Mi tía viciosa, mi querida abusadora 05...
Mi tía Mariola se levanta con fuerza irrefrenable aquella mañana del sábado e incluso en la siesta, su boca incansable, además de otras cosas, hace nuevas e inusuales delicias en mi polla tierna, adolescente, prácticamente virginal, pero ávida de experiencias...
MAMADA MATUTINA Y MAMADA VESPERTINA CON PREMIO...
Aquel cuarto sábado de junio de 1972, esta grabado en mi mente, no a sangre y fuego, sino a boca y leche.
Para aquellos que aún no han llegado a leer los episodios pasados, a modo de breve resumen les diré, que mis padres me habían llevado a la casa de mi tía en el pueblo. Allí una viciosa mujer me desvirgaría todo lo desvirgable, no dejando de practicar sexo conmigo, ni un solo día de ese verano y de los siguientes, además de las vacaciones de Navidad y Semana Santa, en que me reclamó en su ayuda y yo gustoso fui sin dudarlo...
Iba gustoso a ese continuo abuso, bendito abuso..., que con el paso del tiempo se convirtió en sexo reciproco, aunque siempre liderado por mi tía Mariola, aquella hembra de armas tomar.
La primera noche que pasamos juntos, me había practicado tres soberbias mamadas al margen de las caricias y besos.
Pero todo eso, era pasado.
Ya era de día.
Ya era sábado 24 de junio de 1.972 por la mañana.
Como recordaran mis queridos amigos y lectores que estáis siguiendo este gran relato, aquella mañana, me habían despertado como nunca nadie lo había hecho hasta entonces.
Cuando medio dormido había notado como la boca de mi tía estaba haciéndome otra súper mamada, mi instinto aun dormido me hizo mirar el viejo despertador para comprobar la hora.
Pasaban dos minutos de las doce del mediodía.
Era tardísimo, pero no podía ser de otra forma. La noche pasada había sido todo un recital oral.
Un recital oral novedoso para mí.
Un recital oral que mi tía me había regalado.
Un recital oral que me haría descubrir las bondades de las mamadas de pollas para el resto de mi vida.
Aquel 24 de junio de 1972, por la noche sería absolutamente épico e incluso la luna llena se pondría a favor del disfrute visual de mis ojos hacia aquellas partes desconocidas de mi tía Mariola.
Pero no nos adelantemos.
Pero antes de contarles lo sucedido aquella ingente noche de pre luna llena, he de relatarles el día del sábado, mañana y tarde con su correspondiente siesta caliente y muy especial como verán, o más propiamente leerán.
Volvamos a aquella situación oral mañanera por seguir un orden...
Mi polla estaba en la gloria.
Mi polla estaba súper durísima
Mi abusadora, de lado, allí de rodillas junto a mí, con los ojos cerrados bajaba y subía su cabeza dejando entrever cuando ello era posible mi endurecida polla.
Me quedé durante unos minutos viendo mi polla brillante gracias a la saliva de mi tía.
Su boca jugaba con mi glande al subir y también al bajar.
Los gruesos labios también viscosos gracias a su saliva y mi líquido preseminal me parecían una puerta placentera que me hacía sentir unas punzadas de placer que me llegaban hasta mi vientre.
Mi tía era demasiado lista y sabía que al estar hambriento, no podía demorar mucho la salida de leche.
De manera algo jocosa pero caliente me dijo:
- Dame la leche, Héctor. Me gustaría desayunarme con ella todos los días.
- Vale.
Incremento el ritmo a sabiendas de que saldría de inmediato mi leche.
Lo notaba irremediablemente.
Mi eyaculación salía como si de un volcán se tratase.
Lo notaba.
Mi tía, comprimió sus labios en el tronco de mi polla agradecida.
En mi mente matemática, hacia mis cuentas: Cuatro mamadas y una paja en menos de 24 horas...
La cara de mi tía un poema de alta intensidad.
Después de recibir en su boca mi primera leche de aquel sábado, sabadete..., mi tía me miró con vicio y perversión. Aguantó mi esperma en su boca durante minutos, se lo pasaba de lado a lado de la misma. Notaba como sus carrillos alternativamente engordaban con la ayuda de la lengua.
De vez en cuando sacaba la punta de la lengua entre los labios, dibujando pequeños restos blanquecinos, sin duda de mi leche recién horneada y los volvía hacia dentro.
Tragaba aquel jugo poco a poco.
Yo embobado la miraba, entre excitado y estupefacto. Jamás había visto algo así.
Ella, quizás pensó que se estaba pasando y me dijo:
- Héctor, cariño, tu leche sabe muy bien.
Para continuar diciendo con absoluta normalidad.
- ¿Estarás hambriento, chiquitín?
- Si tía.
Me ayudó a levantarme. Fui al baño a hacer un pis.
Estaba hambriento, realmente hambriento. En la cocina mi tía me había preparado un enorme tazón de leche con Cola Cao y me tenía preparado unos chochitos ricos.
No se asusten, los chochitos ricos, son un tipo de dulces típicos.
Descubriría aquellos primeros días, que mi tía era una aventajada repostera.
Los chochitos ricos, son típicos de Cantabria, son unas pastas redondas con un agujero en el centro, elaboradas a base de harina de trigo, huevos, mantequilla, grasa vegetal, azúcar y mermelada de frutas.
Mi tía había aprendido aquella receta y muchas más de su madre, mi abuela Pascuala, oriunda de Santander.
Después de desayunar, ayudé a mi tía con los animales, darles de comer, coger los huevos.
Trabajamos en la huerta quitando hierbas y cavando tomates, pepinos, pimientos.
Yo no lo sabía, pero la noche anterior había matado un pollo y lo prepararía en salsa con patatas cocidas a las finas hierbas. Estaba delicioso.
En casa, yo no echaba siesta, pues me dedicaba a leer tebeos, los que son de mi edad, conocen de aquellas joyas..., Roberto Alcázar y Pedrín, El capitán Trueno, El Jabato y el Guerrero del Antifaz...
Me había traído algunos tebeos y varios libros para leer que me habían recomendado en el colegio, pero no me daría tiempo a leer nada.
Obligatoriamente echábamos siesta todos los días, y no precisamente a dormir, aunque después de los orgasmos, si nos quedábamos un poco traspuesto los dos.
Si amigos, aquí echaba siesta todos los días, e inevitablemente sin saltarnos ni un sola día, hacíamos sexo.
Aquella primera siesta, mi tía volvió a comerme la polla esta vez de una forma muy especial.
Hasta ahora, se había merendado mi polla desde abajo, es decir o bien se ponía de rodillas entre mis piernas como la noche pasada, o bien de rodillas lateral como por la mañana.
Esta primera siesta, me dijo que la comería de una forma nueva.
- Esta siesta Héctor, vamos a aprender otra forma de jugar.
- Vale tía.
En estas tierras manchegas hace mucho calor en verano. Las gentes saben de tener las casas fresquitas, bajando todas las persianas y dejando entreabiertas las ventanas que no dan al sol. Para los casos de emergencia, mi tía tenía de todas formas un pequeño ventilador que puso en la cómoda apuntando hacia nosotros.
Me desnudó. Se desnudó, despacio, como recreándose. Se abrió la bata gris de lunares negros desabotonando los botones uno a uno. Ya solo le quedaban, las bragas y el sujetador. Se quitó este último, dejando salir y descolgarse algo, aquellos enormes bellos y lujuriosos pechos coronados con aquellos soberbios pezones oscuros que ya estaban endurecidos. Por ultimo bajó sus bragas de algodón blanco dejando ver primero aquella jamonada preciosa y al volverse aquella enorme mata de pelo.
Mi polla ya estaba contenta otra vez. Solo de ver el cuerpo desnudo de mi tía, me excitaba de nuevo ostensiblemente.
- Mi niño..., que bien se te pone tu cosita... (Sonreía lascivamente, mientras miraba mi ilustre polla que habría de ser de ella de nuevo, aquella siesta).
Me hizo tenderme con la cabeza en los pies de la cama. Ella al contrario.
Empezó muy despacio dándome besos en mi polla, en mí ya brillante glande, para empezar con su lengua juguetona a lamer poco a poco todo mi largo pene.
Al principio había cerrado mis ojos, me lo había pedido ella. Los mantuve así mientras comenzaba a lamerme de aquella manera tan lasciva.
Cuando abrí los ojos, vi por primera vez desde tan cerca su coño, junto a su vientre regordete y en el centro aquel ombligo entrañable, que días después lamería con glotonería.
Miré aquel agujero durante unos minutos, para inmediatamente echar para atrás mi cabeza y otear lo que más me interesaba.
Era enorme aquel coño de pelo rizado que casi ocupaba toda mi cabeza. Lo tenía apenas a unos centímetros de mi boca.
Conforme ella iba comiéndome la polla emitía unos sonidos ahogados de placer.
- Ugmmm... Mhgmmm... Yghmmm...
Eran unos sonidos raros, que obviamente hacia guturalmente con mi polla comprimida en su boca.
Mientras disfrutaba sin duda, arqueaba su espalda y caderas. Yo veía aproximarse aquella enorme mata de pelo rizado hacia mi cara y boca.
Recuerdo que solo pensaba que podría asfixiarme si se le ocurría apoyarse totalmente.
En todo caso, el olor me empezaba a embriagar. Un olor especial, que junto al calor, me hacía desear tenerlo más cerca, pero sin asfixiarme.
Pasado un buen rato, pensó que estaría a punto de correrme y me pregunto:
- ¿Quieres correrte ya, mi tesoro?
- Si tía.
Llevaba minutos sintiendo aquel hormigueo tan peculiar dentro de mí, que me indicaba la proximidad de la salida de mi geiser calenturiento.
- Hoy lo vamos a hacer de otra manera. (Me dijo).
Se levantó de aquella posición, que parecía más un casi sesenta y nueve que otra cosa. Ella se tumbó en la cama boca arriba y me dijo que me pusiese encima de ella de rodillas entre sus piernas.
Pensé que me pediría alguna otra cosa, pero quizás, aún ella meditaba como ir enseñándome paulatinamente paso a paso todo sobre el sexo, especialmente lo de follar.
Cogió mi polla a la altura de su vientre bajo y coño. Empezó a meneármela despacio..., muy despacio, como a cámara lenta. Creo que quería disfrutar del espectáculo de ver mi leche salir a presión.
- Cuando vayas a correrte me dices, que quiero hacer una cosa.
- Vale tía.
Ella, dale que dale al manubrio con su mano derecha y con su mano izquierda tocándose su coño y gimiendo...
- Ahmmm... Ahmmm... Ahmmm.
Yo cerraba mis ojos, disfrutando de aquella soberbia paja que me estaba haciendo mi tía.
Nadie hasta ahora me había masturbado.
De vez en cuando abría mis ojos para mirarla y ver como aquellas enormes tetas cimbreaban por si solas con tan solo el movimiento de su mano haciéndome un suntuoso pajote.
A veces sacaba su mano izquierda del coño y se sobaba las tetas, una primero, otra después, poniendo cara de guarra viciosa.
Debí de gemir algo..., aunque no me di cuenta.
- Ugmmm...
Me pregunto:
- Te corres. ¿Verdad?
- Si.
- Suelta la leche, mi amor.
- Vale tía.
Mi leche comenzaba a salir...
Ella apuntó la manguera a su coño, bajando el ángulo, mientras seguía dándole despacio y se incorporaba un poco, seguramente, para verlo con detalle.
Mi leche salía expulsada inevitablemente a presión, aterrizaba en su vientre bajo y especialmente en aquella enorme mata de pelo.
Mis andanadas de leche caían y caían irremisiblemente.
Varios ríos de leche adornaban aquella tremenda cabellera púbica.
La viciosa de mi tía, después de observar todo aquel manjar de leche en su coño, llevó su mano derecha a él y se restregó morbosamente toda aquella leche debajo de su coño entre los labios que acerté a ver unos segundos.
Se estaba haciendo una soberbia paja, con mi leche.
- Guau... Ahmmm.... Puff....
Vi sus piernas temblar.
Aprecié como su vientre también temblaba.
- Que gusto, Héctor.
Me miraba con cara de puta ninfómana y se relamía los labios con su lengua.
Minutos después, su cara se normalizo.
- Duerme cariño un rato...
Dormimos un rato. Al menos una hora y media.
Serían más o menos las siete cuando nos levantamos de siesta.
Fuimos a refrescarnos a la ducha.
MI tía, me dio un repaso con tan solo agua caliente. Eso sí, mi polla recibió una adecuada limpieza por todo su ser. Mi tía diligentemente retiraba mi prepucio para limpiar mi glande por arriba y por abajo con el chorro de agua fresca.
No pude dejar de sentir placer y se me puso endurecida.
- Mírala, Héctor. Quiere más guerra. Esta noche le daremos guerra, cariño.
- Vale tía.
Fuimos a recolectar a la huerta unas hortalizas para la cena y meter las gallinas al corral.
Antes de cenar me preparó lo que sería habitual todas las noches, un batido de dos huevos crudos junto a aquel quinado brebaje sabroso que me daría fuerzas para afrontar cada uno de los ocasos nocturnos, en que durante horas habría de dar placer a mi cachonda tía y recibir enseñanzas únicas.
La noche llegaba y me temía que mi tía me tenía preparada alguna sorpresa más.
Nos acostamos bastante pronto, sin duda mi viciosa abusadora quería muchas horas para poder enseñarme nuevas prácticas de sexo, que aún desconocía.
¡Cuántas cosas aprendí aquel primer verano!
Cuando mi tía acostada, ya directamente desnudos como seria nuestra costumbre desde prácticamente la primera noche me preguntó, si quería aprender algo nuevo de juegos de mayores, y le dije que si..., no suponía realmente ni por asomo lo que aquella increíble noche aprendería.
Continuará...
PEPOTECR.