la cueva de los Gozos?

-¡¿Pero existe?!

-Ya me quisieron llevar a ella.

-¿Quién?

-Germán.

-Si sabes cual es, vamos.

Nos levantamos y fuimos.

La cueva de los Gozos tenía unas dimensiones de unos 20 metros de largo por unos cinco de ancho y dos de alto- Al final de cueva las paredes de tierra estaban plagadas de mica. Tenía un colchón, al que llamaban, "El Altar de Iniciación", pues allí se iniciaran muchas parejas. La última tenía que dejar una vela, era la ofrenda a la Tierra, y la debia encender la siguiente virgen. Yo pensaba que era una leyenda, pero allí estaba, con mi prima, virgen, y con una cerilla encendida el la mano porque en el fondo de la cueva reinaba la oscuridad. Juana, me dijo:

-Dame una cerilla encendida.

Se la di y encendió la vela. La cueva se iluminó. La mica brillando hacía que la cueva pareciese un lugar encantado.

Allí dentro hacía fresco, pero Juana se desnudó. Iluminada con el resplandor de la mica parecía una diosa. Me desnudé y nos abrazamos dandónos un beso. Nos echamos sobre el viejo colchón. No teníamos palabra que decirnos. Ella, al encender la vela ya me lo dijera todo. Quería perder la virginidad. La besé en los labiós... bajé a las tetas... metí la cabeza entre sus piernas. Le lamí la ameja y se la follé con la punta de la lengua. Le volvieron las palabras,

-Me voy a correr, Quique.

Eché mano al pantalón. Saqué un condón del bolsillo, y le pregunté:

-¿Lo pongo?

La cara de mi prima aún se iluminó más.

-¡¡¡Sí!!!

Puse el condón, y le dije:

-Si te duele nucho, avisa,  o mejor, sube y desvírgate tú.

Juana subió encima de mi, me cogió la polla y le dio vueltas en la entrada del chocho, después empujó un poquito, apretó los dientes y empujó... Le lloraban los ojos. "¡¡Aaaaaah!!" ,exclamó cuando metió la cabeza. La besé en la frente, en la boca, en los ojos. Conocí el sabor salado de sus lágrimas. Juana, después de un pequeño descanso, siguió metiendo mi polla. Le seguía doliendo pero ya era menos. Con toda dentro, me dijo:

-Recuerda que es nuestro se, se seeeeecreto. Creo que me voy a, a. ¡Ah! ¡¡¡Me corro, Quique!!!

No se corrió, nos corrimos. Juana con sus labios junto a los míos, gemía y iba soltando flujo en cantidad, que no salía de su chocho, ya que no tenía espacio. La follé, y sentía dentro de ella este ruido.

-Plaaaaaaash, plaaaaaash, plaaaaaaaash, plaaaaaaash...

Al acabar de corrernos quité la polla y de su chocho salio su flujo, que colgando como un gran moco, dejó perdido el viejo colchón. Juana, con una sonrisa de oreja a oreja, mientras yo me quitaba el condón, dijo:

-Eres un fenómeno, mariconcete.

-Dame unos minutos y verás donde te la mete el mariconcete.

-En el culo, supongo.

-Supones bien.

Continuará.

Se agradecen los comentarios buenos y malos.