Mi tia de París (1ª parte)

La relación excitante que me abrió las puertas del placer

Mi tía de París

Hace años que no veo a mi tía Bel. Cuando era pequeño venía cada año de vacaciones a la playa con mis primos. Vivian en París, por lo que solo los veíamos en épocas de vacaciones. Hoy viendo fotos de los viejos álbums familiares encerrado en casa, me han venido muchos recuerdos que quiero comrpartiros.

Ella era más joven que mi madre. Creo que se llevan unos diez años. Desde que tengo recuerdos de ella la vi como una mujer guapísima, moderna, interesante y súper culta. Siempre la veías con un libro en la mano. Muy atractiva. Era además muy cariñosa con los niños, y le gustaba tenernos en casa siempre, menos a la hora de la siesta.

El ritual en vacaciones cada día era el mismo. Desayuno y a la calle a jugar mientras mi tía y mi madre preparaban la comida y los trastos para ir a la playa. En la playa, casi desierta, del Delta jugábamos toda la mañana hasta la hora de la comida. Mi madre, mi tía y algunas vecinas de los apartamentos se quedaban en las toallas leyendo, charlando y tomando el sol. La única que hacía Top Less era mi tía de París. Que cuerpazo tenía. Unas tetas que no me saco de la cabeza ni treinta años después, y además no tenía pudor en enseñarlas. Quizás porque por aquel entonces el resto de las mujeres iban tapadas hasta las cejas, la única que recuerdo con claridad es a mi tía de París.En realidad es porque al resto tampoco las encontraba atractivas supongo. -“Tu tía de París sí que es sexy”-, me decían mis amigos de la playa. Mis primos no se enteraban, solo hablaban francés.

Pasaron los años, y siempre que podía me quedaba absorto mirándole las tetas. Pero cada vez más se daba cuenta que no la miraba con ojos de niño. Cuando volvíamos de la playa, en las duchas de la zona comunitaria había corrillos, codazos y patadas para hacer cola mientras nos duchábamos. Yo siempre quería ir después de mi tía. Me ponía detrás de ella en la cola, así podía ver el espectáculo. La arena de las playas del Delta es muy fina, y se mete por todos lados, es engorroso sacársela del cuerpo. Ver a Bel enjabonarse el cuerpo era entrar en un estado de calentura que me sobrepasaba. Jugaba con el gel y se enjabonaba a conciencia todo el cuerpo, semidesnudo. Verla frotarse esas grandes tetas, frotando y frotando. Sus pezones erectos por el agua fría mmm que recuerdos. Lo mejor venia cuando abría su pequeño biquini de cortinilla para enjabonarse el coño. Ese era el momento del día! La empalmada era total y de golpe tan solo viendo cómo lo hacía. Abría y arqueaba un poco las piernas, tiraba del bikini para dejar entrar el agua y en ese instante la veía en todo su esplendor. Que coño más bonito! Metía su mano dentro y se restregaba con los dedos, siempre un poco abiertos, para poder abrir bien sus labios. Momentazo caliente que nos regalaba todos los días. A la vez que se metía la mano tiraba la cabeza atrás para que el agua le diera en la cara. Creo que se hacía una pequeña paja delante nuestro sin ningún reparo. Al salir se secaba con la toalla, y medio tapándose con la toalla agarrada con una mano, se quitaba la parte de abajo del bikini con la otra. Otro regalo para la vista.

Durante la siesta nos echaba de casa: - Allez mes enfants- Allez jouer mes petits enfants- Nos decía abriendo la puerta del apartamento. Cada día la misma historia, después de Verano Azul a la calle a jugar. No entendíamos, hacía mucho calor, pero las ganas de jugar nos llevaban a obedecer sin más.

Pero llegó el día en que la curiosidad me pudo, y a medio jugar una partida de cartas, les dije a mis hermanos y primos. – Voy al baño ahora, seguid la partida. Me metí en el apartamento de mi tía, El baño estaba al fondo del apartamento, entre la habitación de mis primos y la suya. Había un pequeño distribuidor que conectaba las habitaciones con el salón. Nada más entrar ya oía algún que otro jadeo, pero no lo interpretaba. Llegué al distribuidor que daba a las habitaciones y el baño. Y allí estaba, completamente desnuda tumbada en la cama. Con los ojos cerrados, las piernas bien abiertas y metiéndose un pepino enorme en el coño. Al menos eran 30 cm de pepino. Qué barbaridad! Me quedé petrificado observándola, pero atiné a retirarme un poco para que no me viera. Con una mano sostenía esa monstruo de pepino, mientras con la otra se abría bien los labios para que pudiera entrar hasta el fondo. Lo iba metiendo y sacando poco a poco. Cada vez que lo sacaba veía ese coño peludo, totalmente mojado y inflamado. Reclamaba otra embestida, y para adentro otra vez, arqueando su cuerpo por el placer. A cada embestida el pepino entraba más adentro. Y ella suspiraba más fuerte- Ahhhhhhhh mon dieu- Mmmmmm ouiiiiii. Otra más, aaaghhhhhhh. Que visón de su culo chorreante cuando subió las piernas al aire. Ese ojete estaba totalmente dilatado y en ese momento pegó un grito sordo cuando clavó el enorme pepino hasta  el fondo de su empapado coño. AAAAAAAAHHHHHHHHHH ouiiiiiiiii. Meeeeerdeeee. Lo sacó de golpe, y el chorro de su corrida llegó hasta los piés de su cama. Empezó entonces un frenético masaje de su clítoris con la mano libre y expulsó otro chorro violentamente. Paró un segundo y abriéndose el culo se lo clavó hasta el fondo, casi entero y de golpe. Dos o tres espasmos acompañados de varios chorros que salían de su peludo y empapado coño. No podía quitar la vista de la escena. Nunca había visto a una mujer masturbarse, eso era mucho para mi polla, que había eyaculado sin tocármela. Que placer! Diosss!! yo quería estar entre esas piernas. Cuando soltó aiiiishhhhh de descanso y satisfacción le miré la cara. Estaba mirándome fijamente y me regaló una sonrisa divina mientras se daba la vuelta para dormir su siesta. Ese espectáculo conseguí verlo algunas veces más, hasta que un día vino un amigo suyo, y me dijo mientras me encontró de camino al baño: - Pas aujourd’hui  mon amour – (hoy no mi carinyo). Estaba claro que era consciente que cada día de esas vacaciones la había estado espiando. Por aquel entonces tenía unos 18 años.