Mi tía me sedujo 4 - Final

He aqui el final de la historia hasta donde sé...

Decir que su cara estaba roja, era poco. No gritó, no golpeó la pared, no hizo nada. Se quedó plantada con los puños apretados y la cara en una mueca de visible furia.

Yo no sabía qué hacer, pero, en retrospectiva, fue demasiado morboso. En ese momento, era lo último que pensaba… ahora que lo rememoro, puedo asegurar que fue de un morbo increíble.

-          Angélica – alcanzó a decir mi tía con la voz hecha un hilo – Vístete y haz el favor de salir de mi casa en este instante.

-          Si señora – contestó mi novia con la cabeza gacha y la cara roja de vergüenza

-          Mario, tu y yo vamos a hablar – sentenció mi tía

Momentos antes, mi sentimiento de triunfo al notar la reacción de celos de mi tía había sido tan placentero; sin embargo, al ver su dolor y algunas cosas más que no dilucidé, el alma se me vino a los pies. Me sentía como el mayor idiota del mundo y me arrepentí al instante de mis actos.

Angélica se puso rápidamente su ropa, aún con mi semen en sus tetas. Y pasó rápidamente al lado de mi tía para desaparecer tras el umbral de la puerta que había permanecido entreabierta. Mi tía, cerró la puerta, se volvió hacia mí y se acercó con paso decido.

Su golpe fue duro, pero no merecía menos. Mi mejilla ardía, mientras la escuchaba llorar. “Por lo menos súbete los pantalones cabrón”. Cuando lo hice, ella se sentó en la sala y esperó a que hiciera lo propio. No podía mirarla.

-          Eres un hijo de tu puta madre – me dijo con una voz que audiblemente contenía furia y dolor

-          Tía… - comencé a decir pero me interrumpió

-          Te callas pendejo, porque vas a escuchar muy bien lo que te voy a decir. Yo no pretendía enamorarme y mucho menos de ti. Te ofrecí mi cuerpo, te di mi corazón… incluso te di culo, que era virgen… y así es como me pagas – me soltó casi al borde del llanto – Que poca madre tienes Mario… que poca… y para acabarla de chingar, en mi casa… Me cae que… que pinches huevos cabrón…

-          ¡Si hice esto fue porque tú te alejaste de mí! – le grité llorando – Tú me obligaste a hacerlo. Tú me dejaste.

-           ¿Acaso no te basto yo? ¿Acaso ella es mejor que yo? ¿Qué no tienes tetas y nalgas aquí? – me contestó enojada, pero también con lágrimas en los ojos

-          Tu eres la que ya no quiere estar conmigo… - le dije enojado

-          Si serás pendejo… ¡Lárgate de aquí! – me dijo levantándose – ¡No te quiero volver a ver! – y mientras me levantaba para irme agregó sollozando– Eres un pendejo… A mí también me pesa la distancia. Y hoy quería darte una sorpresa. Quería traerte aquí y volver a estar juntos… trazar planes para vernos… Pero la cagaste Mario… la cagaste…

Si me sentía mal, aquello me tumbó. Salí por inercia y me encontré con Angie, quien estaba visiblemente preocupada. Le ofrecí llevarla a su casa y accedió de inmediato. No hablamos. No pasó nada. Yo tampoco quería hablar. Quizá aquella reconciliación tendría que esperar después de todo.

Cuando volví a mi casa, encontré a mi tía en el umbral de la puerta.

-          ¿Podemos hablar? – me dijo mi tía cuando me estacioné junto a ella, justo antes de entrar

-          Claro – apenas y respondí

Se subió en el asiento de copiloto y me sugirió dar marcha atrás y apartarnos de nuestros hogares por motivos de seguridad. La llevé a un parque un poco solo que queda cerca de nuestra casa (y que por su mal estado, casi nadie frecuenta). Transcurrimos todo el trayecto en silencio y cuando aparqué el coche comenzó a hablar en un tono tranquilo, pero serio.

-          Mario, lo que hiciste hoy… entiendo porque lo hiciste, pero estuvo muy mal – comenzó diciendo – En otras circunstancias, no habría pasado de un regaño, pero dado lo que hemos vivido…

-          Perdona tía, sé que me pase – dije con la cabeza gacha

-          Te pasaste como por tres calles – me dijo condescendiente – pero entiendo el porqué de tus acciones. Hasta cierto punto, yo te obligué y tengo cierta culpa en lo sucedido. Y lo que pasó no es nada malo. El error fue combinar los sentimientos que, presumo, compartimos.

-          Tía, de verdad, perdóname – declaré honesto

-          Mario, si lo que buscabas era darme celos, lo lograste. Estoy celosa y mucho. Ahora mismo estoy muy enojada y me hierve la sangre – contesto contrairada y con una mirada fulminante – y es por eso que quiero hacerte una pregunta: ¿Qué es lo que quieres?

-          ¿Qué es lo que quiero? – respondí preguntándole – no entiendo…

-          Mira, una puede pensar que lo que hiciste fue simplemente por desquite o para darme celos, pero dada la prontitud de tus acciones y la historia que tienes con ella, me pone a dudar si es algo más allá de un simple golpe bajo. ¿Me quieres a mí o la quieres a ella?

Aquella declaración me dejó atónito y confundido. En un primer pensamiento, instintivamente estuve a punto de responderle que la prefería a ella. Sin embargo, ella me había abandonado (aunque con razones válidas para dicha acción) y no sabía que es lo que iba a suceder si la escogía a ella. Por otro lado, con Angélica tenía una relación segura, confiable, excitante, plena y ambos nos queríamos… pero mi tía… era mi tía…

-          Antes de responder quisiera exponer mis razones. – comencé – Por muchas y otras cosas, te prefiero a ti. Pero me duele mucho que no estés. Me molesta estar escondiéndome para sólo rozar tus labios. Te veo diario, pero es como si no pudiera mirarte. Sé que pudimos encontrar una manera de que esto funcionara el tiempo que tendría que durar. Yo se que la cagué y no debí de hacer lo que hice hoy… pero si tan solo tú me hubieras dicho algo o hubiera recibido alguna señal de tus intenciones… de que todavía sentías algo… quizá… Y Angie… bueno, me conoces y viste lo que hicimos… es normal que quisiera regresar a tener algo estable en mi vida…

-          ¿Eso es lo que quieres Mario? ¿Algo estable? – me interrumpió

-          Si no te tengo a ti, ese es el mejor camino que puedo tomar – sentencié

-          Entonces… ¿si me quieres a mí? – me preguntó con una pequeña y muy leve sonrisa

-          Por su puesto tía – contesté rápidamente y añadí - ¿Me quieres tu a mi?

Su respuesta fue un beso. Un beso espectacular y, si no me equivoco, ese ha sido el mejor beso que he podido experimentar hasta ahora. Ella rompió el beso y me susurró un “te amo” con los ojos cerrados. “Yo también te amo, tía” le dije con voz audible y la atraje de nuevo para volverla a besar. Nos fundimos en demasiados besos y cuando me di cuenta, ella me cabalgaba en los asientos traseros de la camioneta.

Dado que estaba oscureciendo y los vidrios de la camioneta son polarizados, no tuvimos mayor problema fuera del movimiento que provocábamos.

Aquello significó mucho para mí y aunque fue una ración de sexo apasionante, casi caigo en el llanto por el hecho de haberla recuperado. Cuando ella se vino por última vez dejó de cabalgarme, pero yo aún no terminaba y gustosamente me ofreció un tratamiento oral y se tragó felizmente mi semen. Cuando terminamos, ella se recostó sobre mi pecho y  disfrutamos de unos minutos de silencio. Poco después, me dijo algo que me la volvió a parar en un instante.

-          Tía… te amo… por favor no te vuelvas a ir – le dije

-          Aquí me vas a tener mi amor – me contestó con un leve suspiro – te prometo que no volveré a actuar así. Yo también te amo

-          Y no te preocupes, quizá pasado mañana hable con Angélica – le comenté acariciando sus hombros

-          Mario… - comenzó a decirme pero se detuvo

-          ¿Qué pasó?

-          …

-          ¿Algo pasa tía? – la miré a los ojos y ella agachó la cabeza. Acto seguido, ella tomó mi mano y la dirigió a su concha y me ordenó que la dedeara. Instintivamente la bese, pero ella rehuyó mis labios - ¿Estás bien? – le pregunté aun masturbándola

-          Quiero que tomes… mmmggggg… lo que te voy a decir con la mayor seriedad que puede caber en esta situación… me dijo entre suspiros, presa de lo que hacían mis dedos en sus vagina

-          O.k.

-          Igual dirás que estoy… (suspiro de placer)… muy loca, pero, honestamente, me excité demasiado hoy… MMMMMMMM…

-          Tu también me excitas mucho tía – le dije con una sonrisa mientras introducía dos dedos

-          No… hay que rico amor – continuó – No es eso a lo que me refiero… cuando entré a mi casa, ustedes estaban de espaldas y se dirigían a la sala. No sé por qué no dije nada y me quedé callada por curiosidad, pues ustedes… ufffff… no se habían dado cuenta de mi presencia

Aquello me dejó helado. Si me estaba excitando de nuevo con el tratamiento que le estaba dando, lo que me estaba contando, terminaron por volver a dormir a mi “amigo”. Y sin darme cuenta, paré y mi expresión se volvió seria. Si ella estaba mencionando aquello, no auguraba nada bueno.

-          ¿Por qué paras? – me espetó con un suspiro – Sigue mi amor que quiero decirte esto.

-          Pero… - dije pero me interrumpió

-          ¡Sigue!  - me espetó y ella misma comenzó a mover mi mano que tenía ya tres dedos en su interior – Y vi todo… todo lo que hicieron y, a pesar de que estaba más que enojada… me excité…

-          … - yo me quedé de piedra

-          Si Mario… me excité… que no pares cabrón… No sé que me pasó y, si lo recuerdo, como ahora, me enoja un chingo lo que hiciste… pero también me excita… ahhh… sigue… más rápido… más… ya caaaaaa…. Aaaaaaa… ya casi acabo... aaaa

Y en pocos instantes terminó con un sonoro grito de placer. Me despegué de ella, sinceramente confuso y empezando a excitarme. Ella tardó un poco más en recuperarse de aquel orgasmo pero al verme, comenzó a decirme algo que cambiaría mi concepto sobre las mujeres para toda mi vida.

-          Me caga… me emputa… que me pongan el cuerno… pero contigo amor, también me excita… - me dijo mirándome a los ojos con seriedad

-          ¿Es neta lo que me estás diciendo? – pregunté incrédulo

-          Es neta. Sigo enojada contigo y eso te va a costar unos días de distancia después de hoy – me dijo con sonrisa – pero mira, tócame (y así lo hice)… sigo empapada…

-          A ver… déjame ver si entendí – le dije volviendo a mastrubarla y con un nuevamente duro miembro – Te enojas si te pongo el cuerno, pero también te gusta… Si alguien en el mundo puede entender a las mujeres, que venga y me explique

-          Ni yo me entiendo a veces amor… ohhh, si… así – me dijo y añadió en tono terminante – Ven y cógete a tu tía otra vez

Obedecí gustoso y sin más, me coloqué sobre ella y la penetre. Mi ritmo era frenético y ella lo agradecía. Mientras cogíamos, ella comenzó a hablar entre jadeos y gemidos.

-          Mario, esto tendrá que durar lo que tenga que durar y no sabemos hasta cuando nos va a durar el chistesito – comenzó a decirme – y entiendo completamente el punto que tienes de tener algo estable. Así que te voy a proponer un trato.

-          ¿No quieres esperar a que terminemos? – le pregunté jadeante

-          No quiero que termines con Angelica – me dijo – Pero vamos a seguir haciendo esto. ¡Sígueme cogiendo! Eso… así está mejor… Quiero que tengas presente que te amo y que yo soy la primera. Yo soy la que tengo prioridad. Yo soy tuya y tú eres mío. Pero no sabemos que pueda pasar después. Y esa relación que tienes con ella, nos puede servir de tapadera, además de que me excita que me pongas el cuerno

-          ¿Estás escuchando lo que estás diciendo? – le espeté con un golpe en aquellas pequeñas tetas

-          ¡Aaaaa! – gimió cuando recibió el golpe – Dame otro… Auuu… Si mi amor, lo vengo pensando bastante bien y esto es lo que yo quiero. Te quiero a ti por el tiempo que sea y quiero tu bien. Si no estás de acuerdo, esta va a ser la última vez que te coges a esta hembra.

Aquello era demasiado para asimilar en un solo día. Pero, si he de ser honesto, me excitó a tal punto, que tan sólo la mención de dicha propuesta me hizo correrme. Aquella propuesta era totalmente descabellada… pero podría funcionar. Ella notó que me corría y sonrió para sí.

-          Si serás zorra… Te amo – le dije y la besé con pasión mientras aprisionaba con fuerza uno de sus pequeños pechos.

-          Entonces… ¿quieres o no quieres?

-          ¿Cómo decir que no a eso?

Cuando regresamos, la fiesta tocaba a su fin y la mayor parte de los invitados estaban muy borrachos para darse cuenta del aspecto que portábamos mi tía y yo. Nos mezclamos y disfrutamos de los últimos momentos que restaban en la celebración del natalicio de mi progenitor.

Confundido, cansado e incrédulo ante la situación que se presentaba en mi existencia, no pude pegar ojo en aquella noche. Pasaron un par de días y mientras le daba vueltas al asunto, todo me parecía un inverosímil sinsentido. Hablé con Angie y la tranquilicé, quedando con ella unos días después. Y también telefoneé a un amigo muy cercano y quedé de verme con él en un café para pedirle su consejo, pues sabía que él había vivido una situación bastante morbosa con una amiga mía que se había ido hace mucho a vivir para el norte de la republica.

Y es que, aunque la situación era un sueño para muchos hombres, para mí era un poco confusa. Tanto mis instintos, como mis sentimientos, me indicaban que aquello estaba mal. ¿Cómo podría dividir mi corazón entre dos mujeres? Además mi tía lo ocupaba en totalidad, pero también había algún sentimiento encontrado hacia Angie. Yo quería a mi tía y sólo a ella… Angie, para mí, salía sobrando… Pero… ¿Qué pasaría si lo que había entre mi tía y yo terminaba al día siguiente? Eso siempre sería una posibilidad y no sabía que podría pasar después. Posiblemente en algún momento nos atraparían con las manos en la masa y… se armaría la grande…

Angie estaba como un colchón ante dicha situación y además serviría como coartada para los futuros encuentros que disfrutaría al lado de mi amada tía… Sin embargo, aquello me inquietaba, pues solo tenía ojos para mi tía… No sabía qué hacer…

Unos días despues...

-          No mames… que loco wey – le dije a Mario tras media hora de atenta escucha a su relato – eso está muy cabrón… muy, muy cabrón…

-          Ya sé qué harías tu en mi lugar – me comentó Mario – pero quiero tu opinión y consejo, de manera objetiva

-          Mira – le dije después de meditarlo un momento – todo lo que me contaste, suponiendo que no es una broma, está muy loco. Pero… ¿amas a tu tía?

-          Por su puesto – me respondió Mario al momento

-          ¿Y qué pedo con Angie? – inquirí

-          No se wey… se la rifa, pero…

-          Si ya se, tu quieres a tu tía… - le interrumpí y tras un instante de meditación le dije – Mira wey, lo que te propuso tu tía, además de que es muy, muy chingón, es algo muy prudente y a la vez inteligente. Los mejor que puedes hacer es seguir el plan de tu tía. No hay oportunidad mejor. Todos salen ganando… incluso Angie. Aunque todo depende de cómo manejes la situación.

-          ¿De cómo maneje la situación? – me preguntó cuándo nos servían el segundo café

-          Sé que has estado pensando mucho en esto, pero tú mismo tienes que decidir el curso de tus acciones y no diré nada más

-          No mames wey… ¿eso es todo lo que me puedes ofrecer? – me dijo un poco enojado

-          Tranquilo mi hermano. Pon las cosas en una balanza y verás que la respuesta vendrá por si sola. Y si de algo sirve, te recomiendo que leas “La tía Julia y el escribidor”, un muy buen libro que se ajusta un poco a la situación que estás viviendo… pero tienes que leerlo hasta el final, pues creo que ahí habrá un poco de luz para este asunto que estás viviendo y en el que, neta, te envidio.

FIN

Desconozco lo que sucedió y cómo fue que evolucionó todo ese asunto… No he hablado con el sobre el tema y prefiero no tocarlo, por respeto. Espero hayan disfrutado de la historia y también espero sus comentarios. Gracias por leerme, una vez más.

POR PABLO...