Mi tía Lola

Era una obsesión para mí. Siempre me había excitado muchísimo el imáginarme hacíendomelo con mi tía.

Todo esto pasó hace apenas un año. Mi tía está viuda desde hace 10 años, anda sobre los cincuenta y tantos, y a mí siempre me había puesto muchísimo, desde que era adolescente y le ayudaba en los trabajos de campo. Siempre me las ingeniaba para verla cambiarse de ropa, o para mirar por debajo de su falda en momentos de despiste de ella o cuando sabía que subía las escaleras para dirigirse a su habitación. Después de esas visiones de mi tía, siempre me dirigía al baño y me hacía unas pajas memorables pensando en ella. Ahora, pasadas ya esas etapas en que las hormonas te recorren todo el cuerpo y no te dejan pensar en otra cosa que no sea el sexo, seguía viendo a mi tía con ojos lascivos y con unas ganas enormes de hacérmelo con ella. Yo ahora vivo a bastantes distancia de ella, pero debido a mi trabajo, suelo pasar por lo menos una vez al mes por el pueblo y siempre aprovecho para hacerle una visita. Hace unos meses, un día que me encontraba de ruta por el pueblo, me acerqué a visitarla. Eran las cinco de la tarde, y ella se encontraba planchando. Me dijo si quería tomar un café y acepté. Ella siguió planchando y empezamos a hablar de cosas sin importancia, de como iban las cosas por el pueblo, etc. Ella a parte de estar planchando, estaba con la televisión encendida y con uno de esos programas de entrevistas que echan por las tardes. En una de esas entrevistas, la conversación giraba en torno a mujeres de edad que tenían rollos con hombres bastante más jóvenes que ellas. Yo al oír la conversación empecé a hablar del tema para ver que opinaba ella. A ella no le parecía mal, lo cual fue una sorpresa para mí, e hizo que me empezase a excitar un poco, y una vez pasado este día pienso que ella se dio cuenta, ya que llevaba un traje y creo que la erección se me notaba. Luego la conversación siguió en torno a lo que había cambiado el sexo en estos años y que antes no pasaba nada de esto, etc., como justificándose o dando a entender que antes era posición de misionero, supongo que con la luz apagada y punto, pero nada de disfrutar del sexo. Ella me comentaba de cosas que veía a veces en programas (entre ellos el de la Verdú) y que le parecían increíbles, entonces yo le comenté también el gran escaparate que es internet y de las páginas que hay sobre sexo (le hablé de esta página, y sobre todo de su sección de relatos) y ella parecía no creérselo. Más tarde empecé a tirarle de la lengua, para que me contase de como habían sido sus relaciones, y me dijo que había disfrutado mucho del sexo, pero que no sabía si se había corrido, a lo cual yo le contesté que entonces es que no lo había hecho, sino se habría dado cuenta, y sin más con un empuje del que yo mismo me sigo sorprendiendo, le dije que yo podía hacer que se corriese, para que supiese lo que era y que ya vería como me lo agradecería. Ella me dijo que si estaba loco, que no dejaría que la penetrase, y yo le dije que no hacía falta, que solamente con hacerle unos jueguecitos la dejaría en la gloria y a la par que le decía esto, le tocaba con mi mano en su muslo. Ella no se inmutó y siguió planchando. Yo seguí rozándole con mi mano, primero el muslo derecho, luego el izquierdo y fui levantándole la falda poco a poco, dejando su faja delante de mis narices. Ella llevaba 5 minutos callada y seguía planchando, pero yo notaba que su respiración se le entrecortaba. Yo empecé a tocarle el coño, con la yema de los dedos, por encima de su faja, y con mucha delicadeza, tanta que ellas apenas sentía mis dedos, nada más que muy sutilmente, cuando a ella se le entrecortaba la respiración. Poco a poco fui bajándole la faja y dejando sus blancas nalgas delante de mi cara y yo me apoyé en ella, dándole unos pequeños besos, casi rozándola nada más con mis labios, y ella empezaba a relajar sus piernas y a separarlas un poco más. Le pasé el dorso de la mano por entre sus piernas, apenas rozando su vello púbico con mi mano y ella echó su culo hacia atrás indicándome solamente con ese gesto que ya estaba entregada y que podía hacerle lo que quisiese. Se puso de brazos encima de la tabla de planchar con el culo hacia atrás y yo empecé a besarle más fuerte las nalgas y a meterle la lengua por entre las piernas apenas tocándole los labios. El olor de su coño hacía que mi polla estuviese durísima y mi excitación era tremenda. El líquido preseminal había hecho que en el traje apareciese una gotita al lado de la cremallera. Decidí quitarme los pantalones para no mancharlos, y ella siguió con medio cuerpo recostado encima de la tabla de planchar, sin decir nada, con los ojos cerrados y una cara de satisfacción como creo que nunca hubiera imaginado. Me puse de nuevo sentado en el sofá y empecé a lamerle el coño ya más fuerte, apartándole con mis manos sus nalgas para poder llegar mejor con mi lengua dentro de sus labios, llegándole al clítoris, con el cual jugaba con la puntita de la lengua y succionaba de vez en cuando haciéndola gemir, aunque ella contenía el gemido para que no fuese muy fuerte. Seguí comiéndole el coño y subiendo hasta su culito, haciendo círculos entorno a él, y mientras se lo comía, con mis dedos no dejaba de tocarle el clítoris y de introducírselos en su vagina, la cual aunque no lubricaba mucho, estaba bastante mojada por la saliva que yo había dejado con mi lengua anteriormente. Su respiración se iba haciendo más entrecortada y sus gemidos más seguidos. Empezó a decir - ah, mi niño, mi niño, sigue que bien lo estás haciendo, me estoy muriendo de gusto- y de repente, empezó a convulsionar y a gemir con muchísima más fuerza, apretándome la cabeza con sus piernas como no queriendo dejar que me escapase de allí. Entonces se dio la vuelta y me dio un beso en la boca. Me dijo que era verdad, que nunca se había corrido y que le parecía increíble como había podido dejar de sentir lo que ahora había sentido durante tantos años de su vida. Ella me abrazó y puso mi cabeza encima de sus pechos y con su respiración que seguía entrecortada, me prometió que se lo haría otro día. Yo le dije que no se preocupase, siempre que ella quisiese, y que la llamaría cada vez que me dejase caer por el pueblo. Le dije que me tenía que ir, que iba al baño a vestirme (aunque lo que de verdad iba era a hacerme una paja, ya que no podía irme así para casa). Entré en el baño y empecé a masturbarme, poco a poco, pensando en lo que acababa de ver y hacerle a mi tía. Ella entró para vestirse justo detrás y me vio. Se puso a mi lado, empezó a besarme en la cara y a darme caricias por debajo de mis huevos y en mi pecho, pero sin llegar a masturbarme ella. Se desabrochó la blusa, y se sacó un pecho del sostén. Era muy grande, y aunque no estaba en el esplendor de la vida todavía estaba bastante duro. Yo se lo sobaba y se lo lamía mientras me pajeaba y ella seguía acariciándome y dándome besos, hasta que mi cuerpo empezó a sentir las convulsiones del orgasmo y a convulsionar. Ella me apretó fuerte y me dio otro beso en la boca. No nos dijimos nada más. Simplemente nos aseamos y nos vestimos. Ella siguió planchando y yo me fui para casa.

Espero que os guste. Si es así y aparece como recomendado o muy recomendado os seguiré relatando la continuación del mismo.

Si alguien quiere contactar conmigo o enviarme algún relato.