Mi tía Clara (3)
Mi tía me prepara para los hombres.
Tía Clara 3º
A partir de ese día, un señor apareció en nuestra vidas. Venía sólo un día por semana al principio, y sólo se quedaba a comer. Era muy educado, cariñoso y me traía siempre regalitos encantadores. A mi me caía bien, pero me enfurecía que jugara a "mis juegos" con mi tía, aunque yo nunca los hubiera visto hacerlo.
Aquel hombre se llamaba Luis, y me decía que le llamara tío Luis. Era guapo, mayor que mi tía. Tenía el pelo negro y muy alto, muy fuerte, siempre bien vestido y usaba una colonia que me encantaba oler. A media que fue viniendo más me caía mejor, porque además nunca se mostró cariñoso con tía Clara, al menos no delante de mí.
Un día después del baño le pregunté a mi tía que qué era lo que hacían los hombres cuando "jugaban", y ella me dijo que más o menos lo mismo que hacíamos nosotras pero con una sola diferencia que me iba a enseñar enseguida. Así que me desnudó y volvió a besarme y a comerme el coñito, que seguía pelado, salvo por dos o tres vellos insignificantes. Y mientras me decía que todo eso era igual, pero que cuando yo estaba ya temblando iba a empezar a hacerme otra cosa. Así que cuando más excitada estaba yo me metió un dedo dentro del cuerpo, en un agujero que yo no sabía que existía, con la humedad de mi chocho, ella se mojaba su dedo corazón y empezó a introducirlo despacio, y miraba cómo eran mis reacciones, yo me dejaba hacer y ella me decía que me relajara, que dejara las piernas flojas y que respirase despacio. Yo hacía, y ella metía más y más.
-Ummmm qué cerradito lo tienes mi vida.
Y yo más feliz de verla a ella contenta me abría para que metiese más el dedo. Molestaba un poco, pero no dolía, así que lo metió todo dentro y dentro empezó a acariciar rotándolo en todas direcciones, un ratito primero, pero luego, cuando vio que no me dolía, lo dejó un buen rato y siguió chupándome por fuera el botoncito rojo que yo tengo tan pequeño y ella tan grande, hasta que me sentí en el cielo y no pude contenerme y gritar un poquito cuando me dio ese chispazo tan rico de gusto, que esta vez duró más.
Te gusta ¿eh? me dijo encantada. Pues en realidad lo que meten los hombres es mucho más grande.
No me podía creer que fuera más grande que eso. Y ella me dijo, que yo se lo iba a hacer entonces, pero que me traería uno como el que tienen los hombres porque mis dedos era pequeños y así ella no se enteraría. De manera que fue a su armario y sacó una cosa como un chorizo, gordito y oscuro que tenía la parte de arriba más ancha. Me explicó que los hombres no tenían chochito como nosotras, sino una cosa parecida a esa y que a ellos les gustaba mucho meterla en lo nuestro, y que con el tiempo yo aprendería a que también me diera gusto a mí.
Entonces, desnuda como estaba me dijo con la voz entrecortada, que se la metiera rápido que estaba muy caliente. Así que cogí aquellos y miré su agujero, que estaba rojo y mojado, la puse allí y empujé un poco, y ví que entraba sin dificultad, mi tía estaba retorciéndose los pezones y me decía con una voz muy ruda que se la metiera pronto que estaba a punto, así que empujé fuerte y desapareció dentro del coño en un momento. Gimió y suspiró de gusto y me dijo que la moviera en redondo y después que la sacara y la metiera con mucha fuerza, que le gustaba fuerte. Y lo hice dos o tres veces pero enseguida mi tía empezó a moverse mucho y a gritar y a gemir, y decía "fóllame, fóllame", que yo nunca le había oído aquellas palabras, pero me gustaba mucho que estuviera así y que me pidiera eso.
Me dijo que me montara sobre ella y me moviera y la apretara fuerte contra el coño mi coño, y que se moría de gusto conmigo haciendo aquello, que yo era la mejor, su gatita única que la follaba muy bien y que se partía de gusto conmigo. Se abrió un poco más de piernas y dejó que mi tronco resbalase hacia su sexo y me dijo que se había salido un poco y que todavía tenía ganas de más que estaba demasiado excitada por enseñarme a hacer eso y que yo debía satisfacerla. Que volviera a coger la "polla", que así se llamaba lo que tenían los hombres y que se la metiera de nuevo, pero que no la moviera.
Lo hice y la miré. Apretó las piernas para que no se saliera aquello, y se puso sobre mí, y me mordía los brazos, como nunca había hecho antes, me dejaba marcas y me besaba la boca mordiendo y tirando de mis labios, y las orejas también. Y mientras sus piernas, sobre mí, se movían a ritmo, muy apretadas la una contra la otra.
Yo sentía un calor tremendo, y aunque sus mordiscos me dolían, la verdad es que me excitaban más que antes. Yo estaba aturdida por el placer y no notaba que me dejaba marcas en el pecho, entorno a los pezones, en el ombligo. Me dio la vuelta y me mordía las nalguitas, con fuerza, violentamente, y yo jadeaba, entre el dolor y el gusto, y se revolcaba contra mi cuerpo, mientras que tenía ese palo metido entre sus piernas. Ella estaba como loca de furia, el pelo alborotado más que nuca y su cara roja y sudorosa.
Me volvía otra vez para meterme la lengua hasta dentro, y morderme los labios y las mejilla, mientras me decía al oído, "vas a volver loco al hombre que te tenga, lo vas a matar de placer como haces conmigo, gatita mía". Y yo me estremecía del gusto de sus palabras y de su fuego...y de todas las cosas locas que me hacía y me había hecho antes.
Parecía borracha de deseo, me miraba con los ojos brillantes y como idos, y yo también empecé a morderle los hombros y los brazos, y los pechos, mordía sus pezones duro, primero flojito, pero como vi que le excitaba, se lo hice más fuerte, y chillaba de gusto. Le pellizqué por todas partes y ahora era yo lo que le dejaba marcas. Y ella estaba fuera de si, se tiró de espaldas sobre la cama y comenzó a moverse muy rápido como un pescado que está fuera del agua, y gritaba de gusto, y un líquido abundante le bajaba de los muslos a las rodillas.
Cuando acabó de moverse, su respiración era violenta todavía. Me abrazó y me besó, ya con dulzura, mientras me acariciaba el pelo. Y me dijo al oído: Creo que ya estás madura para el siguiente paso.
(continuará)