Mi tía me sedujo
Mi tía me sedujo...
Esta historia me la contó un amigo bastante cercano… Le pregunté si lo podía publicar y dado que no me ha sucedido nada digno de mención, fuera de los relatos ya publicados y algunos en los que trabajo… pues me he dado a la tarea de escribirlo, aun sabiendo que no es tan perverso como muchos quisieran, creo que es una historia digna de contarse, ya que si hay deseo y algo más, no importa nada… ni que sean familiares… Sin más la historia contada en primera persona por… digamos… Mario
Siempre había sido un tipo bastante mujeriego. Mujeres por aquí, mujeres por allá… En ocasiones me decían que tenía corazón de condominio, pero he de reconocer que quizá mi corazón sea el de una ciudad… con un pedazo para cada mujer… y aún no ha llegado aquella que logre ocupar la ciudad entera… pensé que la había encontrado, pero no fue así, aunque esa es otra historia…
La situación económica de mi familia siempre ha sido buena y sin ser ricos, gozábamos de una buena vida. Ni muy muy, ni tan tan, como dirían por ahí. Todo fue a raíz de que mi abuelo compró un edificio de departamentos y cuando murió, heredó a mi padre y a mis tíos dicha adquisición. Nada muy grande, sólo cuatro pisos y algunos departamentos. Mi padre tiene 4 hermanos: Javier el mayor; después Francisco, mi padre; María, la tercera; Ignacio, el cuarto; Rolando, el quinto y por último Ana, la menor.
Todos heredaron 2 departamentos, y le dejaron 2 a mi abuela que todavía vive. Mi padre, mi tía Maria y mi tía Ana decidieron ocupar uno de los departamentos para vivir ahí y rentar el otro. Mis demás tíos rentaron los dos. Todo iba bien. Teníamos a la familia cerca y eso me daba cierta seguridad, además de que crecí con mis primos cerca y siempre jugamos.
Actualmente tengo 27 años y lo que cuento a continuación me sucedió hace algunos años; fue algo que no esperaba y que agradezco que siga sucediendo. No es por presumir, pero mi familia ha gozado de buenos genes, es decir, la mayoría somos atractivos, nada del otro mundo, pero si somos guapos. La más bella de mis tías cercanas es mi tía Ana, que de hecho, le apodan “la muñe” porque parece una autentica muñeca. 35 años, una figura muy esbelta, pechos muy pequeños, pero una cadera y un trasero que harían pensar cosas impuras incluso al más casto; aunque su característica más notable, al menos para mí, es que sus mejillas están siempre rozadas. Cabello liso que le llega a poco más abajo que los hombros, ojos color miel y una voz de ángel. Además tiene la personalidad más tierna que una mujer podría gozar; siempre amable, muy tranquila y a cada instante tiene una sonrisa que ofrecer aún en momentos tristes.
Ella se casó muy joven porque quedó embarazada de uno de mis primos, que es 3 años más chico que yo. Su esposo se llama David y es químico. Sé que trabaja en una compañía farmacéutica y es por eso que pasa mucho tiempo fuera de casa. Ella se dedicaba al hogar, a su hijo y sus alumnos, ya que es maestra de primaria y da el 3er grado.
Todo comenzó en una noche de sábado. Había decidido quedarme a disfrutar de una buena noche de películas, ya que no habían surgido planes con los amigos ni con los primos. Cada quien salió con su novia y yo tenía poco de terminar con la mía.
Resulta que una de las mejores amigas de mi tía tiene una hija muy linda y cuando mi primo y ella se conocieron, no tardaron en hacerse pareja y al parecer están muy enamorados. Ya van para casi 2 años juntos y dado que las dos familias son bastante unidas por la amistad de las madres, nunca ha surgido un problema. Llovía en sobremanera en la Ciudad de México y dado que el esposo de mi tía se había llevado su carro, mi tía subió a mi departamento a pedirme que la llevara para recoger a mi primo de casa de su amiga, porque se había quedado sin dinero y llovía a raudales.
Acepté sin más, ya que no tenía nada más importante que hacer. Ya de camino hacia la casa de su amiga platicamos como siempre lo hicimos. Nos pusimos al día y me preguntó cosas triviales, aunque, recapitulando, se interesó mucho en el tema de mi reciente ruptura amorosa.
- ¿Y cómo vas con Angélica? – me preguntó
- Uy tía, ya tiene como dos meses que terminamos – respondí
- ¿Cómo? Si ya llevaban un año, ¿no?
- Si, ya era un rato, pero pues… - dejé el comentario al aire, pues no quería hablar del tema
- ¿Y porque terminaron? – indagó - ¿Ya no se llevaban bien?
- Pues, a veces, pero ya era casi siempre estar en peleas y decidí dejarla… - respondí sin muchas ganas
- ¿Y por qué se peleaban? Según yo siempre se llevaron de maravilla – volvió a preguntar
- Pues no sé, simplemente así fue… - traté de sentenciar el tema
La conversación siguió como por 10 minutos más. Atorados en el trafico propio de la Ciudad de México, continuamos la plática y tan natural como siempre. Con ella siempre había tenido mucha confianza y, dado el hecho de que era relativamente joven, existía más empatía. Yo desvié la conversación a otras cosas, pero después de un silencio en el que rememoraba los buenos momentos con mi ex, me soltó una pregunta.
- ¿Y la extrañas? – me dijo sin más
- Pues… La verdad si – dije distraído y aun recordando algunas cosas – Bueno, no tanto, pero si algunas cosas…
- ¿Qué cosas? – indagó una vez más
- Los besos, las salidas, los buenos momentos juntos – contesté distraídamente y sin pensarlo solté algo que no debí, pero que, analizando, sería el detonante para la situación que vivimos – pero lo que más extraño es el sex…
Nuestra familia siempre había tenido una mente muy cerrada. Creo que a excepción de mis padres, que son un poco más abiertos (sólo un poco), toda mi familia es muy anticuada en cuanto a esos temas. Digamos que todos los temas en relación al sexo, el albur y las groserías eran tabú y jamás se hablaba abiertamente de eso. Incluso se evitaba. Quizá fuera porque mi abuelo y mi abuela crecieron en provincia (Oaxaca para ser exacto) y en algunos lugares se mantiene una mentalidad muy antigua. Y es por eso que me espanté cuando, sin querer, se me salió esa información en una conversación con mi tía.
Detuve mi frase a la mitad, pero era implícito que hablaba sobre sexo. Le había dicho a mi tía que extrañaba el sexo con mi ex – novia y, debido a lo anterior, me sentí apenado. Pero es que como no lo iba a extrañar. Angie era insaciable. Siempre fue muy perversa y abierta a probar todo. Jamás me negó nada. Era una máquina sexual y probamos casi de todo. Nos disfrazamos, veíamos porno juntos y recreábamos algunas películas. Cuando se la metí por el culo, ni siquiera protestó, incluso me dijo: “métela por donde quieras, pero métela ya!”. Le encantaba que le diera nalgadas o golpes en las tetas; entre más fuerte mejor para ella. Me hacía unas mamadas de ensueño y le encantaba exhibirse. Nos metíamos mano cuando nos venía en gana, fuera el lugar que fuese, ya sea un parque, un centro comercial o caminando por la calle; incluso lo llegamos a hacer en una iglesia católica mientras se celebraba el bautizo de uno de sus sobrinos. En fin, mil y un cosas más. Extrañaba eso de Angie… era lo que más extrañaba…
Y cuando le dije a mi tía que extrañaba el sexo con mi ex, supuse que me iba a regañar o cambiar el tema, pero mi sorpresa fue tal al escuchar lo siguiente que, en lugar de cortarme, seguí la plática.
- Mario, no te cortes… sé que nosotros no hablamos mucho de eso, pero conmigo no hay problema. Entiendo, eres joven y es lo normal – me dijo en un tono tan comprensivo que se me estremeció el corazón – No hay nada de malo en tener sexo con tu novia.
- Yo sé, pero… perdona, cambiemos de tema… - alcancé a decir
- ¿Por qué? – me dijo indignada – No tiene nada de malo que hablemos de eso. Por si no lo habías notado, yo también soy joven
- Yo no digo que no lo seas, pero ya me estoy sintiendo un poco incómodo… - dije
- ¿Incómodo? ¿Por qué? – me dijo aun indignada y agregó - ¿Acaso no me tienes tanta confianza?
- La verdad no tía…
- Pero si siempre nos hemos llevado muy bien, ¿no? – me dijo volteándome a ver – Tú, de entre todos los sobrinos que tengo, es con el que mejor me llevo
- Yo sé y tú eres la tía que más quiero de todas y con la que me siento más a gusto, pero nosotros no hablamos de estos temas entre nosotros…
- Hay veces que yo no entiendo a mis hermanos, pero es comprensible por la educación que recibimos. Pero yo soy un poco diferente. Además los tiempos cambian… - dejo la frase al aire y se quedó callada observándome largo rato y al final dijo – Ya sé, para que veas que hay confianza yo te puedo contar alguna de mis… experiencias para que no te sientas raro y rompamos el hielo. ¿Te parece?
- … - no sabía que responder y mi cara debió de haber sido un mar de confusión y preocupación, pero no podía escapar de esa situación, pues estábamos atrapados en el tráfico de “Circuito Interior” y no parecía reducirse.
- Pues verás, yo no tengo mucha experiencia en esto del sexo – comenzó diciendo - La verdad es que no lo he hecho con muchos hombres. De hecho sólo lo he hecho con dos. Uno antes de tu tío David y con tu tío.
- Mmmmm – atiné a decir
- Mi primera vez fue en la escuela. Andaba con un tipo muy feo que se llamaba Jesús, pero era todo un estuche de monerías. Me hacía reír, era muy detallista… pero lo que más recuerdo es que tenía una verga de ensueño…
- !!!! – yo me quedé de piedra al escuchar a mi tía hablar con ese lenguaje y giré mi cabeza involuntariamente para verla y me extraño verla como recordaba aquello que me estaba contando con una sonrisa. De pronto me volteó a ver
- ¿Qué? ¿Piensas que tu tía no habla así? Si todo el mundo habla así, no más que son bien mojigatos. Si quieres hablar con groserías y eso, conmigo no te cortes. Sólo no lo hagas en frente de tus padres, tus tíos o tu abuela. – sentenció y continuó – Lo hicimos un día en su casa, porque no había nadie y los besos que nos dábamos eran cachondísimos… Era feo, pero sabía cómo tocar a una mujer…
- Creo que es demasiada información tía… - dije apenado…
- ¿Sigues con la pena? Si luego no tengo con quien hablar de estas cosas y que ahora puedo hacerlo contigo y te apenas… venga Mario, si se ve que tú si estas bastante recorridito…
- ¿Recorrido? – ahora el indignado era yo - ¿Cómo que recorrido?
- Jajajajaja… Si, parece que si has cogido bastante… - dijo y como observó que me ponía rojo y me quedaba callado agregó – Tranquilo… veo que si estas apenado y te incomodo un poco… si quieres cambiamos el tema, pero antes dos cosas: 1, si alguna vez necesitas hablar o necesitas algún consejo, sabes que estoy para ti. 2, respóndeme honestamente a la pregunta: ¿Era bueno el sexo con Angélica?
- Ok, gracias por la confianza tía. Sabes que también de mi parte, aquí andamos si algo pasa. Aunque no creo que necesites mucha ayuda de un joven… Y, en honor a ese “nuevo” nivel de confianza, pues, la neta sí. El sexo era genial. Simplemente perfecto. Me encantaba coger con Angie.
El viaje transcurrió en un intenso silencio, roto sólo en ocasiones por el rico jazz que sonaba en la radio. Recogimos a mi primo que bajo empapado y mojó toda mi camioneta. Fuera de la trivial platica que sosteníamos los tres de regreso, yo no me podía sacar de la cabeza la conversación que minutos antes había sostenido con mi tía… ¡Mi tía! Y sin pensarlo, mi mente se imaginaba a mi tía besándose apasionadamente con alguien, mientras era tocada por todo el cuerpo. Me imaginé a algún personaje aprisionando sus pequeños pechos y agarrando su hermoso trasero.
En esos pensamientos estaba cuando por fin regresamos al edificio donde morábamos. Yo vivía en el 2º piso y ellos en el primero. No hay elevadores, así que siempre hay que subir escaleras. Mi primo moría de ganas por ir al baño y debido al tráfico, tuvo que aguantar bastante, así que al llegar salió disparado al baño. Mi tía y yo nos quedamos atrás. Caminamos sin decir nada y a mí se me cayeron las llaves de la camioneta cuando subíamos por las escaleras debido a andar jugueteando con ellas, lo cual hizo que mi tía se adelantara un poco. Recogí las llaves y al levantar la mirada, inevitablemente mi atención se centró en las hermosas nalgas de mi tía que subía las escaleras.
No sé cómo demonios hacen las mujeres para saber todo, pero de alguna manera, lo hacen. Y así fue con mi tía, quien dedujo que le estaba mirando el trasero y volteó la mirada hacia mí. Yo aparté la mirada hacia otro lado y fingí demencia. Seguí subiendo con ella como si no hubiera pasado nada y según yo, no lo había notado. Nosotros siempre nos despedimos con un beso en la mejilla y un abrazo (costumbres familiares) y cuando lo hice, sostuvo un poco más el abrazo y me dijo al oído: “¿me estabas viendo el culo verdad cabrón?”
Yo me quedé de piedra. Si me había visto. No supe que decir ni que contestar. Estaba muy apenado, pero cuando pensé que me iba a echar bronca, me dijo: “está bien sobrinito. Yo sé que estoy buena. Me puedes ver las nalgas cuando quieras, no te cortes” y después se despegó de mí y me dio otro beso. Pero ese beso fue de esos que se dan muy cerca del labio, pero sin ser en los labios. Fue de esos besos que parecen inocentes pero que son con toda la intención. De esos besos que parece que fue un accidente que es casi en la boca, pero que en realidad va con ese propósito.
Me dio el beso, cerró la puerta de su departamento en mis narices y me dejó parado, con la cara al rojo vivo, un vacío en el estómago y un mar de confusión.
Jamás, hasta esa noche, había pensado mal en mi tía. Ni siquiera con ninguna de mis primas o mi hermana, que, la verdad, están de infarto. Son unas mujeres bastante solicitadas. Tampoco pensaba en mis otras tías, que también son bonitas y están bien conservadas. Pero, por alguna razón no me podía sacar de la cabeza a mi tía y esa nueva faceta que no conocía de ella. Y mi mente viajo tan rápido que esa misma noche me masturbé pensando en ella.
Y ahora, cada vez que la veía, la veía con otros ojos. La deseaba. La desnudaba con la mirada y a ella no parecía importarle. Al principio, cuando regresaba de la escuela, la veía colgando la ropa y me fijaba en sus pechos o en sus nalgas, pero ella me sorprendía y yo apartaba la mirada a lo que ella sólo sonreía. Poco después yo me armé de valor y ya no apartaba la mirada y me esforcé en hacerle saber que la observaba y que observaba su cuerpo. Y ella jamás me dijo nada, al contrario. Cuando salía a colgar la ropa la observaba, cuando nos cruzábamos clavaba mis ojos en sus pechos y ella solo sonreía. Hubo un día que regresó de su trabajo con bastantes papeles. Yo estaba hablando por teléfono en el barandal del edificio y la vi llegar. Venía vestida con un traje sastre muy sexy. Una falda pequeña (aunque no tanto) y una blusa blanca. Ella me vio, me saludó y al hacerlo, se le cayeron todos los papeles. Iba a correr a ayudarla cuando, con un descaro implícito, ella se agacha a recogerlos y me deja ver una pequeña parte de su culo.
No se agacho de la manera en que las mujeres lo hacen cuando llevan falda y se cuidan de no enseñar nada. Ella sólo se agachó. Se le levantó un poco la falda y me dejó ver que parte de su culo y su concha, sólo cubiertos por unas bragas negras… Ufff qué momento. Las mujeres saben cómo poner y excitar en sobremanera a un hombre. Cuando recogió los papeles, me volteó a ver y sonrió de manera dulce.
Y así transcurrieron alrededor de dos meses. Dos meses de miradas, de descaros y demás cosas. Y fue cuando mis padres me anunciaron que se irían una semana a Veracruz por cuestiones de trabajo de mi papá y mi madre lo acompañaría. Me enojé un poco porque no me contemplaron para el viaje, pero me resigné. Y por esas cosas del destino, mi primo se iría de viaje escolar a Zacatecas y mi tío, al igual que mi padre, por razones de trabajo pasaría una semana en Puebla. Mi hermana también aprovechó la situación y se fue con sus amigas a la playa.
No sé por qué me imaginé que algo iba a suceder entre mi tía y yo en el transcurso de esa semana. Y si, vaya que pasó algo. No sé si fue por casualidad, me mintió o fue planeado, pero yo anhelaba que pasara una situación que me permitiera tener sexo. Y mi tía se había convertido en mi nuevo objeto del deseo. Fuera de los remordimientos y dudas que existían en mí, por ser familia, la deseaba demasiado.
Y pasó el martes en la noche. Llovía a cantaros nuevamente. Mi tía fue a dejar a su esposo y cuando regresó, tocó a mi puerta. Jamás la vi tan atractiva como en esa noche lluviosa. Venía empapada y tiritando de frío. Me explicó que se le habían olvidado las llaves de su casa y que no podía entrar, que si podía pasar la noche en mi casa.
Viendo lo obvio en tal explicación, sonreí y la invité a pasar. Rápidamente fui por una toalla y la invité a cambiarse y ponerse una bata, ya que era lo único que podría quedarle bien, puesto que mi madre es un poco gorda y su ropa no le quedaría.
La acompañé hasta el baño, le tendí la toalla y fui al cuarto de mis padres para agarrar la bata de mi madre. Me sorprendí poco cuando vi la puerta del baño totalmente abierta y mi tía desnudándose. Me daba la espalda y se quitaba el sujetador y aprecié su espalda desnuda. Era simplemente bella. Su piel parecía tan suave. Se agachó para quitarse el pantalón de mezclilla y pude apreciar uno de sus pequeños pechos. Tenía un pezón inmenso. Al instante me dieron ganas de mamar esas pequeñas tetas. Cuando se quitó el pantalón me dejó ver su imponente culo, cubierto solo por una pequeña tanga café.
Fue en ese momento cuando ella miró hacia atrás y me descubrió observándola. “¿Te diviertes cabrón?” Me dijo mientras se incorporaba y se mostraba hacia mí. Sin pudor, sin pena, sin miedo. Con un deseo imperante en su mirada y en su sonrisa, me miró a los ojos. Yo inmediatamente vi sus pechos y la volví a mirar a los ojos. “Cabrona tú que me calientas” le dije. Cruzó sus brazos aun sonriendo y movió la cabeza en señal negativa. Ahí estaba yo, parado, viendo a mi tía semi desnuda y con una erección que no me molesté en ocultar. No sabía si tomar la iniciativa o esperar, así que hablé, de una manera sincera y grosera, pero era por mis nervios.
- ¿Por qué me dejas que te vea? – le pregunté
- Porque será… - me dijo bajando las manos
- Por puta… calentando a tu propio sobrino… - dije un tanto enojado… no sé porque…
- Jajajajaja… cabrón tú que te calientas con tu tía… - contestó sin importarle el insulto y seguía sonriendo. Después se volteó y comenzó a quitarse la tanga, mostrándome su culo nuevamente y agregó – ¿Te vas a quedar paradote viéndome o me vas a dar la bata?
Salí de mi ensimismamiento y caminé hacia ella decidido. Dejé a un lado los prejuicios y los remordimientos. Deje que mi entrepierna pensara y dominara mi ser. Me quité mi pants y el bóxer mientras caminaba dejándole ver mi verga. Ella se sorprendió y clavó sus ojos en ella. La traje hacia mí y le metí la lengua en la boca. Ella correspondió el beso e inmediatamente sentí una de sus manos en mi verga mientras que la otra me rodeaba el cuello. Yo sin dudar un instante me apoderé de sus nalgas.
Vaya que tenía un culazo. Terso, grande, duro y suave a la vez. La cargué mientras la seguía besando y a tumbos y tropezones la llevé hacia mi cuarto. La dejé caer en mi cama y me quité mi playera quedando totalmente desnudo ante ella. Abrió sus piernas mostrándome una vagina llena de pelos, pero visiblemente empapada. “¿Te vas a coger a tu tía?” me dijo sonriendo mientras se acomodaba mejor y yo con una sonrisa de oreja a oreja me dispuse a darle verga a esa mujer.
Mi instrumento entró con facilidad en su húmeda cueva y de inmediato comencé un frenético mete y saca. La besaba en el cuello y los hombros mientras escuchaba “Si Mario, dame duro” “Oh si, métemela toda mi amor” “Cógete a tu tía, dale verga, dale verga”.
A mí, me excitaba el lenguaje que usaba y más que me incitara a más. Me despegué de ella para verla bien. Me apoderé de sus pechos mientras seguía taladrando su concha. Los apreté fuerte mientras gemía y maldecía al por mayor. Inconscientemente le solté una cachetada en sus pequeñas tetas. Ella ni se inmutó y me sonrió. Se la saqué porque estaba por venirme y le dije que se pusiera a cuatro patas. No se lo dije dos veces y se la volví a meter. Ella seguía gimiendo y maldiciendo y por la excitación y por el momento, yo comencé a insultarla. No sé por qué lo hice, pero lo hice.
- ¿Te gusta mi verga puta? – le espeté
- Oh sí, me gusta tu verga amor – me contestaba
- ¿Te gusta que sea tu propio sobrino el que te coja?
- Cógeme cuando quieras sobrinito, que siempre te voy a recibir con las piernas abiertas
- Si serás puta… ¡Toma verga puta!
- Oh si mi amor, dame, dame… oh… aaaa… me encanta, dame más duro… ¡Duro!
Así seguimos alrededor de 15 minutos más, en los cuales ya no pude aguantar y le dije “me vengo tía, me vengo” y ella me contestó “riégame amor, vente dentro de mí, no la saques todavía… ohhh… ohhhhh siiiii… vente…”
Descargué dentro de ella y, me pareció, tuvo un orgasmo casi al mismo tiempo. Caímos rendidos sobre mi cama. Jadeando por el esfuerzo, pero visiblemente felices. Y justo después de eso tuvimos una plática sin tabúes.
- Que rico – dije jadeando
- Ya me hacía falta algo así – me dijo jadeando también y abrazándome – Gracias sobrino – y después me dio un beso tiernísimo en la boca
- Perdona que te insultara… - comencé a disculparme por llamarle puta, pero me interrumpió.
- Cálmate, si yo fui la primera que empezó con eso, puedes decirme lo que quieras. Puta, zorra, pendeja… me da igual… lo ataño a lo caliente del momento. Pero siempre y cuando ese vocabulario lo utilicemos sólo cuando cojamos…
- ¿Entonces lo que me dijiste… de que te cogiera cuando quisiera es neta? – ahora yo la interrumpía
- Pues claro… o al menos eso espero… ¿Qué no te gusto? ¿No te agradó cogerte a tu tía?
- Uy, que si no… pero… ¿Qué tú y mi tío no lo hacen o qué? – le pregunté
- Ese wey ya ni me pela. Se la pasa trabajando y cuando llega, ya llega cansado… No sé qué le pasa…
- Con todo respeto tía – dije cautelosamente – pero que pendejo. Teniendo semejante culo a su disposición… Que tonto… yo pensé que si lo hacían seguido…
- Es lo mismo que yo digo, pero no sé qué pasa… igual y me está engañando… no lo sé ni me importa, porque ahora la que lo engaña soy yo…
- Jajajajaja…
CONTINUARÁ…