Mi tía Leo

Hacerla mía era mi obseción y se me presentó la oportunidad en una fiesta dada en su casa.

Mi Tía Leo

Para empezar quiero decirles que esta historia es real salvo la última parte pues los nervios de la situación en que me encontraba me traicionaron y es la forma de cómo hubiese terminado. Aunque que no pierdo las esperanzas de que así sea.

Esto ocurrió cuando tenía 24 años y mi tía alrededor de 38 años. Ella es una mujer bastante normal, es decir, no tiene senos voluptuosos, ni prominentes caderas, ni una belleza extraordinaria. Es de estatura mediana, delgada, casada y madre de dos niños pequeños aún. A pesar de esto es una mujer que a mi sobre todo me atrae y mucho, será que me gustan las mujeres delgadas, maduras y el hecho de que sea casada y aún más que sea mi tía hace que aumente mi morbo y el deseo de tirarla.

Los hechos se han venido dando desde muchos años atrás, claro que en mi adolescencia me bastaba con rebuscar en sus cajones de ropa interior y masturbarme con sus bragas diminutas de encajes transparentes o esconderme y observarla haciendo piss, o cambiándose de ropa, eran maravillosas las pajas que me pegaba imaginándome a ella puesta esas diminutas tangas que las olía y refregaba en mis genitales.

Claro que ésta práctica no era solo con los calzones de mi tía Leo sino también con los de la esposa de mi otro tío (que también será sujeto de otro relato) o los interiores de mi otra tía (también sujeto de otro relato). Muchas veces éstas prácticas de observarla cambiándose de ropa se me facilitaba, pues, por mucho tiempo fui el único niño en medio de tantas mujeres (mis hermanas, tías, mamá. Etc.) y lo hacían en mi delante, claro que con el pasar de los años mis hermanas ya no lo hacían, pero ella parece que no se daba cuenta que Yo ya la veía con ojos de hombre y no de niño. Recuerdo una vez que le acompañé a su casa y casi al llegar nos cayó un aguaceron que nos empapó, en ese entonces no estaba casada, me dio una toalla para que me seque mientras en la habitación se empezó a cambiar de ropa con la puerta abierta, su cuerpo era espectacular y para mi suerte llevaba puesta un calzón de encajes transparente, le pude ver su pelambre y ella ni siquiera se inmuto de mi presencia, no tengo que contarles la paja que me pegue por muchas semanas al acordarme de esas imágenes que jamás olvidaré.

A partir de ese momento buscaba cualquier oportunidad para abrazarla y acercar mi pene a su cuerpo o rosarle el trasero, ella jamás dijo ni insinuó nada, eso hizo que me alejara pensando que jamás podré ni siquiera hacerle saber las ganas que tenía de culiarla. Pasó el tiempo y se casó, tuvo su primer hijo y también empezaron sus problemas matrimoniales, para entonces, yo ya mas adulto, me contaba sus problemas y me dio su confianza al punto de contarme que su esposo no la satisfacía sexualmente.

Claro, yo ya había perdido toda esperanza, pues ella me veía y ve como un "niño formal y educado" que jamás le faltaría al respeto. Hasta que una noche llegó media borracha, pues había discutido con su esposo y éste se había llevado a su hijo. La llevé de regreso a su casa y en el camino me invitó a tomar una botella de licor, a lo cual me negué ya que tenía clases muy en la mañana al día siguiente, cuando llegamos a su casa su esposo ya se encontraba por lo que me regresé a su casa. Al día siguiente la llame para averiguar como se encontraba y me contó que no se acordaba de nada y que eso le ocurre siempre que tomaba, que hasta la pueden violar que ella no se acuerda. Ahí tuve la solución para cumplir con mis deseos. Solo imaginarme que embriagándola ya podría culiarle me mereció otras pajas memorables.

La oportunidad se me presentó más pronto de lo que supuse y sin que sea planeado por mí ni nada, todo casual. Organizó una fiesta para bautizar a su hijo ya casi al final de la fiesta ella estaba totalmente borracha y la subieron a su habitación, yo sin pensarlo dos veces subí también sin que se dieran cuenta, todos en la fiesta estaban alegres y difícilmente iban a subir a las habitaciones, su esposo se quedó atendiendo a los invitados lo que me daba tiempo para intentar algo.

Me acosté a su lado y despertó balbuceando no sé que cosas y con nauseas, le ayudé a levantarse para ir al baño y como no se podía parar bien, la tomé por detrás y automáticamente mi pene se erecto, le agarré los senos y empecé a sobarles, mientras caminábamos al baño aquello era algo que no podía creer, lo que tanto ansiaba se estaba dando, mi erección cada vez era más fuerte, el corazón me latía como queriéndose salir del pecho de la excitación que tenía, las manos, las piernas, todo me temblaba.

Al llegar al baño, ella se agacha para vomitar a lo que aprovecho para colocar mi pene entre sus nalgas, ella estaba totalmente ida de este mundo, mi pene estaba a punto de estallar ya me dolía de lo estirado que estaba. Empiezo a subirle el vestido que estaba puesto, que para mi buena suerte era de esos flojos de tela suave, le acomodo en su espalda y tenía ahí enfrente de mí aquel culo que había deseado por años y que llegué a pensar que jamás sería mío. Estaba puesta un calzón de esos de señoras, pero que le formaba el culo muy bien eso aumentó mi excitación, cuantas veces me hice la paja imaginándome a mi tía puesta esos calzones y ahora los veía en directo, ella quería incorporarse pero yo no la dejaba, hice a un lado el calzón sin bajarlo, pues sabía que había gente en la fiesta y que debía aprovechar el tiempo lo más que se pueda, procedí a sobarle la vagina, a meterle los dedos, a jugar con su clítoris, a sobar sus senos, ya casi me corría, estaba a punto de correrme, y mi pene estaba que botaba jugos babosos, me calmo un poco, pues no iba a dejar pasar la oportunidad de penetrarla eso es lo que quería y eso tenía que hacer.

Cuando siento que ella también empieza a mojar su conchita tan rica, no era muy grande, no la tenía rasurada pero no era muy peluda, era linda. Estaba gimiendo, eso me excitaba más, así que ese momento decidí a meterle y entró suave pero apretadito, empecé el bombeo, la tenía casi en cuatro, al verla por el espejo del baño, esa imagen que hasta ahora me calienta y me provocan erecciones y pajas, el verla en cuatro con las tetas al aire, el vestido en la cintura, con el calzón hecho a un lado, mi pene entrando y saliendo y la expresión de su cara como si estuviera disfrutando tanto como yo hacen que me venga dentro de ella en cantidades enormes de semen, como si hubiese estado guardando para ella toda esa cantidad de leche. No me preocupo acabar dentro, pues sabía que se ligó las trompas después de su segundo parto.

Luego la limpio un poco le acomodo su traje y la llevo de nuevo a la cama, ella cae inmediatamente dormida, al otro día fui a verla y como lo esperaba no se acordaba ni a que hora se fue a dormir ni quien la llevó a la cama. Ha sido la mejor culiada de mi vida, no he vuelto a disfrutar tanto como aquella noche y espero que se repita alguna otra vez.