Mi tía viciosa, mi querida abusadora 03...

Sigue la historia..., hoy besos, caricias y mamada de polla para empezar mi adiestramiento en el abuso de mi caliente y viciosa tía Mariola...

Como recordaran en el episodio anterior, aquella primera noche de mi estancia en la casa de mi tía, después de aquella ducha tan especial, me había pedido que durmiese con ella, con aquella excusa de que dormía mal desde la muerte de su marido.

No lo vi extraño. En ocasiones en que mi padre no estaba en casa por su trabajo fuera de Albacete, dormía con mi madre, Aunque de eso hacía varios años.

Me cogió de la mano y me llevó a su dormitorio.

Era una habitación muy grande con paredes blancas. Una cama enorme con cabecero de metal, con la perilla de luz entrelazada entre los barrotes a la altura de la cabeza, un crucifijo de madera en lo alto, dos mesitas de madera con sendas lamparitas, una a cada lado de la cama, un enorme armario de cuatro puertas con llaves en todas ellas, en la pared de enfrente, una butaca baja, como de terciopelo, a la derecha y una cómoda con espejo redondeado rematado en madera a juego con las mesitas, con adornos antiquísimos en su encimera, un cepillo del pelo, un frasco de colonia con un trozo de cordón terminado en pera, mas varias fotos, una de ella cuando era niña, la foto con su marido y otra con sus padres, mis abuelos.

Retiró la colcha, bajándola hacia los pies de aquel lecho en el que sería desvirgado de sexo oral, aunque no lo sabía entonces.

Ella dormía al lado derecho de la cama y me dijo que me acostase a su izquierda.

Di  la vuelta entera a la cama, me subí y me acosté.

-          ¿Tienes sueño, Héctor?

-          Si tía.

-          Ha sido un día muy ajetreado. ¿Verdad Héctor?

-          Si tía.

Una vez acostados, yo con mi pijama de verano con mangas y pantalones cortos de color azul y rallas, ella con un viso de raso color rosita claro que traslucía unas bragas blancas, y sus enormes pechos.

Llamábamos por entonces, viso,  a una prenda que realmente era un camisón, algo así como un picardías actual, pero sin esos colores llamativos, ni terminaciones fruncidas, ni adornos. Eran entonces más serios. Su función, era, no dar calor a aquellas mujeres, que estuviesen bien fresquitas.

La ventana del dormitorio daba a la calle y aunque tenía unas elementales cortinas, la luz de la luna permitía ver todo tipo de detalles una vez que los ojos se adaptaban a la oscuridad.

Había apagado la luz, pulsando la perilla.

-          Buenas noches, Héctor.

-          Buenas noches, tía.

Notaba su respiración algo agitada, pero no le di demasiada importancia. Suspiraba profundamente, a veces de manera más lenta y otras de manera más rápida, pero en todo caso, sin hacer demasiado estruendo.

Empezó a dar vueltas y vueltas.

Yo tampoco dormía. En mi cabeza seguían revoloteando las escenas de la ducha y estaba excitado. Mi polla incluso endureciéndose por momentos.

-          ¿No duermes tampoco, Héctor?

-          No tía.

-          ¿Te importaría que te abrazase? Quizás así durmamos mejor.

-          No tía.

Se arrimó a mí. Acomodó su cabeza junto a la mía. Su mano derecha aterrizo en mi pecho.

Suspiraba.

-          Cuando tu tío vivía, siempre dormíamos abrazados.

-          Nos gustaba acariciarnos y besarnos hasta que nos dormíamos.

-          A veces estábamos varias horas hablando y contándonos cosas, recordando cosas de nuestra noviez. Tu tío era muy romántico y detallista...

Ella hablaba sola, contándome aquellos recuerdos, mientras que su mano derecha comenzaba a activarse...

Empezó poco a poco, a acariciar mi cuello, mi cara, mi oreja izquierda, con sus juguetones dedos.

Me acariciaba despacio, con ternura.

Luego mi nariz, mis ojos, mi frente.

Jugaba con mi flequillo con sus dedos.

-          ¿Te molesto, Héctor?

-          No tía.

-          ¿Te gusta?

-          Si tía.

Supuse que como mucho me tocaría en mi polla, pero nada más. Era inocente, pero sabía sumar dos y dos. El juego de la bañera había sido mucho más que un enjabonamiento normal. Aunque les juro, que no creía que ocurriese mucho más.

Dejó de acariciarme, para coger mi mano izquierda y llevarla a sus pechos.

-          ¿Te importaría acariciarme mis pechos? Tu tío lo hacía muy bien.

Mi torpe mano empezó a auscultar aquella primera teta, su izquierda. Era enorme. Mi mano infantil tardaba mucho en recorrerla. Tropecé con aquel enervado y endurecido pezón.

Ella siguió acariciándome de cintura para arriba.

Suspiraba cada vez más.

-          ¿Hace mucho calor, verdad, Héctor?

-          Si tía.

-          Mejor nos desnudamos para estar fresquitos. ¿Quieres?

-          Vale, tía.

-          No te dé vergüenza. Somos familia.

En aquellas noches veraniegas manchegas es natural dormir con poca o ninguna ropa. No me pareció extraño que me lo pidiese, realmente hacía mucho calor, aunque quizás, a ello, ayudaba la excitación que ambos empezábamos a sentir.

Ella se incorporó en la cama, se quitó su camisón, que prácticamente tenía en la cintura por el movimiento cuando al principio dió muchas vueltas, y levantando su culo un poco, se quitó las bragas, dejando caer todo al suelo.

Como vio que yo aún no me animaba, se atrevió sin decirme nada a desnudarme... Primero mi camiseta y luego mi pantaloncito del pijama. Me dejé hacer. Notó como aquella bajada era dificultada un poco por el endurecimiento de mi joven polla, pero endurecida al fin y al cabo.

No me dijo nada al respecto.

Paró un segundo, pero finalmente me bajó mis calzoncillos, así denominábamos entonces a los slip o bóxer actuales.

Una vez ambos desnudos, volvió a las caricias y de nuevo, llevó mi mano izquierda a sus pechos.

-          Acaríciame, Héctor. Quizás así, nos entré sueño.

A modo de enseñanza, ella me empezaba a acariciar todo mi pecho, cuello, cara... Como queriendo que la imitase.

-          Tú haz lo mismo.

-          Vale.

Mi mano empezó tímidamente a reconocer sus pechos, su vientre, su cara, su cuello...

-          Que bien lo haces, Héctor. Me acuerdo mucho de tu tío.

Se ladeo hacia mí, poniéndome las tetas entre mi cara y pecho.

-          ¿Sabes, Héctor? Tu tío y yo nos besábamos mucho.

Empezó a besarme la cara.

Sus labios estaban calientes.

Olía muy bien.

Sentí necesidad de cerrar los ojos.

Notaba sus besos, a veces más secos y a veces más húmedos. Seguramente los mojaba con su lengua húmeda de vez en cuando.

Me imaginaba aquella juguetona lengua húmeda y caliente, mojando aquellos dos enormes labios sonrosados.

Me besaba la cara, la nariz, los parpados, la frente, con pausada tranquilidad.

Yo notaba su excitación, por su respiración a veces alterada y entrecortada.

Después de unos segundos sin hacer nada, aunque yo la sentía muy cerca de mí, notando incluso su aliento pegado a mi cara..., me beso en los labios.

-          Un beso de agradecimiento de tu tía, por ser así de bueno conmigo, y portarte tan bien...

Jamás había besado a ninguna mujer. En alguna ocasión alguna prima o vecina en un saludo normal besándonos las mejillas, por error parte de nuestros labios se habían cruzado. No había sentido jamás nada especial.

En esta ocasión aquel tremendo beso de mi tía había sido realmente novedoso para mí.

-          ¿Te gustó, Héctor?

-          Si tía.

-          ¿Quieres que siga?

-          Vale.

Mientras seguía besándome y rozando su lengua entre mis labios, bajó su mano hacia mi entrepierna.

Mi polla estaba prácticamente vertical como el mástil de una bandera.

-          Yaya. Es normal es tu edad. No te preocupes. Te haré dormir con mis caricias y besos...

No me diría mucho más.

Mi tía empezó a hacerme un cortejo piel a piel. Rozaba sus pechos contra mi torso. Me besaba. No dejaba de rozarse arriba y abajo y especialmente, su mano asió mi polla y empezó a meneármela muy despacio... Arriba, abajo..., Con absoluta parsimonia. Con encantadora parsimonia. Con sensual parsimonia.

Se incorporó al rato, cambio de postura y bajó a media cama.

Se posicionó encima de mi centro neurálgico...

Con sus manos abrió mis piernas.

Se acomodó como sigilosamente

Su mano derecha cogió la base de mi polla con extremada delicadeza y ternura. Noté como su boca abierta atrapaba mi glande como si fuese a cámara lenta.

Noté el calor de su boca, noté el juego de su lengua.

Aquello, simplemente...,  me encantaba.

Sus pechos rozaban mis muslos.

Su pelo me acariciaba mi vientre.

Comenzaba la rítmica simbiosis de su boca en mi polla, que no dudaba en agradecer aquellas caricias.

El gusto que me daba, era enorme. Era único. Era indescriptible.

Si no me hubiese hecho aquella paja después de la ducha, me hubiese corrido sin dudarlo en aquellos primeros momentos de aquella soberbia mamada.

Mi tía seguía y seguía.

Mis tímidas manos buscaban sus tetas, abajo entre mis muslos. Necesitaba tocarlas. La sensación de placer en mi polla por su espléndida mamada, me hacía necesitar tocar a mi tía, especialmente aquellas enormes tetas que me habían hipnotizado en la ducha.

Entendería que quería comérmelas. No lo había pensado así.

Dejó de mamarme la polla, subió a besarme la boca y ponerme sus pechos a la altura de mi cara y hambrienta apertura oral.

Entendí que no podía remediarlo y metí mi novata boca en el primer pezón que me encontré a la altura de mi boca.

Mamé.

Lamí.

Suspiró.

Me puso la otra teta en la boca. Volví a mamar. Volví a lamer aquel enorme pezón rugoso, estriado y duro.

Mi lengua jugaba con aquellas enormes tetas. El pecho que no podía atender con la boca, lo tanteaba y acariciaba con mi mano.

Notaba mi polla abandonada. Mi tía lo intuyó. Volvió a bajar a seguir mamándome...

Estaba en la gloria salobreña. Estaba en el paraíso terrenal manchego.

Su boca bajaba y subía.

Notaba aquel calor fascinante en mi polla.

El ardor caliente empezaba a impulsar mis fluidos internos poco a poco hacia el exterior.

Noté la sensación.

Sabia de aquella sensación instintiva y gratificante...

En una de aquellas bajadas glamorosas de su boca húmeda repasando con su ávida lengua mi glande, no pude resistirlo...

Mi leche empezó a salir de golpe..., de un soberbio golpe seco. Noté aquel primer golpetazo  de leche. Seguramente aterrizo en el paladar superior de la boca de mi tía.

A aquel primer lanzamiento de semen, seguirían varios más.

Instintivamente ella, había apretado su boca contra mi polla, al sentir el primer lanzamiento.

Empezó a succionar.

Noté como empezaba a tragar despacio, muy despacio..., como saboreando todo mi néctar caliente, aunque tierno y juvenil.

Mi polla estaba en autentico éxtasis...

Después de varios golpes de leche.

Después de que mi tía tragase hasta la última gota.

Después de haber disfrutado como nunca en mi corta vida, mi tía sacó muy despacio su boca de mi polla y subió a besarme en un tierno beso agradecido.

Su boca sabía a  mi leche.

Su olor me embriagaba.

Ella parecía querer más. Yo también.

Estaba alucinando.

Después de unos minutos de un beso larguísimo, caliente y sensual, mientras su mano no dejaba de tocar, mí aún, endurecida polla, me preguntó:

-          ¿Te gusto? ¿Disfrutaste?

-          Si.

-          Si aún no tienes sueño, podemos seguir jugando...

-          Vale.

La noche no había terminado, ni mucho menos...

Continuará.

PEPOTECR.