Mi tía viciosa, mi querida abusadora 04...
Mi tía Mariola es incansable aquella noche de viernes, aquella primera noche de sexo, que obviamente no sería la última. A partir de hoy, les pongo el título del capítulo, así van ustedes sabiendo de que trata...
INCREIBLES MAMADAS, A CUAL MAS INCREIBLE, Y UN FROTAMIENTO MUY ESPECIAL...
Como recordaran amigos lectores por el capítulo 03 de esta gran serie, no porque uno crea que es buena, sino larga..., mi tía me había preguntado, si ya tenía sueño.
Le había contestado que no. No estaba cansado, ni mucho menos.
En aquel despertador encima de la mesita, las manecillas verdes luminiscentes en aquella tórrida y caliente noche, marcaban la 1:35 AM.
Sin duda,mi tía tampoco tenía sueño y quería seguir jugando.
Aquella primera noche de sexo, todavía daría mucho de sí, aunque yo ni me lo imaginaba aún.
Puedo decirles que más o menos a las cinco de la mañana, gracias al cansancio acumulado de mi polla, gracias a sus agradables esfuerzos sacando leche sin parar, finalmente me dormiría sin poder ser mudo testigo de los últimos avatares de mi viciosa tía Mariola.
Volvamos al momento preciso.
Después de aquel nuevo beso de agradecimiento con sabor a leche, mi tía volvió a la posición que más le agradaba, recostada a mi lado.
Volvieron los besos en mi boca y sus caricias por todo mi cuerpo, incluida mi polla que aún seguía enormemente excitada, a pesar de haberse corrido dos veces, una después de la ducha y otra mediante aquella sublime mamada que me acababa de hacer mi viciosa tía Mariola, y que les he relatado en el capítulo anterior.
Imagínense. Allí me tienen todos ustedes recibiendo agasajos carnales por parte de aquella súper mujer.
Mi tía, sin ningún género de dudas, estaba muy caliente.
En su mente, mi llegada a su casa aquel verano, era la solución a su problema.
La ducha previa había sido una especie de prueba, y al acostarme con ella, sin poner objeciones, tal como los acontecimientos se habían desarrollado con aquella insigne súper mamada, ella había descubierto en mí, seguramente el mejor medio para satisfacer sus necesidades sexuales.
Llevaba viuda más de cinco años. Sin duda su sexualidad se había resentido y casi con toda seguridad, hasta ahora solo se habría masturbado.
Estas elucubraciones las comento ahora, fruto de mis reflexiones posteriores. En aquel entonces yo todo lo veía como si de una película se tratase.
La muerte de mi tío, había destrozado el ritmo fogoso de aquellos amantes, especialmente de mi tía, de la que sabría muchos detalles noche a noche, cuando fue liberando su presión sexual conmigo y su lengua se aflojó.
En mi inocencia, pensaba que del mismo modo que yo me hacía pajas todas las noches, incluso a veces dos, mi tía Mariola utilizaría su mano para frotarse su sexo y así obtener placer. Sin duda mi falta de experiencia, no podía atribuir a mi imaginación más opciones de auto sexo.
Los españoles por entonces, estábamos verdes del todo, en cuanto a imágenes de desnudos, y menos a ver con detalle su sexo íntimo.
A propósito de verde, al año siguiente, se estrenaría una película: “Lo verde empieza en los Pirineos”, una película que empezaba a sacar planos eróticos y sensuales, en aquella ocasión con Nadiuska, que no se desnudaría hasta 1975.
Esta noche no le tocaría el sexo a mi viciosa tía, aunque..., su sexo, si me tocó a mí.
En aquel 1972, en España todos estábamos al margen de escenas de sexo, tanto en la televisión como en las revistas. Estaban prohibidos los desnudos.
Les recuerdo, amigos, que por entonces, el dictador Franco aún vivía. Las pocas revistas en donde podían verse mujeres desnudas o incluso algo de pornografía se obtenían de contrabando.
Fue aquel 1.972, un año especial para muchas cosas, incluso para Mariano Haro, nuestro más famoso atleta de por entonces en aquellas modalidades de cross, fondo y medio fondo, que llegaría a quedar cuarto en los juegos olímpicos de Múnich, que se desarrollarían aquel mismo verano, entre los meses de agosto y septiembre.
Para el sexo, aquel 1.972, fue también un año muy especial, ya que fue el año de la filmación de la película: “El último tango en Paris”, que los españoles empezarían a ver en Biarritz y Perpiñán, cruzando la frontera francesa, a partir de 1.973.
Volvamos a mi abusadora.
¡Bendita abusadora!
Los minutos pasaban y la boca de mi tía estaba cada vez más ardiente.
Los ahogados gemidos de placer eran notables y numerosos.
Podía apreciar que su mano izquierda se mantenía a veces refugiada en su sexo. Sus muslos cerrados y comprimiendo sus caderas.
Al parecer, volvió a tener ganas de devorar mi polla. Se incorporó y posicionándose de nuevo en aquella bendita postura, volvía a dar rienda suelta a su boca y lengua.
De vez en cuando, me hablaba...
- ¿Héctor, te gusta verdad?
- Si tía.
- ¿Quieres que siga?
- Vale.
- ¿Te volverás a correr?
- Si tía.
No ponerle objeciones a su mamada, le daba alas sin duda.
Como ya les había dicho, nadie me había comido la polla hasta entonces y me estaba resultado absolutamente fascinante.
Al ser la segunda vez que mi tía Mariola disfrutaba de mi polla con su preciosa y caliente boca, me iba percatando de detalles al respecto.
Tenía mi tía una destreza innata en aquello de comer pollas.
Su ritmo y procedimiento eran esmerados.
A veces cerraba mis ojos para disfrutarlo más, pero volvía a abrirlos al pensar que me estaba perdiendo aquellas imágenes sensuales que aún a día de hoy se albergan en mi mente.
Los minutos pasaban y la presión hidráulica de mi interior también.
Empezaba a sentir aquel cosquilleo que me llevaría de nuevo al culmen del placer.
Ella seguía diligente mamando mi polla, subiendo y bajando su boca prodigiosa.
No podía aguantar más y exploté.
Mi leche volvía a salir a chorros, algo menos intensa que la corrida anterior, pero aún muy importante.
- Ummm... Ummm... Ummm...
No podía reprimirme los gemidos de placer que me salían. Eran gemidos tiernos de adolescente, pero gemidos.
Aquello debió de estimular mucho más a mi viciosa abusadora, pues además de tragar todos mis fluidos sin pestañear..., cuyo sonido peculiar se apreciaba en la silenciosa habitación, con esos típicos sonidos de deglución, como todos ustedes saben, los alternaba con otros:
- Glup... Glup... Glup...
- Rass... Rass... Rass...
- Glup... Glup... Glup...
- Rass... Rass... Rass...
Ese nuevo sonido, al prestar atención descubrí que provenía de su sexo, del roce impetuoso de su mano izquierda frotando rítmicamente su felpudo negro, que también terminaba haciendo un suave sonido amas o menos acuático:
- Chup... Chup... Chup...
En aquel instante no lo sabía con absoluta certeza, lo descubriría la noche siguiente.
Eran sus fluidos vaginales, que al roce con sus dedos, lanzaban aquel peculiar chapoteo, mientras se corría al mismo tiempo que yo.
Bueno, creo que se corría mucho más que yo, a juzgar por los sonidos. Mi tía descubriría bastante después que era una soberbia e increíble multiorgásmica.
Aquella segunda profesional mamada, había excitado incluso más a mi tía que a mí mismo.
Después de un ligero descanso, posicionada sobre mi pecho, mi caliente tía me besaba nuevamente agradecida, mientras decía:
- Héctor, gracias por consolar a tu tía. Estaba sola y triste. Tú me has devuelto la alegría.
- De nada, tía.
- Mañana te hare una comida especial.
- Vale.
Después de un rato de sosiego, las intrépidas manos de mi golosa tía, volvían a sus quehaceres. La derecha manejando mi tercera erección en el lecho y la izquierda, minuciosamente auscultando su coño.
Cuando lo creyó preciso, volvió a hacer de amazona oral, anclando su boca en mi juvenil pero cachonda polla.
Tardé algo más en sentir el suave sentimiento de aquel hormigueo que nacía en mis profundidades sexuales, que simbióticamente a un cosquilleo en mi bajo vientre, mi hacia explotar de nuevo en la boca de mi entretenida y mamona tía.
Años después, al recordar aquella primera anoche, pensaría que mi tía Mariola era una autentica viciosa y profesional del sexo oral.
Mi leche rebotaba de nuevo entre el paladar y la lengua de mi bocona tía.
Ella la disfrutaba nuevamente y aunque no era tan ostensible como la segunda, también los rechupeteos, rompían el silencio de aquella noche veraniega en aquel maravilloso pueblo albaceteño, de nombre tan salado, Salobre.
Aquella tercera y última mamada había sido el epilogo de una noche épica y glamorosa. Una noche inolvidable para ambos, aunque especialmente para este novato que había sido desvirgado oralmente por tres veces consecutivas a cual mejor, en aquel enorme catre sexual.
Aquella tercera y última mamada me había dejado absolutamente satisfecho, vencido y hecho un guiñapo, aunque agradecido.
Entre el viaje y lo que no era el viaje, mi joven cuerpo, ávido siempre de querer sacar leche para dormir mejor, hoy después de cuatro salidas lecheras estaba absolutamente exhausto.
Mi tía me besó de nuevo con un agradecido beso, que incluso dejo caer un finito hilachón de saliva caliente y sabrosa, de color blanquecino, que tragué agradecido.
Se acomodó en mi pecho. Me acaricio tiernamente mi oreja.
Yo ya no podía dar más de sí, lo reconozco.
Cambio de postura y bajóhacia mi vientre, aunque ladeada en esta ocasión.
Besaba mi polla, ya fláccida.
Lamia mis tiernos y ahuecados huevos, mientras su coño húmedo y caliente frotaba mi muslo.
Era aquella, una sensación nueva para mí, y también me encantaba.
La muy viciosa aún tenía ganas de correrse, y a modo de tijereta, metió su pierna izquierda bajo las mías, asió con su otra pierna las mismas, haciéndome como una llave.
Mis ojos se cerraban, mientras ella compulsivamente frotaba su coño viscoso en mi muslo comprimido.
Mientras me dormía, ella volvía a correrse...
- Ahmmm... Ahmmm... Ahmmm...
Rendido por fin me dormí.
Solo recuerdo, mientras mis ojos se vencían, que mi tía aún, seguía frotando su coño contra mis piernas, jadeando irremediable y ostensiblemente.
Volvía a correrse una y otra vez:
- Ahmmm... Ahmmm... Ahmmm...
- Ahmmm... Ahmmm... Ahmmm,...
...
Cuando desperté inesperadamente la mañana del sábado, era bastante tarde. No podía creer lo que mi tía me estaba haciendo de comer.
La casa olía a comida casera de primera. Los aromas me llegaban hasta las fosas nasales.
El reloj despertador de la mesita me indicaba que eran más de las doce del mediodía.
Estaba hambriento, pero no podía levantarme aún.
La posición y la boca de mi tía lo impedían.
Mi tía se afanaba nuevamente en mi polla.
En esta ocasión no estaba desnuda, seguramente se había levantado hacia buen rato y había decidido despertarme de la mejor manera posible.
Estaba de rodillas subida a la cama, con su cabeza agachada sobre mi polla, mamándola de nuevo.
Mi polla como un resorte y con fuerzas renacidas gracias al nuevo día y al descanso, allí estaba impertérrita haciendo las delicias de mi viciosa tía.
Estaba hambriento..., pero no tuve más opción que dar primero de desayunar a mi tía..., ofreciéndole mi primera leche calentita de la mañana.
Continuará...
PEPOTECR.