Mi tía Clara (4)
Sexo con mi tía y su amigo. Mi primera vez con un hombre.
Tía Clara 4º
A partir de aquel momento fueron muchas más las veces que mi tía entraba en mi sexo con sus dedos, o con otros instrumentos un poco más grueso. Y lo cierto es que aunque la primera vez me molestaban, después me relajaba tener su dedo o esos palitos ahí mientras que ella me tocaba por fuera, o me lamía por encima el coñito. En ocasiones notaba que desde dentro se abría y se cerraba ese agujerito cuando me venía el gusto, y se me llenaba la garganta y casi no podía respirar de lo que me gustaba.
Pero ese no fue el cambio principal, el amigo de mi tía vino con más frecuencia y entre semana, y se quedaba en el sofá leyendo o viendo la tele, y en alguna ocasión mi tía me besaba delante de él. Él sonreía, y mi tía ponía cara de mala, y desde lejos le tiraba besitos y después me besaba a mi en la boca, primero fueron besos cortos, pero luego los prolongaba y a veces me metía la lengua delante de él. A mi este juego empezó a gustarme porque él era dulce y se quejaba de que nadie se lo hacía a él eso, y parecía que se ponía muy triste. A veces yo le decía a mi tía al oído que le diera un beso también a él porque me daba penita, y ella reía y decía que no, que no se lo merecía, que se lo diera yo si me daba pena a mi. Y yo me acercaba, despacio, con vergüenza y le daba un piquito corto en sus labios que él me agradecía con sonrisas encantadoras, y entonces estaba verdaderamente guapo.
Había ocasiones en que cenaba con nosotros y no se iba, de manera que también me lo encontraba en el desayuno, con el periódico, y olía a recién afeitado. Verdaderamente era guapísimo así, porque iba con un pantalón de pijama azul claro y no llevaba ni camisa ni camiseta, y era un hombre muy alto y bien plantado, con espaldas anchas y unos hombros muy redondos, fuertes, sin pelo, cuya piel brillaba suave cuando le daba el reflejo del sol. Se ponía de pie y parecía un gigante bueno, protector y guapo, casi un ángel, sin alas, eso sí, poderoso y apacible.
Me gustaba mucho su olor al despertar, mezcla del sueño y de la loción de afeitar, yo le daba en la cara un beso de buenos días y me latía más rápido el corazón cuando me acercaba a él.
Los juegos con mi tía continuaban, pero algunas noches ella no se acostaba a dormir conmigo porque "tío Luis" estaba allí, y eso ya no me sentaba tan mal como tiempo atrás. Pero cada vez con más frecuencia mi tía me besaba delante de él, o me cambiaba la ropa en el salón, cuando él miraba la tele. A veces sentadas juntas en el sofá ella me tocaba el pelo, y me acariciaba los brazos o metía mi mano por su escote para que yo le tocara el pecho...y él estaba delante. A mi aquello me excitaba mucho, y no lo podía disimular, mi respiraciones agitaba y entonces mi tía comenzaba a besarme intensamente allí mismo. Fue en una de esas ocasiones cuando me puso sobre ella y metió sus manos por debajo de mi falda y me bajó mis braguitas y comenzó a tocarme delante de él. Yo me corté un poco, pero ella seguía como si nada, se desabrochó la camisa y no llevaba sostén, de manera que sus pezones quedaron al aire, y entonces me dijo que se los chupara como hacía cada noche. Y llena de vergüenza, porque me confundía que él supiera lo que hacíamos, me quedé parada y a punto de llorar. Entonces, mi tía se bebió las lágrimas de mis ojos y me dijo palabras dulces en los oídos, "no te preocupes, nena, si él lo sabe y le encanta, y le gustaría tanto ver lo que hacemos"...Y metió su lengua en mi boca, y yo fui perdiendo el control de mi, estaba como deshecha, y una especie de mareo me barría por dentro y me dejaba floja por fuera. De forma que hice todo lo que solía hacer cuando estábamos solas, pero con mucha más excitación que nunca. Entonces fue la primera vez que intervino para decir, "vamos a tu cuarto Clara". Y esa noche nos fuimos a la cama los tres. Me llevó él en brazos y me dejó sobre la colcha mientras mi tía se despojaba de las últimas prendas de su vestido y soltaba su melena negra..
Los vi desnudarse y aparecer como una diosa ante nosotros. Era delgada y blanca de piel, tan suave y delicada como un pétalo, su cabello largo y liso, bastante negro le caía hasta mitad de la espalda. Sus senos no grandes, como dos dunas hacia arriba y el pezón pequeño y sonrosado, pero lo mejor de ella era su hermoso talle largo que se abría en sus caderas bajas y redondas, dejando detrás un culito blanco, con sus dos nalgas simétricas y perfectamente redondas. Mi tía era preciosa. Él también la miraba, pero ahora su papel había cambiado porque parecía que organizaba todo el juego. Tiró de su mano hacía la cama y la puso de costado dándome a mi la espalda, le dobló un poco las rodillas de forma que a mi me daba su preciosa grupa. "Mira, nena" me dijo, "mira qué precioso y perfecto es el culo de tu tía". Y ciertamente era la primera vez que lo ví así, los muslos apretados y las dos volutas perfectas de sus anlgas no tapaban la vista de su coñito por detrás, aparecían un poco de los labios, bastante cerrados por la posición, haciendo una especie de triángulo en el medio del cual estaba su pipita, como un botón rojo y chiquitín, mucho más pequeño que nunca y luego unos pelitos lacios y diseminados escapaban desde su vagina al centro de sus glúteos. Era tan hermoso que me quedé un rato mirándolo, dejando que me excitara mucho su visión. Tío Luis sostenía las manos de tía Clara con una de sus manos y las rodillas por detrás con la otra y miraba complacido mi expresión. "¿Te gusta?, ¿serías capaz de llegar a su botoncito y chupárselo y mordérselo desde ahí? Es que yo no llego porque ya ves que es un hueco muy pequeño y yo soy demasiado grande". Yo temblaba porque estaba deseando hacerlo y que él me cediera ese privilegio me pareció un regalo maravilloso.
Así que metí mi carita en ese delicioso agujero intentando llegar al centro de aquel triángulo, pero en ese momento él estiró un poco las rodillas de tía Clara y se me hizo más difícil por lo que tuve que extender mi lengua que apenas llegaba y rozaba sólo la parte más abultada de los labios. Ella gimió a mi contacto y lanzó un suspiro fuerte que encendió más mis ganas, y yo metí aún más mi cara, pudiendo llegar al fin con la punta de mi lengua hasta su centro y desde allí la moví buscando entrar más. Intenté separar sus nalgas con mis manos y ví que ella también estaba queriendo flexionarse para que yo llegara, pero él lo impedía y me dijo: "no hagas trampas, no debes usar tus manos, sólo tu boquita". Así que me esforcé más y vi que mi lengua podía subir y bajar por completo a lo largo de sus labios y del punto central de aquel exquisito triángulo. Los gemidos y los suspiros de mi tía se hicieron mucho más fuertes y regulares, casi salvajes me parecieron, y entonces mi acercamiento fue mucho mayor. Tío Luis miraba y en un momento dado me susurró: "creo que a tu tía le encantaría que le dieras pequeños bocaditos, con la punta de tus dientes en su pipita y cuando lo tengas atrapado muerde y lame alternativamente". Yo lo hice así y noté muchísima humedad en su sexo, pero sobre todo los ruidos que hacía nuca los había oído, eran unos gemidos agudos y parecían como dolorosos.
Entonces él la soltó y me dijo que le mirara la cara."Mira, está en pleno climax, ahora se trata de mantenerla así con pequeños toques en los senos o en sus sexo, pero es importante que no estalle en su orgasmo, porque mientras más tiempo esté así más gozará". Resultaba espectacular, desnuda, con la mirada perdida y húmeda, la cara tan relajada, gimiendo a cada contacto o movimiento, su monte de venus, negro y rizadito, brillante de humedad la zona alta de sus muslos y moviendo su pelvis de arriba abajo a un compás lento y suave. Fue la primera vez que vi a mi tío desnudarse, su pecho amplio, su larga cintura, y le vi también el "pene", largo y rosado (no negro como el de plástico que tenía mi tía) muy tieso, duro y con una punta redonda pero no muy grande. Me pareció más largo pero algo más estrecho que el juguetito de mi tía. Me ordenó que de vez en cuando tocara a Clarita ( así la llamaba él) en el pecho, y rozara solamente de vez en cuando su sexo, mientras dejaba sus pantalones y sus zapatos en el suelo. Ella seguía igual, parecía que no fuera consciente a otra cosa que al placer inmenso que la invadía, y entonces mi tío le abrió las piernas y en medio de aquella caliente humedad fue introduciendo sin dificultad ninguna su palo duro y delgado. Hizo unos ruidos ahogados y ya no vi más que los dos cuerpos pegados y unidos balancearse despacio adelante y atrás sobre la cama, mientras mi tía cambiaba sus ruidos por una respiración jadeante. Tío Luis me dijo que me tumbara junto a ella en la cama y lo hice, y de vez en cuando buscaba mis labios con los suyos, y me besaba intentando calmar su respiración. Y a mi me encantaban esos besos de su boca caliente, y hubiera dado algo por ser yo mi tía y sentir lo que ella estaba sintiendo. Él continuaba cabalgando sobre ella, mientras mi tía estallaba de forma continuada y constante, a veces paraba y volvía otra vez al ratito. Y él continuaba su movimiento, pero no dejaba de acariciar mi pelo, mis hombros y de besar mi boca a pesar de estar dentro del sexo de tía Clara. Él me dijo que nunca había sentido tan caliente el interior de Clarita, y que le estaba quemando, y que su coñito se abría y cerraba estrujando su polla.
Después de una rato parece que mi tía se calmó y quedó como inconsciente, bajo el peso de él. Entonces sacó su pene, húmedo pero más duro y rojo que cuando lo metió. Vino hacía mí y me tomó en sus brazos, acunándome, poniendo sus labios sobre mi nariz, los párpados y sobre mi boca. Y me dijo muy bajito : "me gustaría derramar mi leche en tu chochito, preciosa mía, ¿me dejas?. Yo afirmé con la cabeza y le pregunté si eso no me iba a hacer daño, pero el me dijo que me tranquilizara que no iba a hacerme bada que me doliera. Así que me dejé abrazar por él, y me besó todo el cuerpo, abriéndome las piernas, me tomaba el sexo entre sus labios y tiraba, y otras veces me chupaba golosamente todo, y yo me volvía loca de gusto, entonces puso su cosa sobre mis labios y presionó un poco. Como mi tía me había abierto un poco, la punta del pene se colocó en dirección a mi vagina pero solo se quedaba en sus puertas. Presionó un poco más y me hizo daño, gemí un poco. Y entonces él ensalivó esa zona, dejó caer saliva de su boca en abundancia y presionó nuevamente, y sólo desapareció el agujerito de su pito en mi interior.
"Ummmm, no voy a poder resistir más", dijo él todo colorado." Me estoy corriendo de gusto sólo de ver tu coñito debajo de mi polla", y dando dos o tres movimientos, me empujó un poco y noté como que descargaba pipí dentro de mí, muy caliente, pero poca cantidad me pareció. Siguió así durante un rato, moviéndose tanto que la punta de su pene se salió de mí, y pude ver que el líquido no era pis, sino algo blanco y pastoso.
Después se quedó casi inconsciente, al lado de mi tía que dormía profundamente. Durante un rato la única despierta fui yo, que estaba excitada y húmeda todavía después de todo lo que había visto y sentido. Pensé que nunca podría meter el pene de mi tío en mi sexo, que era muy grande y que sólo al punta me dolía un montón, lo cual era una lástima porque tenía muchas ganas de que lo hiciera. Y pensando en esto estaba cuando la mano de Luis, entro entre mis piernas, e inspeccionó la humedad, introduciendo uno de sus dedos en mi vagina. Había mucho de todo allí, porque estaba lo malita que me había yo puesto con toda esta historia y la gran cantidad de líquido que yo había soltado, pero también estaba lo que él me había echado dentro, que empezaba a chorrear ahora por mis muslos. Me volvió hacía él y me dijo que yo iba a dormir a su lado. Me beso de mil formas, y me comió el pecho diminuto que no había crecido apenas. En cinco minutos estaba yo temblando de deseo, y fue cuando me volvió de espaldas y metió su polla entre mis muslos y los movía adelante y atrás, y a mi aquello me encantaba. Se daba cuenta de eso porque yo respiraba ya muy raro y de vez en cuando se me escapaba un gemido. "Hoy te voy a hacer mía, nenita, aunque estemos así toda la noche" decía en mi oido."Te la voy a meter toda en ese coñito diminuto que tienes, porque llevo mucho tiempo soñando con eso, y cuando esté dentro me voy a morir de gusto". Y yo temblaba mucho más con esas palabras y notaba que se abría mi sexo y que me ponía más en posición de que su pene me entrara por donde antes sólo había cabido el agujero. Así que él lo fue moviendo y de nuevo estaba ahí, la punta donde antes. Seguía tocándome, pero sobre todo seguía hablándome de una forma que a mi me estaba volviendo loca. "Ummmm mi nenita, estás mojadita y caliente, y estás tan cerradita que tengo que hacer esfuerzos para no correrme ahora mismo, han sido tantas noches las que me he muerto de amor pensando en ti, y ahora que sé que quieres tenerme dentro quiero que esto dure lo más posible, y que tu disfrutes lo más posible, aunque no creo que puedas tanto como yo".
Y yo me movía un poco más y se me abría solo el coño de oirle tan apasionado, dulce y cariñoso, así que metió un poco más y me dolió, pero no dije nada. Paró de nuevo, como si notase lo que me pasaba, y besó mi pelo, y mi espalda, chupaba mis hombros y mi cuello, hasta que yo volvía a sentirme bien y me movía con la punta de su pene dentro. Nuevamente mi sexo se abría y él aprovechaba para meterlo más, con más dolor que placer siempre en cada nueva introducción. Hasta que sacó del todo su pene y me puso boca arriba, abrió mis piernas y empezó a meterlo despacio, pero tenía la respiración muy agitada y me entró un poco de miedo. "No te preocupes, nena, no tengas miedo que no te haré daño, relájate que paro ahora mismo" y yo respiré y le ví tan bueno, que esta vez fui yo quien me apreté a su sexo metiendo más su pene en mi. El dolor fue mucho mayor, y mi cara lo reflejó, pero ya estaba perdida, el gesto de introducirme yo su sexo le había excitado muchísimo, su cara estaba completamente roja, desencajada, y me mi miraba sin mirar. "Ya no voy a poder para pequeña....., no voy a poder parar...., tengo que tenerte ahora mismo" Y entre gruñidos siguió metiendo y metiendo, y el dolor fue tan insoportable que me desmayé.
Al despertar él seguía encima de mí, y notaba que todavía estaba dentro, y que el sexo me ardía, pero todo estaba muy mojado. Luis me miró con la cara transformada por la ternura. "Eres mía pequeña, ya eres mía". Parece que ya había vuelto a soltar aquello dentro de mi sexo pero que no lo había sacado. Lo seguía teniendo yo dentro y estaba muy duro. Ardía un poco, pero no dolía.
"Lo haremos otra vez pequeña, nadie como tú me ha excitado tanto en mi vida" me dijo al oído. Y aunque yo estaba cansada y dolorida, dejé que estuviera dentro de mi, y que me besara, y que se moviera tanto como quiso. No me pesaba porque sus brazos le sostenían de forma que sólo estábamos unidos por los genitales, enganchados, porque su palo era tan grande y duro que parecía que me lo hubiera clavado en vez de habérmelo metido. Se movía muy despacio, en redondo, como si quisiera asentar y abrirse hueco por dentro, y después comenzó a retirarse y entrar de nuevo en mi, poquito a poco. Yo veía su pene, rojo, pero nunca sacaba la punta, porque estoy segura que si la saca me hubiera hecho mucho daño metiéndomela otra vez, de modo que cuando yo veía que la sacaba mucho contraía mis músculos para que no la sacara del todo porque me daba miedo, y al cabo de un rato era yo la que conseguía retenerlo cuando y donde yo quería. Y pude ver que eso le encantaba porque gruñía de gusto cuando yo presionaba, así que lo hice varias veces más, y ese juego empezó a divertirme mucho, y noté que ya no dolía que si lo retenía dentro era porque me gustaba sentir que yo le producía tanto placer, que yo era dueña de su placer. Me sentí tan poderosa, yo tan pequeña, con aquello dentro y dueña de un hombre tan grande y tan guapo que en ese momento era esclavo de mi voluntad, esclavo del poder que yo tenía cerrando y abriendo mi coño. Así que jugué con él porque eso aumentaba mucho mi placer. Durante un rato no presioné su polla cuando la sacaba, y él me miraba y me besaba pidiéndomelo, rogándomelo, y yo entonces le apretaba más fuerte que antes y él gemía en mi oreja de placer, y a mi se me abría con eso, para volverle a cerrar el paso.
Estuvimos con eso juego mucho rato, como flotando, y él dulcemente me llenaba la cara, el cuello y el pecho de besos de agradecimiento, hasta que una de las veces que apreté más se corrió dentro de mi, llenándome entera de su líquido, y cayendo, esta vez sobre mí, su peso entero. Yo le besé la frente y le toqué el pelo mientras se dormía, entre mis brazos, clavado aún en mi.