Mi tía Isabel la beata. Corregido y terminado.

Consigo una plaza de médico en un pueblo y me traslado a casa de mi tía Isabel, una solterona insoportable dedicada a la iglesia y a los rezos.Descubro que es una farsante que tiene engañada a la familia y que s vuelve loca por una polla

Publiqué este relato hace tiempo, pero lo dejé sin terminar. Lo leyeron más de 97,000 personas. He recibido muchos correos pidiéndome que lo terminara. He revisado todo el relato, he corregido algunas cosas y lo he terminado. Para los que ya lo habían leído pueden empezar a partir de: Lo que pasó después y como terminó la historia. Yo recomiendo leer desde el principio porque he ampliado y corregido el relato ya publicado.

Conduciendo camino de Tarambana, a casa de mi tía Isabel, fue inevitable que los recuerdos vinieran a mi memoria,  pasaba algunos veranos en casa de mis abuelos, que también era la casa de mi tía.

Veranos de adolescente que yo disfrutaba, caliente como el infierno, por el simple hecho de que iba a poder ver a mi tía Isabel. En aquellos días mi tía debía andar por los 28 años. No me interesaban las chicas de mi edad, era mi tía la que me ponía incandescente, ella era para mi la mujer más deseable del mundo. Y no andaba descaminado, según me contó años más tarde mi madre, mi tía había sido la mujer más guapa de Tarambana y de El Ejido. Tarambana no es un nombre ficticio, es el nombre de un pequeño barrio dependiente de El Ejido, en Almería.

Su belleza le llevó a tener innumerables pretendientes, pero ninguno acabó cuajando, ninguno le pareció lo suficientemente bueno, salía una temporada con ellos y los acababa  rechazando uno tras otro. Al  final se quedó soltera.

En la familia había dos versiones sobre los fracasos sentimentales de mi tía. Los más católicos defendían que siendo Isabel una persona tan cristiana y tan firme en sus convicciones no había consentido lo que muchas mujeres consienten durante el noviazgo, a ninguno le había dado lo que todos le pedían y eso había producido el rechazo de sus candidatos. Para ese grupo Isabel era una santa.

La otra versión, la que defendía la otra facción de la familia: Isabel, debajo de esa capa de puritanismo, era una mujer ligera de cascos, incapaz de resistir las tentaciones masculinas, en pocas palabras que en cuanto sus pretendientes se lo pedían, se bajaba las bragas. Los novios, una vez se la habían llevado a la cama, cosa que les costaba poco tiempo y esfuerzo, salían huyendo porque su carácter era inaguantable.

En lo del carácter yo estaba completamente de acuerdo.

Sea cual fuere la verdad en el año en el que yo iba a cumplir los 18 años pasaron cosas que sin ninguna duda me abrieron los ojos al mundo.

Los veranos en Almería son absolutamente abrasadores y eso también influyó en lo sucedido. Todo el pueblo se echaba la siesta, mi familia incluida, yo no. Un día en el que me había quedado en el patio de la parte posterior de la casa holgazaneando oí unos gemidos. El ruido salía de la habitación de mi tía. Me acerqué en silencio. Mi tía tenía las ventanas abiertas para que corriera algo de aire y la persiana veneciana echada. A través de la persiana yo podía ver lo que pasaba dentro, en penumbra, pero viendo. Vi a mi tía acostada en su cama en combinación. La falda la tenía subida, su mano derecha la tenía enterrada entre sus muslos, por lo que pude ver, se había quitado las bragas, con la otra se acariciaba las tetas. Pude oír con toda nitidez sus gemidos mientras se masturbaba:

  • Me voy a correr, me voy a correr, me estoy corriendo, me corro, dios mío que gusto, me corro…

Vi como pataleaba unos instantes y después se quedó como muerta. La escena me excitó tanto que yo también me corrí sin necesidad de tocarme.

Ese día aprendí tres cosas, que mi tía se hacía pajas a la hora de la siesta, que le gustaba dejar las ventanas abiertas y la persiana echada para mitigar el calor y que yo me podía asomar a su ventana para verla sin que ella me viera mi.

Desde ese momento mis vacaciones pasaron a ser una labor de vigilancia continua.

Ese mismo día, ya por la noche cuando llegó la hora de ir a dormir yo simulé tener sueño, si te echaras la siesta, me dijeron, y me fui a mi cuarto, eché el pestillo y salté por la ventana para salir al patio. No tenía más que esperar a que la luz de la habitación de mi tía se encendiera para gozar del espectáculo. Al estar oscuro el patio gozaba de total impunidad.

Isabel se quitó el vestido y yo supuse que iba a dormir, como en la siesta, en combinación, pero me equivoqué. Acto seguido se quitó la combinación y por primera vez la vi en sujetador y bragas. Sentí que la cabeza me explotaba, estaba viendo a mi tía en ropa interior.

Del un cajón sacó un camisón. Mi tía se quitó el sujetador y por primera tuve la dicha de verle las tetas, a plena luz. A la hora de la siesta las tenía tapadas con el camisón, el corazón me latía a mil.

Ya sin sujetador se levantó las tetas y se acarició por donde se apoyaban en el pecho, me dio la impresión de que se quitaba el sudor. Se dio la vuelta y me dio la espalda mientras se quitaba las bragas, mi gozo en un pozo, pensé, pero de nuevo me equivoqué. Para sacarse las bragas se inclinó hacia delante y me dio una visión de su culo en pompa.

Después se volvió hacia la ventana para coger su camisón, fue solo un instante, pero suficiente para que yo viera a mi tía de frente, desnuda y de cuerpo entero. Era la primera vez que yo veía a una mujer desnuda y ella tenía todos los atributos para que aquella visión se convirtiera en inolvidable. Unas tetas grandes en las que resaltaban sus pezones oscuros, el vientre haciendo una ligera curva y por debajo de él una mata de pelo negro. Ajena a todo, ella se puso el camisón, sin volver a ponerse la ropa interior, se tendió encima de las sabanas y apagó la luz. Esperé un rato por si la daba por tocarse, pero no oí nada.

Ese verano fui testigo de cómo mi tía se masturbaba un montón de veces, cada vez que se echaba la siesta, y algunas veces cuando se acostaba. La vi en pelota todas las noches.

Para un muchachito de 18 años poder ver, cada día, el cuerpo desnudo de una señora en sazón como mi tía, era un regalo del cielo, no tenía yo en ese momento ningún criterio comparativo solo sabía que mi tía estaba muy buena y sobre todo que me excitaba como un burro al verla. El recuerdo de su cuerpo desnudo me acompañó durante muchos años, y luego poco a poco se fue desvaneciendo.

No hace falta decir que cada vez que yo disfrutaba viendo a mi tía masturbarse, le correspondía tocándome a su salud.

Aunque habían pasado más de quince años otro recuerdo guardaba yo nítido en mi mente y fue cuando mi tía entró en el cuarto de baño y me sorprendió, in fraganti, tocándome, no se podía ni figurar que en su honor. Ella, ultra católica, me echó una bronca de órdago y me amenazó con que de seguir así acabaría ciego o loco, mientras no le quitaba ojo a mi herramienta. No se le olvidó recordarme que lo que estaba haciendo era pecado mortal.

Me iba por el camino preguntando como la encontraría después varios años. Me supuse que seguiría siendo una mujer hermosa, potente, rotunda, pero la fiebre de mi adolescencia había desaparecido, ya había disfrutado de bastantes compañías femeninas y mi tía era solo un recuerdo difuso. Además, estaba seguro de que seguiría siendo una beata frustrada y llena de amargura. Nunca había sido una persona afectuosa ni cercana, las guapas suelen ser así, distantes, frías, secas.

El motivo de mi viaje era que había obtenido una plaza en el Hospital de Poniente en El Ejido.

Me llamo Javier, tengo 32 años y soy medico. Mi traslado al pueblo de mis abuelos tenía varios objetivos, tenía casa asegurada y siendo soltero y médico pensaba yo que me iba a hinchar a follar con las mujeres de la zona.

Mi tía me recibió con más afecto del que yo esperaba. Comprobé que el tiempo había hecho poca mella en ella, yo ya no era el niño que se excitaba viéndola hacerse una paja ni ella era la mujer de veintiocho años en la cúspide de su belleza, pero seguía teniendo una cara preciosa, unos ojos azul claro que contrastaban con el negro de su pelo. En cuanto a lo demás no pude emitir un juicio certero. La ropa totalmente negra y holgada impedían hacerlo. Aún así me dio la impresión que había ganado en volumen, cosa que no me desagradaba en absoluto.

Me enseñó mi habitación y antes de preparar una cena ligera se puso seria y me dio unas instrucciones: no aceptaba que yo llevara una mujer a la casa, el día que te cases estaré encantada de que vengas con tu mujer, y la otra, tienes que mantener tu habitación limpia y ordenada, en el cielo no hay desorden ni suciedad y en mi casa no quiero que la haya.

Mi tía, como me había dicho mi madre, era una fundamentalista católica, dedicada a su religión, que se había vuelto aún más beata cuando tomó conciencia de que se quedaba para vestir santos. Eso unido a su intransigencia y a su mal genio la convertían en una persona insoportable.

Me incorporé a mi trabajo en el Hospital. Siendo el novato, yo me chupaba todas las guardias y en una de ellas, no había pasado ni un mes desde mi llegada, ingresó una mujer  a la que acababan de atropellar, venía sin sentido. Era mi tía Isabel.

Sufría traumatismo craneoencefálico, un golpe en la cadera y seguía inconsciente. Ningún hueso roto.

Se le ingresó en la U.C.I. y yo me encargué de su cuidado.

La mantuvimos sedada hasta tener un diagnostico claro.

Mientras estaba sedada, más desde la curiosidad que desde el deseo, tuve oportunidad de ver lo que el camisón de Isabel ocultaba, de recordar lo que yo había visto quince años atrás. En la casa, con sus ropajes anti lujuria no pude valorar sus hechuras, pero en el Hospital pude examinarla a conciencia, con calma, recreándome en ello, y lo que vi fue para mi un espectáculo, una vuelta a mis calores, y a mis recuerdos.

Unas tetas perfectas, grandes, llenas como dos globos inflados, los pezones grandes y oscuros y la areola pequeña, tendida como estaba boca arriba sus tetas se desbordaban hacia los costados, la cintura estrecha y unas caderas y unos muslos rotundos, anchos en contraste con la cintura. Su pubis estaba cubierto por una pequeña mata de pelo negro, muy corto y denso que le cubría el monte de Venus, como tenía los muslos juntos no pude ver si el chocho lo tenía también perfilado. Si hubiera sido el de otra mujer habría tenido la seguridad absoluta de que se había depilado a la cera, ni un pelo fuera de su sitio, siendo el de mi tía pensé que era el resultado de su naturaleza.

Sin llegar al paroxismo que me producía mi tía cuando yo era jovencito, disfruté viendo su cuerpo desnudo, comprobando que conservaba un cuerpo escandaloso, ancho, grande, en sazón. Tuve una erección contemplándola y me dio pena pensar que yo no pudiera disfrutarla.

No estoy describiendo a una mujer de las que salen en las revistas, mi tía era y es una hembra de bandera para lo que son la generalidad de las mujeres. Tengo que confesar que no pude reprimirme y primero le acaricié las tetas y después le pasé mis dedos por la pequeña mata de pelo que coronaba su monte de Venus. Seda natural. Esa exploración con caricias incluidas, la repetí un montón de veces.

A partir de ese momento una sola idea ocupó mi mente: si se hacía pajas hace quince años, debajo de sus modales de beata había una mujer que gozaba al tocarse, luego era posible que si yo la tentaba me la pudiera follar. Me propuse asediarla por tierra, mar y aire. Tenía una asignatura pendiente que pensaba aprobar con nota.

Cuando ya estaba algo recuperada empecé mi tarea, acosándola con dobles sentidos y palabras de elogio. Disfruté mucho provocando sus pudores, cuando para auscultarla abría su escote lo hacía mucho más de lo necesario, su reacción era cerrárselo, y yo, sin ser necesario llevaba mi fonendo hasta rozar sus pezones, a los que siempre me encontré erectos y eso para mi era un buen síntoma. Cuando revisaba el hematoma de su cadera le dejaba los muslos al aire y ella hacía lo imposible por taparse mientras tenía los ojos bajos, como avergonzada.

Yo interpretaba signos positivos y negativos al mismo tiempo.

Todo su accidente quedó en un susto y fue dada de alta.

Pedí a la dirección del Hospital que me librara de guardias por unos días para poder cuidarla en casa y aceptaron.

De vuelta en casa le recomendé reposo, pero no me hizo mucho caso, en lo que si me obedeció fue cuando le dije que no podía salir a misa hasta pasados unos días.

El primer día al volver a casa me la encontré pensativa, sentada en el sillón del salón, ensimismada en sus pensamientos.

Rompió su silencio para preguntarme:

  • Javier, dime la verdad, me voy a morir. Me tengo que poner en paz con dios. Ahora pienso que he hecho muchas cosas mal. Estoy muy arrepentida. He pecado mucho.

  • Tía, no tienes nada, no te vas a morir. Lo que tienes que hacer es dejar tanto rezo y disfrutar un poco más de la vida. Eres una mujer hermosa y joven. Cualquier hombre estaría feliz de tenerte para él. Déjate de misas y de arrepentimientos y dale gusto a ese cuerpazo que tienes, si yo no fuera tu sobrino no te escapabas viva.

  • No digas barbaridades, eso me lo dices para animarme, yo ya soy una vieja que no gusta a nadie. Se me ha pasado el arroz. Dentro de poco seré invisible para los hombres.

  • Yo soy un hombre y te miro y me pareces preciosa. Solo me contiene que eres la hermana de mi madre, si no ya me habría metido por la noche en tu cuarto, si te hubieras resistido no tengas duda de que te habría violado.

  • No me digas esas barbaridades, meterte en mi cuarto, violarme, tu no respetas nada. Eso es porque de jovencito yo te gustaba. O no es verdad.

Mas que de sus palabras tomé nota de su tono, a mi tía le estaban encantando las cosas que yo la decía.

  • Me gustabas de jovencito y me gustas más ahora, te veo más mujer, más hecha y tienes un cuerpo precioso. Te parecerá que soy raro, pero te prefiero a ti a dos chicas de veinticinco años. Y no me hagas seguir hablando que voy a acabar diciendo alguna burrada.

  • Me voy a poner colorada. Hace mucho que un hombre no me decía cosas bonitas. No tomaré en cuenta las atrocidades que me has dicho, eres mi sobrino favorito.

Al día siguiente, era viernes y volví a casa más tarde de lo habitual, estuve picoteando con unos compañeros y aproveché para tirarle los tejos a una enfermera a la que me pareció que le gustaba. Todo acabó en nada, pero me pareció un buen comienzo. Cuando llegué a la casa se produjo la escena que lo cambió todo.

Mi tía estaba acompañada por su amiga Paca. Una viuda jamona algo más joven que ella, igual de beata y con unas hechuras parecidas a las de Isabel. De cara no era guapa pero su cuerpo era grande y tentador y como mujer que debía haber tenido su éxito de joven le gustaba enseñar sus carnes. Falda corta, más que corta cortísima y escote profundo eran su atuendo, ambos impropios de su edad. Tuve la sensación de que me echaba una mirada golosona, como la de un gatito frente a un plato de leche.  Al poco de llegar yo, Paca se despidió y se fue no sin antes darme dos besos con sus tetas empotradas en mi pecho y desafiándome con la mirada. Aquí hay tema, pensé.

Isabel, nada más me senté a su lado, como si lo tuviera preparado de antemano, arrancó a hablar.

  • Tengo que hablar contigo, como médico, no como sobrino. Y te tengo que pedir un favor muy grande.

  • Tía, estás bien, no te vas a morir. Deja de preocuparte. Y en cuanto al favor dime que precisas de mi, yo por ti hago lo que sea, siempre que no sea pecado.

Ni se me pasaba por la cabeza lo que me iba a pedir.

  • Lo que te tengo que contar ya doy por hecho que no te lo vas a creer. Yo he estado muerta. He visto la luz, he visto pasar toda mi vida y cuando creía que iba a ver a dios se me ha aparecido Santa Ana. La madre de la Virgen Santísima. Es la santa a la que tengo más devoción. Me ha hablado con una voz dulcísima. Ella conocía mi vida. Me ha preguntado si me costaba mucho esfuerzo mantenerme casta.

  • Le he dicho que no, que no mucho, que me había hecho a la idea.

Al decirle yo que no, me ha aclarado: eso es porque no has disfrutado de los placeres del sexo y por eso no lo echas de menos. Renunciar a algo de lo que no has gozado no tiene merito.

  • Y que debo hacer, le pregunté.

  • Para que tu sacrificio sea valioso debes probar el placer que solo da el sexo, ya te adelanto que es un placer único, divino, luego debes renunciar a él, pero después de disfrutar de todos los placeres de la carne. Vas a pecar contra todo el sexto mandamiento.

  • Madre, cómo voy a hacer eso. Voy a estar en pecado mortal.

  • No te preocupes, vas a tener tiempo para arrepentirte. Tienes cerca un hombre que te puede ayudar, un hombre que te quiere y que te va a tratar con respeto, él te puede ayudar a conocer los placeres del sexo, tu le gustas mucho y en secreto te desea. Entrégate a el sin reserva alguna, escúchame bien, sin reserva alguna y cuando hayas conocido el placer que dios creó para gozo de hombres y mujeres, cuando hayas alcanzado el clímax del placer, entonces y solo entonces tu castidad tendrá valor. Sigue mi ejemplo, yo practiqué el sexo mucho tiempo, y renuncié a él después de tener a mi hija.

  • Lo he pensado mucho, el hombre del que me ha hablado la santa eres tu. Y estoy firmemente decidida a hacerle caso. Necesito conocer esos placeres, para una vez que los haya conocido, volver a mi situación actual de decencia y castidad. No sabes la vergüenza que me da decirte lo que te estoy diciendo, pero ha sido Santa Ana la que te ha elegido. Si no me ayudas tu nadie podrá hacerlo, y todos mis sacrificios no habrán valido para nada. Yo no puedo contarle esto a un desconocido, ni entregarle mi cuerpo. Además, la santa me ha dicho que te gusto mucho y que me deseas, ¿es eso verdad?

Se me heló la sangre en las venas, así en frío mi tía cuyo cuerpo había visto a placer en el Hospital, me estaba pidiendo que la enseñara todos los recovecos del sexo, me estaba pidiendo que me la follara. Quince años después iba a tener el cuerpo de mi tía a mi disposición. Decidí ocultar la reacción que me estaba produciendo su propuesta.

  • Por dios, tía, que cosas me pides. Que te enseñe todo lo que se sobre sexo, eres mi tía y el sexo solo se enseña practicándolo. No me puedes pedir eso.

  • Ayer me dijiste que soy una mujer atractiva y que preferías una de mi edad a dos de veinticinco. Me dijiste que habías pensado en entrar en mi habitación y violarme ¿Me estabas mintiendo? O es que me ves tan vieja que no quieres hacer nada conmigo. La santa me ha dicho que me deseas.

  • No tía, me gustas mucho, eres una mujer muy atractiva, a mi me has gustado siempre, pero te he visto como algo fuera totalmente de mi alcance. Una diosa con la que soñaba pero que nunca iba a alcanzar. Y contestando a tu pregunta, si, te deseo, quiero estar en la cama contigo y gozar de tu cuerpo. Eres mi sueño desde hace 15 años.

  • Pues ahora me tienes a tu disposición. Quiero que me enseñes, que practiques conmigo y que consigas que disfrute de esos placeres divinos de los que me ha hablado la santa, yo nunca he estado con un hombre. Me tengo que entregar a ti y te tengo que reconocer que la idea, en la que he pensado mucho desde que me habló la santa, me excita, me tiene alterada. Me quiero dar a ti sin reserva, haré todo lo que tu quieras, todo, hasta que yo sienta que he alcanzado ese placer que dicen que es tan delicioso. Si no llego a sentirlo no pasa nada, volveré a la castidad.

  • Pero tu has tenido varios novios. Algún placer te habrán dado.

  • A ninguno le he dejado que me pusiera la mano encima.

  • ¿Nada de nada? Ni siquiera besos.

  • Ni besos. Ni siquiera en la cara. Por eso necesito que me lo enseñes todo, desde el principio. Tómatelo como una obra de caridad.

  • Perdona que te pregunte, pero es importante, con tus novios nada de nada, pero supongo que tu si te habrás tocado.

  • ¿Te refieres a la masturbación?

  • Si claro, a eso me refiero. A hacerte una paja.

  • No me he masturbado nunca, lo considero un pecado mortal.

  • Entonces nunca han tenido un orgasmo.

  • Ni siquiera se que es eso.

  • El placer al que se ha referido tu espectro.

  • No seas blasfemo, ha sido Santa Ana. No nunca he sentido ese placer.

Me dejó atónito su firmeza en la respuesta cuando yo la había visto masturbarse y había sido testigo de sus orgasmos.

La propuesta me había dejado descolocado, mi tía Isabel pidiéndome que me la follara. Si me lo hubieran dicho apenas dos semanas atrás me habría muerto de risa, pero ahora, después de haber visto su cuerpo desnudo su oferta me pareció lo mejor que me podía pasar. Me relamí pensando que mis deseos se iban a cumplir.

Mientras tanto Isabel me miraba con una actitud suplicante.

  • Déjame que lo piense.

  • Por favor, no tienes nada que pensar, me das clases como si fuera una lección de anatomía y ya verás como yo hago todo lo que me pidas, aprenderé rápido. Tengo permiso de Santa Ana para probar.  Si no me ayudas toda mi vida siendo casta no habrá tenido ningún merito. Y has reconocido que me deseas como mujer.

  • Tía, lo que me pides es muy fuerte.

  • Mientras me das las lecciones, no quiero que me vuelvas a llamar tía, llámame Isabel. Vamos a ser amantes, yo ya no soy tu tía, soy una mujer ajena a ti, soy tu pareja, soy tu amante y tu hembra. Soy la mujer que te vas a follar, tu yegua a la que vas a estrenar.

  • Está bien Isabel, acepto ayudarte, pero te voy a decir mis condiciones: cuando te esté dando la clase tu tienes la obligación de obedecerme, ni un mal gesto ni una protesta, a la primera negativa lo dejo. A cambio ten la seguridad de que nada de lo que te pida te va a hacer daño, todo te va a dar placer.

  • De acuerdo.

  • Solo falta una cosa, cuando un hombre y una mujer están disfrutando del sexo no tiene que haber limites, todo lo que les de gusto a los dos es valido. Te aviso porque que yo para el sexo soy muy guarro, pero nunca se me ha quejado ninguna mujer. Te voy a hacer disfrutar de tu cuerpo, voy a hacer que creas que te mueres de placer. Vas a saber lo que es correrse y morirse de gusto. Cuando estés sintiendo placer tienes que decírmelo y no te debe dar vergüenza si te entran ganas de gritar, el placer te va a hacer gritar.

  • Estoy de acuerdo en todo. ¿Cuándo empezamos? ¿ya?

  • Quieres empezar ahora mismo.

  • Si, lo estoy deseando. Llevo días esperando y temiendo que me dijeras que no. Me da miedo, pero al mismo tiempo estoy muy excitada.

  • Bien, lo primero que tienes que hacer es ir a tu cuarto, desnudarte y ponerte un camisón, sin bragas y sin sujetador. Por que supongo que llevas sujetador. Mientras duren las lecciones no vuelvas a estar en casa con esas prendas, quiero saber que tengo tu cuerpo a mi entera disposición y que tu sientas que estás desnuda para mí.

  • Sí, llevo sujetador, no me quito el sujetador ni para dormir, tengo muchas tetas y si las dejo sueltas se bambolean y me molestan. También duermo con bragas.

Isabel me volvía a mentir, yo le había visto dormir sin bragas y sin sujetador.

  • ¿Me vas a tocar ahí debajo?

  • No se, de momento no se, solo quiero que estés libre y a mi orden.

  • Yo quiero que tu estés en bata. En tu bata del Hospital.

  • ¿Sin nada debajo?

  • Sí, sin nada debajo.

  • Muy bien, así me gusta, que me digas lo que quieres. ¿Te sientes excitada?

  • Estoy muerta de miedo, pero me están entrando calores y siento que estoy mojada. Llevo excitada desde que me hablo la santa.

No tardé nada en ponerme la bata de modo que llegué el primero al sillón.

Un instante después entró Isabel. Yo me esperaba que apareciera con un camisón modelo monja de clausura, cerrado por arriba y largo hasta los pies, me equivoqué.

Su camisón era de esos que llaman picardías, de un tejido blanco totalmente transparente, con un generosísimo escote que dejaba sus tetas casi completamente a la vista y que dejaba ver nítidamente sus pezones, en cuanto al largo le dejaba al aire su monte de Venus.

  • Me compré este camisón hace muchos años, fue una tontería. Quería ver como me veía con una prenda picante. Me lo probé en casa y me dio vergüenza, me pareció que iba hecha una fulana. Estuve apunto de quemarlo.

Puse cara de asombro y le lancé el primer halago.

  • Déjame que te vea. Ponte aquí delante y date una vuelta. El camisón es muy bonito, se te transparenta todo, te estoy viendo las tetas y los pezones. Tienes unas tetas preciosas y unos muslos divinos.

  • No me digas esas cosas, ¿de verdad te gusto?, me está dando vergüenza. Siempre he pensado que tenía las tetas y el culo demasiado grandes.

Sin que yo se lo pidiera, Isabel a un metro de distancia de mi se dio una vuelta completa, una vuelta que era poner todo el genero en el escaparate, una vuelta para mi sorpresa llena de coquetería, haciendo volar su camisón y dejándome ver fugazmente su culo.

Si por delante se le marcaban los pezones, vista desde detrás la tela se ajustaba a su cuerpo y dejaba ver sus nalgas.

  • Isabel tienes un cuerpo divino, puedes volver loco a cualquier hombre, al final voy a tenerte que agradecer que me hayas pedido este favor. Me estás poniendo malo solo de verte. Me gusta mucho tu culo y tus muslos.

  • No me digas tantos piropos, yo para ti soy una vieja. Yo se que haces esto porque yo te lo he pedido. Si no, no me hubieras ni mirado. Y si Santa Ana no me hubiera autorizado nada de esto pasaría.

  • Tu has sido muy sincera conmigo, ahora lo voy a ser yo. En el Hospital, por necesidades médicas te he visto desnuda, me he quedado asombrado de lo bonito de tu cuerpo y me ha dado pena pensar como lo desaprovechabas. Si hubiera seguido mis instintos te habría violado allí mismo. No me vuelvas a decir que no me gustas. Ya te ha dicho tu santa que te deseo. Ven, siéntate aquí a mi lado.

Me obedeció como una niña en el cole.

Al sentarse el camisón apenas le tapaba las caderas. Me fijé en sus muslos, unos muslos plenos, potentes, robustos que yo me hubiera lanzado a comer si no fuera porque debía seguir mi guion. Y en el centro de ellos su mata de pelo al aire.

  • Cuando algo de lo que te haga te haya dado mucho placer, me lo tienes que decir y pasaremos a la lección siguiente. Si algo no te gusta, dímelo para dejar de hacerlo.

  • Vamos a empezar por los besos. Besos hay de muchas clases y se pueden dar en muchos sitios, yo te voy a dar besos en todo tu cuerpo, hasta en sitios que ni te figuras, tu me dirás en donde te dan más gusto, pero eso será más adelante. Hoy vamos a empezar por los besos en la boca. Tu déjate llevar y ves haciendo lo que te pida tu cuerpo. Sigue tus instintos.

Pasé mi brazo izquierdo por detrás de su cabeza y sin que hiciera falta decírselo Isabel pegó su cuerpo al mío. Sentí sus tetas apretadas contra mi pecho. Era verdad, su piel estaba ardiendo.

Empezaremos por besos tiernos, de enamorado platónico.

Acerqué mis labios a los suyos y le di un piquito. Y luego otro y otro y otro. Los primeros fueron recibidos por Isabel con los labios fruncidos, como si quisiera poner una barrera. No me besaba, dejaba que yo le besara a ella. Al quinto o sexto sus labios se relajaron, dejé de encontrarme con unos labios de estatua y empecé a sentir como me recibían.

Yo seguí como si nada hubiera pasado. Unos pocos besos más e Isabel empezó a corresponderme. Yo pegaba mis labios a los suyos, le daba un beso y ella contestaba con otro. Piquitos de adolescentes.

Una vez cayó esa barrera lo que hice fue prolongar los besos, nos dimos docenas sin separar los labios. Noté que la su respiración se iba haciendo más profunda.

Aunque la postura era propicia para que yo empezara a acariciar sus muslos o sus tetas, no lo hice, quise ir paso a paso para no asustarla, mi plan era ponerla caliente como una fragua antes de entrar en terrenos más delicados.

Entre beso y beso Isabel confesó:

  • Me gusta, son unos besos muy dulces. Dame más. No pares.

Y apretó más su cuerpo contra el mío. Sentí como sus pezones se clavaban en mi pecho. Duros como dos piedras.

Seguimos besándonos como dos noviecitos durante un buen rato.

  • ¿Te ha gustado?

  • Si me ha gustado mucho. Sigue. Me están entrando calores.

  • Claro que voy a seguir, a mi también me ha gustado mucho. Tienes una boca muy rica. Además, esta es una asignatura que tenía pendiente desde hace muchos años.

  • Desde que venías a veranear.

  • Como te he dicho antes tu has sido la protagonista de mis sueños eróticos, me volvía loco solo con verte y daba por hecho que esto nunca iba a pasar. En mis veranos en esta casa me mataba a pajas pensando en ti y soñando con verte desnuda. Me excitabas mucho. Has sido mi sueño durante quince años.

  • Eres un cochino, excitarte con tu tía, y aprovecharte de ser mi medico para verme desnuda, te debería denunciar.

Las palabras podrían parecer una regañina, pero su tono era de satisfacción. Mi tía, quien sabe si por primera vez en su vida, estaba solo cubierta por un camisón, excitada y en los brazos de un hombre que la besaba.

  • Vamos a seguir besándonos, pero ahora te voy a pedir que me recibas con los labios abiertos.

Volví a la tarea y comprobé que Isabel era obediente, sus labios se abrieron y nada más juntarlos con los míos lancé mi lengua al interior de su boca. No me entregó su lengua, la sorpresa hizo que la mantuviera paralizada, pero yo seguí mi tarea.

En un primer momento ella siguió pasiva, pero si abrió la boca completamente para permitirme ahondar en ella.

En esas maniobras gasté unos minutos antes de sentir que ella había decidido corresponderme. Su lengua vino al encuentro de la mía. Al principio de forma tímida para luego ir ganando confianza hasta lanzarla hasta el fondo de mi garganta.

Tan pronto sentí su lengua en el fondo de mi boca la cogí con mis dientes y le di unos bocaditos. A continuación, acabé lancé mi lengua hasta lo más profundo que pude y esperé su reacción.

No necesitó ninguna instrucción para imitarme, sus dientes se hicieron dueños de mi lengua y me empezó a morder con delicadeza.

De nuevo en ese momento tuve la tentación de meter mi mano libre por su escote para acariciarle las tetas, pero me contuve.

Después de un buen rato dándonos lengua paré un momento.

  • ¿Cómo te sientes? ¿Te han gustado los besos con lengua?

  • Me has vuelto loca de gusto. Me ha encantado. Yo creía que eran una guarrería, pero he visto que son muy ricos. Mira, estoy sudando.

Levantó el brazo que tenía libre y pude ver en sus axilas una pequeña matita de pelo completamente mojada.

  • Me encanta que no te depiles las axilas. ¿Quieres que pasemos a otra etapa? ¿Quieres dar esta por aprobada?

  • No, de ninguna manera, quiero practicar más. Estoy sintiendo cosas que no había sentido nunca y quiero seguir sintiéndolas. Además, lo que hemos hecho hasta ahora no creo que sea pecado mortal.

  • No te preocupes de eso porque vas a pecar mortalmente y lo peor es que te va a encantar. A veces, en el fragor de los besos las parejas además se acarician.

  • Tu sígueme besándome y si te entran ganas de acariciarme hazlo, estoy deseando que me toques. Me tienes muy caliente.

  • Con una condición, si a ti te vienen ganas de acariciarme debes hacerlo también.

Los dos, ya sin el menor rubor ni reserva, nos lanzamos a besarnos como dos enfermos, las bocas completamente abiertas y una lengua jugando con la otra. Isabel pareció transformarse, se lanzó a los besos con una pasión desbordante, tomando la iniciativa, comiéndome vivo. Nada que ver con la mujer que recibió mis primeros besos.

Para besarme más a fondo su brazo rodeó mi cabeza y me apretó contra ella como queriendo fundirse conmigo. Con su boca cerca de la mía me declaró sus intenciones:

  • Quiero que me folles, quiero que me la metas, quiero sentir tu verga dentro me mi. Me tienes loca de deseo. Tengo fuego entre mis muslos. Nuca había sentido esta fiebre.

  • Antes tienes que aprender otras cosas.

Aunque mi primera idea había sido hacerme dueño de sus tetas la postura ahora no facilitaba la tarea de manera que cambié de objetivo y me dirigí a sus muslos.

Al sentir el contacto, ella tuvo una reacción yo diría que automática, los cerró como tratando de proteger el tesoro que guardaban.

No cambie de idea. A pesar de sus muslos cerrados yo tenía terreno de sobra que acariciar, bajé hasta casi las rodillas para volver a subir disfrutando de su carne.

Mientras tanto Isabel había metido su brazo entre mi cuerpo y el sillón y me abrazaba contra su pecho. Sentí que sus tetas me iban a taladrar.

Al mismo tiempo que me besaba con desenfreno, poco a poco sus muslos fueron perdiendo tensión hasta abrirlos completamente. Yo lo interpreté como que me decía: ahí tienes mis muslos abiertos, puedes subir por ellos hasta donde tu quieras.

No creía yo que fuera el momento para ascender hasta su sexo, más bien lo que quería era ponerla incandescente, borracha de deseo para que fuera ella quien me lo pidiera todo. Quería ver como se derrumbaban sus murallas y perdía todos sus pudores.

Mientras seguíamos besándonos subí y bajé por la parte de dentro de esos muslos de seda y en algún momento hice como intención de dirigirme a la meta, pero siempre paré a tiempo, salvo una vez que calculé mal la distancia y mi dedo índice fue a chocar contra el centro de su sexo.

Fue solo un ligero toque, pero sentí como a Isabel le dio una especie de calambrazo, su respuesta fue morderme la lengua, esta vez con más fuerza de los habitual.

Fuera por eso o por otra cosa, Isabel decidió explorar nuevos territorios, quitó la mano de mi cabeza y la introdujo entre los botones de mi bata para acariciar mi pecho.

En un momento el parar de besarnos fue una cuestión de supervivencia, los dos necesitábamos respirar a fondo. Separamos nuestras bocas apenas unos centímetros y cogimos aire como dos ahogados.

  • ¿Cómo te sientes? ¿te está gustando lo que te hago?

  • Yo estoy en el cielo. Tengo mucho calor. Me está gustando mucho. Y a ti.

  • Yo estoy en la gloria contigo.

  • Estoy sintiendo cosas que nunca había sentido. Estoy como queriendo más, deseando que me des más placer, que me mates de gusto. Me dan ganas de morderte fuerte y de que tu me comas a mi y sobre todo quiero sentirte dentro. Estoy ardiendo.

  • Lo que estás es excitada, mi amor, caliente. La comprobación es sencilla, dime: te notas mojada.

  • Ya te he dicho que estaba mojada. Noto mi cuca gorda y empapada.

  • Cariño, tu no tienes cuca, esto que tienes aquí se llama coño o chocho

Mientras se lo dije pase mi dedo pulgar directamente entre sus labios menores hasta sentir la humedad. Isabel me contestó con un escalofrío.

  • A ver repite conmigo: coño, chocho

  • Coño, chocho.

Mientras ella repetía llevé mi dedo a mi boca y lo chupé.

  • Y esto que estoy disfrutando es el juguito que produce tu coño cuando estás excitada, se llama flujo. Me dices que sientes calor, eso es que estás cachonda. Los síntomas son claros, pezones duros y chocho mojado. A ver dime como tienes el coño.

  • Que vergüenza. Tengo el chocho encharcado, creo que estoy mojando el sofá y estoy cachonda, no, muy cachonda.  Estoy sintiendo algo que no había sentido nunca. Y tu, ¿cómo estás?

  • Yo igual que tu. Estoy cumpliendo un sueño que creía imposible. Tienes un cuerpo que volvería loco a cualquier hombre y me gusta que me lo estés dando a mí. Me provoca lanzarme entre tus muslos y follarte, pero antes tenemos que aprender muchas cosas.

  • ¿Tu también tienes ganas de follar conmigo?

  • Muchas, pero antes quiero gozar de ti y de tu cuerpo, quiero recorrer todo el camino del placer contigo. Quiero enseñarte a ser la mujer que más placer reciba del sexo y que de más a cambio. Quiero que seas muy señora en la calle y muy puta cuando estés en la cama conmigo.

  • Eso es lo que yo quiero, que me hagas puta, la más puta de todas las mujeres que hayas conocido. Habiendo sido muy puta tendrá más merito cuando vuelva a ser casta.

  • No mi amor, no te voy a hacer puta. Voy a hacer que recuperes todo lo que no has vivido, te voy a volver una viciosa del sexo. Y que sepas que cuando lo hayas probado todo, no vas a querer volver a ser casta. Sabiendo el riesgo que corres, quieres que te vuelva una viciosa.

  • Si todo es tan rico como lo que me has hecho, si, quiero que me hagas una viciosa. No sabes lo caliente que me ha puesto que me llamaras puta, no putita, puta y bien puta, que solo quiere placer y que tu te la folles.

  • Isabel, si soy capaz de sacar a la mujer que llevas dentro te vas a convertir en una enferma, no vas a querer hacer otra cosa que follar. Dime que quieres que te haga ahora mismo.

  • Quiero que sigamos dándonos besos, pero quiero que me cojas las tetas, tengo los pezones hinchados y quiero que me los toques. Estoy ardiendo y quiero que me las acaricies. Noto que tengo las tetas sudadas. Cógemelas.

Deslicé los tirantes del camisón y le dejé las tetas al aire.

  • Eres el primer hombre al que dejo que me vea las tetas, pero no pongas cara de sorpresa que ya me las habías visto en el Hospital.

  • Si te las vi y disfruté acariciándolas, pero en ese momento no eran mías y ahora estoy disfrutando porque tu me las ofreces, en el Hospital estuve a punto de comérmelas.

  • Pues comételas ahora. Pero despacito que estoy muy sensible.

Mi plan era no ir tan rápido, pero ante la petición de Isabel no tuve otra opción que atacar.

Me puse de rodillas entre sus muslos y me lancé a por sus pezones. Los tenía duros como dos piedras. Empecé a chuparlos como un bebé hambriento, Isabel me contestó agarrando mi cabeza y apretándola contra su pecho.

  • Que rico lo que me haces, sigue que me está dando mucho gusto. No podía yo ni suponer que el estar con un hombre daba tanto placer. Sigue, sigue. Disfruta de mis tetas que yo te las regalo. Chupa, mi niño, chupa las tetas de mamá.

Al no necesitar las manos para recrearme en sus tetas, las deslice por el lateral de su cuerpo, por debajo del camisón hasta alcanzar sus nalgas. Mármol puro, suave como el satén, y duro como una roca. Amasarlo, acariciarlo, sobarlo mientras le comía las tetas a su dueña me llevó al séptimo cielo.

Isabel mientras tanto jadeaba, y entre jadeo y jadeo me dijo:

  • No pares, no pares de comerte mis tetas, no pares que me estás matando de placer. Me voy a desmayar de gusto, canalla que eres un canalla, tu has venido a esta casa con ganas de follarme, lo se. Que caliente me pone que me acaricies el culo. Que cachonda estoy, mi amor, me dan calambrazos y creo que me voy a morir, siento unas oleadas de placer divinas, sigue, sigue comiéndote mis tetas y acariciándome el culo. ¿Te gusta mi culo?

  • Me encanta. Tienes un culo perfecto, cuando llegue el momento lo voy a profanar.

  • ¿Cómo que me lo vas a profanar?

  • Te voy a meter toda mi verga dentro, me voy a follar tu culo.

  • Qué barbaridades me dices. Es verdad que eres un guarro, pero si quieres mi culo yo te lo doy. Te lo voy a entregar todo sin reserva como me ha dicho la Santa. Todo.

Tanta escaramuza había dejado el chocho de mi tía al aire.

Disfruté de sus tetas y de su culo y mientras lo hacía supe que ella también estaba gozando.

  • Que rico, que rico me estás haciendo, sigue por favor, sigue.

Paré un momento para halagarla:

  • Tienes unas tetas de muchacha de 25 años y unos pezones preciosos. Tu culo es perfecto y que sepas que te estoy viendo el coño.

  • De verdad te gustan mis tetas y mi culo. Yo ceo que son muy grandes. Y mi coño ¿te gusta? También lo tengo grande y gordo.

  • Tus tetas tienen el tamaño justo y en cuanto a tu coño te lo diré cuando me lo coma.

  • Pues que sepas que con el gusto que me está dando que te comas mis tetas las vas a tener siempre a tu disposición, en cuanto a comerte mi coño me parece una cochinada, pero si tu lo quieres yo me dejo. Pero sigue con mis tetas que me está gustando mucho. Estoy más mojada todavía.

Al haber visto los muslos al aire de mi tía y al fondo de ellos su mata de pelo con toda intención quise ser malo, de manera que mi mano abandonó sus nalgas y la dirigí a su chocho, fue de nuevo solo un toque sutil, mínimo, pero que valió para que ella diera un brinquito y un gemido de placer.

  • Si me tocas ahí me vas a matar.

Seguí un rato antes de cambiar de postura, de nuevo me senté en el sillón, pasé mi brazo por detrás de su cabeza y volvimos a los besos, pero esta vez en vez de dejar mi mano quieta la dediqué a acariciarle las tetas.

Isabel aprendía pronto, su boca y su lengua se movieron como si llevara toda la vida haciéndolo y la mano que antes acariciaba mi pecho, quizás copiando lo que había sentido, la dedicó a juguetear con mis pezones.

No solo eso, desabrochó mi bata y se lanzó a comérmelos como yo había hecho con ella.

Pasado un rato se incorporó para volver a los besos.

Antes de continuar la sesión le pedí:

  • Isabel, quiero verte desnuda, ponte de pie y quítate el camisón.

  • Estaba deseando que me lo pidieras, aunque me da mucha vergüenza, a cambio quiero que tu también te quites la ropa, yo también quiero verte desnudo.

  • Primero tu, le pedí.

Se puso frente a mi, a apenas un metro de distancia y dejo caer el camisón que ya no le cubría más que de cintura para abajo.

La había visto en el Hospital, pero al verla completamente desnuda frente a mi me quedé sin palabras: una cara preciosa (las más bonita del pueblo según mi madre) el pelo negro cayéndole por los hombros, unas tetas a mi gusto perfectas con un pequeño pliegue donde entraban en contacto con el pecho, el vientre haciendo un pequeño escudo y por debajo de él una mata de pelo pequeña pero perfilada, de pelo muy corto y oscuro. Las caderas y los muslos rotundos, llenos, como si la carne quisiera explotar. Antes de pedirle que se diera la vuelta le pedí que levantara los brazos, quería volver a ver las dos matitas de pelo oscuro que tapizaban sus axilas.

Me vino a la cabeza que siendo joven la comparé con Sofía Loren y mi conclusión era que mi tía estaba mucho más buena, aunque tuvieran cierto parecido. Mi juicio no era nada imparcial.

  • Date la vuelta, quiero recrearme viendo tu culo.

Me hizo caso, y si el verla de frente me había impresionado el verla de espaldas me dejó muerto. El culo no se lo pude ver en el Hospital. No me distraeré con los detalles, Isabel tenía un culo que ni la Venus del espejo de Velázquez, un culo de mujer en sazón, un culo grande, amplio, redondo, sin un gramo de celulitis, con la anchura exacta. Para las modas de hoy quizás exagerado, a mi gusto, perfecto.

  • Tienes un cuerpo precioso, de muchacha de veinte años, no te visto nada que no sea perfecto, tu culo me ha encantado.

  • Yo me veo gorda y vieja. Además, siempre he sido culona.

  • No, mi vida, estás perfecta y si te planteas adelgazar me divorcio.

  • No nos hemos casado, y ya me amenazas con el divorcio. Antes tienes que consumar el matrimonio. Por favor, quédate desnudo.

Mientras habíamos estado disfrutando el uno del otro yo había notado en algunos momentos que me ponía palote, sin llegar a la excitación máxima, pero casi. Al verla en pelota, al recrearme en su desnudez, mi polla se había puesto apuntando al techo.

Isabel ocupó mi asiento y yo me puse frente a ella. Desabotoné la bata lentamente y me la abrí de golpe.

Debió de impresionarla porque espontáneamente soltó un oooohhhh.

  • Tienes una polla muy grande y muy gorda. Me dan ganas de acariciártela, de comérmela. ¿Siempre la tienes así?

  • No, cariño, la tengo así porque me he excitado viéndote desnuda. Mira, esta es una prueba de lo que me gustas, si no me gustaras no me habría puesto tan burro. Saber que puedo disfrutar de ti me excita.

  • ¿Me vas a meter todo eso dentro? No se si me va a caber, tiene una cabeza muy gorda. Me da miedo, se que me vas a hacer daño y al mismo tiempo estoy deseando que me lo hagas.

  • Isabel, cuando llegue el momento te la voy a meter entera y cuando la sientas dentro vas a pedirme más. Y te vas a correr cuando sientas mi leche entrando en ti.

  • ¿Como voy a saber que me corro?

  • Lo vas a saber sin que nadie te lo diga, vas a sentir que te mueres, que no puedes recibir más placer y vas a notar como una explosión y después una paz única, algo que solo se siente después de follar.

  • Quiero que me folles ahora mismo. Quiero que me metas esa polla grande entera, quiero que me rompas el chocho con tu polla, quiero que me desvirgues, aunque me duela y quiero sentir todo lo que me has dicho.

  • Cariño, estamos en la primera lección y antes de follar tenemos que hacer muchas cosas, pero como los dos estamos muy calientes lo que vamos a hacer es quitarnos la calentura. Durante el tiempo que hemos estado besándonos o mientras te comía las tetas ha habido algo que hubieras querido hacer y no has hecho.

-He tenido ganas de cogerte la polla, de acariciártela, de sentirla en mi mano, es más he estado a punto de darle besos.

  • Que clase de besos, de noviecitos o con lengua.

  • He tenido ganas de metérmela entera en la boca, de comérmela y de acariciarte los huevos.

  • Y ¿porqué no lo has hecho?

  • Me ha dado vergüenza y no sabía si eso es algo que se hace.

  • Si mi amor, si se hace, tu te vas a comer mi polla y yo me voy a comer tu chocho y nos va a dar mucho gusto a los dos. Pero eso será más adelante. Ahora te voy a dar otra lección.

  • Qué me vas a hacer ahora.

  • No te voy a hacer, nos lo vamos a hacer los dos. Nos vamos a hacer una paja, yo voy a acariciarte el chocho y tu me vas a acariciar la polla.

  • Si no lo hago bien me lo dices.

Nos volvimos a sentar y desnudos como estábamos retomamos la sesión de besos, con delicadeza tomé su mano y la dirigí hacia mi polla. No necesitó más instrucciones. Empezó a meneármela con delicadeza como dando a entender impericia, pero era obvio que no era la primera polla que meneaba.

Resuelto ese problema llevé mi mano entre sus muslos y ella los abrió ofreciéndome su coño. Llevaba razón, estaba empapada. Me encontré con un chocho grande, carnoso, con una vulva abultada.

Empecé llevando mis dedos de arriba abajo por el mismo centro abriendo aquella gruta del placer. Al subir noté que lo mismo que mi polla se había puesto mirando al techo, su clítoris estaba hinchado, del tamaño de una lenteja y duro como el acero.

Me dediqué a acariciarla empezando por el clítoris y bajando hasta alcanzar su culo, intencionadamente me paré en su ano y pude notar como Isabel, probablemente sorprendida, lo fruncía. Se defendía del intruso.

  • Este culito también acabará siendo mío.

  • Es verdad que eres un guarro, pero ya te he dicho que cuando me lo pidas te lo voy a dar. Soy tuya, me tienes loca de gusto.

Mientras me la meneaba, siguiendo mis instrucciones o por iniciativa propia me iba contando lo que sentía.

  • Virgen santísima, que gusto me está dando lo que me haces, se me va la cabeza del gusto que estoy sintiendo, dios de mi vida, que placer. No te pares. ¿te gusta como te la meneo? A mi me está gustando mucho menearte la polla, la tienes caliente.

(Me sorprendió que me dijera que me la estaba meneando, pero no se lo hice saber)

  • Me estas haciendo una paja deliciosa, sigue así.

Al cabo de un rato ella dejó los besos y la charla para decirme: sigue, sigue acariciándome donde estás, que me voy a correr, me voy a correr, me estoy corriendo, me matas mi amor, me estoy corriendo, es lo más rico que he sentido en mi vida, me estoy corriendo y quiero que te corras tu también. Se me va la cabeza, mi amor. Que rico me haces.

Lo siguiente más que un grito fue un rugido, un gemido profundo.

Acto seguido tuvo unas convulsiones y después la nada como si se hubiera muerto.

Y al momento siguiente: no me toques más, que ya no puedo resistir más placer. Me he corrido, ahora se lo que es correrse y es un placer divino, me he corrido muy rico. ¿Tu te has corrido?

  • No mi vida todavía no, sigue como estás haciendo.

Isabel se inclinó sobre mi, como para ver más de cerca mi verga, durante un segundo pensé que me la iba a comer, pero no, volvió a hacerse con la polla que había abandonado en el momento de su orgasmo y siguió meneándomela. Eso si, antes volver a empezar, se inclinó y me beso el capullo y paseó un momento la lengua por él.

Isabel me hizo una paja divina. Supe que me iba a correr y se lo dije:

  • Dame un poquito mas rápido, cariño, que me voy a correr. Te voy a dar mi leche.

Mi tía siguió meneándomela, ahora más rápido, acompasando su ritmo a lo que yo estaba deseando. De vez en cuando pasaba su otra mano por mi capullo o la usaba para acariciarme los huevos. Para ser justo he de decir que me estaba haciendo una paja perfecta.

Cuando supo que yo me iba a correr, cuando le anuncié que le iba a dar mi leche, Isabel se lanzó de cabeza a meterse mi verga en la boca. Recibió mis descargas y cuando se levantó ya se lo había tragado todo

  • Si tú pruebas mi flujo yo pruebo tu leche. Me ha gustado tanto sentir que me llenabas la boca con tu leche que me he vuelto a correr. Tienes una leche muy caliente y muy rica.

  • Isabel, tengo que decirte que para ser la primera vez aprendes muy deprisa, has perdido todos los pudores y eso es muy bueno. Te aseguro que vas a aprender a follar como una diosa.

  • Llevas razón, ahora no me da vergüenza ni miedo de nada. ¿vas a hacer de mi una puta reputa? ¿Esta noche vamos a dormir juntos?

  • Por lo que he visto hasta ahora si, vas a ser una puta reputa, pero hoy nos vamos a ir a dormir cada uno a su cama. Si durmiéramos juntos no pegaríamos ojo en toda la noche y yo llevo una semana muy dura, pero te prometo que mañana seguiremos.

  • Que me vas a hacer mañana. ¿Me vas a follar?

  • Mañana te voy a dar más placer que hoy pero no te voy a decir como. Tu que quieres que hagamos.

  • Quiero que me metas tu polla hasta el fondo, quiero que me folles. Me gusta mucho todo lo que me haces, pero lo que yo necesito es sentirte dentro de mí, que me hagas tuya. Quiero cometer pecados mortales contigo. Quiero fornicar.

La mañana siguiente.

Dormí como un lechoncillo, del tirón, sin sueños ni sobresaltos.

Me despertó mi tía:

  • Javi, Javi, cariño, son las 11 de la mañana. Estás bien.

Abrí el ojo, al lado de mi cama Isabel desnuda como su madre la trajo al mundo. Tendido yo en mi cama, su coño estaba a una cuarta de mis narices.

  • Te he preparado el desayuno, pero antes quiero que me des unos besos.

Sin dilación alguna se metió en mi cama.

  • He pensado que como hace mucho calor, cuando estemos en casa podemos estar los dos desnudos.

  • Me parece muy buena idea.

  • Tócame como ayer, no he podido dormir dándole vueltas a lo que me hiciste, he pensado en tocarme, pero no he sido capaz, prefiero que me toques tu. Quiero que sigamos donde lo dejamos ayer. Me he levantado caliente y quiero que te comas mis tetas.

  • Te voy a comer, pero no las tetas.

  • Me estás dando miedo, que me vas a hacer.

  • Me voy a comer tu chocho, te voy a dar lengua en tu chocho y en tu culo.

  • Eres un guarro, lamer mi culo. Me da vergüenza lo que me dices, pero si me va a dar gusto, hazlo. Ya venía cachonda pero solo de oírte me he puesto más.

Me bajé al fondo de la cama y me coloqué entre sus muslos. Isabel colaboró abriéndose para recibirme.  Tan pronto llegué abajo lancé mi lengua al centro de su coño. Era verdad de nuevo estaba inundada.

Le dediqué una de mis especialidades, lo llaman la puntada portuguesa, consiste en repasar con la lengua el clítoris para desde ahí, bajar exactamente hasta el ano para darle lengua. Cuando llevaba apenas tres o cuatro puntadas Isabel estaba chillando como una loca.

  • Que me haces cochino, me vas a matar, siento tu lengua en mi chocho y en mi culo y no se que me gusta más. Eres malo porque yo no te puedo hacer nada a ti. Sigue por dios sigue. Virgen santísima que placer tan grande. Santa Ana, que agradecida te estoy.

Seguí dándole lengua, tarea en la que me considero un especialista, y mi tía siguió recordando a todo el santoral.

  • Santa Ana bendita por qué me has pedido que haga esto, no sabes lo que estoy sintiendo, dios de mi vida, que gusto tan grande. Sigue dándome lengua que me vas a hacer correrme, me voy a correr mi amor, dame con tu lengua en mi culo que me da mucho gusto, dame, méteme tu lengua.

Mi tía está vez se corrió entre gritos y gemidos y pidiéndome que le metiera la polla en ese mismo momento.

Acabada mi tarea me subí a su lado.

-Te has quejado de que tu no me hacías nada, ahora vas a hacerlo, quiero que te metas mi polla en la boca y que me la chupes hasta que yo te diga que me quiero correr.

  • Cuando te corras me quiero beber tu leche otra vez, ¿puedo?

  • Te calienta pensarlo.

  • Caliente ya estaba al venir a tu cama, ahora me tienes ardiendo y me pone más cachonda el pensar que me voy a beber tu leche. Me la quiero beber toda.

Esta vez no le di ninguna instrucción más. Mi tía se lanzo a por mi, me cogió la verga y empezó a chupármela. Mientras con una mano sostenía el tallo con la otra me acariciaba los huevos. Fue combinando chupadas con mordiscos, paró un momento para recorrer toda mi verga con su lengua, y después se la metió hasta dar con su nariz contra mi barriga. En resumen, me hizo una mamada de profesional. En ese momento tuve la certeza de que mi querida tía a lo largo de su vida se había comido kilómetros de polla.

Mientras yo pensaba lo que pensaba, Isabel paró un momento para decirme:

  • Me vuelve loca tu polla, está dura y caliente y me excita tragármela entera. Te voy a hace la mejor mamada de tu vida y quiero que me llenes la boca con tu semen.

Y me vine, me vine como un animal y mientras explotaba ella siguió mamando. Cuando acabé Isabel se puso frente a mi y abrió la boca para enseñarme que la tenía llena. Acto seguido se la tragó.

  • Cuando he sentido que me dabas tu leche me he vuelto a correr. Me gusta mucho que me la des, me gustaría tener leche en mis tetas para dártela yo a ti. Me has transformado, ya no soy la mujer que ayer te pedía que la enseñaras, ahora soy una perra salida que no quiere otra cosa que recibir placer. Ya me has vuelto puta. Me tienes enviciada.

Desayuné con Isabel sirviéndome en carnes vivas.

  • Isabel me voy a duchar y a afeitarme.

  • Pues yo, en vez de ducharme, me voy a dar un baño para ti.

  • Muy bien, tan pronto acabe me voy a tu cuarto de baño y te doy unos masajitos en el agua.

Oí como mi tía llenaba la bañera y mientras la oía me arreglé a toda prisa. Tan pronto dejé de oír los grifos llenando la bañera sigilosamente me dirigí a su habitación, no soy nada cotilla pero la situación lo requería.

Mi tía tiene en su habitación además de un armario, un mueble antiguo con cuatro cajones grandes, empecé por él. En el cajón superior me encontré una colección inmensa de bragas, no exagero si digo que habría más de cincuenta. Todas perfectamente dobladas y ordenadas. Las negras a un lado, las blancas al otro y en el centro bragas de todos los colores y formatos. La mayoría de ellas tangas mínimas inimaginables en su vestuario.

Seguí curioseando y desdoble unas negras algo más grandes, eran de un modelo que los americanos llaman crotch less , son una especie de bóxer pero que están abiertas en el centro, desde la cinturilla de delante hasta la de detrás, eso significa crotch less: sin nada en la entrepierna. Bragas de profesional.

En el cajón central había solo sujetadores, otra colección, y la mayoría de ellos de fantasía, nada que ver con la ropa interior de a diario. Modelos de los que solo sujetan por debajo y dejan los pezones al aire. Otros transparentes con lentejuelas. Me fijé en que la mayoría eran de Victoria Secret, firma americana que fabrica ropa interior de puta para consumo de las amas de casa. Me pregunté donde los habría comprado, seguramente por Internet.

En el siguiente cajón un poco todo mezclado, corpiños, ligueros, bodies y medias. Me llamaron la atención los corpiños. Una prenda que no me hubiera yo figurado que usaba la casta Isabel. En cuanto a los bodies abundaban los hechos de tejido de media, de cuerpo entero y también abiertos en las ingles.

Seguro de lo que me iba a encontrar miré en su mesilla de noche, y allí estaban, tres consoladores, dos grandes y uno pequeño, pensé que para metérselo en el culo mientras disfrutaba de los grandes. Además de dos o tres plugs de diferentes tamaños. Los plugs con unos consoladores que se meten en el culo y se llevan ahí metidos todo el día.

La casta, la virginal Isabel resultó ser más puta que las gallinas, seguía siendo la mujer a la que yo había visto haciéndose pajas quince años atrás y lo mejor es que ella pensaba que yo me había creído sus cuentos.

Salí sigilosamente y entré haciendo ruido en el cuarto de baño de mi tía. Sería casualidad, pero ella se estaba acariciando el coño, al entrar yo de golpe disimuló como si se estuviera enjabonando.

Ahora yo sabía que mi tía era una farsante, probablemente adicta al sexo y con una colección de hombres en su currículo. Toda la historia de la santa era un invento para follar conmigo.

Fingí mi ignorancia a la perfección, me dediqué a halagar su ego.

  • Tienes las tetas más bonitas del mundo y es una pena que no hayas disfrutado de ellas. Que desperdicio. Que sepas que cuando acabemos de bañarnos te voy a follar, o mejor aún voy a empezar cogiéndome tu culo.

  • Ay, no, quiero que me folles. Estoy loca pensando que me la vas a meter entera en mi coño. Necesito tener mi coño lleno con tu polla.

  • Habíamos quedado en que nada de protestas ni de quejas, si cuando estemos en la cama me siguen dando ganas de cogerme tu culo me lo voy a coger o se acaban las lecciones.

  • No te enfades, si lo que te da capricho es metérmela en el culo yo me pongo a cuatro patas para que me la metas. También me da mucha nota pensar en que te vas a follar mi culo. Eres un vicioso y un pervertido y por eso te da más morbo cogerte mi culo que follarme.

  • Otra posibilidad es que como ya has conocido los placeres del sexo lo dejemos aquí y tu vuelvas a tu vida de castidad.

  • Me tienes que enseñar muchas cosas, ahora no puedo parar hasta sentirte dentro de mi. Cuando me hayas follado y yo sepa lo que siento podré tomar una decisión, pero no antes. Llevaba razón la santa cuando me dijo que iba a sentir un placer divino. Si lo que nos falta es tan rico como lo anterior me vas a matar de gusto. Javier quiero tener tu polla dentro de mi. No puedo seguir esperando.

  • Ya no vas a tener que esperar mucho, te voy a esperar en mi cuarto, quiero que cuando salgas del baño te pongas la ropa más sexy que tengas, lo mismo que te compraste un camisón bien guarro te habrás comprado otras cosas.

  • Como me conoces, si, tengo alguna cosa y la voy a estrenar para ti. Tu lo que quieres es que vaya a tu habitación disfrazada de puta.

  • Quiero que vengas con ropa de puta y que debajo de esa ropa me encuentre una puta de verdad.

  • Como te gusta ponerme cachonda.

Mientras Isabel se iba a su cuarto a arreglarse me propuse darle una lección que nunca iba a olvidar.

Me puse un par de gotas de anestésico oftálmico en mi prepucio, (todos contienen algo de cocaína), con ello me aseguraba una cierta insensibilidad, el resultado iba a ser que podía estar más de una hora follando sin correrme.

Además, puse una dosis pequeña de Popper en una Coca- Cola, bebida que mi tía tomaba de manera constante, y preparé otra Coca sin nada para mí.

(Para los que no sepáis de los efectos del Popper diré que incrementa de una manera brutal la libido, dan unas ganas de follar enfermizas, produce un estado de bienestar y una percepción aumentada del placer y relaja los esfínteres, además desinhibe en todos los ordenes. Hace años era usado por los gays, ahora es de uso común.).

Isabel iba a saber lo que era provocar que su sobrino se la follara. Con el arsenal que había preparado Isabel iba a estar más excitada de lo que había estado en su vida, en cuanto a mi sabía que iba a tener la polla como un hierro y que podría estar follando durante horas.

Me tendí en la cama en pelota a esperarla.

Mi tía preparó un número erótico copiado de las películas, lo primero que vi fue un muslo cubierto por una media negra mientras ella tarareaba la canción de 9 semanas y media.

Después de jugar un rato, entró en la habitación. Llevaba un traje de chaqueta de color negro, la falda tan corta como para dejarme ver el tejido más denso que tienes las medias arriba del todo y con unos tacones de una cuarta.

En la parte de arriba la chaqueta a juego con la falda, pero se le había olvidado ponerse camisa.

  • Te voy a volver loco, me dijo mirándome con cara de loba.

Isabel decidió regalarme un baile erótico y volví a tener la sensación de que no era el primero que hacía.

Me dio la espalda y se inclinó hacia delante para darme un plano completo de sus muslos y de su liguero. Esperaba yo que llevara el coño al aire, pero me equivoqué. Jugó un rato en esa postura abriendo sus nalgas con las manos.

Cuando se dio la vuelta los botones de la chaqueta se habían abierto y me dejaban ver uno de los corpiños de su colección, de color champán y bordado en negro, que le dejaba las tetas completamente al aire y que apenas le cubría más, dejando su vientre al aire.

Tarareando una música abrió la cremallera de su falda y me la tiró a la cara.

Ahora todo lo que la cubría era el corpiño, un liguero haciendo juego, una tanga mínima también a juego, las medias con costura y los taconazos.

Eché mano a mi refresco y la di un trago, ella me imitó y se bebió casi toda su lata de un trago.

El Popper produce un subidón instantáneo. Isabel que ya venía caliente no tardaría nada en ponerse incandescente.

Muy pocas mujeres pueden vestirse como ella había hecho sin dar lugar a un espectáculo patético. El cuerpo de Isabel lo admitía y con nota. De frente el corpiño le sujetaba las tetas que parecían querer escaparse de su cuerpo y cuando se dio la vuelta y pude contemplar sus nalgas me quedé sin aliento, la braga se le metía entre los dos cachetes y el contraste del color de su culo con la oscuridad de las medias le daba un morbo añadido. Ni una lorza por ningún lado. Viéndola pensé que si quería podría ser modelo de tallas grandes.

Isabel se me acercó y me dijo:

  • Cuando te pedí que me ayudaras me dijiste que tu eres muy guarro en el sexo, no te puedes ni figurar lo guarra que soy yo. No hemos empezado y ya tengo las bragas empapadas, estoy salida como una perra en celo. No me vas a follar tu a mi, te voy a follar yo a ti y te voy a echar el mejor polvo que te hayan echado en tu vida.

Mientras hablaba se quitó las bragas, se puso de pie sobre la cama y fue bajando lentamente hasta dejar su coño a un palmo de mi cara.

Es verdad que lo había acariciado pero ahora tuve la oportunidad de verlo como si tuviera un microscopio: un monte de Venus alto y tapizado por pelo corto, los laterales de su raja perfectamente depilados, no afeitados sino depilados, , y resaltando entre aquella negrura un clítoris grande, cuando lo toqué pensé en una lenteja pero ahora me pareció más un garbanzo pequeño, casi cubierto por un pequeño capuchón, me pareció una mini polla que latía como un corazón en miniatura.

  • Te voy a follar, Javier, tu hembra te va a dar su coño.

  • Antes tengo que comérmelo, lo he visto tan jugoso que lo quiero disfrutar. Me lo quiero beber todo. Cuando acabe te dejo que hagas conmigo lo que quieras.

  • Bébete mi flujo, cómetelo, dame con tu lengua en mi chocho y en mi ano. He cambiado de idea, cuando te haya echado el mejor polvo de tu vida quiero que me metas toda tu verga en mi culo, que me lo profanes. Quiero que me revientes y que me llenes la barriga con tu leche. Voy a ser todo lo puta y lo guarra que tu quieres que sea. Ahora sigue comiéndote mi chocho que me gusta mucho, sigue, que me tienes ardiendo de gusto, me estás matando y me vas a hacer correrme como una yegua, ya no soy una perra, soy una yegua esperando que el semental la monte y la cubra. Quiero todo ese pollón dentro de mi. Dios mío, no me reconozco en las cosas que te estoy diciendo.

El Popper debió de hace efecto, Isabel entró en un estado frenético en el que sus palabras eran apenas entendibles y en el que abundaban los gemidos, los gritos y la advocación al santoral.

Repetí lo que ya sabía que funcionaba, absorbí su clítoris, le di lengüetazos y pasé a recorrer su ano con mi lengua. Isabel mientras tanto se movía a golpe de espasmos y gritaba.

  • Dios que gusto tan grande, dame más, méteme bien la lengua, cómete mi culo, cerdo que eres un cerdo. Santa Ana me tenías que haber pedido que fuera bien puta antes. Cuantos polvos me he perdido. Que gusto, por dios.

Y entre medias otras cosas que quizás no le hubiera gustado decir:

  • Cuanto he tenido que esperar para que fueras mío, cuanto he esperado este momento. Me hubiera gustado darte mi coño cuando te pille haciéndote una paja. Estoy deseando que me folles. Se que me vas a echar un polvo muy rico.

Sus convulsiones fueron a más cuando me anunció que se iba a correr.

  • Me corro, me corro, me vas a hacer correrme, me voy a venir, siento que me voy a venir, dame con tu lengua en mi culo que ya me estoy corriendo, me corro Javier me corro toda, me estoy viniendo como una puta, eso es lo que soy una puta que todo lo que quiere es sentir tu polla dentro. Me está viniendo un gusto que no había sentido ni cuando ayer me hiciste la paja.

Al sentir el orgasmo se echó hacia atrás y su cuerpo dio como pequeños calambrazos, una especie de replicas del terremoto que había disfrutado.

Tendida sobre mi me dijo:

  • Ya te has comido mi coño y mi culo, ya me has hecho correrme como una perra, ahora quiero que me folles, que me rompas el chocho con tu verga, que me desvirgues, estoy loca por tenerte dentro. Quiero que seas el primer hombre que me posea, que meta su verga en mi coño, es el mejor regalo que te puedo hacer.

Lo que pasó después y como terminó la historia.

Como Isabel me había venido a ver bien de mañana, me quedé dormido. La verdad era que entre el trabajo en el Hospital y lo que mi tía demandaba a diario yo estaba al borde de la extenuación.

Cuando me desperté mi tía no estaba en la cama. Me levanté, di una vuelta por la casa y vi que Isabel se había ido. Después de hacerme un café, fue inevitable que me pusiera a evaluar lo que había pasado en los últimos días.

Por un lado, estaba feliz por como se habían desarrollado los acontecimientos, Isabel se había entregado y podría decir que yo era su dueño, estaba dispuesta a hacer todo lo que yo le pidiera, y por otro yo era consciente de que mi tía me había mentido en casi todo lo que me había dicho.

Mi trabajo estaba en el Hospital de Poniente en El Ejido, lo que significaba que iba a pasar los próximos años viviendo en Tarambana, en la casa de mis abuelos, con mi tía y aunque el comienzo había sido excelente yo tenía la necesidad de aclarar la situación. No me veía manteniendo la ficción de que Santa Ana era la culpable del comportamiento de Isabel, ni de que nunca ningún hombre le había puesto la mano encima. Tenía que hacerle confesar, que reconociera que su historia era un invento y que lo que deseaba era que yo me la follara.

Poco antes de la hora de comer Isabel apareció en la casa. Venía vestida como el día que llegué al pueblo. Ropa amplia, oscura, con una falda que le llegaba hasta lo pies y con una camisola también amplia y sin escote. Me extrañó el cambio, de estar en cueros en casa al disfraz recatado que llevaba.

Su primer comentario me dejó atónito.

  • No sabes lo feliz que soy, Pablo, me he puesto a bien con dios y he estado hablando con Santa Ana.

  • Y que te ha dicho el espectro, ¿que ya es suficiente?

  • No te rías de mí, en esta ocasión no me ha dicho nada, pero se que me ha escuchado, le he contado lo que estaba haciendo y lo que me faltaba por hacer. Después me he confesado, he ido a una parroquia en la que no me conocen porque de ninguna manera le quería decir a mi confesor lo que estaba haciendo. No confiaba en que lo fuera a entender.

  • O sea que ya te ha puesto a bien con dios.

  • Completamente, si me muriera ahora mismo iría directamente al cielo. Aunque la confesión ha sido un poco rara.

  • Qué te ha pasado.

Me ha tocado un cura mayor, le he contado que había pecado contra el sexto mandamiento y me ha dicho: hija, hay muchos pecados contra el sexto mandamiento, ¿que has hecho? Cuéntamelo.

Le he dicho que había cometido actos impuros, y me ha vuelto a pedir detalles: le he dicho que me había dejado tocar. ¿por un hombre o por una mujer? Por un hombre, padre. ¿Qué te ha tocado, hija mía? No sabía que palabra usar y le he dicho, mi coño, padre, mi coño.

¿Mucho rato? Si padre mucho rato ¿Y te ha dado placer? Si padre, un placer divino. No blasfemes hija, y tu le has tocado a él. Si padre, le he cogido la verga y se la he meneado. ¿Le has hecho eyacular? Si padre le ha salido mucha leche.

El interrogatorio del cura me estaba poniendo cachonda, el hacerme describir lo que había hecho me lo trajo a la memoria y me empecé a mojar.

  • Y que más has hecho, pecadora. ¿le has dejado que te comiera las tetas?

  • Si padre, me ha comido las tetas.

Y tu mientras tanto qué hacías.

  • Yo mientras tanto le acariciaba la polla

  • Y qué más.

Como ya estaba ardiendo le he hablado claro.

  • Me he metido su polla en la boca y le he hecho una mamada. Me ha llenado la boca de leche.

  • Dios mío, una fellatio. ¿Te has tragado su leche, pecadora? Y él ¿te ha comido a ti?

Cuando me ha hecho esa pregunta me he metido la mano por la cinturilla de la falda y me he empezado a tocar. Tenía mi chocho encharcado. El cura ha hecho todo lo posible para ponerme cachonda.

  • Si padre, me he tragado toda su leche, estaba caliente y salada y el me ha comido a mi todo mi chocho y ha seguido hasta que me he corrido.

  • Has sentido placer.

  • Si padre las dos cosas me dan mucho gusto. Me he corrido muy rico. Se me ha aflojado todo el cuerpo.

  • Fellatio y cunnilingus, dos pecados muy graves. Gravísimos.

No contento con lo que ya sabía, me ha preguntado:

  • ¿Habéis fornicado?

  • No padre.

  • No te ha metido su miembro ni un poquito, no me mientas.

  • No padre no me la ha metido ni un poquito.

  • Y tu culo, le has dado tu culo, ¿has cometido el pecado nefando?

  • No padre, no le he dado mi culo, porque no me lo ha pedido, si me lo llega a pedir se lo hubiera dado. Estaba muy cachonda, padre.

  • Menos mal, hija, porque todo lo que me has contado suele acabar en fornicación. No te dejes penetrar, ni le des tu culo ¿Estás arrepentida?

  • Si padre, estoy muy arrepentida.

  • Eres una gran pecadora, debes rezar tres rosarios y dentro de una semana vuelve que te quiero volver a confesar, a ver si has podido dominar tus demonios. Ve con dios y no repitas esos pecados tan horrendos.

  • Mientras el cura me seguía hablando me he seguido tocando y. he tenido un orgasmo muy rico. Me encantaba la idea de estar haciéndome una paja mientras el cura me hablaba.

Vi la oportunidad de cargar la suerte.

  • O sea que das mis lecciones por terminadas.

  • Mira lo terminadas que las doy.

Se levantó las faldas y me enseñó que debajo de ellas iba en pelota.

  • Ves lo fácil que me ha sido tocarme el coño mientras confesaba. No me había puesto ni bragas ni sujetador para estar a tu disposición a mi vuelta. Me has corrompido, Javier, me has hecho confesar cachonda perdida y haciéndome una paja. No se si esto entra en lo que me ha pedido Santa Ana que haga.

  • ¿Te ha dado gusto?, ¿te has corrido rico?

-Si, me ha gustado mucho, y me he corrido delicioso. Es la primera vez que me toco en una iglesia.

-Pues entonces, entra en lo que te ha pedido Santa Ana. Isabel, tengo un hambre terrible, si quieres salimos a comer.

  • De ninguna manera, me pongo cómoda y te hago la comida. Y después nos echamos la siesta.

No necesitó ir a su cuarto a cambiarse, se quitó la falda y la camisola en el salón donde estábamos, tiró la ropa sobre un sillón y en pelota picada se dirigió a la cocina.

Sé que me repito, pero al ver a Isabel de espaldas, con sus nalgas bamboleándose camino de la cocina me puso cachondo. Me encantaba que cuando la veía por la espalda sus tetas le aparecían por los lados.

Comimos divinamente, mi tía es una excelente cocinera.

Cuando acabamos fue directamente al grano.

  • Esta siesta, por fin vamos a follar.

  • Creo que todavía no estás preparada, te faltan muchas cosas que aprender.

  • Como te gusta hacerme sufrir. Todo lo que me has hecho me ha gustado mucho, me has vuelto loca y me he corrido como una perra, pero lo que necesito es tener toda esa polla que tienes entre las piernas, dentro de mi coño. Necesito sentir que tienes mi coño lleno con tu polla.

  • Esta noche he dormido muy mal, y me he despertado con dolor de cabeza. Si te parece dormimos un rato y cuando nos despertemos seguimos con las lecciones. (No me quedó más remedio que echar mano de la escusa que más usan las mujeres)

  • Pero hoy me la vas a meter.

  • Antes te tengo que enseñar alguna cosita más que aún precisas conocer. Si las aprendes bien es muy posible que hoy te folle. Por donde quieres empezar, por tu chocho o por tu culo.

  • Yo prefiero por el chocho, pero si tu crees que es mejor que empecemos por el culo, pues bendito sea dios. Por lo que me has dicho, tu quieres empezar por mi culo.

Por más que lo intenté no logré dormirme, estuve pensando como arrancarle la verdad de su historia a mi tía.

Acabada la siesta le dije:

  • Vamos a dar un rápido repaso a lo que has aprendido. Empezaremos por los besos.

Los besos ya habían pasado a ser otra cosa porque mientras nos besábamos nuestras manos no estaban quietas, las mías se ocupaban de acariciarle las tetas y de excitar su clítoris y las suyas a toquetear mi verga.

Sabía yo que el empezar con los besos nos encantaba a los dos. Y nos hacía calentar motores.

Acabada la sesión de besos le dije: tengo una sed enorme, voy a la cocina a por un refresco, quieres otro para ti.

  • Si.

Me fui a la cocina y a toda prisa volví a poner en su refresco una dosis de Popper.

Ya en la habitación le di un buen trago a mi refresco, Isabel hizo lo mismo.

  • No se lo que me haces, siento que estoy cachonda perdida, y me das unos besos y tengo la sensación de que, de repente, me pongo mucho más caliente. Estoy ardiendo Pablo.

  • Voy a darte otra lección. Antes de entregar tu culo tienes que saber que lo tienes dispuesto, te voy a dar un masaje para que se te relaje. No lo entregues sin esa preparación o tendrás una experiencia muy desagradable.

Me unté lo dedos con vaselina y con cuidado introduje en su culo mi dedo índice. Isabel estaba tendida boca arriba. Muy suavemente empecé a acariciar las paredes de su recto.

Isabel reaccionó a mis caricias con gemidos suaves:

  • Que rico me estás haciendo. Me gusta mucho.

Lo siguiente fue meterle junto al índice mi dedo corazón, al tiempo apoyé la moya de mi dedo pulgar en su clítoris.

  • Ay, sigue ahí, sigue que me estás dando más gusto.

Ya con dos dedos dentro busqué con delicadeza su punto G que necesariamente, según mis lecciones de anatomía, tenía que estar al alcance de mis dedos en la zona en la que su recto está más próxima a su vagina. Tan pronto lo alcancé Isabel reaccionó.

  • Por dios, sigue acariciándome ahí, justo ahí que me estas volviendo loca de gusto.

Según la acariciaba pude ver que mi tía había empezado a sudar. Su piel estaba ardiendo.

  • Pablo, por dios, te lo suplico, méteme esa polla que me tiene loca. Desvírgame que no puedo esperar más.

Con mis ideas claras le pedí que se pusiera en cuatro. Gracias a la relajación que produce el Popper y la lubricación que yo le había añadido, enfilé mi verga a su ano y lo atravesé como quien entra en una casa sin puerta.

  • Pablo, traidor, me la has metido en el culo. Me tienes el culo lleno. Que rico mi vida.

  • Te gusta o me salgo.

  • Si te sales, esta noche te asesino cuando estés dormido. Cógeme las tetas y dame bien duro que quiero sentirte bien adentro.

Empecé a encularla como un animal, sujetando sus ancas con mis manos. Isabel, para no tener experiencia como ella decía se acopló a las circunstancias al momento. Cuando yo me retiraba se estaba quieta, pero tan pronto sentía que mi verga estaba casi fuera lanzaba su culo contra mi polla hasta sentir que mi cuerpo chocaba contra sus nalgas.

Simultáneamente empezó a berrear.

  • Dios que pollazos más ricos me estás dando, es lo más rico que me has hecho, siento que las piernas se me derriten y quiero que me la metas más adentro, quiero que me atravieses con esa polla que me vuelve loca. Sigue, por dios, sigue. Rómpeme el culo con tu verga. Destrózame toda y lléname la barriga con tu leche.

Tan pronto le oí decir que siguiera, paré en seco. Con mi polla metida en su culo y mis manos agarrando sus caderas le dejé clara mi posición.

  • Isabel, me está gustando mucho cogerme tu culo, Y a ¿ti te está gustando?

  • Es lo mas rico que me has hecho, sigue dándome verga, por dios, sigue. Que razón tenía Santa Ana, que placer tan divino. Sigue dándome.

Yo seguí parado.

  • Isabel, que sepas que no voy a seguir, no vamos a seguir follando ni hoy ni nunca más a no ser que, de una vez por todas dejes de mentirme. Y si me dices que si, y dentro de unos días descubro otra mentira, ese mismo día cojo mis cosas y no te vuelvo a ver.

  • Qué quieres que te cuente. Por dios no me dejes así, sígueme follando.

  • Quiero que me cuentes todo, quiero saber la verdad de tu vida, y quiero que nunca más me engañes con mentiras. Si dejas de mentir vamos a seguir follando, si me mientes ya sabes lo que te espera.

  • Sigue follándome. Te juro por dios que te voy a decir toda la verdad, sí, te he dicho muchas mentiras, pero era para conseguir que me hicieras tuya. No te voy a volver a mentir, pero por favor sigue dándome por el culo que no puedo prescindir del placer que me estabas dando. Sigue follándote a tu tía. No sabes lo caliente que me tienes.

Seguimos follando y tuve la sensación de que mi amenaza había sido una especie de liberación para Isabel, se entregó a la coyunda como si el mundo se fuera a acabar.

  • Me estoy corriendo, Javier, me estoy corriendo más rico que nunca, me estás matando de gusto y por nada del mundo voy a dejar de follar contigo. Pídeme lo que quieras que te lo voy a dar, pero por dios sigue que me quiero volver a correr y quiero que me llenes la barriga con tu leche. Ya te siento, estoy sintiendo como te corres en mi, me estas llenando el culo con tu leche, no puedo soportar más placer, me estoy corriendo otra vez.

Isabel se desplomó como un toro cuando le dan la puntilla. Conmigo ya fuera siguió gozando.

  • Me has sacado la polla y a mi me siguen viniendo sacudidas, siento oleadas de placer, nunca en mi vida había sentido un placer tan grande.

Cuando ya habíamos recobrado la calma y antes de empezar mi interrogatorio le dije:

  • Ten cuidado, se cosas de ti que tu no sabes que las se. Si me mientes en algo te voy a descubrir, me voy a levantar y me voy a ir a El Ejido a vivir. No me volverás a ver.

  • ¿Qué quieres saber?

  • Quiero saber la verdad de todas las mentiras que me has dicho. Cuando me contaste tu conversación con la santa yo te pregunté si te masturbabas y tu me dijiste que no te habías tocado en tu vida. ¿Es verdad?

  • No Javi, me empecé a masturbar a los quince años y desde entonces no ha pasado un solo día en mi vida en el que no me haya hecho una paja, o más de una. Ese ha sido mi único placer durante más de veinticinco años. Debajo de mi disfraz de beata soy una mujer que necesita placer diariamente, pero me he tenido que arreglarme sola. Este pueblo es muy cotilla y si me hubiera dado a algún hombre, lo habría sabido todo el pueblo.

  • O sea que lo de que no sabías lo que era un orgasmo también era mentira.

  • Si, haciéndome pajas he disfrutado mucho, pero nada que ver con lo que tu me haces.

  • Y lo de que nunca un hombre te había puesto la mano encima también es mentira.

  • Bueno eso es casi verdad, tuve un novio cuando era joven, un chico de Roquetas. Manolo se llamaba, era mi profesor en la Academia. El fue quien me dio los primeros besos, yo estaba enamoradísima de él. Se lo di todo, ha sido el único que antes de ti me ha follado. Estuvimos ocho meses en lo que follábamos a diario. Me volvía loca cada vez que se metía dentro de mí, ese ha sido para mi el placer supremo, tener una polla dentro de mi. Yo era la mujer más feliz del mundo. Sin razón alguna, sin explicación de ninguna clase un día me dijo que se iba a vivir a Barcelona. Le supliqué, lloré, me humillé pidiéndole que no me dejara, pero fue inútil. No le he vuelto a ver.

  • Le diste tu culo.

  • No, no se lo di porque nunca me lo pidió, si me llega a pedir se lo hubiera dado, le hubiera dado mi vida. Estaba loca por él. Cuando me dejó tuve una depresión espantosa.

  • Y que hiciste.

  • Refugiarme en la religión, creí que todo era un castigo de dios por haber pecado tuvimos ocho meses de sexo diario. Y me propuse que ningún hombre me iba a hacer daño nunca más. Durante estos años no me he acostado con ningún hombre, no me ha quedado otro remedio que recurrir a las mujeres. He tenido algunas amantes, hay más lesbianas de lo que los hombres creéis. Pero ninguna mujer me ha dado lo que yo necesitaba. Me han aliviado, pero no me han satisfecho. Yo lo que necesito es sentirme penetrada, lo que de verdad me da placer es tener una polla dentro de mi. Solo con tenerla dentro me vengo.

  • Y lo de que has tenido muchos novios, ¿es verdad?

  • Novios no, pretendientes muchos, yo de joven era una bomba que volvía a los hombres locos, pero con ninguno me he ido a la cama. Empezábamos con los besos, les dejaba que me acariciaran las tetas que es por donde los hombres siempre empiezan, a alguno le he permitido que me acariciara el chocho mientras yo se la meneaba, pero cuando lo que me pedían era follar, me entraba el pánico a volver a ser engañada y cortaba con ellos. No sabes las veces que me han llamado calienta pollas. Pero no podía follar, me daba terror. De esa manera tan absurda he perdido mi juventud.

  • Te haré una confesión, cuando venía de vacaciones yo me asomaba a tu ventana y cada siesta veía como tu te hacías una pajita. Me ponía enfermo verte. También te he visto desnudarte por la noche. Después de verte me iba a mi cuarto y me hacía tocaba a tu salud.

  • Pues yo te haré otra, el día que te sorprendí en el baño haciéndote una paja, ya había sido abandonada por Manolo, vi que tenías una polla más gorda que la suya y me dieron de que me follaras o de comerte la polla. Por cierto, a Manolo le volvía loco que yo me comiera su polla.

  • Y se la comías con frecuencia.

  • Siempre que lo pedía, que era casi todos los días.

  • Y el te comía el coño.

  • No, se lo pedí un par de veces, pero me dijo que no le gustaba y como yo nunca lo había probado no lo eché en falta.

  • Ahora vamos a la historia de Santa Ana.

  • Cuando estuve en el Hospital me tenías sedada, pero no estaba en coma. Yo sentía lo que pasaba a mi alrededor. Sentía como cada día ibas a mi habitación, me subías el camisón y me acariciabas. Sentía tus manos en mis tetas, algo que me ponía cachonda perdida. Sentía como jugabas con el pelo de mi coño. Volví a sentir la calentura que sentía cuando Manolo me tocaba, pero sin miedo. Sin el terror que me daban los hombres, me acordé de tu polla y decidí que quería que me follaras. Fue una calentura, un deseo, una fiebre que se apoderó de mi y contra lo que no podía ni quería luchar. Pasaste a ser mi obsesión, si no hubiera podido meterte en mi cama no se que habría sido de mi. Me habría vuelto loca. Volvimos a casa y tu, de vez en cuando, hacías cosas que me llevaban a pensar que estabas deseando tomar posesión de mi cuerpo, pero no dabas el paso adelante y a mi me mataba el deseo. Y entonces se me ocurrió aprovechar mi condición de beata frígida para ponértelo fácil. Y lo conseguí. Empezaste con tus lecciones y ya si supe que íbamos a acabar follando.

  • Y cuando te estaba enseñando, ¿Qué pensabas?

  • Que era la mujer más feliz del mundo y que cuando tiempo había perdido. Me has abducido, me has reducido a tu esclava. Por si no lo sabes te diré que puedes hacer conmigo lo que tu quieras siempre que no me prives del placer que me das. Quiero pasarme el resto de mi vida metida en tu cama. Quiero que me folles a diario.

  • No tienes ninguna mentira más.

  • Te lo he jurado por dios.

  • Ante tu sinceridad tengo que decirte que cuando te volví a ver me volvieron todos mis sueños de adolescente. Te deseé. Pero tu leyenda de beata y tu mal carácter me echaban para atrás. Estaba loco por conseguir llevarte a mi cama, pero lo agria que eras con ciertas cosas me lo impedían.

  • Eso te pasó cuando me viste desnuda en el Hospital o antes.

  • Empezó antes, pero cuando te vi desnuda, explotó.

  • Qué alegría me da saber que antes de verme en cueros ya me estabas deseando. Menos mal que no hiciste nada, si lo hubieras hecho antes de lo que me pasó en el Hospital te habría echado de casa.

  • Las cosas han quedado claras. Tu quieres seguir disfrutando conmigo y yo quiero seguir disfrutando contigo. De ahora en adelante, ninguna mentira. De aquí en adelante tu ya no eres mi tía nunca más. Ahora eres mi mujer. Y yo no soy tu sobrino, soy tu hombre. Vamos a gozar el uno del otro y yo, como tu, quiero que follemos a diario. Me tienes preso. Pero debemos ser juiciosos, hoy ya me he cogido tu culo y vamos a ver si esta noche tenemos ganas de volver a follar.

  • No quiero que sientas que soy insaciable, pero tengo muchos polvos que recuperar, si por mi fuera, ahora mismo te pediría que me follaras. Estoy loca porque te folles mi chocho. Dándome por el culo me has llevado al cielo, espero que follando sienta por lo menos el mismo gusto que me has dado por mi culo.

  • Vamos a hacer una cosa, no vamos a ir a dar un paseo. Te voy a llevar a Roquetas a dar una vuelta y a cenar en un buen restaurante. Ponte guapa.

  • Que sepas que me voy a poner todo lo guapa que pueda, pero voy a ir sin bragas por si te dan ganas de tocarme.

Se fue a arreglar y yo me quedé un momento más en la cama.

Cuando ya nos habíamos preparado los dos, según nos subimos al coche, cambié de criterio.

  • No te voy a llevar a Roquetas, te voy a llevar a Almería.

  • Llévame donde tu quieras, pero llévame con besos.

Y antes de dejarme arrancar, Isabel se lanzó sobre mi y me dio su lengua.

Cuando ya estábamos en carretera Isabel me pidió que le prestara atención. Se había puesto un vestido largo, ajustado por la parte de arriba y con vuelo a partir de la cintura.

  • No te he mentido, mira.

Se levantó las faldas y me enseñó lo que guardaba debajo. Se había puesto medias, por la noche ya refrescaba. Medias finas que le llegaban a medio muslo y que se sujetaban con un liguero negro. El contraste entre la negrura de sus medias y el color de sus muslos me encantó y en el centro la mancha oscura de su vello púbico.

  • He pensado que igual te gustaría que me depilara el coño, iba a ir a unas chinas que lo hacen muy bien, pero he preferido preguntarte.

  • Me encanta tu mata de pelo, me da la impresión de que la llevas perfilada.

  • Pues si, la llevo perfilada, me fui a que me lo hicieran las chinas a poco de tu venir, antes tenía una mata de pelo salvaje, como una campesina. Pero no me has contestado. Me depilo o no me depilo.

  • Pues si, depílate, me hace ilusión ver tu coño como si fueras una niña de catorce años. Pero no te depiles las axilas.

  • Me gusta darte todos tus caprichos, un día de estos te daré la sorpresa.

Nos paseamos por la ciudad y comprobamos que estábamos felices y contentos sin necesidad de estar en la cama. Todo nos parecía bonito y favorable.

De vez en cuando durante el paseo no pude resistir la tentación de repasar su culo con mi mano. Solo una leve tela lo cubría.

  • Acaríciame todo mi culo, no me importa que nos vean. Es más, pensar que pueden ver como me tocas, me pone cachonda.

Acabamos yendo a cenar a Valentine, un restaurante recomendado por la Guía Michelin. Cenamos opíparamente a base de marisco y para acompañar un vino blanco delicioso que nos recomendaron.

Fue una cena perfecta, la cena de dos enamorados felices de estar juntos. De remate yo me pedí un Calvados y mi acompañante me acompañó.

Volvíamos felices a nuestra casa cuando Isabel me pidió que me echara a un lado y metiera el coche en un camino secundario.

Ten pronto lo hice Isabel se puso de pie sobre mi asiento, se levantó las faldas y me pidió:

  • Cómeme el coño, Javier, cómemelo que necesito sentir tu lengua. Estoy ardiendo. Llevo toda la cena pensando que de camino a casa me ibas a comer el coño y que yo me iba a hacer pis encima de ti. Empiezo a pensar cosas y me pongo cachondísima.

Quizás fuera por causa del vino, pero Isabel parecía poseída. Me pidió a gritos mi lengua y tan pronto como empecé a dársela me avisó:

  • Me voy a hacer pis, me voy a hacer pis encima de ti. No lo he hecho nunca pero ahora mismo es lo que más deseo en el mundo. Sigue dándome lengua y cuando me empiece a orinar te puedes echar a un lado, pero que sepas que te voy a regar.

Y se hizo pis, vaya si se hizo pis.

  • Que cachonda me pone saber que me estoy meando en ti, estoy ardiendo y todavía no se por qué me han entrado ganas de hacerte esta cochinada. Que gusto, mi amor, y que feliz soy. Me estoy corriendo, me estoy corriendo. Ya te dije que era muy guarra.

Su postura me permitió ver que Isabel había ido todo el tiempo con un plug metido en su ano. Esa pudo ser la causa de su repentina fiebre. Yo no había experimentado que una mujer fuera de control decidiera hacerse pis contra mi, pero reconozco que me puso incandescente.

Cuando Isabel acabó y no necesitó mucho tiempo para correrse, se salió del coche, abrió la puerta de mi lado y en un segundo tenía mi polla empotrada en su boca. Me hizo la mamada más rápida de mi vida, parecía ansiosa por sacarme toda mi simiente. Y vaya si lo hizo, me lo sacó todo. Cuando acabó, se volvió a meter en el coche y me pidió que la llevara a casa.

Una vez en el dormitorio fue ella la que sugirió: esta noche vamos a dormir, si sigo pidiéndote sexo no me vas a durar ni un mes y me tienes que durar muchos años.

Y antes de dormirnos:

  • Que sepas que eres lo que más quiero en el mundo. Mi vida sin ti ya no tendría sentido. Lo único que me entristece es el tiempo que hemos perdido. Pero lo vamos a recuperar. No quiero volver a ser casta nunca más, a condición de tenerte a ti.

A la mañana siguiente, al desayuno.

  • Quiero que sepas todo lo que pienso y todo lo que deseo. Toda mi vida he soñado con un amante que me tomaba al asalto cuando menos me lo esperaba, que me levantaba las faldas y me empotraba contra la pared cuando estaba haciendo la comida. Por eso cuando me dijiste que tenías ganas de meterte en mi cuarto y violarme sin piedad se me puso el coño como un alto horno. También me calienta pensar que me metías la mano por debajo de la falda cuando estábamos en el restaurante, por eso fui sin bragas. Mi otro sueño siempre ha sido que follábamos como mandriles en lugares públicos con el riesgo de que nos vieran. Quiero que hagas realidad todos mis sueños. Y tu tienes algún capricho.

  • De lo que me has dicho lo que más me apetece es follarte en público, y que nos vean.

  • Ah tengo otra situación que quiero compartir contigo. Quiero meter en nuestra cama a la mujer que ha sido más tiempo mi amante y que follemos los tres.

  • Si es lesbiana no va a querer.

  • Es una mujer casada, con dos hijos y es la persona más viciosa que he conocido en mi vida. Bueno no, los más viciosos somos nosotros y después ella. Te vas a llevar una sorpresa cuando la conozcas, y te va a encantar.

  • Y con Santa Ana que vamos a hacer.

  • No te rías de mi, yo se que ella me va a entender, si dios ha puesto este placer en la tierra para que lo disfrutemos los humanos, no puede ser pecado. Y si tengo que ir al infierno por estar follando contigo, iré de cabeza y feliz. El placer que siento no me lo quita ni dios.

  • Me tengo que ir al Hospital, hoy no vengo a comer. Espero no volver tarde.

  • Te voy a echar de menos todo el día, mi amor.

Ese día que parecía uno más, marcó un antes y un después en nuestras vidas. Ese día murieron una tía y un sobrino y dieron lugar a un hombre y una mujer que gozaban el uno del otro y que a lo único que no estaban dispuestos a renunciar era al sexo.  Han pasado ya diez años.

Acabé mi jornada y aunque tenía urgencia por volver a casa no pude evitar el ir a tomar una cerveza porque un compañero celebraba su cumpleaños.

Cuando llegué a casa me encontré a Isabel con uno de los corpiños que había visto en su arsenal de ropa interior. Estaba preciosa.

  • Hoy quiero que hagamos una cosa, te tengo preparada una cena ligera, yo no he comido casi nada en todo el día. Cenamos juntos y nos vamos a la cama tempranito. Hoy quiero que sea un gran día.

Tenía preparada una cena de picoteo propia del mejor catering. Tapas de hígado a la plancha, croissants rellenos de jamón ibérico, langostinos en salsa de soja y siete u ocho cosas más. Para acompañar un txacolí helado.

Mientras cenábamos Isabel no ocultó sus intenciones:

  • Esta es nuestra noche de bodas, quiero que sea una noche inolvidable y sobre todo quiero que consumemos nuestro matrimonio. Javier, ¿tu quieres tomar posesión del ultimo reducto de mi cuerpo que aún no has profanado?

  • Si, mi vida, estoy deseando, como tu, consumar nuestro matrimonio.

Nos bebimos la primera botella y un poquito de la siguiente.

Esa noche no hubo ni Popper. No nos hizo falta. Fuimos al dormitorio, nos desnudamos y empezamos con nuestra ración de besos. Yo acaricié las ingles de mi amada y me llevé la primera sorpresa, Isabel se había depilado, estaba claro que le gustaba complacerme. Mientras, ella me cogió la polla como un naufrago se agarra a su tabla de salvación.

Los dos sabíamos lo que estaba por venir y los dos estábamos disfrutando de esos momentos previos en los que uno conoce el futuro y está recreándose en lo que sabe con toda seguridad que va a pasar.

Fue Isabel la que rompió el silencio.

  • Mi amor, va a pasar algo que deseo por encima de cualquier otra cosa en el mundo. No me saldría de esta cama ni por todo el oro del mundo. Llevo cachonda todo el día esperando este momento y antes de que pase ya se como va a ser.

Haciéndome el tonto pregunté:

  • ¿Que esperas que pase?

  • Hoy, por primera vez en nuestra vida vamos a hacer lo que hemos deseado toda la vida los dos, hoy me vas a follar, hoy voy a tener tu polla dentro de mi coño. Y yo se, antes de que pase que me vas a volver loca de placer y que después de hoy no voy a desear otra cosa que el que tu y yo follemos a diario.

Rodé con mi cuerpo sobre el suyo, me coloqué entre sus divinos muslos y empecé con mi prepucio a juguetear con la entrada de su sexo.

  • Eres muy malo, me quieres hacer sufrir, pero con lo que me haces no sufro nada, me estás dando mucho gusto porque se que no hay fuerza en el mundo que te impida metérmela.

Llevaba razón, descubierto mi juego, enfilé mi verga a su vagina y la penetré. En esa primera embestida llegué al fondo. Mi cuerpo chocó con el suyo y tuve la sensación de que mi polla hacía tope con su útero. Las paredes de su vagina sentí que abrazaban cada centímetro de mi polla.

  • Quiero que te estés un momento quieto, estoy deseando que me folles como un animal, pero necesito que estés un momento quieto para disfrutar de que tengo toda tu polla metida en mi coño. De que me tienes llena y de que mi sueño se ha hecho realidad, mi hombre me está follando. Está tomando posesión de lo que es suyo y yo estoy abrazando con mi coño lo que es mío. Es el momento más precioso de mi vida. ¿Sientes como te aprieto la verga con mi chocho?

  • Si, mi amor, lo siento muy rico.

  • Déjame un momento para que yo disfrute dándote gusto con mi coño sin necesidad de que estés entrando y saliendo de mí. Voy a hacer que te corras solo acariciándote con mi chocho.

Viendo las habilidades de Isabel, me volvió la duda sobre si me había dicho toda la verdad, yo había estado con bastantes mujeres, algunas expertas en lo que al sexo se refiere y ninguna sabía hacer lo que mi tía me estaba haciendo. Como un fogonazo pasó por mi mente si Isabel no había tenido entre sus muslos un centenar de hombres, pero el placer que estaba recibiendo me llevó a la conclusión de que no quería saber nada más. Si mi pareja había sido, antes de conocerme, la más puta de España era algo que no me interesaba y que nunca volvería a preguntar.

Los apretones que Isabel me estaba dando con su vagina me llevaron a un estado de excitación tal que en un momento le dije:

  • Me vas a hacer correrme, siento que no voy a poder resistir más tanto placer. Te voy a follar.

  • No mi amor, espérate que te quiero sacar toda tu leche sin necesidad de que te muevas. Dame toda tu leche, lléname mi coño con ella y no me la saques, que quiero que sin salirte me folles como una bestia. Ya te siento, mi rey, ya siento como te estás desocupando en mi, que rico siento tu leche entrando en mi coño, yo también me voy a correr contigo, ya lo estoy sintiendo, me corro contigo, me corro toda, me estás matando de gusto.

Tal y como Isabel había pedido yo no me salí de ella y al poco rato empecé el mete y saca más violento de mi vida, su cuerpo bajaba y subía al compás de mis empellones y sus tetas se movían de abajo arriba y de izquierda a derecha.

  • Dios mío, que gorda la siento, me tienes llena y me estás dando mucho gusto, más de lo que me esperaba. No me importaría morirme en este mismo momento.

Seguí con mi tarea seguro de que estaba teniendo el mayor placer que había sentido en mi vida. Isabel parecía abducida por el placer, yo sin decirlo estaba gozando algo que no había sentido en toda mi vida y a lo que no quería renunciar a ningún precio. Follando con ella supe que, aunque ella se creía mi esclava el que de verdad era un esclavo era yo.

Como ya me había sacado una primera descarga, este segundo combate duró mucho más de lo que en mí sería normal. Follamos y follamos y follamos, atravesados por un placer infinito. Fue Isabel la que me avisó.

  • Yo ya no puedo esperar más, quiero correrme, lo necesito, necesito irme toda y sentir que me llenas. Nunca había sentido lo que estoy sintiendo, ni cuando te he dado mi culo. Necesito correrme o esta espera me va a matar. Sacúdete dentro de mi, lléname mi amor y dame toda tu leche que no puedo esperar más.

Sus palabras hicieron que explotara mi cuerpo, sentí un corrientazo que empezaba en mi verga y que acabó por estallar en mi cerebro. El mundo durante un momento se apagó y sentí que la tierra entera se movía debajo de mío.

Isabel al sentir mi descarga repitió algo que ya me había hecho.

  • Me estoy meando, Javier, no me puedo contener, me estoy meando toda, te lo doy mi amor, me estoy corriendo muy duro y cuando me corro tan duro me tengo que hacer pis, me da placer hacerlo. Que gusto, mi amor, que gusto tan grande.

Ese día supimos que el follar nos daba a los dos un gozo que solo nosotros podíamos darnos, lo dos supimos con toda certeza que nadie en el mundo nos podía dar ese grado de placer. Y los dos decidimos que queríamos pasar el resto de nuestra vida el uno con el otro en un estado de calentura y de sexo continuo.

Mi mujer lo expresó muy bien.

  • Si un día me quitas lo que me has dado, ten la seguridad de que te mataré. La vida para mi ha dejado de tener sentido si no puedo repetir lo que acabo de sentir. Ya no me importa ni la religión, ni Santa Ana, ni la Iglesia Católica, ya solo tengo un dios al que obedecer y eres tu. Soy ahora mismo la mujer más feliz de la tierra.

Y al cabo de un rato me pidió.

  • Quiero que pidas unos días de permiso en el Hospital y que me lleves de luna de miel, tu elijes donde, a mi lo único que me hace falta es que haya una buena cama. Quiero tenerte 24 horas al día solo para mí.

Fuerteventura.

Como estábamos ya en noviembre, decidí que el mejor lugar para ir eran las Islas Canarias. En concreto nos fuimos a Antigua, un pueblecito en Fuerteventura, que yo ya conocía. Buscábamos buen tiempo, playa, privacidad y un sitio por el que poder pasear abrazados sin dar lugar a comentarios, cosa que en El Ejido era imposible.

Yo era consciente de que Isabel había sufrido una transformación irreversible. Ella lo definía como, me has vuelto muy puta, no era verdad. Ella había tenido siempre un volcán en erupción entre sus muslos, pero había levantado una muralla a su alrededor hecha de miedos, frustraciones, sentimientos de culpa y falta de autoestima. Lo que había pasado fue que esa muralla había explotado, se había derruido y con ella todos los fantasmas que le impedían gozar de su cuerpo. Ahora era una mujer libre y dispuesta a dar y recibir placer sin reserva. Todos sus fantasmas habían desaparecido y había salido a flote su autentica naturaleza.

Nos fuimos de viaje un sábado y  yo tenía que estar de vuelta en el Hospital el lunes, nueve días de luna de miel. Alquilamos un apartamento, no necesitábamos ni recepción ni camareras entrando y saliendo de una habitación de hotel.

El mismo día que llegamos, nos fuimos a una playa nudista, concretamente a El Aljibe de la Cueva, una playa maravillosa con chiringuito incluido en la que pensábamos pasar todo el día en pelota.

No me extenderé en lo que hicimos, baste saber que, cumpliendo con uno de los sueños de mi mujer, en aquel ambiente de libertad, de parejas acariciándose discretamente y a pesar de que teníamos una pareja a solo un par de metros de nosotros, después de un buen rato dedicándonos caricias y besos, Isabel me dijo que estaba muy caliente y que necesitaba tenerme dentro.

No lo dudé un momento, ella se colocó boca arriba y yo la monté. Tan pronto me tuvo dentro me dijo:

  • La pareja de al lado nos está mirando, me pone muy cachonda que me folles mientras nos miran.

Seguimos a lo nuestro y al poco rato nuestros vecinos decidieron imitarnos. La mujer se puso a cuatro patas mirándonos, y su pareja la embistió por detrás. Creo que los cuatro echamos un polvo muy rico y muy morboso.

En las playas nudistas hay mucho sexo, las parejas están calientes, suelen empezar tocándose con aire distraído, empiezan a calentarse y lo siguiente suele ser que la mujer le dedique a su pareja una mamada como prólogo a que él se suba encima y la penetre. Algunos se echan una toalla por encima, pero la mayoría folla a la vista de los vecinos. Los más descarados, como nuestros vecinos, follan con la mujer a cuatro patas. Nadie se corta a la hora de gemir o chillar.

Repetimos visita a la misma playa varios días y en todos follamos. Nos encantaba abrir el fuego, subirme encima de Isabel y ver como a nuestro alrededor las parejas se animaban y acababan todos imitándonos.

La fiebre que yo sentía por mi mujer me fue confirmada cuando paseábamos por la playa, el cuerpazo de Isabel no pasaba desapercibido, los hombres se desnucaban siguiendo los vaivenes de sus tetas y de su culo. Entre todas las mujeres de la playa no había ninguna que se le pudiera comparar.

De los sueños que en su día me contó mi mujer, algunos los cumplimos, otros los desechamos y otros los incorporamos.

Lo de atacarla de improviso cuando estaba en la cocina, levantarle las faldas y tomarla por asalto como si fuera una violación lo practicamos con frecuencia, hacíamos la escena de El cartero siempre llama dos veces, ella se echaba en la mesa de la cocina y yo la atacaba sin piedad.

El follar en público también lo habíamos llevado a la realidad. En una ocasión estando en un bar de copas, después de nuestra ración de besos y caricias, mi mujer, que llevaba una falda ancha, se sentó encima de mi y maniobró hasta tener mi verga dentro. Los clientes pasaban a nuestro lado sin percatarse de lo que estábamos haciendo, pero eso, lejos de enfriarnos nos daba aún más morbo.

Isabel me estaba masajeando la polla con su vagina cuando se nos acercó un camarero con modales gays.

  • Necesita que le traiga algo, preguntó a Isabel.

  • Tengo la polla de mi hombre metida dentro de mi, qué más puedo desear.

  • Qué envidia, tiene un hombre metido dentro. Les dejo disfrutar.

No volvió a molestarnos.

La novedad que incorporamos fue que e Isabel le encantaba que le hiciera fotos y videos en lugares concurridos, cuando no me enseñaba las tetas me enseñaba el coño y cuando podía me lo enseñaba todo. Si cuando le estaba haciendo fotos pasaba alguien a nuestro lado, por ejemplo, un corredor, Isabel no se molestaba en taparse. Es más, si nos sobrepasaba y seguía mirando, ella le regalaba un plano de su culo.

La cosa empezó cuando en un viaje ella cogió su cámara para hacerme una foto y yo con la mía le fotografié a ella. Agachada en cuquillas nadie pareció darse cuenta de que ella llevaba el chocho al aire, aunque estaba completamente espatarrada.

Otra cosa que le gustaba mucho era ponerse en una terraza con una falda corta y los muslos abiertos para que yo le hiciera fotos de su entrepierna desnuda.

Pocos se daban cuenta de lo que se estaban perdiendo, pero alguno lo vio. Un ciclista le echó una mirada y volvió al poco rato, fingió que se la había estropeado la bici y se puso a revisarla enfrente de Isabel. La contestación de mi mujer fue abrir aún más sus muslos. El mirón estaba en la gloria hasta que ella me pidió a mi, que estaba casi al lado del ciclista, que le hiciera la foto. Al ver su cara de asombro Isabel le dedicó una sonrisa y un beso.

Después de las fotos vinieron los videos, yendo por cualquier carretera, me mandaba parar, se quitaba la ropa y empezaba a pasear en pelota junto a la carretera para que la grabara. Los coches que pasaban solían saludarnos con sus bocinas.

La travesura siguiente fue grabarnos cuando estábamos follando. Encendíamos la cámara y nos olvidábamos de ella. Lo que nos gustaba mucho era luego revisar detenidamente las grabaciones.

En ese viaje se dio una casualidad que tuvo influencia en nuestras vidas.

Estábamos una tarde, cuando ya estaba anocheciendo, tomando una cerveza en un bar cuando se sentó en la mesa de al lado un señor mayor. Tan pronto le vi, por su vestimenta supe que era médico. Los médicos mayores nunca usaban corbata, para evitar que cuando estaban explorando a un paciente la corbata les molestara, usaban pajarita. Nuestro vecino, un hombre de cara noble y con el pelo blanco pidió un vino. No pude resistir la tentación de confirmar mi sospecha.

  • Perdone que le moleste, señor, ¿usted es medico?

  • Si señor, como lo ha adivinado.

  • Por la pajarita, mis maestros siempre usaban pajarita. Yo también soy médico.

Estuvimos charlando, le invitamos a cenar y aceptó. Nos contó su vida.

Llevaba toda la vida ejerciendo de médico en Antigua, aunque el no era de allí, y estaba deseando jubilarse para disfrutar de sus nietos que vivían en Tenerife. Pero sentía que no podía dejar a sus pacientes, había intentado conseguir un sustituto, pero sin éxito. Según nos contó entre las igualas y los extranjeros ganaba un buen dinero.

Hicimos buenas migas, nos enseñó su consulta, me dio su teléfono y me pidió que pensara la posibilidad de sustituirle.

  • Aquí seríais un matrimonio feliz. Esto es un paraíso.

Nos pareció una persona sincera y encantadora.

Pasamos una semana frenética, sexo en sesión continua, follábamos en la playa y repetíamos cada noche. Una especie de fiebre nos dominaba a los dos.  Ni una sola vez pasó que uno tuviera ganas y el otro no.

Pasada muestra semana de luna de miel nos volvimos a casa.

En El Ejido lo que más nos hacía sufrir era no poder expresar libremente nuestro amor. Vivíamos en una especie de clandestinidad que nos atormentaba. Isabel seguía usando ropas amplias para salir a la calle y para cogernos de la mano teníamos que irnos a Almería. Según descubrió mi mujer a través de una de sus amigas, ya habían empezado los chismes sobre nosotros.

Después de pensarlo con detenimiento, decidimos aceptar la oferta del doctor.

Isabel arrendó las tierras que le dejaron mis abuelos, yo renuncié a mi plaza en El Ejido y nos trasladamos a Antigua.

Una vez allí decidimos casarnos. Lo hicimos por lo civil, ni Isabel ni yo tuvimos necesidad de volver a pisar una iglesia. Estamos felices de Antigua, todo el mundo nos conoce y como por Isabel no parecen pasar los años, la diferencia de edad ha pasado a ser imperceptible. Puede parecer un detalle menor, pero para nosotros no lo es, Isabel ha tirado a la basura toda su ropa de beata, ahora en ambiente vacacional durante todo el año, lleva escotes, camisetas que le marcan las tetas y faldas o pantalones cortos que le dejan sus divinos muslos al aire para gozo de los viandantes y mío.

A los dos años de estar en la isla y como no podía ser de otra manera, dado lo cotidiano de nuestros esfuerzos, Isabel se quedó embarazada. Lo dos estuvimos encantados con la noticia.

Los nueve meses que duró su embarazo fueron los más intensos en lo que a practicar sexo se refiere, mi mujer estaba preciosa y sus necesidades parecieron aumentar. Se sabe que durante la gestación muchas mujeres ven incrementada su lívido, y a mi, ver a mi mujer con barriga y con las tetas hinchadas me excitaba. Hasta el día que tuvo que ir a dar a luz estuvimos follando como dos adolescentes. Le encantaba el sexo con un barrigón entre los dos y soñaba con darme a beber la leche de sus tetas.

Tuvimos una niña preciosa, viva imagen de su madre a la que hemos puesto de nombre Ana, en honor y homenaje a la santa. Puedo afirmar, sin temor a equivocarme que somos absolutamente felices y que nuestra pasión por el sexo no ha disminuido.

Mi mujer vio cumplido su sueño, durante la lactancia de nuestra hija Ana, disfrutamos cada día cuando yo recibía mi ración de su leche. Sentarme a su lado y engancharme a su pezón nos proporcionaba un placer divino no exento de calentura. Según me contó, el tenerme mamando de ella la excitaba de modo que casi siempre me acababa pidiendo que la penetrara. Isabel tiene una  frase preferida que usa a menudo: quiero que me folles.

En uno de mis viajes a Madrid, entré en una tienda de objetos religiosos y tras mucho buscar encontraron una imagen de Santa Ana. En ella aparece con un niño en su regazo y tiene una mano en alto, como indicando no se sabe qué. La hemos puesto a la entrada de casa y hemos tomado la costumbre de colgar de su mano las llaves. Yo le estoy muy agradecido, quien sabe como sería nuestra vida si ella no hubiera intercedido.

P.D. me encanta recibir comentarios, es más alguno me ha servido para hacer un relato. Ya llevo más de 8 millones de lectores con poco más de 100 relatos. Muchas gracias a todos.